LA DROGA COMO INSTRUMENTO POLÍTICO PARA DESTRUIR LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL
ASPECTOS INÉDITOS DEL TEMA
NO TODO FUERON FLORES EN LA CONTRACULTURA. GRANDES INTELECTUALES EN EL SERVICIO SECRETO
«La droga y la contracultura del rock, que están destruyendo a la juventud de la mayoría de los países industrializados, incluyendo España, es el resultado de una “guerra del opio” que dura ya más de treinta años, organizada por círculos poderosos de Gran bretaña contra los Estados Unidos. Esta guerra no sólo incluyó la guerra química y psicológica, sino aquel horrible proyecto militar llamado guerra de Vietnam».
Éstas fueron las primeras palabras de Jeffrey Steinberg, un joven universitario norteamericano, responsable de un equipo de más de cien investigadores, disciplinados y altamente cualificados, que trae de cabeza no sólo al lobby de la droga y a las grandes familias mafiosas, sino también a poderosas instituciones políticas norteamericanas, a fiscales y a senadores que pretenden introducir el acta de legalización de las drogas duras en los Estados Unidos.
Las investigaciones de Jeffrey Steinberg y de sus compañeros Konstandinos Kalimtgis y David Goldman tienen el particular interés de haber sido las primeras en no tratar el tema de la droga como un asunto de marginalidad mafiosa y de delincuencia, sino como un proyecto político que abarca la fabricación, la distribución y el estímulo del uso de la droga y que mueve, al menos, dos centenares de miles de millones al año.
Forzosamente, por su volumen y por el resultado final del negocio, esta cifra de dinero no puede ser «inocente», sino que ha de tener repercusiones económicas determinantes en ciertos aspectos del circuito financiero.
Tampoco puede ser simplemente «delictiva», como un asunto más de la marginalidad y de la delincuencia, porque requiere la utilización de canales bancarios tradicionales y el apoyo y la complicidad de relevantes personalidades políticas.
La enorme suma de dinero que mueve el negocio de la droga se escapa del control de redes mafiosas, para pasar a constituir una actividad no precisamente secundaria de una serie de bancos internacionales de primera línea. La necesidad de «lavar» el dinero sucio se resuelve mediante prácticas bancarias que acogen no sólo este dinero, sino el producido por otras «industrias» igualmente sucias: las suspensiones de pagos ocasionadas por operaciones triangulares internacionales, las evasiones de capital realizadas tras el hundimiento programado de ciertos bancos, la prostitución, el juego y el dinero procedente de los secuestros. A una cierta altura de la pirámide en cuya base se realizan esas actividades, se encuentran y coinciden «honorables» personajes de la política, de las finanzas, de los servicios secretos y aun de la religión.
Como proyecto político, la difusión de la droga pretende destruir las generaciones jóvenes —inconformistas, especialmente— y ayudar a debilitar los sistemas democráticos, mediante el «lavado de cerebro» y la autodestrucción física.
El equipo de Jeffrey Steinberg elaboró a lo largo de años un informe minucioso, lleno de datos y de observaciones históricas, políticas y financieras. Pacientemente, utilizando procedimientos de Inteligencia y de Contrainteligencia, fueron atando cabos. Los hilos sueltos estaban en la observación de acontecimientos históricos, en el estudio del origen y desarrollo de las principales fortunas mundiales y en las poderosas e interpenetradas conexiones que las animan. Banqueros, políticos, grupos oligárquicos, instituciones políticas y sociedades financieras iban apareciendo en el largo trabajo del equipo que al fin fue publicado bajo el título de Dope Inc. – Britain’s Opium War against de U. S. publicado por la «New Benjamín Franklin House», de Nueva York, se vendieron rápidamente unos cien mil ejemplares. Pero la conspiración del silencio fue el resultado más sospechoso de la vida de este libro que pasó a ser uno de los más leídos en el submundo de los Servicios Secretos y de Inteligencia. A pesar de que la obra señalaba los nombres concretos de personajes y de instituciones, ni uno de ellos presentó denuncia contra los autores.
«Sabíamos que no lo harían —dice Jeffrey Steinberg—, pero no buscábamos su silencio, sino su réplica. Una querella de cualquiera de ellos nos habría permitido solicitar más datos y más información de la oficina del fiscal y elevar a polémica pública y oficial nuestras denuncias».
