Una generación ávida de experimentar, deseosa de conectarse con otras realidades, cayó en la trampa tendida por el gobierno en la sombra para desactivar a una juventud ansiosa de libertad. La estrategia que los psicólogos del gobierno oculto tendieron a esos jóvenes deseosos fue la de la prohibición: “si algo está prohibido, es bueno”, fue el razonamiento que hicieron muchos jóvenes idealistas de finales del siglo XX. Y allí se lanzaron.
El ex agente del servicio secreto británico James Casbolt relató cómo se originó el tráfico de drogas moderno en el que estuvo envuelto su propio padre: “los servicios de espionaje británicos diseñaron y crearon la cultura del LSD en los años 50 a través de instituciones como el Instituto Tavistock de Relaciones Sociales, en Londres.
En los sesenta, el MI5, MI6, y la CIA usaron el LSD como arma contra los activistas sociales que se convirtieron en niños de las flores, demasiado empanados con los tripis para organizar la revolución”.
Puede resultar una sorpresa para muchos que el mercado mundial de la droga esté controlado y dirigido por las agencias de espionaje. En este ‘mercado’, los servicios de inteligencia británicos mandan sobre los demás.