MUERTE DE LA DEMOCRACIA EN ESTADOS UNIDOS
¿RESPUESTA O GANGA?
La noche del 11 de septiembre el presidente GeorgeW. Bush se dirige con aires místicos 1 a la nación en un solemne mensaje televisado:
«(...) Estados Unidos ha sido blanco de un ataque porque es el faro más brillante de la Libertad y el Progreso en el mundo. Y nadie hará que esa luz se apague. Hoy, nuestra nación ha visto la Maldad, lo peor de la naturaleza humana. Y hemos reaccionado con lo mejor de Estados Unidos, con la valentía de nuestros servicios de rescate, los cuidados al prójimo y los vecinos que acudieron a dar sangre y a ayudar como pudieron. (...)
»Ya estamos buscando a quienes están detrás de estos actos malvados. He encauzado todos los recursos de nuestra inteligencia y nuestras comunidades que velan por el cumplimiento de la ley, para encontrar a los responsables y llevarlos a juicio. No haremos distinción alguna entre los terroristas que han cometido estos actos y los que los protejan. (...) Esta noche os pido que recéis por todos los que sufren, por los niños cuyo mundo ha sido hecho pedazos, por todos aquellos cuya seguridad ha sido amenazada. Y rezo para que puedan ser reconfortados por un poder superior, cuyas palabras nos han llegado a través de los años en el Salmo 23: "Cuando camino por el valle de la sombra de la muerte, no temo mal alguno; porque Tú estás conmigo". Hoy es un día en que todos los estadounidenses estamos unidos por nuestra determinación en favor de la justicia y la paz. Estados Unidos ya se enfrentó a enemigos en el pasado, y volveremos a hacerlo otra vez. Ninguno de nosotros olvidará jamás este día. Por eso, seguiremos defendiendo la Libertad y todo lo que es Justo y Bueno en este mundo.
Gracias. Buenas noches y que Dios bendiga a Estados Unidos.»
A pesar de este mensaje de unidad y en un momento en que la responsabilidad de Osama bin Laden sólo estaba considerada oficialmente como una hipótesis, en el seno de su administración se ponderan dos opciones políticas contradictorias. Los moderados, agrupados en torno al secretario de Estado, el general Colin Powell, y del jefe de Estado Mayor Conjunto, el general Hugh Shelton, recomiendan una respuesta proporcional, basada en el modelo de la respuesta ordenada en 1998 por Bill Clinton. En ese año se lanzaron misiles Tomahawk desde submarinos que cruzaban el mar de Omán a los campos de entrenamiento de al-Qaeda (Afganistán) y al laboratorio de Al Shifa (Sudán) como respuesta a los atentados perpetrados contra las embajadas norteamericanas en Daar-es-Salam y Nairobi. En cambio, los «halcones» señalan que esos golpes no tuvieron ningún efecto, ya que al-Qaeda había reanudado sus ataques. Según ellos, sólo una intervención militar en suelo afgano permitiría erradicar definitivamente las bases de Osama bin Laden. Pero la campaña no deberá detenerse allí, deberá continuar destruyendo igualmente todas las demás amenazas potenciales, es decir, todas las organizaciones y Estados susceptibles de convertirse en amenazas comparables a al-Qaeda.
El viejo Henry Kissinger 2, antiguo secretario de Estado y supervisor de todas las acciones clandestinas de los servicios secretos norteamericanos de 1969 a 1976, es la figura tutelar, el inspirador de los «halcones». Apenas termina la intervención televisiva del presidente 3, publica un artículo de opinión en la página de Internet del Washington Post en el que pone los puntos sobre las íes:
«El Gobierno debería asumir la misión de dar una respuesta sistemática que lleve, como se espera, al mismo resultado que la que siguió al ataque de Pearl Harbor -la destrucción del sistema responsable de este ataque. Este sistema es una red de organizaciones terroristas que se refugian en las capitales de algunos países. En un buen número de casos no penalizamos a esos países por el hecho de refugiar a esas organizaciones; en otros casos incluso mantenemos relaciones casi normales con ellos. (...) Todavía no sabemos si Osama bin Laden es el autor de esas acciones, aunque éstas lleven la firma de una operación tipo bin Laden. No por ello cualquier gobierno que dé cobijo a grupos capaces de cometer este tipo de ataques, aunque esos grupos no hayan participado en los ataques de hoy, deberá dejar de pagar un precio exorbitante por ello. Debemos responder con tranquilidad, de un modo reflexivo pero inexorablemente.»