Era, sí, un libro maldito, como malditos iban a ser sus autores. Se rodean de grandes medidas de seguridad, sólo sus más íntimos conocen sus domicilios y no acceden fácilmente a hablar con periodistas desconocidos.
«Sabemos que corremos un riesgo, pero también que nuestra seguridad depende de que sean cada vez de mayor conocimiento público las actividades de estos grupos oligárquicos. Tienen un proyecto político determinado y lo que interesa es neutralizar este proyecto, desenmascarándolo ante la opinión pública».
La contracultura de la droga y del rock no es un simple fenómeno sociológico. Los señores del Royal Institute of International Affairs de Londres, responsables de organizar el tráfico de la droga, reconocieron que no se produciría una epidemia de consumo masivo de droga hasta que las personas más cualificadas dentro del ambiente científico y del progreso en los Estados Unidos fueran conquistadas para el proyecto.
En efecto, la droga habría sido un puro asunto de marginalidad y de delincuencia si su consumo se hubiera mantenido en este guetto, de fácil control policial y social, pero una vez que se rompió la barrera para alcanzar a capas sociales más extensas, apareció como un claro proyecto político.
ALDOUS HUXLEY, AGENTE SECRETO, MONTA LA RED
El principal agente para esta nueva «guerra del opio» fue Aldous Huxley, nieto de Thomas H. Huxley, fundador del Grupo de la Mesa Redonda de Rhodes y gran colaborador de Arnold Toynbee, que perteneció al Royal Institute of International Affairs durante más de cincuenta años. Toynbee dirigió la División de Investigación del Servicio de Inteligencia británico durante la Segunda Guerra Mundial y sirvió como consejero de Winston Churchill. A través de su teoría de la Historia formuló las bases para el reinado de los «mil años» del Imperio Británico, que sólo podría consolidarse imponiendo las reglas del Imperio a toda la Tierra.
Contra el criterio más habitual de presentar a Toynbee como el modelo de intelectual «puro», destaca la unidad orgánica del historiador con el aparato del poder y su enorme capacidad para formular las bases teóricas de una estrategia política, como demuestra su menos conocida actividad al frente del Servicio Secreto en una época de grande decisiones.
Educado en el Oxford de Toynbee, Aldous Huxley fue uno de los iniciados en los «Hijos del Sol», un culto dionisiaco que abarcaba a la élite de la juventud de la Mesa Redonda inglesa, entre otros iniciados estaban T. S. Elliot, W. H. Auden, Sir Oswald Moseley y D. H. Lawrence, el amante homosexual de Aldous Huxley. Fue precisamente éste quien más adelante emprendería la batalla legal para conseguir que la novela de Lawrence, El amante de lady Chatterley, fuera autorizada en los Estados Unidos.
Aldous Huxley, con su hermano Julian, fue apadrinado en Oxford por H. G. Wells, la cabeza del Servicio de Inteligencia británico durante la Primera Guerra Mundial. Unos y otros, con Orwell y más adelante Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, confirman la tradición pornográfica de la contracultura. Bajo la tutela de Wells, Huxley fue presentado a Aleister Crowley, uno de los introductores del Templo de Isis-Urania de los Estudiantes Herméticos del Amanecer Dorado, quien en la Alemania de los años 20 habrían de introducir la «cultura del cabaret» y de las sociedades secretas de las que saldría la élite del nazismo. Crowley inició a Huxley en las drogas psicodélicas hacia 1929.
En 1937, Aldous Huxley se trasladó a los Estados Unidos donde permaneció durante la Segunda Guerra Mundial. A través de su contacto en Los Ángeles, Jacob Zeitlin, Huxley y el pederasta Christopher Isherwood se emplearon como guionistas para la «Metro Goldwin Mayer (MGM)», la «Warner Brothers (WB)» y los estudios de «Walt Disney». Como hemos demostrado a través de nuestras investigaciones, Hollywood estaba dominado por elementos del crimen organizado controlados por Londres.
Joseph Kennedy fue el puntal del consorcio inglés que creó los estudios «RKO» y tenía gran influencia en la MGM y la WB. Huxley fue el instrumento para crear grupos del culto de Isis en el sur de California y en el suburbio de San Francisco. Isherwood, durante la época de California, tradujo y propagó una serie de antiguos documentos del Zen budista, inspirando los cultos del mismo signo.
