Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

jueves, 25 de septiembre de 2014

Instituto Tavistock XV: Mensajes ocultos de la televisión

Viene de aquí.

LOS MENSAJES OCULTOS DE LA TELEVISIÓN

En un informe de 1944, Theodore Adorno, uno de los principales pensadores de la Escuela de Fráncfort, sostuvo que los medios de comunicación, como la radio y, sobre todo, la televisión, podían utilizarse para «atontar a la fuerza» a la gente. Atención a lo que dice:
«La televisión pretende hacer una síntesis de la radio y el cine, y se mantiene en pie únicamente porque las partes interesadas aún no han llegado a un acuerdo, pero sus consecuencias serán enormes y prometen intensificar drásticamente el empobrecimiento de las cuestiones estéticas.»
Doce años después, Adorno escribió que «la televisión es un medio de control psicológico jamás soñado». En su innovador ensayo Televisión y cultura de masas, Adorno escribe lo siguiente:
«estímulos sociopsicológicos típicos del material televisado aplicados sistemáticamente tanto en las descripciones como a nivel psicodinámico para analizar los supuestos sobre los que se basan, además de sus normas generales, para evaluar el efecto que probablemente surtirán. Este procedimiento posiblemente termine por generar una serie de recomendaciones para manejar dichos estímulos a fin de producir el efecto más deseable». [55] 
Adorno afirma que
«la programación de la televisión contiene mensajes claros, definidos por el argumento, los personajes, etcétera, y un mensaje oculto», 
que resulta mucho menos obvio. A través de esos mensajes ocultos se pretende hacer el lavado de cerebro,
«el mensaje a las claras, como el argumento, es el portador a través del cual se pretende hacer el lavado de cerebro». [56]
Lonnie Wolfe dice del mensaje de Adorno:
«En Nuestra Miss Brooks, una popular comedia de situación, aparecía una profesional experta, una maestra de escuela, enfrentada con su jefe, el director. Los momentos graciosos, según Adorno, se daban en las situaciones en las que la mal pagada maestra intentaba conseguir de sus amigos una comida gratis. Adorno "decodifica" el mensaje oculto del modo siguiente: "Si uno es gracioso y tiene buen carácter, un ingenio rápido y un encanto personal como la señorita Brooks, no debe preocuparse de que le paguen un sueldo de miseria. Podrá afrontar con humor su frustración, y su inteligencia superior y su ingenio lo colocarán no sólo por encima de las privaciones materiales, sino también por encima del resto de la humanidad." Este mensaje será traído a colación años después, cuando se derrumbe la economía con un "cínico antimaterialismo". Y volvió a salir a colación, y con creces, en la "generación perdida" y la primera oleada de contracultura de los años sesenta.» [57] 
Si hemos de extrapolar esto, cuanto más confusa se vuelve la vida,
«más personas se aferran con desesperación a clichés para llevar un poco de orden a lo que, por lo demás, resulta incomprensible», escribe Adorno.
En otra reflexión, Adorno predijo que «el marica creativo hallará un lugar importante en la sociedad». Son varias las series de televisión en las que aparecían personajes masculinos artísticos, femeninos y sensibles. «Dichas imágenes resultan coherentes según las ideas freudianas de que la creatividad artística proviene de una pasión homosexual, ya sea reprimida o real. Estos personajes masculinos afeminados y sensibles suelen enfrentarse a otros personajes masculinos más agresivos, a los "machos", como los vaqueros, que no son creativos.» [58]

EL REINO ANIMAL Y NOSOTROS

Otra área clave del lavado de cerebro es la creación de una identidad entre el hombre y el animal. Desde los dibujos animados para niños hasta las series de televisión y las películas de la pantalla grande, todos retratan animales que actúan como si fueran seres humanos. Con el tiempo, según los estudios, los niños fueron perdiendo la capacidad de diferenciar a los animales y a los hombres. En los formatos como el de la perrita Lassie, el animal era un «héroe» que con frecuencia derrotaba sin ayuda de nadie a los «malos» que querían hacer daño a sus amiguitos.
«Toda esta identificación con el animal, así como la difuminación de la distinción entre lo que es humano y lo que es animal, volvió a aparecer una generación después, en la locura del movimiento ecologista.» [59]
Pero incluso antes de que existiera la televisión, hubo otro fenómeno de los medios de comunicación que preparó a la gente joven para la experiencia audiovisual no racional: las películas de dibujos animados de Walt Disney como Blancanieves, La Cenicienta, La Bella Durmiente, Pinocho, y más recientemente La Sirenita y La Bella y la Bestia. Sin saberlo, niños y adultos han estado sometidos a los más de sesenta años de la propaganda más vil y perniciosa que ha habido en la historia moderna.
«Estas películas de dibujos animados tenían como finalidad convertirse en experiencias universales para varias generaciones de niños y de padres, y contenían mensajes morales que permanecerían en el niño durante casi toda su vida de adulto. » [60]
Lo que poca gente sabe es que tanto el fundador de Walt Disney como su hermano participaron en la producción de películas propagandísticas durante la Segunda Guerra Mundial, supervisadas por el Committee for Morale [Comité de Moralidad], controlado por Tavistock.
«Los dibujos animados de Disney no pretendían hacer pensar a la gente, sino hacerla sentir algo que, según Disney, "pondría a su público de padres e hijos a un mismo nivel emocional infantil".» [61]
En esto, Disney y los degenerados de la Escuela de Fráncfort y de Tavistock están en la misma onda, con gente como Adorno, que hablaba de servirse de los medios de comunicación y del poder de éstos para transmitir imágenes de gran carga emocional que forzaran un retraso mental en los adultos.
«De este modo, las imágenes y los sonidos debían crear una imagen mental que pareciese real, a fin de dar una dimensión emocional a los personajes. » [62]
En ese estado de ensoñación, las personas estaban más dispuestas a aceptar como reales las vívidas imágenes de los dibujos animados. Escuche lo que dice Disney, y si es usted un ser humano en vez de un animal de dos patas, estas palabras tienen que provocarle dolor de estómago:
«Si todo el mundo pensara y actuara como los niños, nunca tendríamos problemas. Lo malo es que hasta los niños tienen que hacerse mayores. » [63]
Sin darse cuenta, está siendo usted bombardeado con una dosis extrafuerte del simbolismo jungiano más vil que existe, a través de los medios de entretenimiento de masas,
«que crean mundos mitológicos de "superbuenos" y "supermalos" al tiempo que introducen personajes que representan arquetipos, como la "Gran Madre", el "Sabio Anciano", la "doncella" o la "Eterna Juventud". Esto no es ninguna coincidencia, ya que la mayor concentración de jungianos que hay en Estados Unidos sigue estando en Hollywood, donde se ha sometido a la "terapia del sueño" a un gran número de productores, directores, guionistas, actores y actrices. Además, hay otros muchos músicos, letristas y demás componentes del mundo del rock que, influidos por la experiencia del LSD, se acercaron al pensamiento jungiano y añadieron su simbolismo en sus canciones.
»En los dibujos animados de Walt Disney, más que en ninguna otra parte, están representados claramente los arquetipos de Jung. Son coherentes con los conceptos jungianos, sobre todo en la consistente representación de las cuestiones morales, en ausencia de las enseñanzas del concepto judeocristiano del Bien. El Bien triunfa únicamente por la intervención de los poderes mágicos de las hadas, que son más fuertes que el Mal. Ésta es la esencia del tipo de espiritualidad del que habla Jung: la lucha simbólica entre las fuerzas de la "oscuridad" y las de la "luz", que queda fuera del control de la razón humana». [64]
Pero todo este circo de Disney tiene una faceta más tenebrosa: su siniestra incursión en lo macabro. A lo largo de estos últimos sesenta años, uno de los programas infantiles más populares ha sido el Mickey Mouse Club, con su mezcla artificial de personas reales, música en vivo, dibujos animados e interacción en directo entre seres humanos y personas disfrazadas de personajes de animales. ¿Cuántas personas son conscientes de que el Mickey Mouse Club era un siniestro experimento de lavado de cerebro colectivo dirigido a los niños a través de la televisión?
«Cada niño, en su casa, era "adoctrinado" con un ritual de iniciación de la televisión, e instado a tararear al mismo tiempo canciones cuya letra iba apareciendo en la pantalla y a entonar cosas que le iba indicando el jefe del grupo de la televisión. Todo lo hacía con las "orejas de ratón" puestas, que estaban diseñadas para que se identificara con la figura animal de Mickey Mouse. Al final del programa, el líder del grupo, un macho adulto joven, pronunciaba un sermón que era reforzado por los Mouseketeers presentes en el plató. Todo esto se hacía mientras los niños del estudio y los que estaban en casa llevaban puestas las orejas y hacían el "saludo al club". ¿Cuántas personas son conscientes de que cada vez que hacían dicho saludo estaban aceptando una nueva religión, semipagana, y un dios nuevo, el ratón ?» [65]
Si lo analizamos un poco más, veremos que los padres se hicieron a un lado y permitieron que un ratón, o más bien la televisión, por medio de un tal Mickey Mouse, administrase valores a una generación de niños que más adelante transmitirían esos mismos valores a otra; en la mayoría de los casos, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Repito, está usted viendo tres generaciones consecutivas sometidas al lavado de cerebro a través de la televisión, que no recuerdan haber visto nada diferente. En otra época y en otro país europeo,
«otra generación de niños recibió una serie de valores de forma organizada de personas que no eran sus padres. La Juventud Hitlieriana de la Alemania nazi. Ellos también tenían rituales propios, uniformes, símbolos y canciones. Ellos también tenían líderes que pronunciaban sermones. A ellos también les decían que hicieran caso a sus padres y que fueran buenos patriotas, que fueran educados y que se portaran bien» [66]
El truco radicaba en hacer desaparecer a los nazis, pero no sus ideales. El Estado y los valores nazis, pero sin el bagaje nazi. Mickey Mouse y Hitler. ¿Advierte el paralelismo?