Mientras la opinión pública norteamericana seguía bajo el efecto del choque y lloraba a sus muertos, los días 12 y 13 de septiembre estuvieron dominados, en la administración estadounidense y en los gobiernos de todo el mundo, por tres preguntas: ¿George W Bush señalará a al-Qaeda como responsable de los atentados? ¿Qué tipo de operación ordenará en Afganistán? y ¿Comprometerá a su país en una guerra de larga duración contra todos los enemigos reales y supuestos?
Los oficiales norteamericanos multiplican sus revelaciones a los medios de comunicación para acusar a Osama bin Laden y a su organización, al-Qaeda, como el patrocinador y ejecutor de los atentados. El director de la CÍA, George Tenet, presenta al presidente Bush una serie de informes sobre la intercepción de las comunicaciones de al-Qaeda del 11 de septiembre 4. Según éstos, los atentados se habían planificado desde hacía dos años y constituían sólo el principio de una larga serie de atentados en los que el Capitolio y la Casa Blanca figuraban entre los blancos. Al parecer, los dirigentes de al-Qaeda habían creído, erróneamente, haber alcanzado varios objetivos, por lo que habían «dado gracias a Dios por las explosiones en el edificio del Capitolio», habían alabado la «destrucción de la Casa Blanca» y habían celebrado «el plan del doctor» (es decir del doctor Ayman Zawahri, el brazo derecho de Osama bin Laden). La operación habría sido desencadenada por Abu Zubayda, sospechoso ya de ser el organizador del atentado contra el destructor USS Colé en octubre de 2000, que habría dado la señal de la «hora cero».
El presidente Bush se dirigió entonces a la prensa 5:
«Acabo de concluir una reunión con mis consejeros en materia de seguridad nacional, en la que nuestros servicios de información nos han suministrado las últimas actualizaciones.
»Los deliberados y letales ataques perpetrados ayer contra nuestro país eran algo más que actos de terror. Eran actos de guerra. Por lo tanto, nuestro país tiene que unirse con una determinación y firmeza en la que no caben fisuras. La libertad y la democracia han sido atacadas.
»E1 pueblo estadounidense debe saber que el enemigo al que nos enfrentamos no se parece a ningún enemigo del pasado. Este se agazapa en la sombra y no siente respeto alguno por la vida humana. Es un enemigo que ataca a gente inocente y confiada, y luego corre a esconderse. Pero no podrá correr indefinidamente. Es un enemigo que piensa que sus refugios son seguros, pero no lo serán eternamente.
»Este enemigo ha atacado no sólo a nuestro pueblo, sino a todos los pueblos amantes de la libertad de todo el mundo. Estados Unidos utilizará todos los recursos a su alcance para vencer al enemigo. Reuniremos a las fuerzas del mundo. Tendremos paciencia. Nos concentraremos en nuestro objetivo y nuestra determinación será inquebrantable.
»Esta lucha exigirá tiempo y determinación. Pero que no quepa duda: ganaremos. (...) No permitiremos que este enemigo gane la guerra cambiando nuestro modo de vida o restringiendo nuestras libertades.
»Esta mañana he remitido al Congreso una solicitud de fondos de emergencia para disponer de todos los medios necesarios para auxiliar a las víctimas, para ayudar a los ciudadanos de Nueva York y Washington a superar esta tragedia y para proteger nuestra seguridad nacional.
»Quisiera dar las gracias a los miembros del Congreso por su unidad y su apoyo. Estados Unidos se encuentra unido. Las naciones del mundo amantes de la libertad están con nosotros. Esta lucha del Bien contra el Mal será monumental, pero prevalecerá el Bien.»