Huxley e Isherwood —a los que se unieron después Thomas Mann y su hija Elisabeth Mann Borghese— iniciaron en los últimos años de la década de los 30 y en los primeros de la de los 40 la cultura del LSD.
LA CIA AMPARA EL PROYECTO
El ácido lisérgico dietilamídico, LSD, fue desarrollado en 1943 por Albert Hoffman, un químico de los laboratorios suizos «Sandoz», propiedad de S. G. Warburg.
Existe abundante documentación que prueba que en la investigación del LSD están directamente implicados el Servicio de Inteligencia británico y la Oficina de Servicios Estratégicos, OSS, precursora de la CIA. Allen Dulles, director de la CIA en 1952, cuando esta agencia empezó a proteger el experimento LSD, MK-Ultra, fue el jefe en Suiza de la OSS cuando los laboratorios «Sandoz» iniciaron las investigaciones. Uno de los colaboradores del OSS fue James Warburg.
En 1952, Aldous Huxley regresó a los Estados Unidos desde Inglaterra, acompañado de su médico privado, el doctor Humphrey Osmond. Éste había publicado un libro, Esquizofrenia: un nuevo enfoque, en el que sostenía que la mescalina producía un estado psicótico idéntico en todos los aspectos clínicos al de la esquizofrenia. Sobre esta base, Osmond y su colega Smythies defendieron la experimentación con drogas alucinógenas como manera de desarrollar una «cura» de los desórdenes mentales.
Osmond fue contratado por Allen Dulles para desempeñar un papel importante en el proyecto MK-Ultra. Al mismo tiempo, Osmond, Huxley y Robert Hutchins, de la Universidad de Chicago, tuvieron una serie de sesiones secretas en 1952-53 para desarrollar un segundo proyecto de LSD-mescalina, bajo los auspicios de la Fundación Ford. Fue en 1953 cuando Osmond le dio a Huxley dosis de mescalina para su uso personal. Al año siguiente Huxley escribió The doors of perception, el primer manifiesto público del culto de la droga psicodélica, con la pretensión de que las drogas alucinógenas expandían la conciencia.
A pesar de que la Fundación Ford retiró su apoyo del programa, éste no fue interrumpido. En 1962 la Rand Corporation de Santa Mónica, California, empezó un programa de experimentación de cuatro años de LSD, el peyote y la marihuana. La Rand Corporation se había distinguido por sus estudios sobre los efectos de los bombardeos sobre ciudades alemanas durante la guerra, como se caracterizaría después por su política de la «guerra termonuclear limitada» a través de su consejero James Schlessinger. La Rand concluyó que el LSD mejoraba las actitudes emocionales y resolvía problemas de ansiedad.
Huxley expandió su propio proyecto de LSD-mescalina en California, reclutando algunos individuos que inicialmente habían sido entrenados en los cultos, durante su estancia anterior en los Estados Unidos. Los dos individuos más prominentes fueron Alan Watts y el doctor Gregory Bateson (el ex marido de Margaret Mead). Watts inició un estilo propio del budismo Zen con sus bien conocidos libros.
Bateson, antropólogo al servicio del OSS, fue director de una clínica experimental de drogas alucinógenas en el Hospital de Veteranos de Palo Alto, California. Con los auspicios de Bateson se programó la aparición del culto masivo del LSD bajo la forma de movimiento hippie.
En el mismo tiempo, Watts creó la «Pacific Foundation» que patrocinó dos emisoras de radio en San Francisco y en Nueva York. A través de ellas se lanzó por primera vez el «sonido Liverpool» —los «Beatles», los «Rolling Stones» y «The Animals»— y a continuación el acid rock y la tendencia fascistoide del punk.
OBJETIVOS ESTRATÉGICOS DE LA DROGA
El resultado de las investigaciones del equipo de Jeffrey Steinberg establece que hubo una orientación programada en la difusión de la droga y de la contracultura, con un objetivo político bien preciso. Queda por analizar el fenómeno social de la aceptación masiva de la contracultura. Muchos intelectuales se verán escandalizados por la visión, aparentemente «poco moderna», de Jeffrey Steinberg y argumentarán que la contracultura y la droga forman parte de un movimiento contestatario, caótico y destructivo pero necesario para que fructifique una nueva alternativa. Destruir para crear. Pero ocurre que el largo proceso de demolición de la «cultura burguesa» se ha convertido en un fin en sí mismo, en una nueva forma de cultura «burguesa» constantemente repetida, sin que aparezcan gérmenes de superación.
