viernes, 8 de octubre de 2010

La gran impostura (VIII)

Viene de aquí.

LA CONJURA

Los elementos de los que disponemos ahora hacen pensar que los atentados del 11 de septiembre fueron patrocinados desde el interior del aparato de Estado norteamericano. Sin embargo, esta conclusión nos impresiona porque estábamos acostumbrados a la leyenda del «complot Bin Laden» y porque nos resulta duro pensar que los norteamericanos pudieron sacrificar cínicamente a cerca de tres mil compatriotas. No obstante, en el pasado, el Estado Mayor Conjunto estadounidense planificó -pero jamás realizó- una campaña de terrorismo contra su propia población. Es preciso recordar la historia.

En 1958, en Cuba, los sublevados encabezados por los comandantes Fidel y Raúl Castro, Che Guevara y Camilo Cienfuegos derrocan el régimen títere de Fulgencio Batista. El nuevo gobierno, que todavía no es comunista, pone fin a la explotación sistemática de la isla ejercida por un grupo de multinacionales estadounidenses (Standard Oil, General Motors, ITT, General Electric, Sheraton, Hilton, United Fruit, East Indian Co) y la familia Bacardí desde hace seis años. Recíprocamente, estas empresas convencen al presidente Eisenhower para expulsar a los castristas.

El 17 de marzo de 1960 el presidente Eisenhower aprueba un «Programa de acciones clandestinas contra el régimen castrista» comparable a la «Matriz» de George Tenet, aunque limitado sólo a Cuba. Su objetivo es «sustituir el régimen de Castro por otro, más fiel a los verdaderos intereses del pueblo cubano y más aceptable para Estados Unidos, con medios que eviten que sea visible la intervención norteamericana» 1.

El 17 de abril de 1961 una brigada de exiliados cubanos y de mercenarios, más o menos discretamente enmarcada en la CÍA, intenta un desembarco en la Bahía de Cochinos. La operación fracasa. El presidente John F. Kennedy, que acaba de llegar a la Casa Blanca, se niega a enviar a la US Air Force para apoyar a los mercenarios. Mil quinientos hombres son hechos prisioneros por las autoridades cubanas. Kennedy condena la operación y destituye al director de la CÍA (Allen Dulles), al director adjunto (Charles Cabell) y al director del stay behind (Richard Bissell). Encarga una investigación interna a su consejero militar, el general Maxwell Taylor, pero no se toma ninguna medida en concreto. Kennedy se pregunta sobre la actitud del Estado Mayor Conjunto que dio el visto bueno a la operación cuando se sabía que estaba condenada al fracaso 2.


Todo parece haber sucedido como si los generales hubieran intentado implicar a Estados Unidos en una guerra abierta contra Cuba.

Aunque el presidente Kennedy sancionó los métodos y fracasos de la CÍA, no puso en duda la política de hostilidad de Washington respecto al poder de La Habana. Creó un «grupo especial ampliado» encargado de concebir y llevar a cabo la lucha anticastrista. Este grupo estaba compuesto por su hermano Robert Kennedy (fiscal general), su consejero militar (el general Maxwell Taylor), el consejero nacional de Seguridad (Me George Bundy), el secretario de Estado (Dean Rusk), asistido por un consejero (Alexis Johnson), el secretario de Defensa (Robert McNamara), otro consejero (Roswell Gillparic), el nuevo director de la CÍA John McCone) y el jefe de Estado Mayor Conjunto (el general Lyman L. Lemnitzer).

Este grupo especial ampliado ideó un conjunto de acciones secretas agrupadas con el título genérico de operación «Mangoose». Para llevarlas a cabo se encarga la coordinación operativa entre el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y la CÍA al general Edward Lansdale (ayudante del secretario de Defensa, encargado de las operaciones especiales, y en calidad de director de la NSA). Mientras, en el seno de la CÍA se constituye una unidad ad hoc, el «Grupo W», dirigido por William Harvey.

En abril de 1961 el ejército de Estados Unidos atraviesa una grave crisis: el general Edwin A.Walker, que había suscitado los enfrentamientos racistas de Little Rock antes de tomar el mando de la infantería destacada en Alemania, es destituido por el presidente Kennedy 3. Es acusado de desarrollar un proselitismo de extrema derecha en el ejército. Posiblemente él mismo pertenecía a la John Birch Society y a los Caballeros Auténticos del Ku Klux Klan.