Salvo el Foreign Office británico, que multiplica las declaraciones marciales, los dirigentes de todo el mundo observan con inquietud las reacciones del presidente Bush. Enseguida se enteran de que los servicios de información alemán, egipcio, francés, israelí y ruso habían alertado en vano a sus homólogos norteamericanos sobre lo que se preparaba, pero la CÍA minimizó la amenaza. También se preguntan sobre la fiabilidad de los informes -de repente tan indiscretos- de la CÍA y de los progresos -demasiado rápidos- de la investigación del FBI. Temen que, para alentar a la opinión pública interna, el presidente Bush señale apresuradamente a un culpable circunstancial y comprometa a su país en una respuesta militar inmediata y desproporcionada.
El mismo día, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adopta su resolución 1368 6. Reconoce «el derecho inherente [de Estados Unidos] a la legítima defensa individual o colectiva de acuerdo con la Carta [de San Francisco]». Estipula que «el Consejo de Seguridad insta a todos los Estados a que colaboren con urgencia para someter a la acción de la justicia a los autores, organizadores y patrocinadores de esos ataques terroristas y subraya que los cómplices de los autores, organizadores y patrocinadores de estos actos y los responsables de darles apoyo o asilo tendrán que rendir cuentas de sus actos». En otras palabras, el Consejo de Seguridad reconoce el derecho de Estados Unidos a violar, si es necesario, la soberanía de los Estados que protegen a los autores de los atentados para detener a los; terroristas y llevarlos ante la justicia internacional. Sin embargo, no autoriza a Estados Unidos a tomarse la justicia por su mano o a atacar a Estados y derrocar gobiernos.
Por la tarde, el Consejo de la OTAN se reúne a puerta cerrada. Los Estados miembros deciden ayudar a Estados Unidos -y no a comprometer sus propias fuerzas- para dar respuesta al ataque sufrido. El Consejo ha sido inusualmente tenso. Algunos miembros piensan que los atentados pueden haber sido patrocinados desde el interior del aparato de Estado norteamericano y rechazan precipitarse en una «guerra contra el terrorismo» cuyos límites y objetivos están mal definidos. Al salir de la reunión, el secretario general de la OTAN, lord George Robertson, declara: «Si se confirma que este ataque ha sido dirigido desde el extranjero contra Estados Unidos [sic], será asimilado a una acción regulada por el artículo 5 del Tratado de Washington»7. Preocupado por el rumbo de los acontecimientos, el presidente francés, Jacques Chirac, telefonea a George W. Bush. Después de recordarle que Francia siempre se ha mostrado el aliado más leal a Estados Unidos, aunque no el más dócil, le explica educadamente que la decisión del Consejo Atlántico no es un cheque en blanco, un apoyo ciego a la política norteamericana.
Días más tarde, Jacques Chirac viaja a Estados Unidos con motivo de una visita prevista desde hacía tiempo. Por una parte, multiplica las declaraciones de afectuosa solidaridad con el pueblo norteamericano. Por otra, organiza una conferencia de prensa común con el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, para enfriar la vehemencia norteamericana. Declara sin ambages: «la [respuesta de los Estados Unidos] debe realizarse contra los terroristas identificados y eventualmente contra los países o los grupos que se haya demostrado que han ayudado a esos grupos terroristas identificados»8.
El temor de los gobiernos parece confirmarse con un incidente ocurrido durante la conferencia de prensa9 del fiscal general, John Ashcroft, y del director del FBI, Robert Mueller III. El jefe de la policía explica a los periodistas la necesidad de no precipitar la investigación para poder reunir las pruebas necesarias que condenen a los sospechosos cuando el ministro de Justicia lo interrumpe bruscamente. John Ashcroft subraya que el tiempo apremia y que la misión del FBI es detener lo antes posible a los cómplices de los terroristas antes de que se cometan nuevos crímenes. ¡Las pruebas se llevan la peor parte!
