jueves, 18 de agosto de 2011

El negocio de la enfermedad: La guerra de las farmacéuticas contra la humanidad


Después de su campaña contra la guerra de Irak, el público está interesado en saber más acerca de usted, ¿nos podría dar más información sobre sus logros?

Antes de nada, permítame subrayar que soy médicocientífico y, sobre todo todo, un ser humano, un habitante de nuestro planeta que desea conservar este planeta intacto y no permitir que sea incinerado en una tercera guerra mundial.
Como médico y científico, he tenido el privilegio de contribuir en varios campos que creo que permitirán a la humanidad construir un mundo más sano y, ojalá, más pacífico. Mis descubrimientos en el campo de la prevención por la medicina natural y el tratamiento de la enfermedad cardiovascular nos permitirán erradicar en gran medida los ataques al corazón, las apoplejías, la hipertensión, la insuficiencia cardiaca, las arritmias y muchos otros problemas similares para esta generación y las futuras.

En junio de 1997 el Dr. Rath pronunció un discurso histórico en Chemnitz (Alemania) en el que proscribió el «negocio con la enfermedad» que está llevando a cabo la industria farmacéutica.
La segunda contribución a la humanidad que he realizado ha sido desenmascarar a la industria farmacéutica como la mayor industria de inversión del mundo, que mantiene y promueve una de las mayores tramas de engaño y fraude en la historia de la humanidad. Mientras con los anuncios nos prometen «salud», el auténtico mercado de esta industria de inversión es la existencia y expansión de enfermedades. La prevención, el tratamiento de la raíz de la causa y la erradicación de las enfermedades amenazan el «negocio de inversión con la enfermedad» de la industria farmacéutica y, por tanto, lo que pretende combatir el denominado cartel farmacéutico. En una presentación pública en junio de 1997 formulé por primera vez el esclarecedor análisis de que la propia industria que reclama el monopolio del «cuidado de la salud» mundial es precisamente el mayor obstáculo para que los habitantes de este mundo gocen de una vida saludable.
El tercer logro que considero digno de mención es el hecho de que pude difundir a nivel mundial esta información y este análisis, que son capaces de salvar vidas. Con ello, el grupo de inversión farmacéutica, que lleva a cabo negocios multimillonarios, se vio tan amenazado que ahora está intentando asestar su garra opresora sobre todas las personas del mundo con la ayuda de la fuerza legal, mediante leyes de protección y el abandono de los derechos civiles.
El pretexto para esta estrategia es lo que denominan «guerra global al terrorismo». La guerra contra el «terrorismo» no es una guerra real. Ha sido estratégicamente desarrollada y puesta en práctica para crear un estado generalizado de miedo e intimidación que permite la aplicación de esas medidas legales tan drásticas, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
Mis más cercanos colaboradores previeron esta evolución hace más de una década. Fue cuando el fallecido Linus Pauling, dos veces premio Nobel, dijo: «Sus descubrimientos son tan importantes que amenazan a industrias enteras. Es posible que un día llegue a haber guerras solo para evitar que sus descubrimientos sean generalmente aceptados».

Usted se graduó en la facultad de Medicina y trabajó como médico e investigador, ¿qué le hizo cambiar a la investigación de las terapias naturales?

Yo comencé realizando investigación convencional sobre las causas de la enfermedad cardiovascular. En ese momento se pensaba que unos elevados niveles de colesterol eran el principal factor que causaba los ataques al corazón y las apoplejías. Por influencia de los fabricantes de medicamentos para reducir el colesterol, se decía a los médicos que unos elevados niveles de colesterol dañan las paredes de los vasos sanguíneos, lo que lleva a su engrosamiento y, por último, a su obstrucción, lo que provoca infartos y apoplejías. Hoy en día sabemos que esto no era más que otro cuento de marketing de la industria farmacéutica. Si el colesterol alto dañara las paredes de los vasos sanguíneos, lo haría en cualquier parte de nuestro sistema de vasos sanguíneos. El sistema se obstruiría en todas partes, y no solo en el corazón o el cerebro. En otras palabras, también tendríamos infartos de nariz, de oído, de rodilla, de codo, de dedo y de cualquier otro órgano del cuerpo. Evidentemente, no es el caso.

Una radiografía que confirma los descubrimientos del Dr Rath en terapias naturales. Un paciente antes y después de empezar a tomar suplementos alimenticios.
Entonces descubrí que la enfermedad cardiovascular es prácticamente desconocida en el mundo animal, mientras que entre los seres humanos es una de las principales causas de muerte. 
El siguiente descubrimiento fue un gran avance para las terapias naturales en todo el mundo. Los animales fabrican en su cuerpo su propia vitamina C, necesaria para producir las moléculas de refuerzo de nuestro cuerpo y su sistema vascular, lo que se denomina colágeno. Cuanta más vitamina C, más colágeno, más estabilidad para las paredes de nuestros vasos sanguíneos y menos ataques al corazón. Los animales rara vez sufren ataques cardíacos porque sus propios cuerpos producen vitamina C en cantidad suficiente. Los seres humanos no podemos generar ni una sola molécula de esta vitamina y con frecuencia no ingerimos suficientes vitaminas con nuestra dieta, lo que debilita nuestros vasos sanguíneos y favorece la formación de depósitos. Estos depósitos se desarrollan principalmente en zonas donde nuestros vasos sanguíneos están expuestos a esfuerzos mecánicos, como en las arterias coronarias del corazón, que realizan un movimiento de bombeo.
Esta serie de descubrimientos fue tan convincente que no solo explica por qué los animales no sufren infartos pero las personas sí, sino también por qué sufrimos ataques cardíacos y no ataques nasales. Desde entonces, estos impresionantes hallazgos han sido plenamente confirmados por datos de investigaciones y estudios clínicos.
Por eso los descubrimientos científicos a los que llegué fueron la principal causa de que dejara la investigación convencional y me dedicara a las moléculas, que son más eficaces para prevenir y curar las enfermedades de la actualidad: las moléculas que genera la propia naturaleza y que son necesarias para un funcionamiento óptimo de las células.


Muchos de sus informes de investigación se publicaron en revistas científicas. ¿En qué se centraban sus investigaciones?

El descubrimiento de la naturaleza de la enfermedad cardiovascular, que es la causa de los ataques cardíacos y las apoplejías, fue solo el principio. Una vez que comprendimos que las vitaminas, los minerales, algunos aminoácidos y los oligoelementos son necesarios como «combustible» biológico para millones de células de nuestro cuerpo, resultaba obvio que aplicando estos conocimientos no solo se podrían prevenir la enfermedad de la arteria coronaria y los ataques al corazón, sino también muchas de las afecciones más habituales hoy día. Durante los últimos años, mi instituto de investigación, en colaboración con científicos y médicos de todo el mundo, ha llegado a determinar sin duda alguna que las siguientes enfermedades están causadas principalmente por deficiencias a largo plazo de estos micronutrientes (vitaminas, minerales, etc.). La aportación de una cantidad óptima de estos micronutrientes, ya sea mediante la ingesta en la dieta normal o como suplemento alimenticio, puede evitar en gran medida las siguientes enfermedades: hipertensión (causada por déficit a largo plazo de micronutrientes en millones de células de la pared de los vasos sanguíneos), insuficiencia cardíaca (déficit a largo plazo de micronutrientes en millones de células de la pared del músculo cardiaco), además de arritmias, problemas circulatorios causados por la diabetes y otros.

Ilustración del efecto de la lisina (verde) en el bloqueo de las enzimas devoradoras del colágeno (rojo)
Otro descubrimiento significativo fue la forma natural de evitar que las células cancerosas se propaguen por el cuerpo. Hace unos años publiqué información acerca de que todas las células cancerosas, independientemente del tipo de cáncer de que se trate y del órgano al que afecte, se extienden de la misma forma. Utilizan «tijeras biológicas» (enzimas) capaces de cortar las moléculas que forman los tejidos de nuestro cuerpo (colágeno). Cuanto más agresivo es un tipo de cáncer, más enzimas devoradoras de colágeno produce.
Esta alocada producción de enzimas destructoras de tejidos se puede reducir, o incluso bloquear totalmente, de una forma natural utilizando los aminoácidos lisina y prolina, combinados con vitamina C y algunos otros micronutrientes. Recientemente, nuestra empresa de investigación ha establecido que todos los tipos de células cancerosas se pueden bloquear aprovechando esta sinergia entre los nutrientes que bloquea la acción de estas enzimas. En Europa y América ya hay decenas de miles de pacientes de cáncer que se están beneficiando de esta forma natural de prevenir y tratar el cáncer. Cientos de ellos ya se han recuperado de esta enfermedad. Y esto es aún más significativo si se tiene en cuenta el hecho de que, hasta ahora, la medicina convencional considera el cáncer una «sentencia de muerte». Hemos documentado cuidadosamente muchos casos de cáncer con radiografías de los pulmones y huesos de los pacientes antes y después de someterse a esta terapia natural. En este sitio web se puede ver realmente documentado el éxito obtenido.
Así, estoy en la posición privilegiada de haber contribuido a controlar algunas de las enfermedades más comunes hoy día. La única pregunta que queda pendiente es ¿por qué esta información no se está difundiendo de una vez a todo el mundo?. Para responder a esta pregunta tenemos que volver a hablar sobre el negocio de inversión farmacéutica, que está luchando activamente contra cualquier avance que permita la erradicación del mercado mundial de la enfermedad.

Usted es el fundador de un nuevo concepto de medicina, la «Medicina Celular». ¿Podría explicarnos qué es la Medicina Celular y cuáles son sus ventajas?

Hoy la medicina se divide en distintas especialidades de acuerdo con los órganos del cuerpo que trate. El cardiólogo se ocupa del corazón; el gastroenterólogo, del intestino; los ortopedas, de huesos y caderas. Este enfoque centrado en el órgano ignora el hecho de que la salud y la enfermedad no se dan a nivel de órgano, sino a nivel de los millones de células que componen estos órganos y el cuerpo humano. La causa aislada más importante que provoca fallos en el funcionamiento celular y, en último término, la enfermedad, es la carencia de bioenergía a nivel celular. Las principales moléculas de bioenergía necesarias para que estas células funcionen adecuadamente son los biocatalizadores, unas pequeñas moléculas que aceleran las reacciones químicas en estas células. Las más importantes entre estas moléculas naturales son las vitaminas, los minerales, los oligoelementos y algunos aminoácidos. La medicina celular es un nuevo campo de la medicina que aplica estos conocimientos para prevenir y tratar las enfermedades más comunes de la actualidad. En nuestro instituto de investigación de medicina celular seguimos investigando la necesidad específica de estos micronutrientes para evitar y corregir enfermedades concretas, incluida la enfermedad cardiovascular, el cáncer y las enfermedades infecciosas.
Ya se hace visible que la medicina del siglo XXI utilizará estos conocimientos a nivel mundial, lo que permitirá a la humanidad erradicar en gran medida las enfermedades más habituales en la actualidad, incluidas las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. No hay tiempo que perder, cualquier persona de este mundo es capaz de entender este principio sin necesidad de ser médico. Cualquier profesional de la salud, cualquier político responsable de la salud de su pueblo debería familiarizarse inmediatamente con estos hechos científicos y desarrollar programas de salud nacional basados en estos hallazgos.

 ¿Por qué cree que el control y el tratamiento natural es mejor y más eficaz que el tratamiento farmacéutico tradicional?