La comisión de Asuntos Exteriores del Senado lleva a cabo una investigación sobre la extrema derecha militar. El senador Albert Gore (demócrata-Tennessee), padre del futuro vicepresidente norteamericano, se encarga de las comparecencias. Los senadores sospechan que el jefe de Estado Mayor Conjunto, el general Lyman L. Lemnitzer, ha participado en el «complot Walker» 4. Gore sabe que Lemnitzer es un especialista en acción secreta: en 1943 había dirigido personalmente las negociaciones que intentaron que Italia se pusiera en contra del Reich; más adelante, en 1944 condujo con Allen Dulles las negociaciones secretas con los nazis en Ascona (Suiza) preparando su capitulación (operación Sunrise) 5. Participó en la creación de la red stay behind de la OTAN, alineando a agentes nazis para luchar contra la Unión Soviética, y en la infiltración de criminales contra la humanidad en Iberoamérica. Pero Gore no logró demostrar su responsabilidad en los acontecimientos contemporáneos.

La correspondencia secreta del general Lemnitzer, publicada recientemente, demuestra que conspiró con el comandante de las fuerzas norteamericanas en Europa (el general Lauris Norstad) y otros oficiales de muy alto rango para sabotear la política de John F. Kennedy.

Los militares extremistas denuncian el rechazo de Kennedy a la intervención militar en Cuba. Consideran a los civiles de la CÍA como responsables de la mala planificación del desembarco de la Bahía de Cochinos y al presidente Kennedy como un traidor por haber rechazado el apoyo de la US Air Force. Para desbloquear la situación proyectan dar un pretexto político a Kennedy para emprender una intervención militar. Este plan, llamado operación «Northwoods», da lugar a estudios avanzados formalizados por el general de brigada William H. Craig. El propio general Lemnitzer presenta el plan al Grupo Especial Ampliado el 13 de marzo de 1962. La reunión tiene lugar en el Pentágono, en el despacho del secretario de Defensa, desde las 14 h 30' hasta las 17 h 30'. Acaba muy mal: Robert McNamara rechaza el plan en su conjunto.

 Mientras el general Lemnitzer se vuelve amenazador. Siguen seis meses de permanente hostilidad entre la administración Kennedy y el Estado Mayor Conjunto, luego se produce el alejamiento de Lemnitzer y su nombramiento como jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en Europa. Antes de partir, el general da la orden de destruir todas las huellas del proyecto «Northwoods», pero Robert McNamara conserva la copia de la memoria que le había sido entregada 6 (cf. Anexos).

La operación «Northwoods» consistía en convencer a la comunidad internacional de que Fidel Castro era un irresponsable hasta el punto de representar un peligro para la paz de Occidente. Para ello estaba previsto orquestar, y luego imputar a Cuba, los graves daños sufridos por Estados Unidos. Éstas son algunas de las provocaciones proyectadas:
  • Atacar la base norteamericana de Guantánamo. La operación sería conducida por mercenarios cubanos con uniforme de las fuerzas de Fidel Castro; incluiría sabotajes y la voladura del depósito de municiones, lo que provocaría necesariamente considerables daños materiales y pérdidas humanas.
  • Volar un buque norteamericano en aguas territoriales cubanas de modo que se reavivara la memoria de la destrucción del Maine, en 1898 (doscientos sesenta y seis muertos), lo que provocó la intervención norteamericana contra España 7. En realidad, el buque estaría vacío y sería teledirigido. Se haría de modo que la explosión fuera visible desde La Habana o Santiago para que se dispusiera de testigos. Se llevarían a cabo operaciones de auxilio para dar credibilidad a las pérdidas. Se publicaría una lista de víctimas en la prensa y se organizarían falsas exequias para suscitar la indignación de la gente. La operación se desencadenaría cuando buques y aviones cubanos se encontraran en la zona para poder imputarles el ataque.
  • Aterrorizar a los exiliados cubanos organizando algunas voladuras contra ellos en Miami, Florida e incluso Washington. La operación incluiría la detención de falsos agentes cubanos para disponer de confesiones. Se interceptarían documentos comprometedores falsos, establecidos con antelación, y se distribuirían a la prensa.
  • Movilizar a los Estados vecinos de Cuba haciéndoles creer en una invasión. Un falso avión cubano bombardearía por la noche la República Dominicana u otro estado de la zona. Las bombas utilizadas serían obviamente de fabricación soviética.
  • Movilizar a la opinión pública internacional destruyendo un vuelo espacial con tripulación. Para que la operación tuviera más fuerza, la víctima podría ser John Glenn, el primer norteamericano que recorrió una órbita completa de la Tierra (proyecto Mercury).