En Europa el proceso mimético de los movimientos contraculturales norteamericanos desvió la crítica de la cultura que había empezado a desarrollarse después de la Segunda Guerra Mundial, fue despojada de su finalidad progresista y sustituida por la «cultura de cabaret». Los intelectuales críticos, ganados para la causa de la contracultura, resucitaron la nostalgia de los gustos más mediocres del pasado y elevaron el pesimismo a categoría de acción, lo que equivalía a renunciar a la investigación de nuevas formas de crítica, de creación artística y de lucha política.
—A diferencia de las bestias —dice Jeffrey Steinberg—, la especie humana es la única capaz de tener un pensamiento creativo, desarrollar un nuevo conocimiento científico y aplicar socialmente este conocimiento a través de innovaciones técnicas que puedan elevar la condición cultural y material del hombre.
La introducción de tendencias ocultistas y de cultos irracionales va en contra de esta tendencia, pretende destruir los centros de la Ciencia, los centros urbanos donde florece la Ciencia y el comercio y volver a las épocas tribales en beneficio de familias feudales.
PLANIFICACIÓN DE LA CONTRACULTURA
Durante el otoño de 1960, Huxley fue profesor invitado en el Instituto Tecnológico de Massachussets, en Boston, y durante su estancia en esta ciudad creó en Harvard un círculo de LSD paralelo al que había montado en la costa del Oeste. El grupo estaba formado por Huxley, Osmond y Watts (que llegó de California), Timothy Leary y Richard Alpert. Organizaron un seminario sobre la «Religión y su significado en la Era Moderna», que no era otra cosa que la planificación de la contracultura. Durante su estancia en Harvard, Huxley estableció contacto con el presidente de «Sandoz», quien estaba trabajando en un contrato para la CIA para producir grandes cantidades de LSD y de psilobicina (otra droga sintética alucinógena) para el MK-Ultra, la guerra experimental de la CIA. De acuerdo con documentos disponibles ahora, Allen Dulles compró más de 100 millones de dosis de LSD, la mayoría de las cuales se distribuyó por las calles de los Estados Unidos al final de la década de 1960. Durante el mismo período, Leary empezó a comprar también a «Sandoz» grandes cantidades de LSD.
De las discusiones del seminario de Harvard, Leary obtuvo material para su libro La experiencia psicodélica, basado en el antiguo culto tibetano del Libro de la Muerte. Este libro popularizó el término creado por Osmond de «expansión mental psicodélica».
MÁS NOMBRES FAMOSOS EN LA TRAMA
De regreso a California, Gregory Bateson mantuvo la operación de Huxley. A través de la experimentación de LSD con pacientes hospitalizados por problemas psicológicos, Bateson montó un grupo de «iniciados» en el culto psicodélico de Isis. Uno de los iniciados más prominentes fue Ken Kessey, quien se haría mundialmente famoso con su novela Alguien voló sobre el nido del cuco.
Kessey y sus asociados en el LSD, organizados en el círculo «The Merry Pranksters», diseminaron el LSD por todo el país, extendiendo la contracultura. Hacia 1967, Bateson y su grupo crearon una «clínica libre» con la colaboración de personajes tan célebres como el doctor David Smith (impulsor de las leyes de despenalización de la marihuana), el doctor Ernest Dernberg, Roger Smith (organizador de bandas en la calle, portavoz oficial del asesino Charles Manson), el doctor Peter Bourne, asesor del presidente Carter.
La «clínica libre» era un epígono del Tavistock Institute, la agencia de guerra psicológica del Servicio de Inteligencia británico que había lanzado la noción de que no existen criterios para establecer la sanidad y que las drogas eran herramientas válidas para el psicoanálisis.
El Tavistock Institute apadrinó al psicoanalista R. D. Laing, defensor del uso de la droga, a través de una conferencia sobre la «Dialéctica de la Liberación», a la que asistieron famosos delegados, como Angela Davis y Stokely Carmichael.