El 13 de septiembre aumenta el tono. Por la mañana se evacúa parcialmente la Casa Blanca tras una alerta antiterrorista -se está convirtiendo en una costumbre- y se conduce al vicepresidente Cheney a un lugar lejano y seguro. Falsa alarma y verdadero psicodrama. Por la tarde, el secretario adjunto de Defensa, Paul Wolfowitz, presenta la rueda de prensa del Pentágono10. Wolfowitz es el portavoz nombrado por el grupo conservador más extremista en el interior del lobby militar e industrial. Milita desde hace años para «terminar el trabajo sucio» en Irak y ve en los acontecimientos del 11 de septiembre una fácil justificación para el deseado derrocamiento de Sadam Hussein. No cita ningún blanco en el transcurso de su rueda de prensa, ni Afganistán, ni Iraq, pero subraya que la respuesta norteamericana será «una campaña, no una acción aislada». E insiste: «Perseguiremos a esas personas [a los terroristas] y a los que los apoyan hasta que esto termine. Así es como hay que actuar».
El secretario de Estado, Colin Powell, creyendo que tomaba la delantera a los «halcones», presenta a O. bin Laden como «el principal sospechoso» y prepara a toda velocidad una intervención -que desea que sea limitada- en Afganistán. Lanza una especie de ultimátum a Pakistán ordenando que ponga a disposición de Estados Unidos todas las infraestructuras militares de las que dispone y que ponga fin de inmediato a toda relación política y económica con el régimen talibán 11.
En realidad, como veremos, el debate que alborota Washington no es nuevo. Las dos opciones (ataques puntuales contra Afganistán o guerra general contra el terrorismo) habían sido estudiadas y preparadas antes de los atentados. Su razón de ser no tiene vínculo alguno con los acontecimientos del 11 de septiembre, aunque éstos sean la coartada que da paso a la acción. Desde ese momento, la lucha se resume a saber si la opinión pública puede admitir únicamente ataques a blancos concretos o está lo bastante conmovida como para aceptar una guerra a largo plazo. En definitiva, el choque psicológico resultará tan importante que los estrategas de Washington no tendrán que escoger y podrán activar ambas opciones.
A mediados de julio de 2001, tras comprobar el fracaso de las negociaciones de Berlín sobre el futuro de Afganistán, la delegación norteamericana dirigida por Tom Simmons (antiguo embajador en Pakistán), Karl Inderfurth (antiguo asistente del secretario de Estado) y Lee Coldren (antiguo experto del Departamento de Estado) se vuelve amenazadora. Según el antiguo embajador de Pakistán en París, Niaz Naik, que participaba en las negociaciones, los norteamericanos declararon que invadirían Afganistán a mediados de octubre y que derrocarían el régimen talibán 12.
A principios de septiembre, bajo la protección de sus maniobras anuales en el mar de Omán, Essential Harvest, el Reino Unido procedió al mayor despliegue de su flota desde la guerra de las Malvinas y a la concentración de fuerzas a lo largo de Pakistán. Mientras tanto, la OTAN, con motivo de las maniobras Bright Star en Egipto, trasladó cuarenta mil soldados a la zona. Así, las fuerzas angloamericanas se posicionaron previamente en la zona antes de los atentados.
En cuanto a la «guerra contra el terrorismo», el Estado Mayor Conjunto estadounidense la había preparado extensamente con la ayuda de dos wargames (simulaciones de guerra): Global Engagement IV y JEFX 99 13. Puso a punto los procedimientos tácticos durante una última simulación en junio de 2000. Sin embargo, el wargame programado inicialmente para junio de 2001 fue anulado, lo que hizo que los oficiales implicados lo interpretaran como la señal de un paso a la acción inminente.
A los estadounidenses siempre les ha repugnado tomar la iniciativa de una guerra. En el pasado, se esmeraron en presentar sus compromisos militares como respuestas legítimas. Con los atentados del 11 de septiembre encentraron la oportunidad soñada.
DE LA ORACIÓN FÚNEBRE A LA GUERRA SANTA
Como es raro que se haga una guerra sin poner a Dios de su propio lado, los predicadores, más aún que los estrategas militares, son los que invaden los platos de televisión. Todos interpretan los atentados como una señal divina que ha llamado a Estados Unidos a convertirse. «Dios Todopoderoso nos ha retirado su protección», escribe el reverendo Pat Robertson, líder de la muy influyente Christian Coalición, «porque nos repantigamos en busca de los placeres materiales y el sexo».