Por otra parte, se estudiarían más concretamente otras provocaciones:
«Es posible crear un incidente que demuestre de un modo convincente que un avión cubano ha atacado y ha derribado un vuelo chárter civil que iba desde Estados Unidos a Jamaica, Guatemala, Panamá o Venezuela». Un grupo de pasajeros cómplices, que podrían ser estudiantes, por ejemplo, tomaría un vuelo chárter de una compañía propiedad de la CÍA bajo mano. A la altura de Florida, el avión se cruzaría con una réplica, de hecho un avión en apariencia idéntico, pero vacío y transformado en avión teledirigido. Los pasajeros cómplices regresarían a una base de la CÍA, mientras que la copia continuaría aparentemente su trayecto. El aparato emitiría mensajes de peligro indicando que estaba siendo atacado por un caza cubano y estallaría en vuelo 8.

La realización de estas operaciones implica necesariamente la muerte de numerosos ciudadanos norteamericanos, civiles y militares. Pero precisamente su coste humano es lo que hace eficaces las acciones de manipulación.

Para John F. Kennedy, Lemnitzer es un anticomunista histérico apoyado por multinacionales sin escrúpulos. El nuevo presidente entiende ahora el sentido de la advertencia de su predecesor, el presidente Eisenhower, un año antes, durante su discurso de final de mandato: «En los consejos de gobierno debemos precavernos de la adquisición de una influencia ilegítima, ya sea buscada o no, del complejo militar e industrial. Existe y persistirá el riesgo de un trágico desarrollo de un poder usurpado. No debemos dejar nunca que el peso de esta conjunción amenace nuestras libertades o los procesos democráticos. No debemos considerar nada como experiencia. Sólo la vigilancia y la conciencia ciudadana pueden garantizar el equilibrio entre la influencia de la gigantesca maquinaria industrial y militar de defensa y nuestros métodos y objetivos pacíficos, de modo que la seguridad y la libertad puedan crecer juntas» 9.

En definitiva, John F. Kennedy resiste ante los generales Walker, Lemnitzer y sus amigos, y rechaza comprometer más a Estados Unidos en una guerra a ultranza contra el comunismo, en Cuba, Laos, Vietnam o donde sea. Es asesinado el 22 de noviembre de 1963 10.

El general Lemnitzer se jubila en 1969. Pero en 1975, cuando el Senado empieza las investigaciones sobre el papel exacto de la CÍA durante la administración Nixon, Gerald Ford, que asegura provisionalmente la presidencia desde el escándalo del Watergate, le pide que participe en esta investigación. Tras ayudar a enterrar la polémica, Ford lo requiere de nuevo para animar un grupo de presión, el Committee on the Present Danger (CPD - Comité sobre el Peligro Actual). Esta asociación es una creación de la CÍA, entonces dirigida por George Bush padre, que está llevando a cabo la campaña contra el peligro soviético. Entre sus administradores se encuentran varios responsables de la CÍA y Paul D. Wolfowitz (actual secretario adjunto de Defensa, encargado de las operaciones en Afganistán). Paralelamente, Gerald Ford promueve al general de brigada William H. Craig, que dirigió los estudios preliminares de la operación «Northwoods», a director de la National Security Agency (NSA).

El general Layman L. Lemnitzer muere el 12 de noviembre de 1988.

En 1992 la opinión pública norteamericana se pregunta qué pasó con el asesinato del presidente Kennedy después de la difusión de una película de Oliver Stone que muestra las incoherencias de la versión oficial. El presidente Clinton ordena la desclasificación de muchos archivos del período Kennedy. Entre los papeles del secretario de defensa Robert McNamara se encuentra la única copia que se ha conservado del proyecto «Northwoods».