EL FRAUDE DE UN INTRIGANTE LLAMADO BERTRAND RUSSELL
Pero sin la guerra de Vietnam y el movimiento antiguerra creado por los Servicios de Inteligencia británicos, el fenómeno del LSD y de la droga no habría pasado de ser una ligera experiencia, no mayor que el de los beatniks.
La guerra de Vietnam creó el clima de desesperanza moral que lanzó a la élite de la juventud universitaria norteamericana a la droga. Hay que señalar que por primera vez en el siglo XX había surgido una generación en un clima libre de la depresión y de la guerra. Era esa juventud la que debía ser destruida.
La Administración Kennedy había sido instalada en la Casa Blanca, en las elecciones de 1960, bajo el patrocinio de la Mesa Redonda inglesa. Con Kennedy se inició en escala limitada la implicación norteamericana en Vietnam —que había sido vetada por Eisenhower—. Bajo Lyndon B. Jonson empezó la presencia militar norteamericana y su principal consejero para Vietnam no siempre fue un norteamericano. El más decisivo fue un oficial inglés, Sir Robert Thompson, que había realizado toda su carrera como responsable de la guerra contrarrevolucionaria en el Sudeste Asiático.
Jugando bien su papel de anticomunista, Thompson convenció al presidente Johnson, un incompetente en política nacional y extranjera —cuyo otro consejero para Vietnam, Watt Rostow, estaba condecorado con la Cruz de la Orden del Imperio Británico—, se dejó meter hasta el hocico en Vietnam.
Los ingleses tenían dos razones muy importantes para manipular a los norteamericanos en la cuestión de Vietnam. La primera era fomentar una «guerra limitada» de confrontación entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, que relanzaría la guerra fría y quebrantaría la influencia de ambas potencias en la zona. La segunda, desmoralizar al pueblo norteamericano, herirle en su orgullo y minar su juventud, tanto si iba a la guerra como si se quedaba en casa.
Ahora debemos volver a la conspiración montada por Aldous Huxley y por Bertrand Russell, creadores ambos de la Unión por la Paz, en 1937, tal como realmente ocurrió.
Aunque resulte chocante —por la desinformación provocada— el celo pacifista de Bertrand Russell fue un fraude y es demostrable. Durante la Segunda Guerra Mundial, Lord Bertrand Russell se opuso a la guerra de norteamericanos e ingleses contra los nazis, porque él mismo era un miembro periférico de la sociedad pro-nazi de Cliveden.
En 1947, cuando los Estados Unidos poseían la bomba atómica y los rusos no, Russell se pronunció en voz alta a favor de que los Estados Unidos comenzaran preventivamente la Tercera Guerra Mundial contra la URSS. Y más adelante, en los 50, su movimiento «abajo la bomba» fue fundamentalmente una acción antitecnológica contra el programa «Átomos para la Paz» lanzado por el presidente Eisenhower solicitando la colaboración con los rusos. La propuesta de Eisenhower en 1954 a las Naciones Unidas en el sentido de desarrollar la energía termonuclear de fusión y de establecer proyectos de desarrollo para el Tercer Mundo iba en esa misma dirección.
Desde mediada la década de los 50, la principal ocupación de Russell fue crear un movimiento antiquerra y antinorteamericano.
Coincidiendo con la escalada norteamericana en Vietnam, Russell volvió a resucitar su antigua organización, esta vez bajo la denominación de «Fundación para la Paz».
Existen datos suficientes para afirmar que los movimientos maoístas y el desarrollo de los grupos terroristas, auspiciados por las instituciones financieras que apoyaban a Russell, se crearon para conseguir aquellos objetivos: promover la desestabilización, minar la influencia norteamericana para sustituirla por la hegemonía del viejo imperio colonial, frenar el desarrollo científico, arruinar a los países del Tercer Mundo y crear las condiciones para la vuelta al dominio de las grandes familias. La contracultura iba a ser una herramienta eficaz. Pero al mismo tiempo estaban los grandes negocios de la droga.
UNA ACUSACIÓN SIN PRECEDENTES: MUY HONORABLES FAMILIAS DIRIGEN EL TRÁFICO DE DROGAS
« ¿Quién suministró la droga que encenagó el movimiento antiguerra de Vietnam y los campos universitarios de los Estados Unidos en la década de los sesenta?», se pregunta Jeffrey Steinberg, a sabiendas de que tiene ya la respuesta, producto de largas, dificultosas y arriesgadas investigaciones. A lo largo de una conversación que se prolongó durante días en Nueva York, aportando pruebas y testimonios, fue desgranando con sus compañeros de equipo las múltiples facetas del negocio político-financiero más importante del siglo.