En su programa guía, el 700 Club (Fox Channel), el pastor Pat Robertson recibe a su amigo el pastor Jerry Falwell. Los dos teleevangelistas analizan los acontecimientos que acaban de consternar a los Estados Unidos 14:
«Dios sigue levantando el telón y permite a los enemigos de Norteamérica que nos inflijan lo que probablemente nos merecemos», declara Falwell.
«Jerry, eso es lo que creo», le contesta Robertson.
«Creo que sólo acabamos de descubrir la antecámara del terror. Ni siquiera hemos empezado a ver lo que pueden infligir a la mayoría de la población.»
Falwell la toma entonces contra la ACLU [Asociación de Defensa de la Libertades Individuales], los tribunales federales y todos los que «expulsan al Señor de la esfera pública». «Los abortistas deben cargar con su parte de culpa, ya que uno no puede burlarse de Dios», prosigue. «Y cuando destruimos cuarenta millones de bebés inocentes, a Dios le da rabia. Estoy convencido de que los ateos, los abortistas, las feministas, los gays y las lesbianas que se esfuerzan activamente para que esto sea un modo de vida alternativo, la ACLU, los People for the American Way, todos esos que han intentado secularizar Norteamérica, los señalo con el dedo y les digo: habéis permitido que esto suceda.»
En este contexto -donde la retórica religiosa sirve a los intereses políticos y militares-, mostrándose como el jefe espiritual de Estados Unidos y del mundo civilizado, el presidente Bush publica el siguiente decreto 15:
«Nuestro corazón está afligido por la repentina e insensata desaparición de estas vidas inocentes. Rezamos para restablecernos y para encontrar la fuerza que nos ayude mutuamente y animarnos unos a otros con la esperanza y en la fe. Las Escrituras dicen: "Afortunados los afligidos, pues serán consolados." Invito a todas las familias de Norteamérica y a la Familia de Norteamérica a guardar un Día Nacional de Oración y de Recuerdo para honrar la memoria de los miles de víctimas de esos brutales ataques y para alentar a los que han perdido a sus seres queridos. Superaremos esta tragedia nacional y estas pérdidas personales. Con el tiempo, cicatrizaremos nuestras heridas y nos levantaremos de nuevo. Frente a todo este Mal, nos mantendremos fuertes y unidos, "una nación bajo la mirada de Dios".
»Por eso, el abajo firmante, yo, George W. Bush, presidente de los Estados Unidos de América en virtud de la autoridad que me confieren la Constitución y el derecho de Estados Unidos, proclamo el viernes 14 de septiembre de 2001 Día Nacional de la Oración y de Recuerdo de las víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Pido que el pueblo de Estados Unidos y los lugares de culto conmemoren este Día de Oración y de Recuerdo con servicios conmemorativos al mediodía, que doblen las campanas a esa hora y, por la noche, que se realicen velatorios de recuerdo a la luz de las velas. Exhorto a los empresarios a que permitan a sus trabajadores tomarse tiempo libre durante la hora del almuerzo para asistir a los servicios de oración del mediodía. Invito a los pueblos del mundo que comparten nuestro dolor a unirse a estas solemnes ceremonias.
»Para dar fe de ello, firmo este documento en este decimotercer día de septiembre del año 2001 de Nuestro Señor, 226° año de la independencia de Estados Unidos de América 16.»
En la National Cathedral se celebra una ceremonia sin precedentes. El presidente Bush y su esposa, cuatro antiguos presidentes (B. Clinton, G. Bush padre, J. Cárter y G. Ford), la casi totalidad de los senadores y representantes rezan juntos. Un cardenal, un rabino, un imán conducen por turnos la ceremonia. El teleevangelista más famoso del mundo, el pastor Billy Graham, que convirtió hace quince años a George W. Bush, pronuncia una homilía 17:
«Una de las cosas que necesitamos en este país es una renovación espiritual por completo. Necesitamos una renovación espiritual en Norteamérica.Y Dios nos ha dicho con Su Palabra, siglo tras siglo, que debemos arrepentimos de nuestros pecados, volvernos hacia Él, y Él nos bendecirá de un nuevo modo (...).