Este precedente histórico nos recuerda que, desafortunadamente, no es imposible una conspiración estadounidense interna, que tenía previsto sacrificar a ciudadanos norteamericanos en el marco de una campaña terrorista. En 1962 John F. Kennedy resistió al desvarío de su Estado Mayor. Lo pagó probablemente con su vida. No sabemos cuál habría sido la reacción de George W. Bush si hubiese tenido que enfrentarse a la misma situación.

La historia inmediata de Estados Unidos nos muestra que el terrorismo interno es una práctica en desarrollo. Desde 1966 el FBI publica un informe anual sobre los actos de terrorismo interior 11: cuatro en 1995, ocho en 1996, veinticinco en 1997, diecisiete en 1998, diecinueve en 1999. Estos atentados fueron perpetrados mayoritariamente por grupos militares y paramilitares de extrema derecha.

La declaración del teniente Delmart Edward Vreeland ante el Tribunal Superior de Toronto (Canadá) 12 añade credibilidad a la existencia de una conspiración en el seno de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para perpetrar los atentados del 11 de septiembre.

Detenido por fraude con tarjeta de crédito, el teniente Vreeland se defendió alegando su pertenencia a los servicios secretos de la marina estadounidense (Naval Intelligence). Contó a la policía que había recopilado información en Rusia sobre el asesinato de Marc Bastien, un empleado numerario de la embajada de Canadá en Moscú, y sobre la preparación de los atentados en Nueva York. Después de comprobar que Marc Bastien no había sido asesinado, sino que había muerto al ingerir una sobredosis de antidepresivos cuando estaba en estado de ebriedad, la policía descartó las palabras de Vreeland que equiparó a una lamentable defensa. Fue encarcelado.

El 12 de agosto de 2001 Vreeland entregó un pliego cerrado a la autoridad penitenciaria que contenía su declaración sobre los atentados futuros. Las autoridades canadienses no le dieron ninguna importancia. El 14 de septiembre abrieron el sobre y encontraron una descripción precisa de los atentados cometidos tres días antes en Nueva York. De inmediato se interrogó al Pentágono, pero la respuesta que se recibió fue que Delmart «Mike» Vreeland había abandonado la Navy en 1986 debido a su limitada capacidad y que jamás había sido destinado a la Naval Intelligence. El procurador federal descartó las afirmaciones de Vreeland exclamando ante el Tribunal Superior de Toronto: «¿Es posible esta historia? No puedo decir que sea imposible, sólo que no es plausible».

Primera repercusión: el médico forense, Line Duchesne, se retracta sobre las causas de la muerte del diplomático Marc Bastien y concluye que fue asesinado. Las palabras de Vreeland recuperan su credibilidad. Segunda repercusión durante una audiencia pública del Tribunal Supremo deToronto el 25 de enero de 2002: los abogados del teniente Vreeland, señores Rocco Galati y Paul Dlansky, llaman por un teléfono con altavoz a la centralita del Pentágono. Ante los magistrados que escuchan la conversación obtienen la confirmación de que su cliente estaba en servicio activo en la Navy. Además, cuando solicitan hablar con sus superiores, la operadora les comunica por una línea directa con la Naval Intelligence.

Por consiguiente, estos atentados eran conocidos por cinco servicios de información (alemán, egipcio, francés, israelí y ruso), por un agente de la Naval Intelligence, por autores anónimos de mensajes de alerta enviados a Odigo, sin hablar de los iniciados que especularon en bolsa. ¿Hasta dónde llegaban las filtraciones? ¿Hasta dónde se extienden las implicaciones?

Bruce Hoffman, vicepresidente de la Rand Corporation, declaró durante su comparecencia en la Cámara de los Representantes que, por su magnitud, los atentados eran «inimaginables» 13. Es la opinión indiscutible del experto más cotizado. Con un presupuesto anual de 160 millones de dólares, la Rand Corporation 14 es el mayor centro privado de investigación en materia de estrategia y de organización militar del mundo.

Es la prestigiosa expresión del lobby militar e industrial norteamericano. Presidido por James Thomson, cuenta entre sus administradores con Ann McLaughin Korologos (antigua presidenta del Institut Aspen) y Franck Carlucci (presidente del Carlyle Group). Condoleezza Rice y Donald Rumsfeld fueron administradores de ésta mientras sus funciones oficiales se lo permitieron. Zalmay Khalilzad también fue su analista.