Antes de llegar a la parte final del engranaje, se respondió a sí mismo: —La infraestructura del crimen organizado, que había montado la «Peking Connection» para el comercio del opio en 1928, prestó los mismos servicios en la década de los 60 y de los 70 que había cumplido durante la Prohibición. Fue la misma red que utilizó Huxley en Hollywood durante la década de los 30.
La «LSD Connection» empezó con William Billy Mellon Hitchcock, graduado en la Universidad de Viena y eslabón de la familia bancaria del mismo nombre en Pittsburg.
Hitchcock trabajó también para el sindicato de Lansky y organizó la base de distribución del ácido en los países caribeños. En combinación con bancos ingleses y suizos creó la red de introducción del LSD y de marihuana en los Estados Unidos y montó el dispositivo financiero para lavar el dinero procedente de la droga.
EL NEGOCIO MÁS IMPORTANTE DEL MUNDO
—Es curioso observar —dice Jeffrey Steinberg— cómo a pesar de que el negocio de la droga mueve miles de millones de dólares al año, la gente sigue considerándolo como algo limitado a actividades mafiosas, delictivas. Está fuera de toda duda —y nosotros lo hemos demostrado— que un negocio de estas características no puede ser un «regalo» para la delincuencia. En primer lugar necesita un dispositivo financiero muy importante y sólo bancos de gran potencia están en condiciones de mover esa gigantesca suma de dinero. En segundo lugar, conocidas las derivaciones sociales del tema, parece evidente que sólo la implicación de muy importantes personalidades públicas en el negocio de la droga permite que no haya sido desmentido como merece.
Poco a poco, no obstante, se va haciendo luz sobre el tema y la opinión pública empieza a disponer de datos para corroborar lo que ya se sospechaba. Se habla abiertamente de países y de gobernantes que producen y distribuyen la droga y periódicamente salta el escándalo al conocerse nombres de personalidades envueltas en el tenebroso negocio. Pero aun así no se sabe más que una ínfima parte de las implicaciones, y, además, no hay apenas posibilidad de divulgar los datos de que disponemos.
El comercio de la heroína forma un «cártel» ideal de mercancías: su precio se puede controlar de forma más fiable que el del petróleo y su volumen mundial de ventas, que tan sólo en heroína supera los 25.000 millones de dólares, es sustancialmente más elevado que la mayoría de las mercancías. Su valor en la calle supera en casi 400 veces su peso en oro. El resultado final de la venta de todo tipo de drogas: heroína, opio, morfina, marihuana, cocaína y alucinógenos, supera los 200.000 millones de dólares, lo que quiere decir que supera el volumen de ventas del petróleo.
¿Cómo es posible que más de 200.000 millones de dólares, cruzando fronteras internacionales, puedan permanecer fuera del control de la ley? Sólo es posible una respuesta: una gran porción de bancos y de operaciones financieras han sido creados fundamentalmente para manejar el dinero sucio. Más aún, deben contar con la protección de no pocos gobiernos. Estas conclusiones son obvias. Si los recursos totales de los bancos privados más importantes del mundo, aproximadamente unos 70.000 millones de dólares, no tuvieran otro uso que la financiación del tráfico de drogas, serían insuficientes para desarrollarlo. El equipo de Jeffrey Steinberg ha investigado el sistema financiero de la droga y ha llegado a la conclusión de que una red de bancos anglo-holandesa está creada para tal menester, por las siguientes razones: se dedican al tráfico de la droga desde hace siglo y medio; dominan los centros bancarios fuera del dominio de la ley; la mayoría de ellos están bajo el control político directo de la monarquía anglo-holandesa; dominan el sistema bancario en el corazón del tráfico de narcóticos, el «Hong-Kong and Shanghai Bank», creado en 1864 para financiar el comercio de la droga; controlan el comercio mundial de oro y diamantes, un aspecto necesario de la «mercancía dura» para cambiarla por drogas; dominan el vasto complejo de producción, distribución, protección y apoyo legal.