La industria farmacéutica es una industria de inversión. Por su propia naturaleza no puede ni quiere fabricar fármacos que eviten o erradiquen las enfermedades, ya que la desaparición de estas enfermedades equivaldría a la desaparición de un mercado que hace uso contínuo de esos fármacos. Es duro comprender esto, y más duro aún aceptarlo. Pero es la verdad, y todo el mundo debería conocerla.
En consecuencia, el 80% de los productos farmacéuticos que existe actualmente en el mercado mundial no tiene una eficacia demostrada, simplemente cubre los síntomas. Como resultado directo de esto, las enfermedades más comunes hoy día, incluidos la enfermedad cardiovascularel cáncerel sida y muchas otras enfermedades, no se están frenando, sino que continúan extendiéndose a pesar de que hay disponibles alternativas efectivas y no patentables.
Cualquier estudiante de biología y bioquímica de cualquier lugar del mundo estudia la importancia de los micronutrientes para el funcionamiento óptimo de las células. Por desgracia, la influencia que ejerce la industria farmacéutica sobre la enseñanza de la medicina en todo el mundo es tan fuerte que hasta ahora estos logros científicos no se han aplicado a la resolución de problemas médicos. El requisito para que el mundo entero disfrute de los beneficios de un tratamiento natural es, por una parte, la aceptación de nuevos logros científicos y, por otra, la eliminación de esas barreras artificiales en la medicina, económicamente motivadas por el negocio que hace la industria farmacéutica invirtiendo en la enfermedad.

El fallecido Dr. Linus Pauling, dos veces premio Nobel, describió sus logros como significativos. ¿Por qué pensaba que lo eran?


Dr. Rath con Linus Pauling, 1991
Linus Pauling ha sido el único científico que ha recibido dos premios Nobel no compartidos. Su primer premio Nobel fue el de Química, y el segundo el de la Paz por su dedicación a conseguir el primer acuerdo de desarme y la prohibición parcial de pruebas nucleares en 1963. Linus Pauling fue un gigante de la ciencia del siglo XX. Él resolvió la estructura molecular de innumerables moléculas orgánicas e inorgánicas. Fue el primero que descubrió las propiedades estructurales de las proteínas (hélice alfa) y la primera enfermedad genética (anemia de células falciformes).
Conocí a Linus Pauling hace más de veinte años, cuando yo era portavoz de los estudiantes de Medicina de Alemania y estaba en el comité de la asociación de estudiantes de Medicina de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero nuestra relación en aquella época no estaba basaba en la ciencia, sino más bien en nuestro interés común por trabajar por la paz y el desarme nuclear.
Años después, mis propias investigaciones en el campo de la salud cardiovascular me llevaron a darme cuenta de la importancia de las vitaminas, y hablé con él de estos descubrimientos. Él inmediatamente se dio cuenta de la importancia de este hallazgo y me propuso ser el primer director de investigación cardiovascular en su instituto de California.
Linus Pauling y yo éramos más que científicos colegas: compartíamos una visión común de un mundo más sano y más pacífico. Así, es natural que poco antes de su muerte Linus Pauling dijera que no cabía duda de que me consideraba su sucesor.

¿Cómo reaccionó la comunidad científica tradicional ante su trabajo y sus investigaciones?

Cualquier nuevo descubrimiento pasa por tres etapas. Primero se ridiculiza, después se combate con fiereza y, por último, se considera evidente. Mis descubrimientos en el campo de la salud cardiovascular y el cáncer no son ninguna excepción. En un mundo médico donde las soluciones mecánicas, como operaciones de by-pass y catéteres con globo (angioplastia), son la «solución» a la epidemia cardiovascular, y la radioterapia y quimioterapia son la «solución» al cáncer, la posibilidad de una prevención y control naturales, seguros y asequibles para estos problemas de salud fue poco menos que una revolución.
En el campo de la salud cardiovascular, pasaron más de 10 años desde que publiqué mi decisivo trabajo científico «Solución al rompecabezas de la enfermedad cardiovascular humana» hasta su aceptación. Pero por fin esta llegó el 4 de mayo de 2002. La Universidad de Stanford, cuya facultad de Medicina es una de las principales del mundo, me invitó a presentar este gran descubrimiento en un simposio organizado por su facultad de Medicina. Esta invitación ya reflejaba la creciente aceptación pública de nuestro nuevo entendimiento de la enfermedad cardiovascular como forma temprana del escorbuto, la enfermedad de los marineros.
Esta presentación compendiaba por primera vez en una importante institución médica (que había sido utilizada durante más de un siglo por el cartel farmacéutico) algunas de las cuestiones fundamentales no resueltas de la cardiología: ¿Por qué los animales no tienen ataques de corazón? – Pero los humanos sí los tienen, por qué sufrimos ataques cardiacos pero no ataques nasales, por qué se nos endurecen las arterias (arterioesclerosis), pero no las venas. Por eso no existe la «venoesclerosis». La presentación completa se puede consultar aquí.
En el campo del cáncer también pasaron unos 10 años desde la publicación de mi descubrimiento del bloqueo natural del cáncer mediante la aplicación de lisina y otros micronutrientes hasta que se presentó públicamente. El 8 de marzo de 2002, este descubrimiento fue anunciado a página completa en el mayor periódico del mundo, el USA Today. La noticia prendió como la yesca y muchas instituciones y países se están aprovechando ya de este conocimiento.
Mientras que en el sector científico no he encontrado oposición, la de la industria farmacéutica es feroz. Durante los últimos cinco años su principal estrategia ha sido intentar proscribir la difusión de estos descubrimientos de salud natural no patentable para proteger su negocio mundial con la enfermedad, una industria en la que invierten billones de dólares.

¿Cuál fue el impacto de sus libros en la industria farmacéutica?

Mi libro ¿Por qué los animales no tienen ataques de corazón? – Pero los humanos sí los tienen mencionaba por primera vez las «leyes de la industria farmacéutica». Estas leyes identifican este negocio farmacéutico con la enfermedad como una industria de inversión, y no una industria de salud. Desenmascaran el principio de patentabilidad como un principio que desvía la atención de las líneas de investigación de esta industria hacia hacer dinero, no hacia cubrir las necesidades de salud de las personas. Este libro culpaba abiertamente a la industria de inversión farmacéutica de la muerte prematura de cientos de millones de personas de todo el mundo durante las últimas décadas y de la ruina financiera de economías nacionales enteras. Este desenmascaramiento de la mayor industria de enversión del mundo como una fraudulenta trama multibillonaria fue un acto muy valiente. Cuando el 21 de junio de 1997 di un discurso en el que por primera vez en la historia dije abiertamente estas cosas ante un público de 3.500 personas en Alemania, el efecto se hizo notar en todo el mundo.
La única razón por la que la industria farmacéutica no tomó represalias contra mí fue porque relacioné este desalmado «negocio con la enfermedad» con los mayores crímenes contra la humanidad cometidos en el siglo XX: los asesinatos masivos durante la Segunda Guerra Mundial. Es un hecho histórico que el mayor cartel petroleoquímico y farmacéutico de Europa financió la subida de Hitler al poder hace 70 años. La Segunda Guerra Mundial fue ante todo una guerra por la conquista de los recursos naturales de Europa Oriental y Asia.
El tribunal de crímenes de guerra de Núremberg determinó en 1946/47 que la Segunda Guerra Mundial no habría sido posible sin este cartel petroleoquímico, I.G. Farben. Como resultado de la decisión de este tribunal, I.G. Farben se dividió en Bayer, BASF y Hoechst, y algunos de sus ejecutivos fueron condenados por iniciar una guerra en contra del derecho internacional, asesinatos masivos, explotación y saqueo de propiedad pública y privada en países extranjeros y otros crímenes contra la humanidad. La historia del trasfondo corporativo oculto tras la Segunda Guerra Mundial está documentada en un libro de Josef Borkin, The Crime And Punishment Of I.G. Farben, que se puede consultar aquí.
Desde el principio de mi estrategia de desenmascaramiento, la industria farmacéutica estaba a la defensiva. Por eso no resulta ninguna sorpresa que nunca se atrevieran a tomar represalias o iniciar un proceso legal por difamación y calumnias. Mientras tanto, mis décadas de esfuerzos por desenmascarar a la industria farmacéutica y su fraude multimillonario se han visto confirmadas en un artículo principal en Der Spiegel, el mayor semanario informativo de Europa. Este artículo acusa abiertamente a la industria farmacéutica de fraude, engaño, arriesgar la vida de personas, perjudicar la economía de países de todo el mundo en cantidades multimillonarias y muchas otras acusaciones que hice en años anteriores. Pasaron más de 5 años entre mi primer tribunal público contra el negocio farmacéutico con la enfermedad y la cobertura mediática a gran escala que ahora confirma estos hechos. Esto no resulta ninguna sorpresa porque este artículo también confirma que la industria farmacéutica está muy conectada con los máximos responsables políticos del mundo. Este artículo también revela que, incluso ahora, si un gobierno quiere emprender acciones contra el negocio farmacéutico con la enfermedad, las embajadas estadounidenses intervendrán directamente en nombre de su gobierno.
A mí me llena de satisfacción haber sido pionero, no solo en el campo de la salud natural, sino también en desenmascarar el negocio farmacéutico con la enfermedad. El artículo publicado en Der Spiegel el 31 de marzo de 2003 es la primera ficha que iniciará el efecto dominó que hará caer los muros de la industria farmacéutica en un futuro próximo. Porque a esto le seguirán otros medios. Y eso es bueno, porque lo que no puede ser es que la salud de millones de personas y las economías de los países del mundo sean sacrificadas a un puñado de inversores en constante renovación que apoyan a políticos cada vez menos escrupulosos, incluidos los actuales gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, con el propósito principal de seguir manteniendo artificialmente este fraude multimillonario en nuestro planeta.

¿Sus libros están disponibles en todo el mundo?

Mis libros se han traducido a más de 10 idiomas y están disponibles como versión impresa en la mayoría de ellos. También ofrecemos estos libros online en esta página web, de manera que cualquiera que esté interesado puede leer esta información aquí. Estamos haciendo todos los esfuerzos para seguir difundiendo esta información, capaz de salvar vidas a millones de personas, sobre la prevención y terapia natural de la enfermedad cardiovascular, el cáncer y otros problemas de salud muy comunes.
Esta información es tan fundamental que debería ser difundida en todo el mundo inmediatamente. Por eso recibimos con los brazos abiertos a cualquier periódico, emisora de radio, cadena de televisión o medios de otro tipo que entiendan la importancia de este mensaje y nos ayuden a propagarlo. Los tres libros más importantes son Why Animals Don't Get Heart Attacks – But People Do, que describe los descubrimientos en el campo de los infartos, apoplejías, hipertensión, insuficiencia cardíaca, arritmia y otros problemas cardiovasculares. El libro Cáncer describe el descubrimiento en el campo del control natural del cáncer. Este libro explica por primera vez que el cáncer ya no es una sentencia de muerte. El tercer libro que escribí documenta mis 10 años de lucha contra el cartel farmacéutico. Se titula Ten Years That Changed Medicine Forever.

¿Por qué no habíamos tenido noticia de estos descubrimientos antes?

La respuesta es obvia. La industria farmacéutica no es una industria que haya crecido de forma natural. Fue creada artificialmente por inversores que, para hacer dinero con las enfermedades, tuvieron que bloquear los tratamientos médicos naturales, no patentables, para evitar que estuvieran accesibles a todo el mundo.
Al comienzo del siglo XX, el grupo Rockefeller ya controlaba la mayor parte del negocio del petróleo en Estados Unidos y en muchos otros países. Este grupo de inversión utilizó estos ingresos billonarios para abrirse un nuevo mercado: el cuerpo humano. Pero los beneficios de esta inversión dependían de la patentabilidad de los fármacos inventados. Los beneficios billonarios de esta nueva industria de inversión se utilizaron para convertir sistemáticamente a la medicina en un negocio de inversión con orientación farmacéutica. En unas décadas, la medicina quedó controlada por estos grupos de interés gracias a su influencia en las facultades de Medicina, en los medios de comunicación y en la arena política.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentaba esta industria era la competencia de los productos naturales. Entre 1920 y 1935 se descubrieron la mayoría de las vitaminas y nutrientes esenciales necesarios para un metabolismo celular óptimo. El mundo científico tenía claro que sin estas moléculas esenciales para el metabolismo celular, estas células no funcionarían correctamente y darían origen a enfermedades.
Los estrategas de la inversión farmacéutica se dieron cuenta de ello y se embarcaron en una campaña mundial para bloquear esta información vital y evitar que fuera del dominio público. Pero silenciar esta información fue solo el primer paso. Otros pasos estratégicos consistieron en construir la trama fraudulenta del negocio farmacéutico, que incluía desacreditar la información sobre estas terapias naturales no patentables, e incluso proscribir cualquier manifestación terapéutica y preventiva sobre las terapias naturales.
Todas estas medidas tenían un único objetivo: proteger a la industria de inversión farmacéutica basada en fármacos patentables que únicamente cubren los síntomas frente a las terapias naturales no patentables esenciales para mantener la salud celular. En claro contraste con esto, los datos científicos sobre las moléculas naturales esenciales para el funcionamiento básico de las células descritos en los libros de biología se convirtieron en una cuestión de vida o muerte para este negocio de inversión: el hecho de que las enfermedades puedan evitarse optimizando la salud celular con moléculas naturales no patentables afecta a los cimientos mismos de todo el negocio farmacéutico de inversión en las enfermedades. Ya que una enfermedad que se evita o erradica deja de ser un mercado.
También es particularmente importante reflejar la influencia de la industria farmacéutica sobre la profesión médica. Con la creación de facultades privadas de Medicina en Estados Unidos, incluidas las universidades de la «Ivy League», como Harvard, Yale, la Clínica Mayo y otras, la industria de inversión farmacéutica compró la opinión médica de todo el mundo. La enseñanza de las terapias médicas se fue centrando cada vez más en los productos farmacéuticos y, al mismo tiempo, se logró proscribir los tratamientos naturales como «obsoletos».