Sin embargo, Bruce Hoffman miente: en una conferencia publicada por la US Air Force Academy el pasado marzo (es decir, seis meses antes de los atentados), consideraba precisamente el «inimaginable» guión del 11 de septiembre 15. Dirigiéndose a un auditorio de oficiales superiores de la US Air Force, indicaba que «intentamos preparar nuestras armas contra al-Qaeda, la organización -o quizás el movimiento- asociado a Bin Laden» (...) «Piensen por un momento lo que fue el atentado con bomba contra el World Trade Center en 1993. Ahora, observen que es posible derribar la torre norte sobre la torre sur y matar a 60.000 personas» (...) Encontrarán otras armas, otras tácticas y otros medios para alcanzar sus blancos. Tienen un gran abanico de armas, entre las que se encuentran los aviones teledirigidos».

¿Qué visión de futuro, no?

Para calmar el entusiasmo bélico del Partido Republicano, los demócratas aceptaron, en la votación de la ley de finanzas de 2000, la constitución de una comisión de evaluación de la organización y la planificación de la seguridad de Estados Unidos en materia espacial. La comisión presentó su informe 16 el 11 de enero de 2001, algunos días antes de que su presidente, el honorable Donald Rumsfeld, se convirtiera en secretario de Defensa de la administración Bush y abandonara su sillón en el consejo de administración de la Rand Corporation. Ocho de sus doce miembros eran generales jubilados. Todos eran partidarios del «escudo antimisiles». De modo que los treinta y dos días de trabajo de la comisión no se dedicaron a estudiar la situación, sino a buscar argumentos que justificaran a posteriori las convicciones comunes de sus miembros.

Para la «Comisión Rumsfeld» el espacio es un campo militar comparable a la tierra, el aire y el mar. Debe disponer de su propio ejército, equivalente al Army, la Air Force y la Navy. Estados Unidos debe ocupar este campo e impedir que cualquier otra potencia se instale en él. Gracias a esta asimetría de medios, su supremacía militar será incontestable e ilimitada.

La Comisión Rumsfeld ha puesto de manifiesto diez propuestas:
  • El Ejército Espacial debe depender directamente del presidente.
  • El presidente debe tener a un consejero en materia espacial para que Estados Unidos explote lo mejor posible su ventaja.
  • Las distintas agencias de información deben estar coordinadas y subordinadas al Ejército Espacial en el seno del Consejo Nacional de Seguridad.
  • La utilización del Ejército Espacial, al ser a la vez una herramienta de información y un arma letal, presupone una coordinación del secretario de Defensa y los numerosos servicios de información; estos últimos bajo la autoridad única del director de la CÍA.
  • El secretario de Defensa debe tener adjunto un subsecretario para el espacio.
  • El comandante espacial debe ser distinto del comandante aéreo.
  • El Ejército Espacial debe poder utilizar los servicios de las demás armas.
  • La NRO (Agencia de Imaginería Espacial) debe estar vinculada al subsecretario de la Air Force.
  • El secretario de Defensa debe supervisar él mismo las inversiones en investigación y desarrollo espacial, de modo que crezca la asimetría entre las fuerzas norteamericanas y las de las otras potencias militares.
  • Deben desbloquearse importantes recursos presupuestarios para el programa espacial militar.

Además de denunciar el tratado ABM de 1972, este ambicioso programa de militarización del espacio supone unas reformas en la organización y la estrategia norteamericana que parecen irrealizables. Por ello, la Comisión Rumsfeld escribe:

«La historia está llena de situaciones en las que se ignoraron las advertencias y se opuso resistencia a los cambios hasta que un acontecimiento exterior, juzgado hasta el momento "improbable", forzó la mano de las burocráticas reticencias. La pregunta que se plantea es saber si Estados Unidos tendrá la sabiduría de actuar de un modo responsable y reducir lo antes posible su vulnerabilidad espacial. O bien si, como ya sucedió en el pasado, el único acontecimiento capaz de galvanizar las energías de la Nación y forzar al Gobierno de Estados Unidos a actuar, sea un ataque destructor contra el país y su población, un "Pearl Harbor espacial".
»Hemos sido alertados, pero no estamos en alerta.»

Para Ronald Rumsfeld y los generales de la Air Force, los acontecimientos del 11 de septiembre constituyen en cierto modo una «divina sorpresa», según la expresión empleada por los fascistas franceses cuando la derrota les permitió derrocar «la Gueuse» y dar plenos poderes a Philippe Pétain.

