Los Estados Unidos pugnan con malas artes por seguir imponiendo su poderío militar, tecnológico y económico.
En un célebre discurso pronunciado en Valdai, Putin afirmaba que
«un país tiene que poseer fortaleza militar, tecnológica y económica; sin embargo, lo que determinará su éxito es su fortaleza espiritual y moral».
Es una verdad que recorre implacablemente la Historia: todas las potencias que dejaron que esa fortaleza espiritual y moral se gangrenase sucumbieron, a veces de manera fulminante, pero más a menudo en procesos largos y ruinosos. Ocurrió, allá en la Antigüedad, con Roma, cuando decidió enterrar las viejas virtudes republicanas y se entregó a las delicuescencias imperiales. Ha ocurrido en muy diversos momentos de la Historia a las más grandes potencias, que infatuadas de su supremacía militar o económica se dejaron desnaturalizar por modas extranjeras, sobornar por el Dinero o corromper por el vicio. Hoy le ocurre de forma lastimosa a los Estados Unidos, inmersos en un penoso desfondamiento moral mientras pugnan con malas artes por seguir imponiendo su poderío militar, tecnológico y económico
sin entender que una gran nación sólo lo es mientras la nutre un brío espiritual pujante.
Ashton Carter |
John McCain |
Señales del desfondamiento moral de los Estados Unidos las vemos por doquier, en su producción cultural cada vez más inane, en sus placeres cada vez más plebeyos o aberrantes, en sus apetitos de lucro cada vez más voraces; y son señales que se han transmitido a sus colonias, y muy especialmente al pudridero europeo. Se perciben, incluso, en las declaraciones de sus gerifaltes, cada vez más desnortadas y miserables, como si se refocilasen en los miasmas de su abyección. Ashton Carter, el jefe del Pentágono, auguraba con secreto regocijo que el ejército ruso empezaría pronto a padecer bajas en Siria. Y el senador John McCain, para hacer honor a su apellido maldito, proponía que se aumentasen las sanciones y el aislamiento internacional contra Rusia. Son expresiones ambas de una bajeza abisal, que denotan un alma muy renegrida y purulenta: vaticinan por un lado que la campaña rusa en Siria sufrirá pronto un revés importante y que sus tropas serán diezmadas por los orcos mahometanos (¿acaso estará insinuando Carter que los orcos van a recibir en los próximos días armamento que les permita repeler los ataques aéreos?); por otro lado exigen que Rusia sea castigada por combatir a los orcos mahometanos que están vaciando el país, degollando cristianos y reduciendo a escombros el riquísimo patrimonio sirio.
El otro día, la organización militar que agrupa a los Estados Unidos y a sus colonias denunciaba que, durante los ataques a los orcos mahometanos, dos aviones rusos habían «violado el espacio aéreo turco»; y aventuraba que tal vez los rusos podrían recibir «un fuerte mensaje» disuasorio, para evitar otro incidente similar. ¿Será este «fuerte anuncio» un aumento de las sanciones y el aislamiento internacional, como reclamaba McCain? ¿O tal vez las «bajas» que vaticinaba Carter? Mientras la organización militar que agrupa a los Estados Unidos y a sus colonias denunciaba esta fruslería, calla (y ya se sabe que quien calla otorga) sobre un hecho clamoroso: los orcos mahometanos a los que la aviación rusa está golpeando se están refugiando como cucarachas en Turquía, que los acoge muy benévolamente, en parte para criarlos a sus pechos (como ya hizo antes de que se dedicaran a arrasar Siria), en parte para repartirlos por Europa, camuflados entre la muchedumbre de los refugiados de guerra.
El espectáculo del desfondamiento moral es siempre nauseabundo; pero en su decrepitud los Estados Unidos parecen dispuestos a ahogarse en su vómito.
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