EL DISCRETO NEGOCIO DE LOS COMUNISTAS CHINOS
La cadena del control financiero del tráfico del opio empieza en Hong-Kong, con miles de millones de dólares en préstamos para los chinos que operan en las regiones de cultivo. Es sabido que el «triángulo de oro» donde crece el opio, del que saldrán las drogas más purificadas, está formado por la conjunción de la frontera sur de la República Popular China (provincia de Yunan) y las fronteras norteñas de Tailandia y Laos. El «Hong-Kong and Shanghai Bank» es un semioficial banco de la Colonia que dirige y agrupa a todas las instituciones bancarias. Lo esencial del control de la droga por el banco es su íntima relación con la serie de familias bancarias chinas esparcidas por el Lejano Oriente, que necesitan financiar cada año el pago de la cosecha de opio.
El funcionamiento del sistema bancario de Hong-Kong, basado en los préstamos y en la movilidad de capital —sin necesidad legal de mantener unos porcentajes de depósito— es fundamental para el negocio de la droga, así como el dominio sobre el tráfico de oro y de diamantes.
Grandes cantidades de oro —de las 400 a las 600 toneladas anuales hacia Oriente— son absorbidas por el comercio asiático de la droga. Los productores del «triángulo de oro», especialmente desde la guerra de Vietnam, no aceptan dólares y prefieren ser pagados en mercancías, especialmente en oro. La República Popular China sólo acepta oro. La producción de opio chino absorbe probablemente una séptima parte de todo el mercado oriental de oro.
No es un secreto para nadie que el gobierno comunista chino planifica la venta de la droga como una producción más. Para los chinos, se trata de un negocio rentable y de un proyecto político considerable. Hay que recordar las palabras textuales de Chuenlai en conversación con el presidente Nasser, de Egipto. Refiriéndose a las tropas norteamericanas en Vietnam, dijo que muchos soldados estaban probando el opio y que ellos, los chinos, estaban dispuestos a ayudarles. «¿Recuerda cuando Occidente nos impuso el opio a nosotros? », le dijo Chuenlai a Nasser y añadió: «Nos combatieron con opio y ahora vamos a luchar con las mismas armas. El efecto de desmoralización que va a producir en los Estados Unidos será más grande de lo que nadie pueda imaginar».
Los ingresos de la República Popular China por venta de opio superan los 800 millones de dólares al año. Desde 1950 obtiene su financiación exterior con la venta de la droga, el contrabando de oro y el «lavado de dinero sucio», utilizando su red bancaria en Hong-Kong. Pekín sigue desarrollando el comercio del opio como lo hizo bajo el dominio británico y es demostrable que algunos importantes dirigentes políticos de hoy pertenecen a los mismos círculos de donde han salido tradicionalmente los comerciantes de la droga asociados con los ingleses.
ACUERDO HONORABLE. REVELACIÓN HISTÓRICA
Algunas cosas no son tan misteriosas como parecen, si nos atenemos a los propios hechos históricos. La Guerra del Opio librada por los ingleses para sojuzgar a los chinos fue una estrategia global que pretendía el objetivo político de la expansión del Imperio y la consolidación de poderosas instituciones mercantiles y financieras. El error consiste en considerar la historia como algo pasado y no querer ver su continuidad. Las mismas familias que se enriquecieron con aquella estrategia, son las que dirigen hoy el mismo negocio a través de sus descendientes y de las instituciones que crearon, como el Royal Institute of International Affairs.
He aquí algunos hechos incontrovertibles que están a disposición de cualquier interesado. En agosto de 1978 el Departamento de Estado norteamericano levantó la censura sobre 1.300 páginas de documentos concernientes a la diplomacia norteamericana en el tiempo en que Mao tomó el poder. Un año antes los ingleses habían tomado la misma iniciativa con sus propios documentos. Unos y otros permiten obtener la conclusión de que la creación de la República Popular China fue negociada entre los traficantes ingleses de la droga y los chinos. Así fue tratado el tema por Sir John Henry Keswick, por el lado inglés, y por Chuenlai, por la parte china. El equipo chino incluía grandes figuras del comercio del opio, como el «Bank of China Chi Chao-ting», el «Shanghai Commercial Bank’s K. P. Chen» y elementos del llamado «gang de los verdes». Éstos, la específica mafia china, dominan no sólo el comercio del opio en el lejano Oriente, sino en las familias expatriadas.