El 11 de septiembre, a las 18 h 42', Donald Rumsfeld dio una conferencia de prensa en el Pentágono 17. Para manifestar la unidad de Estados Unidos en ese difícil momento, los líderes demócratas y republicanos de la comisión senatorial de Defensa se habían unido a él. No se tenía noticia del presidente Bush y el mundo esperaba con inquietud la respuesta norteamericana. Con todo, en plena conferencia, en directo ante las cámaras de la prensa internacional, Donald Rumsfeld la tomó con el senador Cari Levin (demócrata de Michigan): «Usted, así como otros representantes demócratas en el Congreso, ha expresado el temor de no disponer de recursos suficientes para financiar el importante aumento de los presupuestos de Defensa solicitado por el Pentágono, especialmente la defensa antimisiles. Teme que se tengan que conseguir fondos de la Seguridad Social para financiar este esfuerzo. ¿Este tipo de acontecimientos que se acaban de producir son suficientes para convencerse de que es urgente que este país aumente los gastos dedicados a su defensa y que, si es preciso, tendrán que conseguirse fondos de la Seguridad Social para pagar los gastos militares? —El aumento de los gastos militares?»

Un arrebato que podría interpretarse como una confesión.

EPÍLOGO

Si el lobby energético es el primer beneficiario de la guerra de Afganistán, el lobby militar e industrial es el gran vencedor del 11 de septiembre. De ahora en adelante se colmarán sus esperanzas más desorbitadas.

Ante todo, el Tratado ABM, que establece los límites al desarrollo de armamento, ha sido unilateralmente denunciado por George W. Bush.

Por otra parte, no sólo el director de la CÍA no fue destituido ante el aparente fracaso del 11 de septiembre, sino que de inmediato se aumentaron los créditos de la agencia en un 42% para llevar a cabo la «Matriz del ataque mundial».

El presupuesto militar de Estados Unidos, que no había dejado de disminuir desde la disolución de la Unión Soviética, conoce un incremento tan repentino como vertiginoso. Si se acumulan los créditos suplementarios entregados con urgencia después de los atentados y los aumentos presupuestarios previstos, en los dos primeros años de la presidencia de Bush se traducirán en un aumento del 24% de los gastos militares. En cinco años, el presupuesto del ejército de Estados Unidos será de más de dos mil millones de dólares, cuando la carrera armamentística ha terminado y no tienen a ningún enemigo importante. El presupuesto militar de Estados Unidos es a partir de ahora igual al total de los presupuestos de los veinticinco mayores ejércitos del mundo después de Estados Unidos.

Las partidas mejor dotadas son las que afectan al espacio y las operaciones secretas, lo que demuestra la nueva predominancia en el aparato de Estado norteamericano de la alianza entre los responsables de las operaciones secretas (reunidos en torno a George Tenet) y los partidarios del Ejército Espacial. Estos últimos están agrupados en torno a Donald Rumsfeld y el general Ralph E. Eberhart, actual comandante en jefe del NORAD y principal oficial superior que dirigió las operaciones de control aéreo del 11 de septiembre de 2001.

La evolución que ha tomado la administración norteamericana tras los acontecimientos del 11 de septiembre parece anunciar mucha «sangre, sudor y lágrimas», de acuerdo con las palabras de Winston Churchill. Queda por saber ahora quién cargará con los gastos en el planeta.

París, 20 de febrero de 2002.

NOTAS

1.-«A Program of Covert Operations Against the Castro Regime», documento desclasificado de la CÍA con fecha del 16 de abril de 1961

2.-«The Chairmen of the Joint Chiefs of Staf R.Willard J.Webb y Ronald H. Colé, DoD, 1989. «Swords and Plowshares», Maxwell D.Taylor, 1972

3.-Véase nuestro estudio «Les Forces spéciales clandestines», en Les Notes d'information du Réseau Voltaire n° 235. Para más detalles, Edwin A. Walker and the Right Wing in Dallas, por Chris Cravens, South Texas State University, 1993