EL IMPERIO INVISIBLE

Con tanto hablar de Dante y de Disney, de Mickey Mouse y del cambio de modelo, de la cultura judeocristiana y de Aristóteles, Freud y Jung, Tavistock y la Escuela de Fráncfort, puede que se haya olvidado usted del tema principal de este capítulo. Vamos a dejar que nos lo cuente Edward Bernays, el sobrino de Freud:
«La manipulación consciente e inteligente de las costumbres organizadas y de las masas es un elemento importante de la sociedad democrática. Quienes manipulan ese mecanismo invisible de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder de este país [ ... ] Nos gobiernan, moldean nuestra manera de pensar, forman nuestros gustos, sugieren las ideas, fundamentalmente, hombres que no conocemos de nada. [ ... ] Nuestros gobernantes invisibles ignoran, en muchos casos, la identidad de los demás miembros que componen el gabinete íntimo [ ... ] Sea cual sea la actitud que escojamos adoptar a este respecto, sigue siendo un hecho que en casi todo lo que hacemos en la vida cotidiana, ya sea en la esfera de la política o del trabajo, nuestra conducta social o nuestro pensamiento ético, estamos dominados por un número de personas relativamente pequeño [ ... ] que entienden los procesos mentales y las pautas sociales de las masas.
Son ellos quienes manejan los hilos que controlan la manera de pensar del público y quienes aprovechan las antiguas fuerzas sociales e inventan formas nuevas de controlar y dirigir al mundo.» [67] 
¿Puede seguir negándolo cualquiera que esté en su sano juicio? ¿Puede alguien negar que en estas dos últimas generaciones ha habido un alucinante cambio de valores morales? ¡Mire a su alrededor! Hay alguien que está haciendo todo esto a escondidas, ¡o es que aún no está claro!

Ahora que ya hemos puesto en cuestión a Mickey Mouse, vamos a echar un vistazo al otro programa preferido de los niños: Barrio Sésamo. El objetivo de este programa, creado en 1966, era
«llegar a dominar las cualidades adictivas de la televisión y hacer algo bueno con ellas, como ayudar a los niños pequeños a prepararse para el colegio». [68]
Lo primero que ve un niño es un programa con un animal como personaje central parecido a aquellas criaturas con rasgos humanos, los famosos Teleñecos. Antes de que entremos en el tema del lavado de cerebro, me gustaría que oyese usted hablar a uno de los tipos más representativos de Tavistock, Malcolm Gladwell. En sus propias palabras:
«Barrio Sésamo se creó en torno a una novedosa idea: la de que si logramos captar la atención de los niños, podemos educarlos.» [69] 
Barrio Sésamo, según Wikipedia,
«fue el primer programa para niños que estructuraba cada episodio y hacía, tal como decía Gladwell "ajustes pequeños pero cruciales", [70] en cada segmento, para captar la atención de los niños.
Tras la primera temporada de Barrio Sésamo, sus críticos obligaron a los productores y a los investigadores a tratar más a las claras los objetivos afectivos. Es decir, la competencia social, la tolerancia de la diversidad y las formas no agresivas de resolver conflictos, cuestiones de ecologismo, mediante discusiones entre los vecinos». [71]
He aquí uno de los mensajes ocultos. ¿Lo ve? Barrio Sésamo predica su versión particular de la perversión haciendo que unos muñecos caracterizados como animales moralicen sin tapujos acerca de cuestiones ecologistas, competencia social, tolerancia y demás. Otro mensaje oculto es el de que la «única» solución correcta, sea cual sea el problema, es la del compromiso, aprender a ser tolerante. Todo esto se hace mientras los muñecos enseñan a los niños a leer y a escribir. Y nunca puede haber compromiso alguno con el Mal de quienes tienen la Verdad universal como objetivo supremo en la vida. Eso forma parte de la rectitud moral y la personalidad que definieron a todas las grandes naciones y a las personas de ideales.
«Poco después de crear Barrio Sésamo, sus productores empezaron a desarrollar lo que llegó a llamarse el "modelo CTW", un sistema de planificación, producción y evaluación que no emergió del todo hasta el final de la primera temporada del programa. [72] El modelo CTW constaba de cuatro partes: "la interacción entre productores de televisión receptivos y expertos científicos infantiles, la creación de un programa de contenidos específico apropiado a la edad, la investigación para dar forma al programa y un análisis independiente de lo que aprenden los espectadores ".» [73]
Pero esto es una gran mentira. Hay estudios que demuestran que este programa no favorece el aprendizaje.
«En muchos casos da la impresión de que inhibe la capacidad de entender ideas más complicadas. Y lo que es más importante, los estudios indican que los niños parecen volverse "adictos" al programa, y dicha "adicción" los vuelve adictos a ver cualquier programa de televisión. » [74] 
Tal como escribió Neil Postman, profesor de la Universidad de Nueva York, en su libro Divertirse hasta morir,
«si algo hay que reprochar a Barrio Sésamo es fingir que es un aliado del aula del colegio [ ... ] Barrio Sésamo no estimula a los niños a que les guste la escuela ni nada que tenga que ver con ella. Los estimula a que les guste la televisión».
No hay absolutamente ninguna duda de que Barrio Sésamo tiene muchísimo que ver con las clases dirigentes. El dinero procedía de la Fundación Carnegie, controlada por los Rockefeller, y de la Fundación Ford, también controlada por los Rockefeller, que introdujeron el programa en una cadena de televisión mundial. El dinero de la Fundación Ford procede de la CIA, que difícilmente puede ser un ejemplo de educación infantil; de la Comisión Trilateral, controlada por David Rockefeller, del Council on Foreign Relations, del Grupo Carlyle, del que forman parte, entre otros, el ex presidente George Bush padre y el ex secretario de Defensa Donaid Rumsfeld, por no mencionar a algunos de los miembros menos conocidos de la familia de Bin Laden y de la sociedad secreta Skull & Bones de la Universidad de Yale. Esto no lo sabía usted, ¿a que no? La Fundación Carnegie, controlada por David Rockefeller, es uno de los miembros clave del poderoso grupo Bilderberg, que actúa diligentemente entre bastidores para degradar la educación de todo el mundo con el fin de degradarnos.

Se dirige como si fuera un negocio, y así se ha hecho siempre. Nunca ha perdido dinero y continúa arrojando beneficios sustanciales, todo ello en nombre de la educación dirigida a los niños. Los niños criados con esta basura han ayudado a que Barrio Sésamo se haya convertido en un negocio de mil quinientos millones de dólares que, a diferencia del resto de la economía, crece todos los años. ¿No está usted de acuerdo? Permítame que le haga una pregunta: ¿No le parece raro que su hija pequeña quiera ser de mayor igual que la cerdita Peggy o la gallina Caponata?