Ahora podemos elegir: o bien estallar y desintegrarnos emocional y espiritualmente, como pueblo y como nación, o bien ser más fuertes después de esas pruebas y reconstruir sobre cimientos seguros.Y creo que estamos empezando a reconstruir sobre esos cimientos que son nuestra fe en Dios (...) Sabemos también que el Señor dará sabiduría, valentía y fuerza al presidente y a los que lo rodean.Y recordaremos este día como el de una victoria.»
El presidente Bush sube al pulpito y pronuncia también una homilía 18. Ha sido preparada por su consejero, el integrista bíblico Michael Gersen:
«(...) Nuestra responsabilidad ante la historia está clara:
»Debemos responder a esos ataques y liberar al mundo del Mal. Se ha librado una guerra contra nosotros con astucia, engaño y asesinatos. Nuestra nación es pacífica, pero cuando se enfurece, se vuelve implacable (...). Las señales de Dios no siempre son las que buscamos. Aprendemos con la tragedia que Su voluntad no siempre es la nuestra. Con todo, las oraciones y el sufrimiento, ya sea en nuestros hogares o en esta gran catedral, son escuchadas y comprendidas. Hay oraciones que nos ayudan a subsistir durante el día o a sobrellevar la noche. Hay oraciones de amigos y extraños, que nos dan fuerzas para continuar.Y hay oraciones que someten nuestra voluntad a una voluntad más poderosa que la nuestra. (...) Norteamérica es una nación bendecida por la fortuna, colmada de favores, pero no hemos sido dispensados del sufrimiento. Durante todas las generaciones, el mundo ha engendrado enemigos de la libertad humana. Han atacado nuestro país, porque es el alma y el defensor de la libertad.Y el compromiso adquirido por nuestros padres se ha convertido en la llamada de nuestros tiempos. En este día nacional de oración y conmemoración pedimos a Dios Todopoderoso que vele por nuestra nación y nos otorgue la paciencia y la voluntad por todo lo que ha de venir. Rogamos para que Él aliente y consuele a todos los que están sumidos en la aflicción. Le damos las gracias por cada una de las vidas de las que debemos llorar la pérdida y por cada promesa de una nueva vida. Él nos ha asegurado que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni los poderes de este mundo ni el presente o el futuro ni las alturas o las profundidades podrán separarnos del amor a Dios. Que Dios bendiga las almas de los difuntos. Que Dios consuele nuestras propias almas.Y que guíe a nuestro país para siempre. ¡Que Dios bendiga a América!»
El Washington Post analizará con posterioridad la metamorfosis de George W. Bush: «Por primera vez desde que el conservadurismo religioso se ha convertido en movimiento político, el presidente de Estados Unidos se ha convertido en su líder de facto -un estatus que incluso Ronald Reagan, adulado por los conservadores religiosos, no pudo alcanzar jamás. Las revistas cristianas, las radios y televisiones, muestran a Bush rezando, mientras los predicadores en el pulpito califican a su líder de acto de la Providencia. Una procesión de líderes religiosos que se han encontrado con él atestiguan su fe, y hay páginas de internet que animan a la gente a ayunar y a rogar por el presidente» 19.
Al mediodía del 14 de septiembre, los cuarenta y tres Estados del Consejo de Europa 20 (Rusia incluida) y muchos otros países de todos los continentes, siguiendo el ruego del presidente de Estados Unidos, guardan tres minutos de silencio en memoria de las víctimas de los atentados. Todos manifiestan así su aceptación tácita del liderazgo de un fundamentalista iluminado que les anuncia su intención de llevarlos a una «batalla monumental contra el Mal» 21. ¿Será contagioso el delirio político y místico de los tele-evangelistas?
Ni la conmoción psicológica ni el respeto que se puede sentir por las víctimas pueden explicar este intenso fervor religioso. Aunque Estados Unidos sea originariamente una teocracia fundada por puritanos que huían de la intolerancia de la Corona británica, no es por eso una nación beata en la que los tele-evangelistas hagan las veces de estrategas militares. Además, no existe precedente histórico alguno en el que un presidente norteamericano haga una declaración de guerra en una catedral.