4.-Desde el final de la guerra de Corea, el mayor general Edwin Walker estaba convencido de que el Gobierno de Estados Unidos estaba comprometido en una política de abandono frente a la progresión comunista. Tras ser destituido de sus funciones por el secretario de Defensa, Robert McNamara, y ser censurado, fomentó un motín en la universidad de Mississipí para protestar por la contratación de un profesor negro. Entonces fue perseguido por el fiscal general, Robert Kennedy, y detenido por conspiración sediciosa, insurrección y rebelión. Beneficiado por el apoyo de la prensa conservadora que lo señalaba como el «prisionero de los Kennedy», fue puesto en libertad tras pagar una fianza de cien mil dólares. Más adelante lo encontraremos financiando un complot del OAS para asesinar a Charles de Gaulle, y luego impulsando el «Comité 8F» sospechoso de haber planificado el asesinato de John F. Kennedy

5.-Les Secrets d'une reddition, Allen Dulles, Calmann-Lévy, 1967

6.-Los documentos de la operación «Northwoods» fueron inicialmente publicados en Australia por Jon Elliston (Psy War on Cuba, The Declassified History of US Anti-Castro Propaganda, Ocean Press éd., 1999) sin que provocaran reacciones en Estados Unidos. Fueron de nuevo explotados por el periodista de ABC News, James Bamford, en su historia de la NSA (Body of Secrets, Anatomy of the Ultra-Secret National Security Agency from the Cold War to the Dawn of a New Century, Doubleday ed., 2001) suscitando entonces una gran conmoción entre los historiadores

7.-En esa época, Cuba era colonia española. Estados Unidos intervino militarmente para acabar la descolonización de Cuba e imponer a ésta un estatuto de protectorado

8.-La vigilancia del espacio aéreo es tal que hoy en día sería difícil sustituir aviones sin que los controladores notaran el engaño. Sin embargo, no es imposible. Se sabe que cada avión de línea está dotado de un transponedor que emite una señal de identificación y los datos del vuelo (altitud, velocidad, etc.), de manera que los controladores no ven en sus pantallas de radar un punto, sino la matrícula del aparato. No obstante, el conocimiento exacto del espacio aéreo está protegido por el secreto de defensa, así que los radares civiles están equipados con un filtro que los ciega cuando detectan aviones cuyos transponedores emiten códigos militares. Para sustituir los aviones, sería por tanto necesario disponer de un código militar y cortar el transponedor civil durante la sustitución. Nótese que el 11 de septiembre, los transponedores de los cuatro aviones oficialmente desviados dejaron de emitir por causas desconocidas. Según el procedimiento vigente, los controladores aéreos deben establecer de inmediato un contacto por radio para comprobar que el avión no esté en peligro y, en su defecto, prevenir a las autoridades militares (NORAD) para que establezcan contacto visual con sus cazas

9.-«Dwight Eisenhower, Farewell Address», 17 de enero de 1961

10.-JFK, Autopsie d'un crime d'Etat.William Reymond, Flammarion, 1998


12.- Este tema ha sido objeto de cuatro artículos de Nick Pron en el Toronto Star. http://www.thestar.com: «Did This Man Predict Sept. 11?» (23 de octubre), «US Looks Into Inmate's Story, Jail Man Said He Tried to Warn About Attacks» (25 de octubre), «Plot to Murder Judge May Never Have Existed» (31 de octubre) y «Was Embassy Worker Poisoned?» (21 de enero de 2002). El tercer artículo también hace referencia a un testimonio en la preparación del asesinato de un magistrado. El cambio total de la policía en este otro asunto parece haber sido utilizado para intentar desacreditar a Vreeland. Por otra parte, Michael Ruppert, editor de From The Wilderness, que está en contacto con los abogados de Vreeland, dedicó varios artículos a este asunto en http://www.copvcia.com.

13.-Comparecencia del 26 de septiembre de 2001 http://www.rand.org/publications/CT/CT182/CT182.pdf

14.-Página oficial de la Rand Corporation : http://www.rand.org

15.-«Twenty-First Century Terrorism, in TheTerrorism Threat and US Government response: Operational and Organizational Factors», US Air Force Academy, Institute for National Security Studies, March 2001. El texto de Bruce Hoffinan está disponible en http://www.usafa.af.mil/inss/foreword.htm

16.-Report of the Commission to Assess U.S. National Security Space Management and Organization, http://www.defenselink.mil/pubs/space20010111.html.

17.-DoD News Briefing on Pentagon Attack, http://www.defenselink.mil/cgibin/dlprint.cgi

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