Por ambos lados, la alianza fue explícitamente sostenida para apartar, entonces y en el futuro, a los norteamericanos de los negocios chinos.
LA RED EN CANADÁ
No es del dominio público que la mayor parte de la heroína que entra en los Estados Unidos lo hace por Canadá, cuyo papel en el tráfico de drogas es similar al que desempeñó durante los años de la Prohibición. Al propio tiempo, Canadá, como dominio británico en el flanco norte de los Estados Unidos, es un punto estratégico para desarrollar la política imperial del Royal Institute of International Affairs, a través de su propia sección. Una red de Bancos formada por el «Bank of Nova Scotia», el «Toronto Dominion Bank», el «Canadian Imperial Bank» y la poderosa firma «Clarkson and Gordon» —fundada por Walter Lockhart Gordon—, funciona como un estado mayor para organizar gigantescas operaciones mundiales de «lavado» de dinero. Por su parte, la «Eagle Star Insurance Company» encabeza la red canadiense de la droga. La «Eagle Star» es una de las corporaciones financieras inglesas más importantes y punto de unión de las principales firmas británicas, incluyendo el «Barclays Bank», la «Lloyds», «Hill Samuel» y «N. M. Rothschild and sons». La «Eagle Star» es dirigida por el Servicio de Inteligencia británico, a través de acuerdos que se remontan a la Segunda Guerra Mundial.
No sólo se dedican a organizar los movimientos para financiar la compra de la droga y a «lavar» el dinero, sino también a crear su propio «triángulo» de producción.
El «Royal Bank» tiene la peor reputación en el Caribe. Ordenó la plantación de marihuana en Guayana, haciendo que el país se convirtiera en un gran productor de droga tras renunciar a sus cultivos tradicionales. El «Bank of Nova Scotia» hizo lo mismo en Jamaica, desde donde organiza los movimientos internacionales de dinero y las operaciones de tráfico de armas.
LA ÉLITE INGLESA Y EL CRIMEN ORGANIZADO
El aspecto más importante a destacar es que la producción, la distribución y el estímulo bajo varias formas del consumo de droga —que tan gravísimas repercusiones sociales está teniendo— se hallan protegidos bajo una fachada financiera honorable. Las investigaciones de Jeffrey Steinberg y de su equipo han llevado a la conclusión de que el tráfico mundial de la droga está completamente dominado por una sola familia con múltiples derivaciones. La élite inglesa, en un sentido superficial, no se diferencia mucho en su funcionamiento de las familias dedicadas al crimen organizado. «Somos conscientes —dice Jeffrey Steinberg— de la gravedad de la afirmación, pero los datos son indiscutibles. Los hemos investigado durante muchos años y cada día que pasa recogemos más información, sin que, por otra parte, nadie se atreva a desmentirnos. No lo hacen porque no somos un grupo aventurero, sino un equipo de trabajo que busca su respaldo en la opinión pública y en otros grupos de investigación, cada vez más sólidos, operando en los Estados Unidos y en Europa».
La familia Keswick, de «Jardine Matheson», la familia Inchcapes, de «Peninsular and Orient Steamship. C. O.», los Russell, los duques de Sutherland y de Elgin, aparecen y reaparecen en la línea de la investigación, desde la Primera Guerra del Opio hasta la lista de directores de los más prominentes bancos ingleses.
La misma dinastía interrelacionada controla cada uno de los mayores bancos, minas y compañías de transporte marítimo y terrestre con sede en Londres, incluyendo el «Hongshang», «Jardine Matheson», «Barclays Bank», «Anglo-American Corporation», «N. M. Rothschild» y «Lazard Frères».
Sus parientes sanguíneos políticos dominan la extensa red de la política y de los servicios de inteligencia necesarios para cubrir las operaciones. La dinastía disfruta del tal poder en Gran Bretaña que un sobrino puede «arreglar» el embarque de opio en Hong-Kong, mientras el tío dispone los pagos a través de un gran banco de Londres, un segundo sobrino organiza por barco el envío de oro a través del mercado de Hong-Kong y un pariente político metido en el Intelligence Service «cubre» la introducción de la droga en el mercado norteamericano.
Continúa aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario