Por Ibn Asad – Autor de La Danza Final de Kali y La Rueda de los Cuatro Brazos
El artículo puede leerse junto a otros aquí.
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Al dirigirme a un público tan variado, me consta que muchos lectores serán jóvenes y muchos tendrán un molesto concepto de algún miembro familiar (“el pelmazo de la suegra”, “el plomo del cuñado”, “la rompe-pelotas de la tía”…) Es natural. Pero aquí no se va a tratar un proceso natural. Quizás los lectores más jóvenes (y los no tan jóvenes tampoco) no saben que han sido atacados durante más de un siglo por una comunidad científica con un objetivo explícito: la destrucción de la unidad familiar. No es ningún secreto… basta con abrir los ojos para evaluar su éxito. Pero, ¿somos conscientes de ello?
Poco importa qué raza, qué religión, qué nacionalidad tenga el lector. Si busca en su corazón, todo ser humano encuentra los mismos pilares sagrados: su familia, su padre, su madre. Dijo el Profeta (sal-la allahu “alaihi wa sal-lam): “El paraíso está a los pies de todas las madres.” Y es que a todo ser humano, musulmán o no musulmán, no le cuesta encontrar una valencia sagrada siempre presente en su seno interno: su madre. Somos humanos en la medida en la que nuestros padres (y en especial, la madre) nos lo permitieron ser: nuestra inteligencia, sensibilidad, pureza, voluntad, fuerza, vigor, valentía, honestidad… fueron transmitidas por nuestro padre y por nuestra madre. Sólo en las comunidades más decadentes y moribundas se encontrará la completa profanación del principio maternal: los bad boys norteamericanos se saludan entre sí al estilo Tarantino (hey, motherfucker!), los coleguitas que se encuentran en el Malasaña madrileño se dicen amistosamente “¿Dónde te habías metido, hijo de puta?”, y en las pintadas del Muro de Berlín una de las palabras que más se encontraba era “Hurensohn”. Sin embargo, aún hoy (con la excepción de la Gran Europa), no se puede insultar a una madre sin consecuencias fatales. Si en una discusión entre magrebíes alguien menta a una madre, esa discusión acabará en sangre. Eso está garantizado. Si quieres buscar una pelea mortal, pronuncia la palabra prohibida entre iraquíes, pakistaníes, nigerianos, indonesios… te aseguro que no saldrás ileso.
Lo que parece una “diferencia cultural” supone ser sólo un reflejo de un proceso que afecta a todo el mundo globalizado y que tiene como núcleo, en efecto, Europa y Estados Unidos. En este proceso están implicados un gran número de profesionales, de instituciones, de organizaciones, de universidades… de una manera mucho más consciente de lo que algunos de vosotros preferís creer. Porque este proceso de destrucción del valor familiar no es sólo un proceso; es un plan. Intento explicarlo en forma de síntesis.