La llamada de George W. Bush a los «pueblos del mundo que comparten nuestro dolor a unirse a estas solemnes ceremonias [religiosas]» fue observada incluso en la Francia laica. Así, los dos jefes del ejecutivo, el presidente Jacques Chirac y el primer ministro Lionel Jospin firmaron, el 12 de septiembre, un decreto redactado como sigue: «Se declara el viernes 14 de septiembre de 2001 día de luto nacional en homenaje a las víctimas de los atentados cometidos en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001». Acompañados por una cohorte de elegidos y de ministros, la víspera asistieron a un servicio ecuménico en la iglesia norteamericana de París. Juntos entonaron el célebre cántico God Bless America!» 22 (¡Que Dios bendiga América!)
Estas plegarias impuestas por decreto suscitaron, aquí y allí, intensas polémicas. Los opositores señalaron que este teatro mundial parecía dar credibilidad a que las miles de víctimas estadounidenses valían más que todas las víctimas de los recientes genocidios, que no tuvieron derecho a un homenaje así.
Entendemos esta controversia como un rechazo a la manipulación política del sentimiento religioso. Tres minutos de silencio para concienciarse de que los conflictos pueden arreglarse pacíficamente, sin recurrir al terrorismo, habrían obtenido el consentimiento de todo el mundo, pero no una plegaria sólo para las víctimas del terrorismo en territorio norteamericano. Estas ceremonias no expresaban una aspiración colectiva por la paz, sino que pretendían justificar la venganza venidera.
Ese momento de plegaria constituye un hito histórico. Estados Unidos entró en guerra cuando el himno nacional resonó en la catedral, escribió más tarde el Washington Post 23. Una comprobación que puede ampliarse: el mundo ha entrado en guerra asociándose al luto norteamericano.
Desde entonces nos preguntamos cómo se organizó este homenaje unánime. A diferencia de la movilización de las alianzas militares, ningún tratado internacional prevé la obligación de recogimiento cuando Estados Unidos está de luto. No obstante, fue más fácil y más rápido decretar el luto internacional que utilizar los tratados de la OTAN, el ANZUS y la OEA 24. Examinado con más detalle, se observa que el decreto francés fue firmado por Jacques Chirac y Lionel Jospin el 12 de septiembre, es decir, antes de que George W. Bush decretara el luto en su propio país.
Una operación así, a escala planetaria, necesita la activación de una poderosa red de influencia capaz de presionar a casi todos los dirigentes del planeta. Esta operación persigue sobre todo un objetivo político: manipulando el sentimiento religioso, el Gobierno norteamericano ha sacralizado tanto a las víctimas de los atentados como su versión de los hechos. De ahora en adelante, en todo el mundo, cualquier puesta en duda de la verdad oficial será considerada un sacrilegio.
El dispositivo que se utilizó para imponer el luto internacional se formalizó en secreto en octubre de 2001 25. En el Pentágono se creó la Oficina para la Influencia Estratégica (Office for the Strategic Influence) 26 y se situó bajo el mando del general Simón Pete Worden, antiguo jefe de la US Space Command (Comando Espacial). Este organismo se articula en los Programas de Información Internacional (International Informations Programs) 27 del Departamento de Estado -que comprende las trasmisiones de la radio Voice of America- a través del Grupo Militar de Información Internacional (International Military Information Group) del coronel Brad Ward. Ahora, este organismo trabaja a tiempo completo para manipular las opiniones públicas y a los gobiernos occidentales 28.
Continúa aquí.
NOTAS
1.- «Statement by the President in His Address to the Nation», 11 de septiembre de 2001, http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010911-16.html
2.- Les Crimes de Monsieur Kissinger, por Christopher Hitchens (Saint-Simón éd., 2001).
3.- La alocución del presidente Bush empezó a las 20 h 30' y el artículo de opinión del Dr. Kissinger se «colgó» en la red a las 21 h 04'. «Destroy the Network» por Henry Kissinger, en el Washington Post, 11 de septiembre, http://www.washingtonpost.com
4.-«Wednesday, September 12» por Bob Woodward y Dan Balz, en el Washington Post del 28 de enero de 2002, http://www.washingtonpost.com
5.- «Remarks by the President in Photo Opportunity with the National Security Team», 12 de septiembre de 2001, http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010912-4.html
6.-Resolución 1368 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, 12 de septiembre de 2001, descargable en: http://www.un.org/spanish/docs/scO1/sresl368.pdf.
7.- La OTAN reafirma sus compromisos adquiridos de acuerdo con el Tratado que se firmó tras los ataques terroristas contra Estados Unidos, Servicio de Prensa de la OTAN, 12 de septiembre de 2001, http://www.nato.int/docu/update/2001/0910/f0912a.htm .
8.- Documento de la ONU, SG/SM/7964, http://www.un.org/News/frpress/docs/2001/SGSM7964.doc.htm
9.- Informe a los medios en la sede del FBI, 12 de septiembre de 2001, 9 h 30
10.- Informe de Dod News, 13 de septiembre de 2001; http://www.defenselink.mil/news/Sep2001/t09132001_tO913dsd.html
11.- «US Ask Pakistán for Help to Track Down Bin Laden», por Robin Wright y John Daniszewski, en Los Angeles Times del 14 de septiembre de 2001. http://www.latimes.com
12.- «US Planned Attack on Taleban», BBC, 18 de septiembre de 2001 y «Secret Memo Reveals US Plan to Overthrow Taleban Regime», en The Guardian del 21 de septiembre de 2001
13.- «A New Mindset for Warfare», por William M. Arkin, en el Washington Post del 22 de septiembre de 2001. http://www.washingtonpost.com
14.- «God Gave US "What We Deserve", Falwell Says», por John Harris, en The Washington Post del 14 de septiembre de 2001, http://www.washingtonpost.com.
15.- Proclamation by the President of the United States of America, 13 de septiembre de 2001. http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001 /09/20010913-7.html.
16.- Para el presidente, las dos fechas centrales en torno a las que se ordena la Historia de la Humanidad son, por consiguiente, el nacimiento de Jesucristo y el nacimiento de Estados Unidos, llamados uno y otro a salvar el mundo
17.- «Billy Graham's Message», 14 de septiembre de 2001. http://www.billygraham.org/newsevents/ndprbgmessage.asp.
18.- «President’s Remarks at National Day of Prayer and Remembrance», http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010914-2.html.
19.- «Religious Right Finds its Center in Oval Office», por Dana Milbank, en el Washington Post del 24 de diciembre de 2001, http://www.washingtonpost.com.
20.- «800 millones de europeos de luto por las víctimas de los atentados en Estados Unidos», Comunicado del Consejo de Europa del 13 de septiembre de 2001, http://press.coe.int/cp/2001/628f(2001).htm
21.- «Remarks by the President In Photo Opportunity with the National Security Team», 12 de septiembre de 2001, http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010912-4.html
22.- God Bless America es un cántico compuesto por Irving Berlín durante la Segunda Guerra Mundial. Se ha convertido en una especie de himno nacional oficioso.
23.- «War Speech in a Cathedral: A Stedfast Resolve to Prevail», por Dan Balz y Bob Woodward, en el Washington Post del 30 de enero de 2002, http://www.washingtonpost.com
24.- La OTAN es la Organización del Tratado del Atlántico Norte; el ANZUS agrupa a Australia, Nueva Zelanda vastados Unidos; mientras que la OEA reúne a los Estados americanos
25.- «Le Nouvel arsenal de Washington pour l'infosphére», en Intelligence Online del 14 de febrero de 2002, http://www.intelligenceonline.fr.
26.- La creación de la Oficina para la Influencia Estratégica es la conclusión de una larga reflexión de las fuerzas. Cf. Information Dominance de Martin C. Libicki, en Strategic Forum n° 132 (National Defense University, noviembre de 1997), http://www.ndu.edu/inss/strforum/foruml32.html .
27.- Web oficial del International Informations Programs: http://www.state.gov/r/iip/
28.- Desde 1948, el Departamento de Estado dispone de un servicio de propaganda llamado pudorosamente Public Diplomacy. Esta línea presupuestaria se utiliza para sobornar a líderes de opinión (periodistas, intelectuales, dirigentes políticos) de países amigos. Desplazando esta actividad del Departamento de Estado al Departamento de Defensa, la administración Bush pretendía ampliar el campo de actividades de los servicios de propaganda a la población norteamericana en violación del Foreign Relations Authorizations Act de 1972
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