Albert Szent-Györgyi, premio Nobel en 1937
Casi ningún médico licenciado en una facultad de Medicina en las últimas décadas sabe que el primer premio Nobel por el descubrimiento del papel de la vitamina C en el metabolismo celular se concedió en 1937. Así, durante más de medio siglo, generaciones enteras de médicos (millones en todo el mundo) han salido de la facultad sin saber nada sobre el importantísimo papel y las ventajas para la salud de las vitaminas, los minerales y los oligoelementos.
Ante los siguientes hechos, cualquiera puede entender inmediatamente las devastadoras consecuencias que esta estrategia de inversión puede tener para la salud humana. Casi ninguno de los seis mil millones de seres humanos que existen actualmente sabe que el cuerpo humano no produce vitamina C. Ahora es un hecho científico que la propia molécula de esta vitamina (de la que se sabe que protege las arterias del escorbuto) es también el factor principal para evitar infartos, apoplejías y otros problemas cardiovasculares. Así, el simple hecho de desterrar de la profesión médica este conocimiento vital en interés de la industria farmacéutica creó deliberadamente la epidemia cardiovascular, la epidemia número uno en el mundo industrializado y en la mayoría de las áreas urbanas del mundo en desarrollo.
Casi nadie en este planeta sabe que el cuerpo humano no produce el aminoácido natural lisina, un componente esencial de las proteínas. Y ahora resulta que esta molécula natural, la lisina, es uno de los factores más importantes para evitar que las células cancerosas se propaguen por el cuerpo. El cáncer es la segunda mayor epidemia del mundo industrializado, y los fármacos vendidos en el último mes de vida de un paciente de cáncer son uno de los mercados más rentables de este negocio farmacéutico con las enfermedades.
Así, a principios del siglo XXI, la humanidad se está despertando de una pesadilla. La difusión de esta información de salud tan sencilla sobre las moléculas necesarias para un funcionamiento celular óptimo, pero no producidas por nuestro cuerpo, podría haber salvado dos de cada tres vidas en el mundo industrializado y en los países en vía del desarrollo.
Y también debemos entender que el hecho de que las personas del mundo hayan estado «dormidas» durante todo un siglo no se debe a que no seamos personas inteligentes. Tenemos que entender que, para funcionar, el engañoso y fraudulento negocio farmacéutico dedica miles de millones de dólares al engaño y a crearse una fachada artificial como «benefactor de la humanidad». Para conseguir ese objetivo, esta industria ha dedicado al marketing el doble de lo que ha gastado en investigación.
Donald Rumsfeld, antes de ser ministro de la guerra de Estados Unidos, fue presidente de varias multinacionales farmacéuticas. Recibió varios premios por sus servicios a la industria antes de ser nombrado para su cargo en la administración Bush. No cabe duda de que Rumsfeld y todos los ejecutivos de esta industria, incluido el grupo de inversión Rockefeller, conocen estos datos. Y están temblando ahora que ven que la verdad sobre el negocio farmacéutico con las enfermedades se está extendiendo como la pólvora. Si eso ocurre, su suerte está echada: se les hará responsables de la muerte de millones de personas por enfermedades que se podrían haber evitado de no haber sido por sus decisiones deliberadas. Y ellos saben que, o derrotan a la humanidad en una guerra y en un escenario global del «Gran Hermano», o la humanidad los derrotará a ellos. No hay solución intermedia. Y este es el telón de fondo de la actual guerra. Por eso se enfrentan al planeta entero.
Durante más de un siglo, la fraudulenta trama farmacéutica multibillonaria se ha basado en una condición: proscribir la información sobre terapias naturales no patentables que pueden salvar vidas y prevenir las enfermedades más comunes de la actualidad. Por eso nadie debería sorprenderse de que lo hicieran ni de que no supiéramos nada de esos descubrimientos.

Pero, ¿cuál es el papel de la Organización Mundial de la Salud? ¿No promueve la nutrición?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) se creó hace más de 50 años con el objetivo de mejorar la salud de las personas en todo el mundo. Una de sus primeras misiones fue difundir información sobre la nutrición. La OMS publicó anualmente «informes conjuntos de nutrición» en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) durante alrededor de una década.
Después, los intereses farmacéuticos tomaron el pleno control de la OMS. Desde entonces se ha convertido en su antítesis. En 1963, solo 15 años después de que se fundara la OMS para servir a las personas del mundo, ya se había convertido en un instrumento del cartel farmacéutico mundial. En 1963 se creó una nueva comisión para combatir específicamente el uso de los micronutrientes (vitaminas, minerales y aminoácidos) para prevenir, curar y erradicar enfermedades. El objetivo de lo que se denominó comisión Codex Alimentarius (estándar nutricional) de la OMS/FAO era imponer «límites superiores» artificiales para evitar que en el mundo se utilizaran estos componentes de salud natural con propósitos terapéuticos. Esta comisión también se lanzó a una «guerra santa» contra la difusión de información sobre salud natural que hablara de los beneficios de estos micronutrientes probados cientificamente. Así, el cartel farmacéutico convirtió a la OMS en un instrumento suyo y la manipuló para impulsar la primera legislación de la globalización: leyes proteccionistas para proteger artificialmente el monopolio de salud mundial de los fármacos patentados.
De esta forma, la organización creada para mejorar la salud de las personas ha sido utilizada durante los últimos 40 años por los intereses lucrativos de un puñado de inversionistas para hacer justo lo contrario: mantener a la gente ignorante de una información que puede salvar vidas y evitar las enfermedades más comunes hoy día.
La publicación de los 10 puntos de mi programa «Salud para todos en el año 2020» en la cumbre mundial de Johannesburgo en agosto de 2002 marcó un punto de inflexión para esta organización. Informando a más de 100 jefes de estado sobre el carácter fraudulento del negocio farmacéutico y las alternativas de salud natural, la batalla por recuperar la OMS y usarla en beneficio de las personas ha comenzado. Los países en desarrollo de ÁfricaSudaméricaAsia están liderando esta histórica batalla. Pero no nos confundamos: las fuerzas del cartel farmacéutico atrincherado en la OMS no se van a rendir voluntariamente.
Los pueblos del mundo tienen que despertar al hecho de que los grupos de interés que están convirtiendo la OMS en lo contrario de lo que debería ser, son los mismos grupos de interés que han forzado la guerra contra Irak y la actual crisis internacional en este planeta. Así, la guerra por el control de la OMS se lidiará con una brutalidad similar a la de cualquier guerra militar. La comparación está permitida, puesto que, al fin y al cabo, las víctimas en ambos casos son miles o millones de personas.
El resultado de esta lucha por el control de la OMS es seguro: las personas del mundo, por su propio bien y el de las generaciones futuras, ganarán esta lucha y recuperarán el control de esta organización mundial. Cuánto tardarán dependerá en último término de que las personas sean informadas sobre estos avances y obliguen a sus gobiernos a emprender acciones a nivel nacional e internacional. Mientras tanto, es esencial que haya organizaciones que no se dejen comprar, sobornar ni influir de cualquier otra forma. La Fundación para la Salud del Dr. Rath se fundó para contribuir a este objetivo.


Usted ha mencionado la Comisión del Codex Alimentarius. ¿Puede explicarnos algo más sobre esto?
El Codex Alimentarius es una comisión de la OMS y la FAO. Alrededor de la mitad de sus miembros están directa o indirectamente relacionados con la industria farmacéutica. Aunque el Codex Alimentarius trata una serie de cuestiones relacionadas con la protección de los alimentos, la mayor parte de su tiempo, esfuerzos y recursos se han desperdiciado en la lucha del cartel farmacéutico contra la difusión de la información de salud natural relativa a las vitaminas, los minerales y otros nutrientes esenciales.

Todas las reuniones del Codex Alimentarius desde 1998 se han celebrado en Berlín a puerta cerrada.
Después de mis descubrimientos de la relación escorbuto-enfermedades cardíacas, el éxito de mi libro Why Animals Don't Get Heart Attacks y después de que fracasara el primer intento de proscribir las terapias naturales en EE.UU. en 1994, las farmacéuticas revitalizaron el Codex Alimentarius en 1995. Desde entonces, vienen haciendo un ímprobo esfuerzo por proteger su negocio con la enfermedad de estos micronutrientes eficaces, seguros y no patentables. La comisión ahora se reúne cada año a puerta cerrada. Su principal objetivo es proscribir cualquier manifestación terapéutica relacionada con las vitaminas, los minerales y otros nutrientes esenciales. Estas recomendaciones sin escrúpulos se pasarán a laAsamblea General de las Naciones Unidas, en beneficio del cartel farmacéutico, con la recomendación de convertirlas en leyes vinculantes para todos los países miembros de las Naciones Unidas, es decir, para todo el mundo. Este es, al menos, el plan del cartel farmacéutico.
En los últimos años hemos organizado protestas regulares contra los planes Codex del cartel farmacéutico, con conferencias científicas, manifestaciones y campañas de protesta dirigidas a los miembros de la comisión Codex y a los gobiernos que aún la apoyan. En la última campaña de protesta se enviaron más de 600 millones de cartas de protesta a los gobiernos y diputados de los países que aún apoyan este propósito tan poco escrupuloso.
En vísperas de la reunión Codex de noviembre de 2002 en Berlín, tuvimos una conferencia de expertos de la salud de todo el mundo, incluida Sudáfrica. En esta «reunión Codex», la delegación oficial de Sudáfrica desenmascaró por primera vez la hipocresía que hay tras el Codex Alimentarius. Para entender la importancia de este paso hay que hacer algunas aclaraciones:
Ninguna mente sana apoyaría una prohibición de la salud natural así como así. Por eso, el cartel de los fármacos necesitaba un pretexto para convencer a los políticos aún indecisos de por qué debían prohibir las terapias naturales. Ese pretexto fue inventarse unos inexistentes efectos secundarios de las vitaminas. Por supuesto, estos efectos secundarios solo existen en la imaginación de los grupos de interés farmacéuticos y en las mesas de diseño de su maquinaria de RR.PP. Las vitaminas, los minerales y los aminoácidos son los bloques constitutivos de la vida, y el cuerpo puede eliminar cualquier exceso de ellos sin problema.
Esto contrasta enormemente con los productos farmacéuticos sintéticos. Como son sintéticos, el cuerpo no los reconoce, y esa es la razón por la que casi todos los fármacos conllevan graves efectos secundarios. De acuerdo con el número del 15 de abril de 1998 del Journal of the American Medical Association, estos letales efectos secundarios de los fármacos se han convertido en la cuarta causa de muerte en el mundo industrializado
Haciendo caso omiso de todo esto, la maquinaria de relaciones públicas de la industria farmacéutica intenta manipular a la opinión pública mundial y retorcer el brazo a los políticos que necesita para que aprueben estas recomendaciones sin escrúpulos del Codex Alimentarius.
Ante este telón de fondo, tenemos que apreciar la postura que adoptó el gobierno sudafricano en la reunión del Codex del 2002, en la que desenmascaró la hipocresía de los esfuerzos que durante décadas había hecho el cartel farmacéutico dentro del Codex apoyando nuestros argumentos desde su posición como gobierno oficial. Pero esto no fue una coincidencia. Dos años antes, el gobierno sudafricano había iniciado una lucha contra el cartel farmacéutico al negarse a pagar los derechos de patente sobre los fármacos contra el sida.
Su argumento era simple: los exorbitantes derechos de patente de estos fármacos los hacen inaccesibles para la inmensa mayoría de las personas en Sudáfrica y en el mundo en desarrollo. Así, la industria farmacéutica, al insistir en cobrar estos enormes márgenes de beneficio, está arriesgando deliberadamente la vida de millones de personas en África y en todo el mundo. El «cartel de los medicamentos», es decir, la Federación Internacional de Fabricantes Farmacéuticos, tuvo la suficiente arrogancia como para demandar al gobierno sudafricano ante los tribunales de Pretoria. Como es lógico, esta guerra no se ganó en los tribunales, sino en el juicio de la opinión pública.
Las protestas en todo el mundo contra «matar en beneficio del negocio farmacéutico con la enfermedad» hicieron imposible que el cartel farmacéutico continuara este litigio. En enero de 2001, solo unas semanas después de haber desafiado al gobierno sudafricano ante los tribunales, el cartel farmacéutico reconoció su derrota y retiró la demanda. El gobierno sudafricano había ganado una batalla histórica contra el cartel farmacéutico. Desde entonces, muchos países han seguido el ejemplo del gobierno sudafricano y están fabricando sus propios fármacos sin pagar los desorbitados derechos de patente.

Usted ha mencionado los fármacos contra el sida. ¿Hay alguna alternativa natural a estos medicamentos?

Es un hecho científico que prácticamente todos los virus pueden ser total o parcialmente bloqueados con terapias naturales. El ascorbato (vitamina C) reduce la multiplicación (replicación) de los virus. Un estudio publicado en el influyente Proceedings of the National Academy of Science USA en 1990 demostró que la vitamina C en cantidades que pueden ser tomadas por las personas a diario podía bloquear la replicación del VIH ¡en más del 99,9%! Proceedings of the National Academy of Sciences in the US es una de las publicaciones científicas más leídas del mundo. Así, desde hace más de diez años la industria farmacéutica, la Organización Mundial de la Salud y la comunidad médica sabían que hay alternativas naturales y no patentables a los fármacos. Además, estos tratamientos naturales son más eficaces que cualquiera de los métodos farmacéuticos que se están aplicando actualmente para controlar la enfermedad.
Una segunda sustancia fundamental para bloquear la expansión de los virus es el aminoácido lisina. Como todos los virus se extienden digiriendo el tejido circundante (colágeno) con ayuda de enzimas (colagenasas), neutralizando estas enzimas se reducirá o impedirá la expansión del virus. Los aminoácidos naturales lisina y prolina han demostrado que producen este efecto. Además, se ha documentado que la vitamina A y otros nutrientes esenciales mejoran el sistema inmunológico y, por tanto, contribuyen eficazmente a la prevención y el tratamiento del sida.
Hemos documentado muchos de estos estudios en este sitio web para cualquiera que quiera utilizar inmediatamente y ayudar a difundir este mensaje capaz de salvar vidas: ya sean pacientes, profesionales de la salud o políticos.

¿Por qué cree que el programa de las Naciones Unidas contra el sida beneficia a la industria farmacéutica?

La mayoría de los programas de las Naciones Unidas están dominados por grupos de intereses farmacéuticos. Y lo mismo pasa con el programa de las Naciones Unidas contra el sida. Tenemos que entender que para la industria farmacéutica ha comenzado una batalla por su credibilidad tanto en los países en desarrollo, como en los países industrializados. Cada vez son más los países que se dan cuenta de que hay alternativas naturales a los fármacos, y que no solo son más eficaces, sino que también están disponibles a una fracción de su coste y sin tener que pagar los prohibitivos derechos de patente. Así, muchos gobiernos del mundo se han dado cuenta del negocio fraudulento y sin escrúpulos de la industria farmacéutica y ya están redirigiendo sus estrategias de sanidad nacional hacia terapias naturales.
Tenemos que entender que cualquier país que decida apartarse de este negocio que está haciendo la industria farmacéutica con la enfermedad será un clavo más en el ataúd de esta industria. Una decisión así no solo significa que la industria farmacéutica solo conseguirá una fracción de sus ingresos en ese país, sino que también tendrá otra consecuencia más valiosa aún: cada país que dé la espalda a este negocio farmacéutico con la enfermedad es una contribución para que el mundo abra los ojos al fraude con la enfermedad que durante siglos han mantenido y fomentado los grupos de inversión farmacéutica.
Cuantos más países se vayan liberando del yugo del cartel farmacéutico, más devastadoras serán las consecuencias para esa industria. Imaginemos qué ocurrirá cuando cada vez sean más los países del mundo que se den cuenta de que la epidemia del sida se puede contener aportando a sus ciudadanos suficiente vitamina C y otras terapias naturales no patentables en la cantidad óptima. Imaginemos la reacción de la gente cuando se dé cuenta de que la industria farmacéutica les ha ocultado deliberadamente una información sobre ingredientes naturales que podría haber salvado muchas vidas.
Ya estamos siendo testigos de cómo se le está dando la espalda en todo el mundo a las empresas farmacéuticas. Los gobiernos de JordaniaEmiratos Árabes UnidosNigeriaSudáfricaAngolaMalawi ymuchos otros países africanos, además de la República Popular China, han decidido embarcarse en estrategias de salud naturales. A lo que se enfrenta la industria de inversión farmacéutica no es solo un «efecto dominó», es la caída del «muro de Berlín» del «negocio farmacéutico con la enfermedad».
Para servir a las personas y naciones más afectadas por el sida, las Naciones Unidas y todas sus organizaciones tienen que aprovechar los descubrimientos en el campo de la salud natural y poner este conocimiento y estas terapias a disposición de todo el mundo lo antes posible.

¿Y, atacando a grupos de interés tan poderosos como la industria farmacéutica, no tiene enemigos?

Me he estado enfrentando a estos poderes desde que recogí el testigo del dos veces premio Nobel Linus Pauling. Desde el principio yo era plenamente consciente de que el descubrimiento de la conexión escorbuto-enfermedades cardíacas iba a enterrar para siempre el multimillonario mercado farmacéutico. Así que iniciar esta batalla para liberar a la humanidad del yugo de esta industria mentirosa e inmoral fue una decisión deliberada.
Mirando atrás, hay algunas lecciones importantes que aprender. Si un científico, un hombre, puede influir tanto en el curso de los acontecimientos humanos como para hundir la mayor industria de inversión del mundo, no es solo por mi propia fuerza. La principal razón por la que con la ayuda de unas pocas personas pude iniciar la caída de la mayor industria de inversión del siglo XX fue que esta industria se basaba en el engaño: prometía «salud» y vendía más enfermedad.
Una vez desenmascarado el fraude, no había ninguna defensa que la pudiera proteger del hundimiento. Por eso, durante todos estos años que me he enfrentado a la industria farmacéutica y la he acusado públicamente de engañar y poner en peligro la vida de millones de personas, y nunca se ha atrevido a contraatacar abiertamente. Tampoco cuestionó abiertamente mis descubrimientos científicos.
Sin embargo, los medios de comunicación y los creadores de opinión médica farmadependientes han hecho grandes esfuerzos para desacreditarme como persona. Pero ese es el sino de cualquiera que se atreva a defender lo que es justo. Yo espero que muchos jóvenes, las futuras generaciones, aprendan de este ejemplo y tengan el valor de luchar por lo que consideran justo cuando llegue su momento.
En lo que se refiere a mi seguridad personal, mucha gente me pregunta si temo por mi vida. Lo dicen por la última novela de John le Carré, El jardinero fiel, y el hecho de que el modelo empresarial de la industria farmacéutica no tiene ningún respeto por la vida. El propio John le Carré escribió en el epílogo del libro que cuando trabajaba en esta novela se dio cuenta de que «comparada con la realidad farmacéutica, su novela parecía una postal de vacaciones».
Si estás en una posición privilegiada, como yo, en la que puedes influir en la vida de millones de personas durante generaciones, debes tomar la decisión correcta. Decir la verdad en voz bien alta y en todas partes se convierte en tu mejor protección contra esos grupos de interés que se oponen a ti. La serie de cartas abiertas que publiqué en varios países en nombre de nuestra fundación no fue sino otro paso de este proceso.

¿Cuáles fueron los objetivos de su campaña de información global «Sí a la salud, no a la guerra»?

Desde el principio mismo de la actual crisis internacional, las personas del mundo sospecharon de la supuesta «guerra al terrorismo» propagada por la administración Bush. En todas las manifestaciones contra esta guerra que se hicieron en todo el mundo había carteles que revelaban uno de los verdaderos motivos de esta guerra: el petróleo.
Pero si tu objetivo solo es el petróleo, no tienes por qué crear una histeria colectiva, no tienes por qué convertir a la sociedad estadounidense en un estado paramilitar y no tienes por qué construir una oficina al más puro estilo «Gran Hermano» con 67.000 personas espiando a sus conciudadanos, y todo esto bajo el pretexto de la «seguridad nacional». Esto solo tiene sentido si tienes miedo de algo que hay en tu propio país, y la población entera es una amenaza potencial a tus beneficios económicos y tu poder político.
Como expliqué repetidas veces en mis cartas abiertas, el principal patrocinador de la crisis actual, la guerra contra Irak y la posibilidad de una tercera guerra mundial es la industria farmacéutica. Enfrentada a unos juicios debilitadores en todo el mundo en agosto de 2001, la industria farmacéutica no solo fue la mayor patrocinadora de los trágicos acontecimientos del 11-S. En un último esfuerzo por resistirse a la rotura de la presa de la credibilidad de sus fraudulentos negocios, los grupos de inversión que se esconden tras esta industria se defendieron contra el hundimiento de todas sus inversiones.
Hay que comprender que si eres capaz de crear la mayor industria de inversión del planeta basada en un modelo fraudulento y se descubre este fraude, no quedará ningún sector de la sociedad que no se vea afectado. Esta es exactamente la situación a la que se enfrenta en la actualidad el grupo Rockefeller. Esta es la razón por la que pusieron a Donald Rumsfeld, antiguo ejecutivo de multinacionales farmacéuticas, en el cargo de ministro de la guerra, que esencialmente determina dónde y durante cuánto tiempo caen las bombas.
Este es el motivo por el que la industria farmacéutica fue el mayor donante individual en la campaña electoral de George Bush, incluidas las elecciones legislativas de mitad de periodo en noviembre de 2002, dominadas por unos claros objetivos bélicos.
No le quepa duda de que estos grupos de interés, que se enfrentan a su propia desaparición, están dispuestos a arrastrar consigo en su caída a toda la humanidad. Una situación así desencadenó hace 500 años la transición de la Edad Media a la Edad Moderna en Europa. Enfrentados a su propia desaparición, los dirigentes de esa época comenzaron una guerra contra su propio pueblo. En la «Guerra de los 30 Años» (1618-1648) un tercio de Europa quedó destruida y se sacrificaron decenas de millones de vidas.

¿Podría explicar un poco este paralelismo histórico que acabó con la Edad Media?


En el siglo XVI la tasa de analfabetismo en Europa cayó del 80% al 20%.
Hace 400 años, millones de plebeyos de Europa aprendieron a leer y a escribir gracias a la invención de la imprenta y a la traducción de los primeros libros del latín a las lenguas habladas. Esta «liberación del analfabetismo» acabó con la Edad Media en Europa y desencadenó lo que hoy se conoce como la Edad Moderna. Ninguna fuerza, ninguna guerra y ninguna dictadura pudo impedir entonces que millones de personas de la plebe renunciasen a su derecho a leer, a escribir, a adquirir conocimientos y a tener una vida digna.
De una forma similar, hoy ninguna guerra, ningún abandono de los derechos civiles y ningún estado «Gran Hermano» podrá detener la liberación de la humanidad del yugo del cartel farmacéutico. Ya han muerto demasiadas personas en vano y demasiadas economías se han visto arruinadas por estos intereses corporativos; ahora la gente se está dando cuenta de por qué está pasando todo esto y seguirá luchando por su derecho a la salud natural.
Nuestra campaña «Sí a la salud, no a la guerra» revela el interés de la industria farmacéutica en la actual guerra y en la próxima «guerra mundial» que ya ha sido anunciada por James Woolsey, antiguo director de la CIA. También es una llamada a la acción, a no permitir que esto ocurra. Cualquier persona en cualquier parte del mundo puede aprovechar inmediatamente los grandes descubrimientos en el campo de la salud natural. Cada hogar, cada consulta médica, cada hospital y cada sistema de salud que aproveche estas terapias naturales privará a los grupos de interés farmacéuticos del dinero que necesitan para financiar la próxima guerra. Por eso estos dos aspectos están tan interrelacionados.
Los habitantes del mundo comienzan a darse cuenta de que los mismos grupos de interés que siguen permitiendo que las enfermedades maten a millones de personas para obtener ganancias económicas son los mismos grupos de interés que ahora están llevando a la humanidad a una tercera guerra mundial. Y los habitantes del mundo comienzan a darse cuenta que este campo de la salud es el más estratégico para cambiar el destino de nuestro planeta y llevarlo hacia un mundo más sano y también más pacífico. La ecuación es muy simple: por un lado hay un puñado de inversores que quieren seguir beneficiándose de las enfermedades y de la guerra, y por otro están los intereses de más de seis mil millones de personas por un mundo sin enfermedades y sin guerras. El resultado de esta batalla es seguro. Nosotros, las personas, ganaremos, pero hace falta que más y más personas participen.

¿Quién financió la campaña «Sí a la salud, no a la guerra»?

Esta campaña fue posible gracias a las contribuciones de las personas que se han visto ayudadas por las terapias naturales. Nuestro instituto de investigación proporciona conocimientos y programas de salud natural que permiten que la gente con enfermedades cardíacasinsuficiencia cardíacahipertensiónproblemas circulatorios por diabetescáncerosteoporosis y muchas otras enfermedades se beneficie de los descubrimientos de la salud natural en su investigación de las vitaminas y de la medicina celular. Cientos de miles de personas y pacientes de los cinco continentes ya se están beneficiando de estos descubrimientos. En muchos casos, los beneficios para su salud superan con creces toda su experiencia anterior con medicamentos farmacéuticos.
Por tanto, no solo disfrutan de los beneficios de estas terapias naturales, sino que también quieren que estos conocimientos se propaguen por todo el mundo para ayudar a otras personas que aún no los conocen. Así, el apoyo a esta campaña viene de gente que en la mayoría de los casos ha experimentado los beneficios de algo en lo que creen y por lo que luchan en su propia vida y en su propio cuerpo. De otro modo, no habría sido posible esta campaña informativa mundial.

¿Cuáles son los logros más significativos de su campaña «Sí a la salud, no a la guerra»?

Al desenmascarar a la industria farmacéutica como instigadora y principal patrocinadora empresarial de la actual crisis internacional y de la guerra, hicimos una gran contribución al demostrar que esta guerra carecía de legitimidad y de autorización por parte de la comunidad internacional. A aquellos que la han llevado a cabo se les pueden exigir ahora responsabilidades ante los tribunales internacionales para el resto de sus vidas, una vez que los habitantes del mundo se unan en esta denuncia.
La publicación de mis cartas abiertas en el New York Times fue una decisión deliberada. El New York Times se publica en una ciudad que es sede de las Naciones Unidas. Casi nunca en toda su historia se habían reunido tantos políticos, jefes de estado y representantes gubernamentales en la sede de las Naciones Unidas como en febrero y marzo de este año. Así, la información de mis cartas abiertas y el desenmascaramiento de la industria farmacéutica como principal patrocinadora de esta guerra llegó prácticamente a todos los países del mundo. Es más, muchos periódicos, sobre todo de los países más pequeños con representación en el Consejo de Seguridad de la ONU, como ChilePakistán,Camerún, etc. (pero también Turquía), publicaron mis cartas abiertas en sus países. El hecho de que millones de personas de estos países pequeños fuesen alertadas e informadas sobre el trasfondo empresarial de esta guerra fue un factor significativo para que sus gobiernos resistieran la tremenda presión política y los sobornos económicos a los que les sometieron las administraciones de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Estos dos países son los mayores exportadores de productos farmacéuticos del mundo. El dinero generado por dos de cada tres pastillas que se venden en cualquier parte del mundo regresa a estos países. Y es precisamente este dinero el que lleva a políticos corruptos y dependientes a la Casa Blanca y a Downing Street, y es este dinero el que ahora se usa para financiar la guerra en Oriente Medio y la ya anunciada «guerra mundial».
El segundo objetivo logrado fue que esta guerra contra Irak no se convirtiera en un holocausto nuclear o bioquímico. Al desenmascarar los intereses ocultos tras esta guerra, también se expuso el hecho de que una guerra con armas de destrucción masiva automáticamente serviría como objetivo estratégico de la industria farmacéutica para establecer leyes marciales mundiales y abandonar los derechos civiles para poder afianzar aún más su monopolio.
La supervivencia de la industria farmacéutica fue, es y continúa siendo dependiente de una guerra en la que hay envueltas armas de destrucción masiva en el campo de batalla o a través de algunos ataques escenificados en casa y lo antes posible. También es un hecho histórico que cada día, cada semana que esto no ocurre, la industria farmacéutica se ve impedida de imponer leyes asfixiantes a nivel mundial y, por tanto, de afianzar su monopolio en el «mercado mundial de la enfermedad». Al desenmascarar estos planes abiertamente y en todo el mundo hemos impedido que los círculos de inversión farmacéuticos alcancen sus propósitos hasta ahora.
Por otra parte, la publicación de estas cartas abiertas parece una novela de espías o un episodio del inspector Colombo. Cuando el agente de policía no está seguro del delito de un posible sospechoso, enfrenta al sospechoso con alguna prueba para probar su reacción. Esa era también mi intención cuando publiqué estas cartas abiertas. Si yo tenía razón, y sabía que la tenía, entonces los «criminales» tendrían que reaccionar.
Y vaya si reaccionaron. Solo 24 horas (un día) después de que la industria farmacéutica quedara expuesta como la mayor patrocinadora de la tragedia del 11 de septiembre y de la actual guerra, se presentó al supuesto «cerebro» del 11 de septiembre a un atónito público mundial. Después de que los ejércitos de varios países llevaban un año y medio persiguiendo a los supuestos cerebros del 11 de septiembre por las montañas Hindukush, de repente encuentran y arrestan a un jeque que dormía tranquilamente en su casa de Pakistán. Durante toda una semana los principales medios de comunicación de Estados Unidos se alimentaron de esta «captura del día», evidentemente una distracción mediática organizada. Pero casi nadie, fuera de Estados Unidos, se creyó este montaje mediático. La prensa internacional ya sospechaba de este plan secreto, incluso los medios de los «aliados». El periódico británico The Independent escribió sobre este jeque encontrado de repente: «Qué descubrimiento más oportuno».
Aún más significativas fueron las reacciones en el Congreso de Estados Unidos y entre las fuerzas del orden y la seguridad. Mucha gente inteligente en Estados Unidos ya sospechaba que había un plan oculto tras los ataques del 11 de septiembre. No daban crédito cuando se enteraron de que se habían ignorado avisos precisos del FBI sobre los ataques y que los superiores del FBI habían silenciado a los que alertaron de estos ataques. Aún más sospechoso era el hecho de que durante más de un año se negó a los familiares de las víctimas fallecidas en el World Trade Center una investigación oficial sobre el trasfondo de esta tragedia. La autoridad que bloqueó esta investigación era nada menos que la Casa Blanca y el propio presidente Bush. Los familiares de las víctimas lo único que querían era saber la verdad. Si este ataque realmente hubiese sido obra de «terroristas», cualquier gobierno hubiera tenido interés por investigar la verdad inmediatamente y con todos los recursos disponibles, no solo en interés de los familiares, sino también del público en general. La pregunta que se hacían era: ¿qué tiene que esconder la administración Bush para bloquear una investigación oficial?
Estas sospechas se vieron alimentadas, por supuesto, por mis cartas abiertas, en las que se informaba a los atónitos miembros del Congreso de Estados Unidos, a las fuerzas del orden y la seguridad y al público general que 70 años antes ya había ocurrido algo parecido. El 28 de febrero de 1933 ardió el Reichstag alemán. También este suceso fue inmediatamente aprovechado para abolir todos los derechos civiles y dictar leyes de delegación de poderes (Ley de seguridad de la patria) que se convirtieron en la base legal para una dictadura política y empresarial y para la Segunda Guerra Mundial.

Hace 70 años se incendió el edificio del Reichstag alemán.
Hoy es un hecho político que este ataque al Reichstag, el parlamento alemán, fue cuidadosamente planeado por los grupos de interés que lo utilizaron para preparar a la sociedad alemana para su guerra de conquista, la Segunda Guerra Mundial. También es un hecho que la ley de delegación de poderes que suprimió la mayor parte de los derechos civiles ya había sido preparada de antemano. Ahora, 70 años después, la comunidad política y los ciudadanos de Estados Unidos se han dado cuenta de que les habían puesto la misma venda en los ojos. Y los que han elaborado este plan ni siquiera se molestaron en cambiar el nombre. Hace 70 años la base legal para abolir los derechos civiles se llamó «Gesetz zum Schutz von Heim und Reich» (Ley de Protección de la Patria y el Reich). Los que ahora se aprovechan de esta tragedia del 11 de septiembre la llaman, en sorprendente analogía, «Homeland Security Act» (Ley de Seguridad de la Patria). ¿De verdad estos «legisladores» creían que el mundo no sería capaz de echar la vista 70 años atrás y ver lo que hay detrás de esta trama?
Los miembros del Congreso, la comunidad política y las fuerzas del orden y la seguridad alzaron un grito de protesta. Si habían apoyado a la administración Bush, solo había sido porque creían que era una «guerra contra el terrorismo». Ahora se enteraban de que quienes dirigen actualmente la Casa Blanca tenían un plan secreto. Además, los políticos de Estados Unidos y las fuerzas del orden y la seguridad sabían que los ciudadanos estadounidenses, sus votantes, también leerían el New York Times y les harían preguntas que tal vez no podrían contestar.
Los teléfonos no paraban de sonar en la Casa Blanca ni en el Departamento de Justicia de Estados Unidos. Asustados, los políticos y legisladores dejaron claro que no tomarían parte en un «golpe» así en nombre del grupo Rockefeller y de sus marionetas políticas de la Casa Blanca.
La reacción fue rápida. Cuatro días más tarde, el Fiscal General de Estados Unidos, John Ashcroft, en un movimiento sorpresa, tuvo que revelar a la prensa la denominada Ley Patriota núm. 2. El sorprendido público americano se enteró así de que las actuales leyes contra el terrorismo supuestamente eran insuficientes y había que reformarlas. El meollo de estas enmiendas era nada menos que una inmunidad general para todas las fuerzas del orden y la seguridad de Estados Unidos que ejecutaban las órdenes de la administración Bush.
Así, a golpe de bolígrafo, Bush, Ashcroft y demás marionetas políticas del cartel intentaron ofrecer inmunidad a todo aquel que les apoyase en sus actos sin escrúpulos y en sus crímenes de guerra. Si quedaba alguna duda sobre el verdadero trasfondo del 11 de septiembre y el auténtico propósito de la actual crisis internacional, estas reacciones de la administración Bush a la información denunciada en mis cartas abiertas debería abrir los ojos a cualquier persona inteligente de cualquier parte del mundo.

¿Hubo reacciones de los ciudadanos de Estados Unidos o Nueva York?

Hubo reacciones de todas partes del mundo. De las principales universidades, de organizaciones gubernamentales, médicos y, por supuesto, de muchos pacientes y de los ciudadanos en general. La reacción más común fue de gratitud por abrirles los ojos a la conexión existente entre la batalla por la supervivencia de la industria farmacéutica y la actual crisis internacional. Muchos pidieron más información, ya fuera sobre las alternativas de salud natural o sobre el trasfondo del negocio farmacéutico con las enfermedades.
Sobre todo son de señalar las reacciones en Estados Unidos, donde mucha gente se dio cuenta de que su propio gobierno ya no representaba los intereses de la mayoría de las personas, sino principalmente los de un pequeño grupo de accionistas de los intereses petroleoquímicos y farmacéuticos de Rockefeller. Si vives en Nueva York y siempre sospechaste que había algo turbio en la historia oficial del 11 de septiembre, agradeces cuando por fin alguien te explica por qué tu propio gobierno está bloqueando una investigación oficial independiente.

En la tragedia del 11 de septiembre murieron 2.600 personas inocentes. El mismo número de personas muere cada diez días por los efectos secundarios de los fármacos con receta.
Yo creo que ya es hora de que, no solo los ciudadanos de Nueva York, sino también el resto del mundo, sepa la verdad sobre la tragedia del 11 de septiembre. Sobre todo porque desde entonces se ha utilizado para intentar repetir ese montaje a nivel mundial coaccionando a la gente para emprender una cruzada contra terroristas imaginarios.
La gente me preguntaba: ¿Realmente piensas que Bush y su círculo habrían arriesgado deliberadamente 3.000 vidas el 11 de septiembre? Mi respuesta es simple: esa es más o menos la misma cantidad de gente que muere cada 10 días (!) a causa de los mortales efectos secundarios conocidos de los medicamentos farmacéuticos.
Puesto que, por un lado, la Casa Blanca bloquea esa investigación, mientras por otro se aprovecha constantemente de ese suceso para iniciar una guerra mundial, este asunto ya no es un asunto interno de Estados Unidos. Es tarea de las Naciones Unidas exigir e iniciar una investigación independiente de esta tragedia. Se trata de una exigencia legítima, no solo porque la ciudad de Nueva York es la sede de las Naciones Unidas, sino también porque durante año y medio todas las discusiones y debates en este foro mundial se han visto eclipsados por esta tragedia. Ya es hora de que la gente y los gobiernos del mundo se levanten y descarguen sus preguntas sobre las circunstancias del 11 de septiembre. Y será mejor que el gobierno de Estados Unidos coopere con esta investigación internacional o perderá toda credibilidad.

¿Cree usted que los ataques del 11 de septiembre transformarán a Estados Unidos en una dictadura?


Winston Smith (delante) y el Gran Hermano en una escena de la película 1984.
Ya lo han hecho. No estamos hablando de la dictadura de un hombre o de un partido político. Estamos hablando de la dictadura de un pequeño grupo de intereses económicos que utiliza a la administración actual como marionetas para consolidar sus intereses mundiales. Ya en enero de este año, un grupo de ciudadanos preocupados, entre ellos el activista Ralph Nader, la actriz Susan Sarandon y representantes de la organización ecologista Greenpeace, publicaron una alerta a página completa en el New York Times titulada «El Gran Hermano no está de camino, ya está aquí». Las palabras «Gran Hermano» hacen referencia a la novela de George Orwell 1984, donde describe una sociedad controlada, manipulada y maltratada por un pequeño grupo con intereses especiales que tenía acceso directo a todos los aspectos de la vida privada. Y es que muchas de esas cosas ya son hoy una realidad en Estados Unidos. Sin necesidad de orden judicial se pueden investigar cuentas bancarias, leer correos electrónicos, grabar conversaciones telefónicas, abrir cartas, registrar casas y violar otros derechos civiles básicos. Todas estas leyes inconcebibles se justificaron con el montaje del 11 de septiembre y bajo el pretexto de la «guerra contra el terrorismo».
Uno de los derechos humanos más básicos que la actual administración Bush está intentando retirar a sus ciudadanos es el derecho al acceso gratuito a información sobre salud natural. La ley garantiza a los ciudadanos estadounidenses este derecho civil desde que en agosto de 1994 se aprobara por unanimidad la Ley sobre Educación y Salud en los Suplementos Dietéticos. Restringir el acceso a las terapias naturales y a la información sobre remedios naturales para prevenir y tratar enfermedades es algo tan sagrado para los americanos que no permitirían que eso ocurriera en tiempos de paz. Más del 50% de los americanos toma micronutrientes a diario para mejorar su salud. La única forma de retirar este derecho es imponerlo durante un estado de «ley marcial».
Esa es precisamente la motivación por la que la administración Bush no buscará la paz en Oriente Medio, sino todo lo contrario. Utilizarán el Irak de posguerra como trampolín para intensificar la crisis internacional e iniciar otras guerras que incluyan el uso de armas de destrucción masiva. Y es que sin un estado de terror mundial de esas proporciones no podrán conseguir sus propósitos.
Los americanos y el mundo deben permanecer muy alerta para penetrar el intricado laberinto de tácticas y trucos del cartel y sus amiguitos políticos para imponer sus objetivos últimos, ocultos tras la farsa de una supuesta «guerra contra el terrorismo».

Usted dice que el cartel farmacéutico se beneficiaría de una guerra con armas de destrucción masiva. ¿Puede explicar eso un poco?

Si uno ve que un suceso que destruyó dos edificios en Nueva York y mató a 3.000 personas puede ser aprovechado para llevar a todo un país a tal estado de terror que le permita retirarle prácticamente todos sus derechos civiles, puede sacar sus propias conclusiones. Los intereses del cartel farmacéutico son globales por naturaleza. No puede permitir que un continente, ni siquiera unos pocos países, escape a sus mecanismos de control.
Por ejemplo, si los países de Sudamérica documentasen la superioridad de las terapias naturales sobre los productos farmacéuticos, eso destruiría todo el monopolio mundial del fraudulento negocio farmacéutico. En la era de Internet y de la comunicación mundial instantánea, la erradicación de enfermedades enteras mediante procedimientos naturales en cualquier rincón del mundo se propagaría inmediatamente al resto del mundo. Así, cualquier contramedida impuesta por el cartel farmacéutico, en sus estrategias, ha de tener carácter mundial.
Por lo tanto, el plan del cartel farmacéutico es multiplicar el factor del miedo psicológico del 11 de septiembre a escala mundial. Y la mejor manera de hacerlo es una guerra en la que haya implicadas armas de destrucción masiva. Y la mejor forma de provocar una guerra así es iniciar una guerra en una región con países que se cree que poseen tales armas de destrucción masiva y están dispuestos a utilizarlas en caso de amenaza. El uso de armas de destrucción masiva en el campo de batalla o en el metro de Londres o Nueva York, por venganza provocada por la brutalidad de la guerra, legitimaría al cartel farmacéutico para exigir la aplicación mundial de leyes marciales. A su vez, esto crearía un ambiente internacional propicio para extender a escala mundial el régimen «Gran Hermano» que actualmente se está estableciendo en Estados Unidos.
Ahora que el desenmascaramiento de este plan en mis cartas abiertas y en esta entrevista ha dado el golpe de gracia a esta estrategia, han elaborado un plan alternativo. No es ninguna coincidencia que la nueva epidemia, el SARS, se convirtiese en un factor de miedo en todo el mundo justo la misma semana que los estrategas que se ocultan tras la guerra de Irak se dieron cuenta de que no podrían hacer realidad su plan preferido: provocar una guerra con armas de destrucción masiva.
La histeria mundial generada por los medios alrededor del SARS no tiene nada que ver con el verdadero peligro de esta epidemia. El SARS es simplemente una enfermedad viral que, como cualquier otra enfermedad viral, se puede contener y prevenir en gran medida mediante cantidades adecuadas de ascorbato (vitamina C) y algunas otras moléculas naturales. Pero estas moléculas no son patentables y, por lo tanto, no se promueve su uso. Pero lo que sí se promueve es un miedo mundial a una epidemia misteriosa, y ese miedo solo sirve al cartel: lleva a las personas a una dependencia de la industria farmacéutica y promueve un clima donde también se pueden imponer leyes de delegación de poderes, algunas al menos.
No hay necesidad de tener miedo al SARS. Está causado por el virus corona, conocido desde hace mucho tiempo. Dos cucharadas de vitamina C en polvo al día, junto con algunas otras vitaminas que refuerzan el sistema inmunitario, bastan para controlar el SARS, igual que cualquier otra enfermedad viral. Como se sabe que el ascorbato (vitamina C) bloquea el virus más agresivo que se conoce en la actualidad (VIH/sida) en más de un 99%, también puede contener eficazmente el SARS.
En vez de crear un miedo misterioso que solo sirve a grupos con intereses especiales, los políticos del campo de la salud, los profesionales sanitarios y la gente en general deberían ayudar a educar a los demás sobre los medios naturales disponibles actualmente para controlar el SARS y otros problemas de salud.

En una de sus cartas abiertas mencionó al grupo Rockefeller y a la Comisión Trilateral financiada por Rockefeller como una organización clave detrás de George Bush y su administración. ¿Qué es la Comisión Trilateral y de qué fuentes ha obtenido esta información?

El 13 de septiembre de 1998, dos años antes de que George Bush fuera elegido, el New York Times publicó un largo artículo de investigación titulado «Is there a role for another Bush?» (¿Hay un puesto para otro Bush?). El artículo revela las conexiones de la dinastía Bush con el grupo Rockefeller, la industria petroquímica y otros contactos nacionales e internacionales. El artículo decía que con George Bush hijo, la «Comisión Trilateral financiada por Rockefeller» entraría de nuevo en la Casa Blanca. El artículo también subraya el hecho de que George Bush padre, vicepresidente con Reagan y presidente durante la primera guerra de Irak, había estado en el consejo de esta Comisión Trilateral.

¿Cuál es la historia de esta comisión?

El consorcio Rockefeller expandió su poder desde el sector petroquímico al farmacéutico durante la primera mitad del siglo XX. Con cada vez más capital que administrar y reinvertir, se hizo obvio que la esfera nacional de acción del grupo Rockefeller no era suficiente para una organización de inversión mundial. Así, en 1972, el grupo Rockefeller decidió fundar un grupo informal de gente para coordinar sus intereses financieros en todo el mundo.
Los tres brazos de la organización representarían los tres centros del poder económico de nuestro tiempo: Estados Unidos, Europa y Japón, de ahí el «trilateral» del nombre. El primer presidente y hasta el día de hoy aún presidente honorífico de esta comisión es el propio David Rockefeller. Este grupo incluye banqueros, ejecutivos de empresa y otros «actores mundiales» que pueden unirse a este grupo «exclusivamente con invitación». Se reúnen a puerta cerrada, pero curiosamente tienen una página web oficial: www.trilateral.org. En esta página web también hay una lista de los miembros de este grupo que parece el «Quién es quien» de las altas finanzas.
Nadie funda una organización así sin un objetivo. El objetivo de la Comisión Trilateral es crear un «Nuevo Orden Mundial» que básicamente someta al planeta Tierra a los intereses del cartel petroleoquímico/farmacéutico. Nunca ocultaron que sus ideas fueron recogidas por sus «sicarios», como Richard Perle, Paul Wolfewitz, Donald Rumsfeld y algunos otros de los que en la actualidad encontramos en y alrededor de la administración Bush y el Pentágono.
No hace falta ser licenciado en Historia o Ciencias Políticas para saber que uno más uno suman dos. Los temores levantados por el artículo de 1998 del New York Times se han hecho realidad: con la administración Bush, la «Comisión Trilateral financiada por Rockefeller» ha entrado en la Casa Blanca y el Pentágono, los centros político y militar más poderosos del mundo. Nunca cupo la menor duda de que las marionetas políticas de la Comisión Trilateral aprovecharían esta oportunidad para perseguir enérgicamente y sin escrúpulos su objetivo de instaurar un Nuevo Orden Mundial.
Si alguien tiene alguna duda sobre esto, baste con recordar la fuerza con la que la actual administración retorció a su favor los resultados de las elecciones del 2000 y cómo ocupó todos los cargos estratégicos de la administración con «halcones» intransigentes para alcanzar los objetivos del «Nuevo Orden Mundial» del grupo Rockefeller. A mí me pareció necesario e importante documentar la conexión Rockefeller oculta tras esta persecución de una guerra mundial en una de mis cartas abiertas del New York Times. Richard Perle, uno de los «sicarios» de Rockefeller, solo «sobrevivió» unos días a este desenmascaramiento de la Comisión Trilateral en mi carta abierta. Tuvo que inventarse un pretexto para dimitir de su puesto en el Pentágono.
No hace falta decir que el curso de la historia, el futuro de este planeta, no podrá cambiar ni cambiará si no revelamos estos contactos y los presentamos para que los vea todo el mundo. Los grupos de interés que ganan dinero con la pervivencia de las enfermedades y con una tercera guerra mundial tienen cara y nombre. Y el mundo debe conocer esas caras y esos nombres. Por eso, en nuestra página web indicamos esos nombres, sacados de la información oficialmente disponible de la Comisión Trilateral.
Ahora el mundo sabe quién es esa gente. Mientras sirvan en la Comisión Trilateral de Rockefeller serán responsables de lo que se haga en nombre del cartel Rockefeller. En consecuencia, debe responsabilizárseles de todo lo que está haciendo actualmente la administración Bush. Ahora que ha hecho una guerra en contra del derecho internacional, se debe responsabilizar a estos grupos de interés también por los crímenes de guerra cometidos. Los cargos por asesinatos masivos, crímenes de guerra, explotación, saqueo y prácticamente cualquier otro acto ilegal llevado a cabo por la administración Bush también deben presentarse contra «los que hicieron a George Bush». Y esos ejecutivos deberían saberlo.
No ha sido hasta marzo de este año que se ha creado el Tribunal Penal Internacional de La Haya (Países Bajos). No es sorprendente que la administración Bush se haya opuesto enérgicamente a la creación de este tribunal. Sabían que podían ser los primeros en ser llevados ante este tribunal y que sus actos fueran analizados por el mundo y se enjuiciara a los responsables. En el tribunal de crímenes de guerra de Núremberg en 1947, los ejecutivos de las industrias que habían instigado la Segunda Guerra Mundial (directores del cartel petroquímico/farmacéutico I.G. Farben) también fueron sentenciados por esos crímenes de guerra.
Con todas las personas del mundo unidas unánimemente en la condena de esta guerra contra Irak y de cualquier guerra futura, ¿cómo piensan escapar a la justicia estos miembros de la Comisión Trilateral financiada por Rockefeller? Me desconcierta lo cortos de miras que pueden llegar a ser los altos ejecutivos. En un mundo de comunicaciones transparentes, está claro que haría falta una ley marcial mundial para impedir que esta información se propague por el mundo y te exijan responsabilidades. La única cuestión es cuándo tendrá lugar el juicio.

El nombre Rockefeller no se oye mucho en el debate público. Si son tan influyentes, ¿por qué no se habla más de ellos?

En algunas partes del mundo los dirigentes siguen estando visibles, son honrados por su pueblo y su foto está en todas partes. Pero la gente más poderosa del mundo escoge otro camino. Ejercen su poder de forma clandestina y odian el ojo público. El grupo Rockefeller controla más de 200 empresas farmacéuticas, grandes y pequeñas, sin que se hable públicamente de ello. El grupo Rockefeller está detrás de algunas de las instituciones financieras más influyentes del mundo, como el Chase Manhattan Bank, entre otras. El grupo Rockefeller, por supuesto, es dueño del consorcio Exxon y de otras multinacionales petroleoquímicas. Solamente los ingresos anuales de Exxon superan la suma del producto interior bruto de la mitad de los países de la tierra.
El consorcio Rockefeller también controla los medios de comunicación, incluido Time Warner, CNN y una completa red de periódicos, emisoras de radio y cadenas de televisión. Así, no sorprende que se pudiera manipular a la opinión pública estadounidense hasta el punto de que mucha gente inocente fue engañada para apoyar acciones ilegales como una guerra contraria al derecho internacional. Y a los que aún dudaban los siguieron manipulando con «sondeos de opinión» pagados, cuyos resultados fueron cuestionados abiertamente en el New York Times y otros medios.
La contraparte al grupo Rockefeller en Estados Unidos es el grupo Rothschild en Gran Bretaña, que controla la industria farmacéutica de la segunda mayor nación exportadora de productos farmacéuticos.

¿Está sugiriendo que los gobiernos del mundo deberían denunciar a George Bush, Donald Rumsfeld y otros ante el Tribunal Penal Internacional de la Haya?

¡Por supuesto! La comunidad mundial lleva mucho tiempo trabajando por este tribunal, que fue creado para perseguir las violaciones de las leyes internacionales, especialmente los crímenes de guerra cometidos en guerras iniciadas o conducidas sin legitimación internacional. ¿Cuándo, si no ahora, se dará una situación en la que haya que llevar ante la justicia a quienes comenzaron la guerra contra Irak y están a punto de llevar el conflicto a otros países? Si no los detenemos ahora, seguirán acosando al mundo, poniendo en peligro vidas de personas y amenazando con arrastrar consigo al planeta en su caída. Una vez más, los habitantes del mundo tienen que entender que la industria farmacéutica, la industria de inversión más grande del planeta, tiene los días contados. Desaparecer, desaparecerá; la única duda es cuándo. En segundo lugar, no cabe duda de que los responsables de haber dirigido este negocio sin escrúpulos con la enfermedad y que han tenido que justificar la muerte innecesaria y prematura de millones de personas también tienen los días contados. ¿Usted cree que se rendirán voluntariamente?
Los habitantes del mundo y sus gobiernos deben despertar ante esta situación. La administración Bush propaga abiertamente la escalada hacia una nueva guerra mundial. Y lo harán si los habitantes del mundo no los detienen. Y como no se los puede parar militarmente sin arriesgarse a una guerra mundial, hay que pararlos con los otros dos medios disponibles: los económicos y los políticos.
Los medios económicos consisten en el bloqueo del negocio farmacéutico con la enfermedad redirigiendo los sistemas sanitarios nacionales de todos los países del mundo hacia la salud natural y negándose a pagar los derechos de patentes de la pequeña cantidad de fármacos que aún podrían necesitarse, como los antibióticos.
Los medios políticos son legalmente importantes y se deben abordar sin demora. Los habitantes del mundo tienen que presionar a sus gobiernos para que inicien procesos judiciales formales contra las administraciones Bush y Blair por cometer crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos. El tribunal competente para juzgar estas violaciones es el Tribunal Penal Internacional de La Haya (Países Bajos).
Hay que presentar una denuncia por empezar y hacer una guerra en contra del derecho internacional, por asesinato masivo, explotación, saqueo de la propiedad pública y privada y otros crímenes contra la humanidad y violaciones del derecho internacional. Si nosotros, los habitantes del mundo, y los gobiernos de 180 países vamos a permitir que Bush y Blair, el cartel Rockefeller y los miembros de la Comisión Trilateral se salgan con la suya y aterroricen al mundo con guerras ilegales (sin hacerlos responsables de nada), entonces las Naciones Unidas, todo su marco jurídico de derecho internacional y todo el sistema de tribunales de la ONU ya no valen nada.
No basta con denunciar solo al gobierno o a las empresas. Los miembros del gobierno, George Bush, Condolezza Rice, Donald Rumsfeld, John Ashcroft y todos los demás, deben ser denunciados personalmente. Tommy Franks y los generales que hicieron esta guerra sin ninguna autorización internacional deben ser denunciados personalmente. Todos los miembros del grupo Rockefeller, de la Comisión Trilateral y de otros organismos aún por identificar que instigaron, promovieron o se beneficiaron económicamente del saqueo en países extranjeros deben ser denunciados personalmente. Y lo mismo con los británicos. No solo la administración Blair, también se debe dejar al descubierto a los jefes de los bancos Rothschild y a todos los demás que se han beneficiado directa o indirectamente de esta guerra ilegal. La lista debe incluir banqueros, políticos y otros ejecutivos de empresas de Estados Unidos, de Europa o de cualquier otra parte del mundo.
También se debe denunciar a los directivos de la industria farmacéutica por los crímenes que vienen cometiendo en nombre de la industria de inversión farmacéutica contra la gente y los gobiernos del mundo. Todo esto debe ocurrir sin demora.
Para que los gobiernos del mundo puedan emprender estas acciones, lo más importante es el apoyo de sus ciudadanos. Yo hago un llamamiento a todos y cada uno de los individuos de este planeta para que presionen a sus gobiernos para que denuncien formalmente a estos grupos de interés.
Una de dos: o nosotros, el pueblo, permitimos que estas fuerzas empujen a nuestro planeta a un abismo, o tomamos el control ya. Por supuesto, puede que nosotros, el pueblo, tengamos que arrastrar a nuestros gobiernos para que inicien una denuncia formal en La Haya. Los gobiernos son lentos y fáciles de intimidar, especialmente cuando alguien tiene un gran poder económico. Pero nosotros somos el pueblo. ¿Podemos hacerlo? ¡Por supuesto! Y los pueblos y las personas del mundo deben unirse en esta misión.
Tenemos que ser conscientes de que solo el desenmascaramiento de estos grupos de interés ocultos tras los esfuerzos bélicos es el paso aislado más importante para evitar otra guerra mundial. El mundo no se puede permitir otra guerra como la de Irak y vivir con el temor diario de que estalle una tercera guerra mundial. Ha llegado la hora de actuar. Cada político responsable, cada ciudadano de este planeta tiene que ser consciente de esta oportunidad histórica y actuar inmediatamente.

¿Qué podemos hacer las personas?

Todo el mundo debería familiarizarse con los avances en el campo de la salud natural. Todo el mundo, independientemente de si vive en Nueva Delhi, El Cairo, Johannesburgo, Nueva York, Buenos Aires o México DF, independientemente de si vive en un país en desarrollo o en un país industrializado, debería informarse sobre los descubrimientos en salud natural que pueden sustituir eficaz e inmediatamente a más del 80% de los actuales medicamentos farmacéuticos con receta. Si seguimos investigando en el campo de la salud natural, calculo que en los próximos años el 95% de los medicamentos farmacéuticos serán superfluos.
Esto significa que los habitantes del mundo tienen la posibilidad de retirar el 95% de los ingresos que el cartel farmacéutico utiliza para financiar la continuidad de su negocio sin escrúpulos con la enfermedad y para continuar apoyando las campañas electorales de políticos como Tony Blair y George Bush. ¡Piense en ello! Qué gran oportunidad para que todos puedan hacer inmediatamente su contribución, no solo para un mundo más sano, sino también para garantizar la paz en el futuro para esta generación y para las generaciones de nuestros hijos y nietos.
Además, hace falta organizar grupos locales de apoyo para hacer que los gobiernos presenten una denuncia oficial en La Haya y en otros tribunales, para llevar ante la justicia a quienes están detrás de la actual crisis mundial y se benefician de ella. Dejar al descubierto estas fuerzas y sus actos es necesario para reducir su influencia en el futuro e impedir que estos grupos de interés sigan haciendo daño a nuestro planeta y sus habitantes.
A menudo me preguntan por qué no hemos visto ni oído nada antes sobre los intereses farmacéuticos ocultos tras la actual guerra. La respuesta es muy sencilla. Estos grupos de interés se esconden tras una máscara de filantropía y buenas intenciones hacia el planeta. Para poder entender la falta de escrúpulos y la mezquindad del modelo de negocio farmacéutico hay que descubrir esa farsa de la filantropía, y solo entonces se revelará la verdadera naturaleza inversora y sin escrúpulos del negocio farmacéutico con las enfermedades. Ahora que lo hemos hecho, no hay tiempo que perder. Esta entrevista proporciona una estrategia para que los habitantes del mundo y sus representantes políticos tomen inmediatamente medidas para proteger a nuestro planeta y dejar un mundo más sano y pacífico a nuestros hijos.

¿Cómo ve el papel de las Naciones Unidas en el futuro?

No basta con que las Naciones Unidas compitan con Estados Unidos en la construcción de un gobierno para el Irak de posguerra. Reducir a eso el papel de esta organización mundial es nada menos que una capitulación frente al cartel petroquímico y farmacéutico y sus brazos políticos y militares. Y esto no debe suceder nunca.
Las propias Naciones Unidas deberían ser la fuerza impulsora que lleve a George Bush, a Tony Blair y a los demás violadores del derecho internacional ante la justicia. Imagine qué paso tan importante sería para esa organización presentar una denuncia así en nombre de la mayoría de la Asamblea General de las Naciones Unidas. No me cabe duda de que una decisión así se puede tomar y se tomará.
Hay que proteger a las Naciones Unidas. Pero ceder a los intereses del cartel farmacéutico e intentar pactar con él no es forma de protegerlas. El papel de las Naciones Unidas, si es que quiere desempeñar un papel en el futuro, ha de estar marcado por el aplomo y la aplicación de su autoridad.
No podemos permitir que nadie, que ningún gobierno, ni siquiera el gobierno más poderoso del mundo, desobedezca las decisiones de las Naciones Unidas y pretenda salirse con la suya. Quienes lo hagan deberán ser llevados ante la justicia y exponer sus motivos al mundo. Este es el papel más inmediato y urgente de las Naciones Unidas.
Por supuesto, lo mismo es válido para las organizaciones dependientes de las Naciones Unidas, como la Organización Mundial de la Salud. Debe emprenderse un proceso inmediato de limpieza para eliminar de ella los intereses de la industria farmacéutica. No se puede seguir tolerando que los habitantes del mundo crean que la Organización Mundial de la Salud protege su salud, cuando los principales objetivos de la OMS hace mucho que se convirtieron en un instrumento de los intereses farmacéuticos. Hay que acabar con esto. Desenmascarar a los intereses farmacéuticos como los principales patrocinadores de la actual crisis será una contribución importante para impedir también que sigan abusando de la Organización Mundial de la Salud y devolverle su función original: mejorar la salud en todo el mundo, especialmente en los países en desarrollo, donde más falta hace esta organización.

El objetivo de su Fundación es «Salud para todos en el año 2020». ¿Realmente cree que es posible alcanzar este objetivo?

Con los conocimientos científicos con los que contamos en la actualidad en el campo de la investigación con las vitaminas y la medicina celular es posible eliminar en gran medida tres de cada cuatro enfermedades del mundo industrializado. En los países en desarrollo, más de dos mil millones de personas sufren carencias de micronutrientes que los hacen susceptibles de padecer enfermedades contagiosas y otros problemas de salud. Junto con la educación, una mejora de la higiene y medidas para luchar contra el hambre y el desempleo, el conocimiento de los beneficios para la salud de los micronutrientes será un factor clave para mejorar la salud y el bienestar de la gente que vive en los países en desarrollo.
Imagine además la cantidad de dinero que quedará disponible para la educación y para otras medidas sociales una vez que deje de ser absorbido por la industria farmacéutica y su ineficaz e inseguro «negocio con las enfermedades». Estamos hablando de billones de dólares en todo el mundo que quedarán disponibles para medidas de prevención para la salud, para educación y para cubrir otras necesidades sociales una vez que hayamos acabado con el negocio farmacéutico con las enfermedades en este planeta.
Evidentemente, en el año 2020 seguirá habiendo enfermedades, pero los infartos, las apoplejías, el cáncer, la osteoporosis y muchos otros de los problemas de salud más comunes en la actualidad ya no serán epidémicos. Estoy convencido de que nuestra fundación puede hacer una enorme contribución a la humanidad para lograr el importante objetivo de «Salud para todos en el año 2020».
En esta entrevista he tenido mucho cuidado de desarrollar una estrategia para la supervivencia de nuestro planeta. Como científico que ha luchado y puesto en evidencia durante más de una década a esos grupos de interés que hasta ahora han impedido un mundo de salud y de paz, considero que es mi responsabilidad ofrecer esta contribución a todas las personas del mundo.

¿Cómo puede alguien, desde cualquier lugar del mundo, colaborar con su fundación y apoyar sus objetivos?

En la actualidad nuestro principal medio de comunicación es Internet. Como la Organización Mundial de la Salud no está cumpliendo su misión de proporcionar información sobre terapias naturales a los habitantes del mundo, nosotros hemos asumido esa importante tarea como uno de nuestros principales objetivos.
La página web de nuestra fundación se ha convertido en la fuente principal de información sobre salud natural para pacientes, profesionales de la salud y políticos del campo de la salud en todo el mundo. Estamos trabajando mucho para lograr que esta información esté disponible en tantos idiomas como sea posible.
Animamos a todo el mundo a que se ponga en contacto con nosotros por carta, fax o correo electrónico para enviarnos información sobre proyectos piloto, tanto existentes como en proyecto, para implantar medidas de salud natural en su pueblo, comunidad o país.
Nuestra fundación también actúa como centro de intercambio de información para la campaña de presión a los gobiernos del mundo para que lleven ante la justicia a los intereses ocultos tras las enfermedades y la guerra. Para facilitar esto, estamos preparando una audiencia internacional en La Haya (Países Bajos) en la que se recopilará toda la información que ya hay disponible para desenmascarar a esos grupos de interés. Con esto pretendemos facilitar a los gobiernos del mundo la tarea de presentar una denuncia formal en el Tribunal Penal Internacional de esa ciudad.
Estos son dos de los proyectos más urgentes a los que animamos a todo el mundo a participar en la forma que pueda.

Usted ha propuesto una «Constitución para un Mundo Nuevo». ¿En qué consiste y por qué la ha hecho?

Nunca antes en la historia habían estado las personas del mundo tan unidas en su deseo de alcanzar un mundo en paz, desde la madre del soldado estadounidense muerto en Nueva York al padre del niño muerto en Bagdad o los miles de millones de personas del mundo en desarrollo que, al final, son los que pagan el precio de la injusticia existente en nuestro planeta.
Con los gobiernos todavía intimidados por el poder militar de Estados Unidos y demasiado lentos para darse cuenta de la necesidad del mundo de unirse ya y levantar su voz, alguien tiene que alzarse y decir públicamente lo que piensan millones de personas: es el momento de que los habitantes del planeta nos unamos, resolvamos el problema que tenemos y construyamos un mundo nuevo.
Como científico cuyos descubrimientos han contribuido a poner contra las cuerdas al cartel farmacéutico, dejándole como única escapatoria arrastrar a todo el mundo en su caída, considero que es mi responsabilidad proponer este «Plan de acción para el pueblo» como constitución y plan de acción para lograr un mundo nuevo que sirva a los intereses de las personas. Desde aquí hago un llamamiento a todos los ciudadanos para que apoyen y empiecen a trabajar por estos objetivos por el bien del futuro de nuestro planeta. Hablen de ellos con sus amigos y compañeros de trabajo, y conviértanlos en objetivos políticos para su país.
Este «Plan de acción para el pueblo» es el siguiente:

«Constitución para un Mundo Nuevo, de Paz, Salud y Justicia Social»

A principios del tercer milenio la humanidad se encuentra ante una encrucijada. Por un lado están los intereses de los seis mil millones de personas que actualmente habitan nuestro planeta (y los de las generaciones futuras) y que desean vivir una vida con dignidad y salud en un mundo pacífico. Por otro lado tenemos un pequeño grupo de interés empresarial que niega a la humanidad estos derechos humanos fundamentales por una única razón: la codicia financiera.
Ante esta situación, nosotros, los habitantes del mundo, tenemos que elegir: o seguimos sometiéndonos al yugo de esas industrias de inversión que nos imponen guerras y enfermedades, o nos liberamos de estas cargas y comenzamos a construir un mundo regido por los principios de la paz, la salud y la justicia social.
Nosotros, los habitantes del mundo, somos conscientes de que nunca antes en la historia habíamos estado tan unidos para preservar la paz, para terminar con el «negocio de inversión con las enfermedades» y para llevar ante la justicia a aquellos que sacrifican la paz y la salud por los beneficios empresariales.
Por lo tanto, nosotros, las personas de oriente y occidente, del norte y del sur, de los países ricos y los pobres, hemos decidido crear un mundo de paz, salud y justicia social para nosotros y para las generaciones futuras.
Como derechos fundamentales, proclamamos:
EL DERECHO A LA PAZ. Nosotros, los habitantes del mundo, estamos decididos a defender nuestro derecho a la paz con todos los medios disponibles. En la era de las armas de destrucción masiva, la guerra ya no es una opción para resolver conflictos internacionales. Nos aseguraremos que se exijan responsabilidades y se lleve ante la justicia por sus crímenes a quienes hagan una guerra sin una autorización explícita del derecho internacional. No descansaremos hasta que sean castigados, independientemente de las consecuencias económicas o políticas, porque somos conscientes de que esta es la única forma de proteger a nuestro planeta de la destrucción.
EL DERECHO A LA VIDA. Nosotros, los habitantes del mundo, estamos decididos a defender nuestro derecho a la vida con todos los medios disponibles. No descansaremos hasta que se hayan eliminado todos los factores que acortan la esperanza de vida de los habitantes de nuestro planeta. Lucharemos contra el hambre, la desnutrición y otros factores que ya están matando cada año a millones de personas en nuestro planeta, incluidos niños y bebés. También acabaremos con el «negocio de inversión con las enfermedades» a consecuencia del cual han muerto prematuramente más personas por enfermedades evitables que en todas las guerras de la humanidad juntas.
EL DERECHO A LA SALUD. Nosotros, los habitantes del mundo, estamos decididos a defender nuestro derecho a la salud con todos los medios disponibles. Nos aseguraremos de que el «negocio farmacéutico con las enfermedades», la promoción deliberada de enfermedades para conseguir beneficios empresariales, se ilegalice en todo el mundo. Llevaremos ante la justicia a quienes promuevan deliberadamente enfermedades y a quienes oculten información sobre terapias naturales no patentables capaces de salvar vidas. Para ofrecer salud a nuestras comunidades y aplicar programas de sanidad nacional, nos centraremos en terapias naturales eficaces y seguras. El objetivo principal de cualquier estrategia de salud es la prevención y erradicación de las enfermedades.
EL DERECHO A LA JUSTICIA SOCIAL. Nosotros, los habitantes del mundo, estamos decididos a defender nuestro derecho a la justicia social con todos los medios disponibles. No vamos a seguir aceptando que dos de cada tres habitantes de nuestro planeta vivan en la pobreza y el analfabetismo. Nos aseguraremos de que los recursos del mundo se redistribuyan de una forma que proporcione educación y una vida digna a todos los habitantes de nuestro planeta. Para financiar esta redistribución, utilizaremos los recursos financieros liberados por la desaparición del multimillonario «negocio con la enfermedad» y la reducción del gasto militar.
Reconocemos que el primer paso para alcanzar estos objetivos es llevar ante la justicia de los tribunales internacionales a aquellos grupos de interés empresarial que promueven la guerra y la enfermedad, y acusarlos de sacrificar la vida de millones de personas y de otros crímenes contra la humanidad.
Con el desenmascaramiento y castigo público de los representantes de estos grupos de interés empresarial desaparecerá el último obstáculo para que los habitantes del mundo pongan fin a «la edad oscura de las enfermedades, la guerra y la injusticia» y comiencen a construir un «Mundo Nuevo de Paz, Salud y Justicia Social».
Abril de 2003
Matthias Rath, Doctor en Medicina

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