LA GOMA DE BORRAR DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

¿Y qué pasa con el lavado de cerebro de las personas adultas? ¿Cómo hacen para llegar hasta nosotros, los «mayores »? Una de las series favoritas de la televisión española de todas las épocas es Cuéntame cómo pasó,
«que se estrenó en el primer canal de la televisión pública española el 13 de septiembre de 2001. La historia empieza en abril de 1968 y traza un retrato de la España contemporánea a través de las peripecias de una familia de clase media, Los Alcántara, que vive día a día la transformación de la España franquista en una democracia moderna». [75]
Hasta aquí, todo bien. Sin embargo, ¿se centra la serie en los verdaderos horrores de ese período histórico? ¿En las drogas, la destrucción, el desmoronamiento de los valores sociales, el cambio de valores de la sociedad? En absoluto. En lugar de eso, nos ofrece como menú diario la típica historia superficial de chico que se enamora de chica, y de unos padres que en ningún momento sucumben a las tensiones y las tópicas peleas familiares. La muerte de Franco y los cambios que siguieron se tratan con una especie de moralismo degradante.

Cuéntame cómo pasó es lo que se llama una
«visión retrospectiva controlada» para hijos del baby boom «de lo que ahora les gustaría creer que fueron los años sesenta. De esta forma, los productores nos han puesto en contacto con las emociones más infantiles y banales y nos han provocado nostalgia por aquellos años. El mensaje oculto consiste en que, en estos tiempos difíciles, lo mejor es que nos aferremos a los recuerdos y a los valores de nuestro pasado infantil. Hay que imaginar que la televisión es una enorme goma de borrar que hace desaparecer los auténticos recuerdos que guardamos del pasado, la realidad de cómo eran de verdad las cosas [ ... ] La tele puso encima una visión retorcida y distorsionada de dicha realidad que no apelaba a nuestro intelecto, sino a nuestras emociones infantiles. La idea de reescribir la historia utilizando los medios de comunicación no es nueva, en cambio es la primera vez que se hace mientras la mayoría de las personas que vivió la historia todavía están vivas». [76]

EL MUNDO DE LA PUBLICIDAD

La televisión es el medio más eficaz de aplicar lavado de cerebro, pero no el único. La avenida Madison de Nueva York, epicentro de la publicidad, también ha aportado su granito de arena, y por extensión el «culto a los famosos» contribuye a difundir ampliamente lo que Tavistock quería que creyéramos.

En los años veinte, Edward Bernays convirtió la propaganda de tiempo de paz en relaciones públicas. Las relaciones públicas crearon la sociedad de consumo, que, según se decía, iba a ser la guinda de la tarta del capitalismo de libre mercado, con la introducción de los patrocinios de famosos y la colocación de productos. Las relaciones públicas consolidaron las teorías de la psicología de masas y los planes que tenían las empresas y los políticos de influir en las creencias del ciudadano medio apelando, por encima del intelecto, directamente a las emociones y a los instintos.
«La gente ya lleva más de cincuenta y cinco años viendo anuncios publicitarios que, mediante un inteligente uso de imágenes y de música, intentan manipular los impulsos subconscientes y los instintos para vender productos. La mayoría dura menos de un minuto, pero contienen numerosas imágenes y a menudo una música repetitiva y pegadiza.» [77] 
Es una fórmula sencilla. Si usted es una persona joven de la cultura occidental, la publicidad satisface las necesidades informativas que tiene usted respecto de hacerse mayor y vivir la vida. Si lo analiza, verá que, en lo que se refiere al estímulo emocional y no racional, prácticamente no hay diferencia entre ver series de televisión y ver publicidad en la televisión. Las dos cosas venden un punto de vista. Sin charlas, sin clases. Sin decirnos esto es lo correcto y esto es lo incorrecto. Se limitan a expresar, a través de las experiencias ajenas, cómo es o cómo puede ser la vida para el grupo de población al que va dirigido. Es muy posmoderno y muy engañoso. La realidad funciona, porque, como tal, puede ser orquestada y manipulada.

Uno de esos puntos de vista puede ser, fácilmente, la nostalgia. La nostalgia, como en Cuéntame cómo pasó, es una cosa interesante, actúa como un pasado común que une a las personas que pertenecen a esa época o a esa generación en particular. Si se utiliza correctamente, también puede resultar muy práctica para manipular a la gente. Esto los publicistas lo descubrieron hace mucho, y puede que sea ésa una de las razones de que en estos diez años hayan vuelto a estar de actualidad determinadas modas y tendencias de las tres últimas décadas.

A juzgar por lo que aparece en la publicidad hoy en día, puedo deducir que hay personas creativas, que poseen recursos y carecen de escrúpulos, intentando constantemente descubrir qué cosas valora más la gente, para a continuación buscar la manera de vincular su producto a las estrellas.

Precisamente por su misma razón de ser, no existe ningún producto capaz de ayudarnos a alcanzar los ideales que se nos prometen visualmente, como por ejemplo la unión familiar, el poder personal, la autoestima, la sociabilidad, la seguridad, el atractivo sexual y una orientación clara dentro de un mundo cada vez más confuso.

La publicidad es el proceso de fabricar glamour. El glamour es el estado de ser envidiado. Por lo tanto, la publicidad habla de la felicidad solitaria que le llega a uno cuando es envidiado por los demás. Pero la envidia tiene un lado siniestro que casi siempre ha sido pasado por alto en el pensamiento del siglo xx. Desde la Edad Media, la envidia ha sido la palabra que mejor identifica las causas del sufrimiento humano. Al igual que la desesperación, la envidia se deriva de la separación de la persona respecto del objeto de deseo, más la sensación de impotencia al no poder alcanzarlo que se desea. En la envidia, la necesidad de conseguir se convierte en la necesidad de destruir.

Y aún así, en el centro de ese odio reside la notable profundidad y la simplicidad del anhelo humano, anhelo por la vida, por los ideales, los valores, la vitalidad y el amor. Anhelo por la conexión con alguien. Anhelo por la belleza. Es un anhelo que se proyecta de forma optimista mediante símbolos, imágenes y conceptos idealizados.

La publicidad es la versión de la mitología que se da en la cultura del consumo. Ninguna sociedad existe sin contar con alguna forma de mito. Así pues, no es de sorprender que una sociedad que está basada en una economía de producción y consumo en masa desarrolle un mito propio en forma de anuncio publicitario. Al igual que el mito, la publicidad toca todas las facetas de la vida, y al igual que el mito, se sirve de lo extraordinario para aplicarlo a lo trivial.

¿Para qué iban a querer los creadores de anuncios evocar la envidia y el odio? Howard Gardner, en un libro en el que comparaba a Piaget con Levi-Strauss, escribió lo siguiente:
«Los mitos tienen como finalidad tratar los problemas de la existencia humana que parecen insolubles; encarnan y expresan estos dilemas dándoles una estructura coherente, y de esa forma los hacen inteligibles. Gracias a que los mitos poseen una estructura similar a la de muchas situaciones del "mundo real", establecen un punto de equilibrio en el que los hombres pueden comprender los componentes cruciales del problema. Así pues, el mito satisface intelectualmente y fortalece socialmente.»
Los anuncios publicitarios cargados de imágenes repletas de valores que no guardan relación con el producto pueden alejarnos de los mismos valores que están explotando, confundirnos acerca de cómo hay que alcanzar dichos valores, y abrir la puerta a la desesperanza, el resentimiento y la apatía.

Como los productos no proporcionan la recompensa psíquica que prometían las imágenes del anuncio, nos quedamos con la duda de si habrá algo que la proporcione. Si continuamos con esa duda, terminaremos deprimiéndonos y viendo casi todos los productos rodeados de un agujero negro, el negativo fotográfico de su antiguo resplandor, el agujero negro de las promesas incumplidas. Y en ese agujero negro, que no es sino la explotación por parte de la publicidad de muchas imágenes ideales, se mete cualquier religión que prometa romper el círculo de la idolatría y conectarnos con el único ideal grandioso que trasciende a todos los demás: Dios, la inmortalidad, la conciencia cósmica, la iluminación, el mundo de los espíritus, el yo profundo o como demonios se lo quiera llamar. Haciendo uso de técnicas que son fundamentalmente religiosas, la publicidad, sin darse cuenta, está haciendo publicidad de la religión.

Vista como religión, la publicidad estimula a la gente a que crea que los ideales más vívidos y más atrayentes de nuestra cultura son fáciles de alcanzar, sólo con que demos con el producto adecuado y, por extensión, acertemos con el sabor, la filosofía, la iglesia, el gurú, la secta y hasta los fármacos que mejoran el rendimiento.

Ésa es una posibilidad inquietante; pero hay otra que lo es todavía más. ¿Es posible que estemos fabricando una generación que desconfía de todos los ideales, porque las presentaciones más potentes y más convincentes de dichos ideales tienen lugar en anuncios de televisión, un sitio donde los ideales se prostituyen al servicio de las ventas? ¿Somos responsables de que la generación actual sea la que tenga menos ilusiones de toda la historia de la humanidad, una generación de personas que van a tener dificultades para no odiar esa belleza que se utiliza en la publicidad para manipularlas y que acaba decepcionándolas? Peor todavía, ¿odiarán también verse delicadamente superadas por la belleza auténtica cuando se la encuentren en el mundo? ¿Seguirán siendo capaces estas personas de abrigar esperanzas, de tener fe, de fijarse metas y de creer en algo que no sean ellas mismas?

Resulta irónico que la mayoría de los anuncios no haga uso de la obviedad sexual pero en cambio se basen en contar una historia sexual en la que la seducción, el engaño y la pasión aparecen retratados como medios aceptables para tener personalidad.

Inseparables de la ropa que vestimos y de los productos que usamos son las ideas y las fantasías que nos hacemos respecto de nuestro cuerpo. Los productos de belleza muestran los rituales del momento en que los usamos como ocasiones trascendentales, y los productos dietéticos evocan la imaginería religiosa de culpabilidad y salvación. El cuerpo en sí debe ser manipulado con ansiedad y ejercitado de forma sistemática por la persona en Cuestión, hasta que se convierta en un anuncio publicitario de sí misma, un complicado cartel que hay que leer y admirar.

La cualidad de la belleza no siempre ha sido tan rebuscada. Desde los tiempos de los griegos hasta principios del siglo XX, los filósofos y los poetas relacionaban la belleza con ideas tan gloriosas como la verdad y la armonía. Para Dante, dichos ideales constituían las luces que iluminaban la existencia. No hay más que recordar el final de la Oda a una urna griega de Keats: La belleza es verdad, y la verdad, belleza, nada más se sabe en esta tierra, y nada más hace falta.

Las portadas de revistas o las tiras cómicas en las que la seducción femenina de las primeras y la claridad narrativa de la segundas han absorbido la totalidad de los impulsos creativos del artista, son despreciables, pero no porque insistan en el atractivo sexual o en concentrarse en lo anecdótico —Tiziano y Boucher podrían competir con la revista, Giotto y Goya con la tira cómica—, sino porque les falta riqueza interior. Son superficiales por la misma razón que los artistas abstractos son triviales y a menudo insignificantes.

El éxito de la publicidad moderna es reflejo de una cultura que por sí misma ha preferido el espejismo a la realidad. Merece la pena pararse a reflexionar un momento acerca de las imágenes supernormales sobre la perfección que aparecen en los medios, porque cualquier imagen que pretenda sugestionar tiene una naturaleza doble. Por un lado, las imágenes idealizadas pueden dar valor a la persona y orientarla. En la búsqueda de lo inalcanzable, la gente alcanza cosas maravillosas. Ese ideal edificante puede ser amar como amó Jesucristo, manifestar la compasión de Buda o tener la sabiduría de Confucio.

En el mundo occidental de la «igualdad de oportunidades», si uno intenta alcanzar esos ideales pero no lo consigue, tiene derecho a sentirse orgulloso de haber realizado el esfuerzo. La cultura de quienes vivimos en el siglo XXI está guiada por ideales inalcanzables: libertad, igualdad y felicidad. El hecho de fracasar en el intento, cuando perseguimos grandes ideales, constituye el centro de nuestra forma de ser, luchadora, romántica, quijotesca. Hoy, para la mayoría de los occidentales, con frecuencia lo hiperreal ha sido sólo una manera de mirar hacia un futuro que ha sobrepasado los sueños más descabellados de la ciencia ficción.
Pero las imágenes idealizadas enaltecen a la persona únicamente cuando existe alguna forma de desplazarse desde donde está hasta donde están los valores implícitos en esas imágenes. Si no hay nada que nos vincule a la imagen, el ideal parece inalcanzable, nos sentimos muy lejos de él y, por consiguiente, no existe un vínculo entre el ideal y el público, sino sólo esa distancia.

La publicidad fomenta la desesperación. En primer lugar, rodeándonos de imágenes de una perfección inalcanzable, y en segundo, diciendo de forma implícita que ese producto va a proporcionarnos el ideal, cuando en realidad no puede hacer tal cosa. La gente no necesita un automóvil nuevo cada tres años, la televisión de plasma aporta poca riqueza a la experiencia humana, un vestido largo no repercute en la expansión del conocimiento, ni incrementa la capacidad de amar. Así lo expresó un crítico de la publicidad: «La tristeza traiciona la idea idílica (de que la publicidad es un mundo más que perfecto).»

La desesperanza es un producto secundario de la experiencia, que depende del modo en que la publicidad promete proporcionar los valores implícitos en sus imágenes hipernormales.

Tal como señaló agudamente Vladimir Nabokov.
«En nuestro amor por lo útil, por los bienes materiales de la vida, nos hemos convertido en fáciles víctimas del negocio de la publicidad. El rico filisteísmo que emana de los anuncios publicitarios no se debe a que éstos exageren o inventen la gloria de tal o cual artículo, sino a que sugieren que el colmo de la felicidad humana se puede comprar y que el hecho de comprarlo ennoblece al comprador. La parte divertida, claro está, no es la de que este mundo sea un lugar en el que ya no queda nada espiritual excepto las sonrisas felices de las personas que sirven cereales celestiales, sino la de que es una especie de satélite en la sombra, en cuya existencia no creen de verdad ni los vendedores ni los compradores.»
La publicidad es meramente un mito moderno que cumple la misma función que la mitología de las culturas de la Antigüedad. Si la publicidad es de verdad un sistema mitológico, sin duda alguna es un mito que ha fracasado en su responsabilidad fundamental, la de aportar identidad personal y significado espiritual a aquellos a quienes va dirigido.
«Estar inmerso en la cultura clásica —escribe Harley Schlanger— desarrolla nuestra comprensión de la historia universal, de las ideas que hay detrás de las batallas, y nos prepara para actuar como líderes en nuestra época. Y en el corazón de la cultura clásica realmente grandiosa, como en las tragedias, el autor demuestra que el destino trágico no es inevitable, sino que existe una manera de actuar gracias a la cual se puede evitar la tragedia.» [78]
Como ilustran los hechos en el caso de la famosa Hermandad de la Vida Común, el estudiante que se beneficia de dar un enfoque clásico a los procesos cognitivos es el estudiante que encuentra, en el peor de los casos, una oportunidad decente de convertirse en un genio original calificado.

Esta cualidad del conocimiento por la inteligencia es lo que distingue al hombre de las bestias. Son esos descubrimientos realizados y corroborados gracias a la capacidad de la mente humana y transmitidos de unos a otros, los que han permitido al hombre incrementar la densidad potencial de la población, de unos pocos millones de individuos de mala calidad a más de trescientos millones en el siglo xv y casi siete mil millones en la actualidad.

La historia, explicada desde el punto de vista del desarrollo cognitivo de culturas universales y de cada uno de los individuos de una cultura determinada, también adquiere el valor de ciencia. Gracias a la coherencia de las ideas, la humanidad está por encima del mono y la mayoría por encima de la condición bárbara y feudal del concepto de «borrego». La historia, en ese sentido, es la historia de las ideas, de su producción, de su circulación y de su realización.

No obstante, el primer requisito previo para entender cuál es el lugar que nos corresponde por derecho en el universo es que usted, lector, apague el televisor y, lo que es más importante, lo mantenga apagado, a la luz de las pruebas aportadas sobre las diabólicas y perversas intenciones de Tavistock.





Continúa aquí.

NOTAS

55. Theodore Adorno, Television and the Patterns of Mass Culture, 1954.
56.Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federalist, 1997.
57.Ibid.
58.Ibid.
59.Ibid.
60.Ibid.
61.Ibid.
62.Ibid.
63.Ibid.
64.Ibid.
65.Ibid.
66.Ibid.
67.Edward Bernays, Propaganda (1928), Ig Publishing, Nueva York, 2004.
68. http://en.wikipedia.org/wiki/Sesame_Street.
69 .http :1/en. wik ipedia. org/wiki/Sesaine_Street#cite_note-gladwe11--100-24.
70.http://en. wikzedia. org/wiki/Sesame_Street#cite_note-gladwell-91-26.
71.Aletha C. Huston, Daniel R. Anderson,John C. Wright, Deborah Linebarger & Kelly L. Schmidt, «Sesame Street Viewers as Adolescents: The Recontact Study», en Shalom M. Fisch y Rosemarie T. Truglio, «G» is For Growing: Thirty Years of Research on Children and Sesanie Street, Lawrence Erlbaum Publishers, Nueva Jersey, 2001.
72.http://en.wzkipedia.org/wiki/Sesame —Street#cite—note-morrow-68-42.
73.Ibid.
74.Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federalist, 1997.
75. http://www.rtve. es/television/cuentame/la-serie/.
76.Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federalist, 1997.
77.Ibid.
78.Harley Schlanger, «Who Owns Your Culture», Fidelio, primavera de 2003.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Instituto Tavistock XIV: Cómo las élites crean la opinión pública

Viene de aquí.

ENCUESTAS PARA DAR Y TOMAR

A principios del siglo XX, las palabras «propaganda» y «guerra» eran sinónimas. Esto no fue accidental. Formaba parte del esfuerzo por socavar el legado judeocristiano mediante la «abolición de la cultura». Hubo dos hombres que por lo visto unieron los conceptos de propaganda y guerra en una única técnica. Uno fue Walter Lippmann, probablemente el comentarista político más influyente que ha existido. Lippmann pasó la Primera Guerra Mundial en el centro de propaganda y guerra psicológica de Wellington House, a las afueras de Londres. Fue Lippmann quien en 1922 dio significado al concepto de «estereotipo», vinculado al concepto jungiano del «arquetipo». Los estereotipos [ideas o modelos simplificados] pueden ser creados, y manipulados, por los gurús de la comunicación de masas y de la guerra psicológica. El objetivo es que la víctima no piense con demasiada claridad ni profundidad en las imágenes que recibe, sino que reaccione, a la manera de Paviov, al estímulo que le transmiten éstas. El otro, Edward Bernays, sobrino de Freud y uno de los fundadores de las técnicas de manipulación de la opinión pública. En palabras del propio Bernays:
«Por supuesto, fue el asombroso éxito obtenido por la propaganda durante la [Primera] guerra lo que abrió los ojos a las pocas personas inteligentes que había en todas partes y les permitió ver las posibilidades que ofrecía el hecho de controlar la opinión pública. [ ... ]
Nos gobiernan, moldean nuestra manera de pensar, forman nuestros gustos, sugieren las ideas, fundamentalmente, hombres que no conocemos de nada. Sea cual sea la actitud que escojamos adoptar a ese respecto, sigue siendo un hecho que en casi todo lo que hacemos en la vida cotidiana, ya sea en la esfera de la política o del trabajo, nuestra conducta social o nuestro pensamiento ético, estamos dominados por un número de personas relativamente pequeño, una fracción diminuta de los ciento veinte millones [ciudadanos de Estados Unidos en aquella época], que entienden los procesos mentales y las pautas sociales de las masas. Son ellos quienes manejan los hilos que controlan la manera de pensar del público y quienes aprovechan las antiguas fuerzas sociales e inventan formas nuevas de controlar y dirigir al mundo. » [45]
Durante la Primera Guerra Mundial, cuando era joven, Bernays trabajó para el CPI, Committee on Public Information [Comité de Información Pública] de Estados Unidos, un aparato de propaganda estadounidense, de ingenioso nombre, movilizado en 1917 por el Gobierno de Estados Unidos para crear una imagen, una necesidad, publicitarla y vender la guerra a la confiada población diciéndole que «haría del mundo un lugar seguro para la democracia».
«A pesar de los cientos de miles de jóvenes de Bretaña que fueron sacrificados en los campos de batalla de Francia, prácticamente no hubo oposición a la sangrienta guerra. Los documentos de esa época muestran que para 1917, justo antes de que Estados Unidos entrara en la contienda, el 94 por ciento de la clase obrera británica, que estaba soportando lo más duro de la guerra, no tenía la más mínima idea de por qué luchaba, aparte de la imagen creada por los manipuladores de los medios de comunicación que afirmaban que los alemanes eran una raza horrible, empeñada en destruir a su monarca y a su país, y que tenían que ser barridos de la faz de la tierra.» [46]
Desde entonces, todas las guerras, incluida la «guerra contra el terror» que vivimos en la actualidad, ha hecho uso de idénticas técnicas de propaganda en los medios de comunicación de masas. De esta manera, la irracionalidad alcanzó la categoría de conciencia pública. Luego, los manipuladores se apoyaron en esa conciencia para minar y distraer la comprensión de la realidad que gobierna toda situación dada. Y cuanto más complejos se volvían los problemas de una moderna sociedad industrial, más fácil resultaba aportar distracciones cada vez mayores, de modo que las incoherentes opiniones de los ciudadanos, creadas por hábiles manipuladores, se convirtieron en hechos científicos.

Hoy, las encuestas de opinión pública, como los informativos de la televisión, están completamente integrados en nuestra sociedad. En menos de veinticuatro horas se puede fabricar un «estudio científico» de lo que se cree que dice la gente acerca de un tema. La mayoría de las encuestas anunciadas por los principales grupos de medios de comunicación del mundo, como CBS-NBC-ABC-CNN-Fox, New York Times, Washington Post, la revista Time, Newsweek, Financial Times, Wall Street Journal se coordinan, de hecho, en el National Opinion Research Centre [Centro Nacional de Investigaciones de Opinión], donde, para sorpresa de la mayoría, se creó un perfil de cada una de las naciones del mundo.

La idea de «opinión pública» no es nueva, por supuesto. Hace más de dos mil años Platón habló en contra de ella en su República; Alexis de Tocqueville escribió extensamente acerca de la influencia que ejerció en Estados Unidos a principios del siglo XIX. Pero antes del siglo XX a nadie se le ocurrió «medir» la opinión pública y, antes de los años treinta, nadie pensó en servirse de dichos análisis para tomar decisiones.

Resulta útil detenerse un momento a reflexionar acerca de este concepto.
«Creer que la opinión pública puede ser un factor determinante de la verdad es filosóficamente una locura. Excluye la idea de la mente racional del individuo. Toda mente contiene la chispa divina de la razón, y por lo tanto es capaz de hacer descubrimientos científicos y de entender los descubrimientos de otros. Por consiguiente, la mente de cada individuo es una de las pocas cosas que no pueden "promediarse".
Téngase en cuenta que en el momento del descubrimiento creativo es posible, si no probable, que el científico que hace el descubrimiento sea la única persona que tenga esa opinión acerca de la naturaleza, mientras que las demás tengan una opinión diferente, o ninguna. No podemos ni imaginar lo que habría sido una "encuesta realizada de modo científico" del modelo de sistema solar de Kepler poco después de que éste publicase su obra La armonía del mundo: 2 por ciento a favor, 48 por ciento en contra, 50 por ciento no sabe, no contesta». [47]
A pesar de su improbable tesis central de los «tipos psicoanalíticos», los métodos de interpretación de encuestas de la Escuela de Fráncfort se volvieron fundamentales para las ciencias sociales, y lo siguen siendo en la actualidad. De hecho, la adopción, en los años treinta, de estas técnicas nuevas, supuestamente
científicas, se extendió en las encuestas de opinión pública, en gran parte financiadas por Madison Avenue. Ello se debe a que las opiniones son fáciles de calcular. Se puede preguntar a un grupo de personas cómo «se siente» respecto de algo o si consideran que tal o cual afirmación es cierta o no. Se suman los «síes» y se restan los «noes», y la cantidad más grande resultante se convierte en el consenso, que representa aparentemente la opinión de la «mayoría». Así pues, la afirmación de que «América dice NO a las drogas» refleja un consenso fabricado por los encuestadores a favor de la élite económica, que de hecho es la que más fomenta el consumo de drogas en el mundo; tal como he demostrado repetidamente en todos mis libros. Pero, por muchas que sean las personas que coincidan o discrepen respecto de algo, no por ello ese algo es verdadero. Después de estudiar las cifras que dan las encuestas realizadas en Estados Unidos, Emery y Trist han llegado a la conclusión de que «la gente se comporta según el consenso». Las masas de la chusma están tan dirigidas e influidas por las encuestas, que «no se atreven a incumplir ese contrato social; han de hacer lo que los demás perciben que deben hacer, porque hacer lo contrario causaría angustia psicológica». Y concluyen diciendo que las encuestas «dan sentido a su.vida». [48]

Tras la Segunda Guerra Mundial, Paul Lazarsfeld, director del Bureau of Applied Social Research [Oficina de Investigaciones Sociales Aplicadas] de la Universidad de Columbia, fue pionero en el uso de las encuestas para analizar desde el punto de vista psicológico la conducta de los estadounidenses a la hora de votar. Para las elecciones presidenciales de 1952, las agencias de publicidad de Madison Avenue, apoyándose en el trabajo de Lazarsfeld, estaban a cargo del control de la campaña de Dwight Eisenhower. Las elecciones de ese año fueron también las primeras que se celebraron bajo la influencia de la televisión, que, tal como había predicho Adorno ocho años antes, había adquirido un poder increíble en un plazo de tiempo muy corto. Batten, Barton, Durstine & Osborne —la legendaria agencia de publicidad BBD&O— diseñó todas las apariciones de campaña de Ike para las cámaras de televisión, con tanto cuidado como lo hizo con las concentraciones de Hitler en Núremberg. Los anuncios de un minuto fueron los primeros en satisfacer las necesidades de los votantes, consensuadas a través de las encuestas.

Desde entonces, esta bola de nieve no ha dejado de rodar. Todos los programas de la televisión y de publicidad en los años cincuenta y sesenta fueron diseñados por hombres y mujeres que se habían formado en las técnicas de alienación en masa de la Escuela de Fráncfort. Frank Stanton pasó directamente del Radio Project a convertirse en el líder más importante de la televisión moderna.

El objetivo tras este tipo de manipulaciones sociales es averiguar cuán sensible es el público a las directrices de políticas administradas por la élite.
«Si queremos que la gente crea algo, lo único que tenemos que hacer es organizar una encuesta que diga que tal cosa es así, y después darle publicidad, preferiblemente por televisión.» 
El que habla es Hal Becker, del Future Group.

Se nos llama «público objetivo», y lo que miden los encuestadores es el grado de resistencia que se genera ante lo que aparece en el informativo de la noche. Los resultados de las encuestas construidas con sumo cuidado, y transmitidas a la población a través de los medios de masas, proporcionan la base para modelar una opinión. Todo forma parte del complicado proceso de fabricar una opinión creado por Tavistock y descrito en uno de sus manuales como
«el mensaje que llega a los órganos sensoriales de las personas en las que se desea influir».
Fue este amplio aparato el que transformó a la mayoría de los estadounidenses, que jamás había oído hablar de Sadam Husein y tenía una idea muy vaga de Irak, un país situado en algún lugar de Oriente Próximo, en un pueblo que pedía su sangre a gritos y reclamaba acabar con Irak como nación. Cómo pudo ocurrir esto, se preguntará usted. Ocurrió porque esa imagen de Sadam, el enemigo número uno del mundo, pasó a ser la imagen del mal gracias al poder de la televisión.

De igual modo que Hitler y Stalin representaban la imagen de la maldad. ¿Qué tal si hacemos un pequeño test? ¿Quién, en su opinión, es actualmente el enemigo? ¿Gadafi? ¿Hugo Chávez? ¿Putin? ¿O su prójimo? Nos hemos convertido en el enemigo, en el origen de la destrucción de la sociedad.

Si usted cree en el malvado Freud, «no todos los hombres son dignos del amor». El siniestro movimiento ecologista, con su visión inhumana del hombre, afirma de modo explícito este mismo hecho en su despreciable propaganda.
«Salvemos a los animalitos. Matemos a las personas.»
Y aún así, seguimos sin comprenderlo. ¿Por qué? Porque desde que se inventaron las encuestas, los métodos empleados en ellas no han cambiado. Los temas complejos se reducen a disyuntivas simples (Sadam Husein es malo. ¿Está usted de acuerdo?). Sin embargo, ¿en qué se basa esta afirmación? ¿En la visión de quién? ¿Cómo se define la maldad? Desde el punto de vista de la población iraquí, las tropas estadounidenses invasoras son malas, y Sadam, bueno. Esta clase de preguntas encaja directamente en el perfil de la Europa occidental y de Estados Unidos: «No te compliques, idiota.»

Estarnos hablando de la psicología de masas freudiana y del uso que hace del infantilismo, del comportamiento animal, del sentimentalismo, diseñados para dejar a un lado el poder de razonar que poseen las personas, guiadas por el criterio moral y la eterna búsqueda de la Verdad universal. De hecho, en lo que se refiere a la televisión, la cuestión de la verdad nunca ha sido realmente un problema. La televisión no se ocupa de la «verdad», sino de crear una realidad. Da absolutamente lo mismo que las imágenes vistas en televisión sean reales o copiadas y pegadas de sucesos del pasado, porque la gente cree que son reales, inmediatas y por lo tanto verdaderas. Por ejemplo, con ocasión del terremoto que tuvo lugar en Japón en marzo de 2011, los medios de comunicación mostraron imágenes de supermercados vacíos afirmando con todo descaro que Japón estaba soportando el peor racionamiento de agua sufrido desde la Segunda Guerra Mundial. Y, sin embargo, las imágenes de los supermercados vacíos procedían de material de archivo y tenían poco que ver con el terremoto y con la falta de agua embotellada. De este modo, la realidad que nos transmiten los informativos vespertinos eclipsa todas las noches la Verdad. Emery y Trist indicaron que
«cuanta más televisión ve una persona, menos entiende, más acepta, más se disocia de su propio proceso de pensamiento [ ... ] La televisión es mucho más mágica que ningún otro producto de consumo, porque vuelve normales las cosas y empaqueta y homogeniza aspectos parciales de la realidad. Construye una realidad aceptable (el mito) juntando ingredientes en gran medida inaceptables. Enfrentarse al mito equivaldría a reconocer que somos ineficaces e incapaces, que estamos aislados [...] Las imágenes de la televisión terminan siendo la verdad».
De este modo, las historias transmitidas en nuestro informativo favorito de la noche sirven para reforzar nuestra opinión de cómo es y a qué huele el mundo que nos rodea. ¿Y qué opinión es ésa? Que vivimos en un mundo de violencia y perversión indecibles; que los seres humanos son criaturas degradantes y violentas que asesinan, violan, destruyen y esparcen odio por dondequiera que van, en nombre de cualquiera que sea la filosofía que esté de moda en cada momento.

LA LENGUA DE LOS IDIOTAS

¿Alguna vez ha prestado atención a la forma de hablar que se utiliza en los informativos? No, ¿verdad? En realidad, todos los informativos del mundo occidental siguen la misma pauta lingüística: verbos simples, ristras de nombres y muy pocas frases largas. Frases cortas, vocabulario sencillo. En otras palabras, citas jugosas. «El presidente no va a presentarse a la reelección», dice el locutor, «les daremos más detalles dentro de media hora». Esto también es deliberado. Por medio de la lengua, de su belleza y su complejidad, «el hombre transmite las ideas y los principios de su cultura de una generación a otra». [49]

La jerga de la televisión es aristotélica, se limita a nombrar los objetos como si estuvieran en un universo fijo, finito: hombre, perro, delincuente, presidente, coche, bomba, economía, malo, bueno.
«No está en marcha el pensamiento creativo, no hay ningún intento de estimular el intelecto, sino de imprimir una imagen en el cerebro de la persona. » [50]
Y eso es lo que se llama lavado de cerebro. Sin embargo, el lavado de cerebro a través de la televisión no es algo que suceda de la noche a la mañana, sino más bien es un efecto acumulativo que se da a lo largo de un período de tiempo y que consigue cambiar la forma de pensar de nuestra sociedad. ¿No me cree? Pues mire a su alrededor y piense qué pasaba una generación atrás.

El lenguaje de los informativos de la televisión tiene su origen en el trabajo lingüístico que se llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial como parte de la Revolución Definitiva de H. G. Wells; la eliminación de todos los idiomas nacionales a favor del «inglés elemental», el futuro idioma del mundo, con un vocabulario de tan sólo 850 palabras. El lingüista británico C. K. Ogden creó este despreciable concepto de la lengua inglesa y afirmó que la mayoría de las personas no entendía la complicada forma en que se habla en la actualidad. Algunos personajes de los altos niveles de la oligarquía británica, Churchill entre ellos, vieron el posible valor que el concepto de Ogden podía tener en el lavado de cerebros. A través de un inglés «elemental» se podría transmitir, a través de los medios de comunicación, un mensaje sencillo a un gran número de personas,
libre de pensamientos complejos que pudieran estorbar.

En el mundo futuro de Wells, «el inglés que más se habla y se escribe hoy en día es muy diferente del inglés de Shakespeare, Addison, Bunyan o Shaw; ha perdido los últimos vestigios de complicaciones tan arcaicas como el modo subjuntivo».

Sin embargo, la capacidad humana de plantear hipótesis y de razonar con creatividad se convirtió en una fuerza para introducir mejoras en el orden impuesto por la naturaleza y, por lo tanto, no puede encasillarse dentro de un vocabulario de 850 palabras. A través de las lenguas adquirieron sentido los estados nación, y a través de ellos, nuestra búsqueda de la Verdad. En la Grecia antigua, en el diálogo de Platón titulado Menón, Sócrates hace aflorar la genialidad innata del joven esclavo animándolo a resolver el problema de cómo duplicar un cuadrado. De ese modo demuestra que la esclavitud es injusta y pone de manifiesto la naturaleza creativa de la especie humana. Aristóteles, en contra de Sócrates, que estaba a favor del imperio y suponía que el hombre no tenía alma, sostuvo que la naturaleza destina a algunos a ser esclavos y a otros a ser amos.

Tavistock sabe que las ideas son más poderosas que las armas, los fusiles, las flotas de barcos y las bombas. Con el fin de asegurarse la aceptación de sus ideas imperialistas, Tavistock pretende controlar la forma de pensar de la gente, sobre todo en temas científicos, el campo donde la capacidad humana de plantear hipótesis y de razonar con creatividad tiene el poder de introducir mejoras en el orden de la naturaleza. Si uno es capaz de controlar la forma de pensar de la gente, podría controlar su forma de reaccionar ante las cosas que ocurren, sean cuales sean. Este proceso se denomina «cambio de paradigma», un vuelco en el conjunto de ideas preconcebidas que se tiene de la sociedad.

Históricamente, la lucha por preservar la lengua, considerarla piedra angular de las repúblicas estados-nación, se remonta a un dramaturgo italiano, Dante Alighieri. Es importante tener en cuenta el hecho de que la gente del Renacimiento italiano hablaba una lengua que doscientos años antes no existía, una lengua inventada por el poeta Dante Alighieri. Dante, que vivió entre 1265 y 1321, se esforzó por inventar una lengua que fuera capaz de resucitar las ideas más profundas del pensamiento humano, aun cuando en su propia era terminara por suicidarse. El suicidio, de hecho, ocurrió cuando la banca se hundió por culpa de las familias Bardi y Peruzzi.

Si Dante no hubiera tenido el don de dominar la lengua italiana, a la que dio forma tomando más de un millar de dialectos locales, no habría existido el Renacimiento. La divina comedia de Dante fue más allá de la poesía trovadoresca. Su seguidor, Francesco Petrarca, hizo evolucionar la lengua un poco más con la invención del soneto. Pero Petrarca encargó a su amigo Boccaccio un proyecto distinto, llamado El Decamerón. El Decamerón se escribió con el fin de evitar que la sociedad italiana en su totalidad se sumiera en el pesimismo cultural y se extinguiese durante la epidemia de peste negra de 1340 y años posteriores. Consiste en una serie de relatos satíricos, muchos de ellos bastante subidos de tono, que cuentan la tragedia del suicidio de Europa de forma tal que la gente se ría de sí misma y repita los relatos, en vez de repetir la conducta que había sido la causa de su perdición. Y así aprendió la gente el italiano de Dante.

En 1375, Geoffrey Chaucer asistió a una conferencia de Boccaccio acerca de Dante, y salió con la idea de hacer él lo mismo con el inglés. Y así nacieron los Cuentos de Canterbury, que recogen una serie de graciosos relatos contados a lo largo de una peregrinación religiosa a la iglesia de Canterbury. Los ingleses, que eran tan licenciosos como los italianos, también empezaron a repetir dichos relatos, y de ese modo aprendieron a hablar inglés. Más adelante, Shakespeare tradujo el soneto de Petrarca al inglés. El inglés culto que conoce usted es en gran medida italiano, una especie de nieto del italiano de Dante.

Más tarde llegaría una figura del humanismo cristiano, Erasmo de Rotterdam, que alentó a uno de sus alumnos, François Rabelais, a que hiciera en Francia lo que había hecho Boccaccio en Italia y Chaucer en Inglaterra. Y así nació el asombroso personaje de Gargantúa, y con él la lengua francesa. Y en español tenemos el gran ejemplo de El Quijote. De esta forma, la lengua, creada por los poetas, levantó el ánimo a una población que hasta entonces estaba dominada por la ignorancia y por lo tanto aplastada por el poder. De hecho, fueron las lenguas las que crearon las naciones, y no al revés.

LA GUERRA DE LA BRECHA GENERACIONAL

Las personas que están en la sesentena pertenecen a la generación del baby boom. En otras palabras, aunque estas personas no fumen hierba ni tengan relaciones sexuales con animales extraños, siguen perteneciendo a esa generación, en el sentido de que la mayoría acepta los valores que son comunes a ella. Y entre los valores que son comunes a esa generación se encuentra la aceptación del importantísimo papel de los cambios de las políticas culturales que tuvieron lugar durante ese período. Uno de esos cambios de políticas fue la desindustrialización de Estados Unidos. Una sociedad desindustrializada es una sociedad sin futuro, porque la única manera de que un estado-nación que se respete a sí mismo pueda ser verdaderamente independiente es que sea capaz de proporcionar bienestar a sus ciudadanos. ¿Cómo hicieron las personas que dirigían el mundo para imponer esa desindustrialización a la sociedad? Pensemos en el perfil de la población de Estados Unidos.

La generación que cuenta con la escala de valores morales más sólidos de toda la historia de Estados Unidos es la que luchó en la Segunda Guerra Mundial. Sus integrantes nacieron antes de que llegara la televisión. Tenían los cerebros más difíciles de lavar. De modo que fueron sus hijos, los del baby boom, quienes se convirtieron en el objetivo de los lavacerebros. De hecho, con la llegada de la televisión, los hijos de esa generación han sufrido toda la vida el lavado de cerebro. Recordemos cuál era la meta de los lavacerebros: volver más infantil a cada generación, más animal, más amoral, y por lo tanto más fácil de controlar. El mundo del que formamos parte hoy en día es más convencional, menos concientizado, más sensacionalista y más despectivo. Todo el empuje del pensamiento moderno se ha empleado en reducir el ámbito de la responsabilidad moral individual. La conducta humana se ve cada vez más como el producto de fuerzas impersonales. No podía ser de otra forma.
«Tenemos unos padres que fueron educados por la televisión, que han criado a unos hijos que han sido educados por la televisión, unos hijos que ahora empiezan a tener hijos a su vez; tres generaciones consecutivas sometidas al lavado de cerebro de la televisión y que no recuerdan haber vivido algo distinto. » [51]
Piénselo. La gente nunca ha asimilado del todo la televisión. La mística, que debería haberse vuelto rancia, es cada vez más fuerte. Nuestra brújula moral ha cambiado tanto, que convertimos en famosos no sólo a las personas que causan los acontecimientos, sino a quienes los escenifican en la pantalla, a quienes interpretan en playback canciones de toda la vida en un estudio ante un público escogido a dedo y a actores en paro que venden bisutería de tres al cuarto, yogures y desodorantes en las pausas publicitarias de reposiciones de películas antiguas.

Y ahora que ha cambiado nuestra brújula moral, hay una cosa que nos ha pasado a nosotros y ha pasado con nosotros. La televisión, en sí misma, ha ocupado el puesto del progenitor. El televisor ha pasado a ser el moralizador. Empezó diciendo a la gente lo que tenía que hacer. De repente, el comportamiento de los hijos —las drogas, el sexo, la conducta antisocial— ya no parece tan escandaloso como antes. Se ha vuelto más fácil racionalizarlo, explicarlo con la ayuda de los mensajes contenidos en la programación de la televisión.
«Y cuando los adultos se han vuelto infantiles, les resulta más fácil aceptar el infantilismo de sus hijos.»
LA GUERRA CULTURAL

A continuación vamos a echar una ojeada a las personas que crean el contenido ideológico del lavado de cerebros. Dichas personas son expertos en la guerra cultural, crean los sistemas de valores que a su vez son impuestos a la sociedad mediante los mecanismos de lavado de cerebro, como la televisión. La mayor parte de ellos se encuentra en la franja de edad comprendida entre los treinta y cinco y cuarenta y cinco años. Es decir, ¡los propios programadores han sufrido un lavado de cerebro a lo largo de cuarenta años de televisión! Por lo tanto, no debemos imaginarnos a un grupo de ancianos arrugados de noventa años sentados en una habitación en penumbra, cogidos de las manos y mirando una bola de cristal, planificando el futuro del mundo. La cosa no funciona así. Es más bien un grupo de imbéciles infantiles, con zapatillas deportivas y el pelo cortado a la moda, sentados en una sala provista de aire acondicionado que da a la Gran Manzana, barajando ideas para los principales programas que van a sacar en la pequeña pantalla el año que viene.

Cuando se les ocurre una idea, se la pasan a otro grupo de imbéciles infantiles que se llaman guionistas, que plasmarán esa idea en una serie de diálogos simplones, llenos de nombres y de verbos sencillos. A continuación, ese producto se pondrá en manos de los productores y los directores para pasar a producción. Esto se hace así en todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Canadá y Europa occidental. Incluso culturas milenarias orientales como la japonesa cuentan con una versión propia de todas las comedias de situación americanas, grandes y pequeñas, adaptadas a su mercado.

Cuando la serie ya está diseñada y el guión ya está escrito, se insertan los mensajes de lavado de cerebro como tales. Los imbéciles guionistas y productores de ideas se fían de «expertos» de Tavistock y de la Escuela de Fráncfort, que actúan de «asesores» de la mayoría de los programas. Por ejemplo,
«no puede mencionarse a los homosexuales sin antes consultar al "Grupo Especial para los Derechos de los Gays", que se cerciora de que dicho tema se trate con "sensibilidad". De forma parecida, todas las series para niños, y eso incluye toda la programación de Disney, cuentan con psiquiatras infantiles que ayudan a dar forma al contenido». 
Además, todas las idioteces ecologistas se han incluido también en los guiones de las series de televisión, en las películas y en los informativos. Tomemos por ejemplo un thriller de ciencia ficción de Hollywood, de 2008, El incidente, en la que Mark Wahlberg es el actor principal. Trata de «un hombre que se pone en camino con su esposa y su mejor amigo, acompañados por la hija de éste, intentando escapar de un inexplicable desastre natural. El argumento gira en torno a una misteriosa neurotoxina que hace que todo el que se expone a ella se suicide».[52] El mensaje es fácil de discernir. Las personas son enemigos de la naturaleza, y el planeta Tierra está rebelándose contra nosotros, mata despiadadamente al enemigo.

Quienes protestan y se oponen a semejantes idioteces sufren el rechazo y las burlas de sus compañeros de trabajo, sus amigos y sus familiares. Si usted no ha quedado totalmente convencido, habrá adoptado una postura tolerante o, por lo menos, no habrá hecho ningún comentario y habrá quedado como la solitaria voz de la razón, ¿No es verdad?
«La comunidad de personas "creativas" de Nueva York y Hollywood es lo que los lavacerebros denominan un grupo carente de líder. No son conscientes de las verdaderas fuerzas externas que los controlan ni de que les han estado lavando el cerebro a lo largo de cuarenta años de televisión. Creen que son libres para crear, pero lo cierto es que sólo son capaces de producir banalidades. En última instancia, estos creadores de nuestros programas de televisión, para obtener la "inspiración creativa", recurren a su propia experiencia y a sus propios valores, que han pasado por un lavado de cerebro.» [53] 
Hubo un productor a quien le preguntaron cómo decidía lo que salía en sus series que respondió: «Imagino que yo soy el público. Si me gusta a mí, siempre pienso que también va a gustarle al público.» Y así es. ¿Cuántas personas de las que ven la televisión son conscientes de que lo que ven en la caja tonta es un reflejo de los valores morales y la conciencia de las personas que lo han ideado?

Echemos un vistazo a los dos programas más «populares», a los que más atención han acaparado en los últimos diez años: Operación Triunfo y Gran Hermano. ¿Por qué son tan populares? Se podría sospechar que por el contenido en sí, una idea nueva y sorprendente, pero puede que el motivo sea también la aceptabilidad social. O incluso, lisa y llanamente, a la promoción por los medios. Cada uno de estos programas, aunque afirma aportar generosidad, igualdad de oportunidades y una dosis de diversión, confirmada por los índices de audiencia, no tiene ningún argumento nuevo ni ofrece ninguna razón poderosa para que el público presente en el estudio, los participantes del programa y todas esas gentes sencillas que lo ven en casa, no debieran estar encerrados por el resto de su vida en un psiquiátrico.

A todas luces, Operación Triunfo, un prototipo cultural dirigido a los crédulos y a los enfermos, tiene un éxito tremendo. Los participantes son más guapos, más taimados, más calculadores, más diabólicos y más sagaces, en cuanto a manipulación se refiere, que sus predecesores: el triunfo de una rebuscada forma de ser «famoso» de la televisión, un ejercicio de pueril distorsionismo.

De hecho, la televisión ha dado categoría a la «fama», que pocas personas alcanzan. Y qué es un «famoso», sino el seudoevento por antonomasia, inventado a propósito para satisfacer nuestras exageradas expectativas de lograr la grandeza humana. Esta es la suprema historia de éxito del siglo XXI y su búsqueda de los espejismos. Se ha fabricado un molde nuevo, para que los modelos humanos vendibles, los «héroes» modernos, puedan ser fabricados en masa a fin de satisfacer al mercado, y sin impedimentos de ningún tipo. Las cualidades que actualmente convierten a un hombre o a una mujer en una marca «publicitada por todo el país» constituyen de hecho una nueva categoría de vacío humano.

El mundo al que nos hemos asomado está, en cierto modo, más allá del Bien y del Mal. Es un mundo de sentimentalismos, de cambios radicales, de personas dispuestas a derramar una lágrima justo antes de la pausa publicitaria y después volver con una visión animosa de una vida en compañía de la familia, para poner fin al programa. Es un mundo de post-baby boom, de posparadigma y de post-realidad. Lo que tenemos, por consiguiente, es un conflicto entre la generación de los padres y la generación más joven, la de los adultos jóvenes. No se trata de un conflicto de prejuicios, sino de un conflicto de realidades.
«Para acercar las estructuras de valores de las dos generaciones, estaba el televisor del cuarto de estar. Y qué nos dijo: que nos comprometiéramos, que aprendiéramos a hablar unos con otros. Nos procuró consuelo, en medio de un mundo que se desmoronaba y cambiaba. » [54]
Como conclusión, sólo puedo decir que el éxito que obtuvo Operación Triunfo en captar la atención de la gente ha de ser reflejo del deprimente estado de ánimo de nuestra época, un momento histórico caracterizado por una falta de reflexión que no tiene precedentes, un momento en el que la búsqueda del conocimiento puede ser poderosamente instigada empleando el argumento de que a los beneficiarios (el público televidente) no se los puede ayudar, por su limitación cognitiva innata, su bajo cociente intelectual.

Y luego está Gran Hermano. Los hay que afirman que cada programa es un drama moral en miniatura, en el que el público abuchea al malo y respalda a los buenos. El programa insiste en eso; el tono, un salto atrás al modelo anterior, que ha logrado resistir el paso del tiempo, es casi siempre conspiratorio. Los bobos son más santurrones, más vehementes y más paranoicos. En vez de decir cosas inexcusables y confiar en caer bien como sea al espectador, explican sus penurias y exponen su caso, algo muy poco razonable, teniendo un público tan abyectamente idiota. A mí me resulta inquietante ver a unas personas que permiten que se las utilice como pañuelos de usar y tirar. Pero claro, es que en nuestra cultura basura todo el mundo se apropia de conceptos profundos para fines superficiales. Un triunfalismo inicial que da paso a un derrotismo resentido, eso es la España de hoy, vista a través del prisma de una moralidad estadounidense intrusivamente globalizada, terapeutizada y cocacolizada.

Atacar los programas de entretenimiento de una cultura terapéutica es una forma de atacar sus valores: publicidad por encima de logros, revelación por encima de comedimiento, sinceridad por encima de decencia, victimismo por encima de responsabilidad personal, confrontación por encima de civismo, psicología por encima de moralidad. Según una fuente de televisión muy bien informada, cuanto más intelectual es un programa, más espectadores terminan bostezando y abandonándolo. Pero claro, eso ya lo sabemos. ¿Y por qué habríamos de sorprendernos? En esta sociedad, lo vergonzoso conduce a la fama y el pecado es uno de los mstrúmentos de la movilidad social. Y escalar en sociedad es la forma moderna de actuar.

En el diccionario de la Real Academia Española se define al famoso como «persona que llama la atención por ser muy singular y extravagante». Esas personas que llaman la atención, intoxicadas por una importancia peripatética, son cómplices de esta farsa. Hace cuarenta años, Daniel Boorstin, en su libro The Image. A Guide to Pseudo-Events in America, afirmó que la revolución gráfica de la televisión había distinguido la fama de la grandeza, que generalmente requería un período de gestación durante el cual se realizaban grandes hazañas. Dicha distinción aceleró el deterioro de la imagen de la fama, que acabó convirtiéndose en mera notoriedad, algo de plástico y muy perecedero.

La doctrina del triunfalismo de los «famosos» es inherente al caso; procede del supuesto de que a todo el mundo le caen bien los ricos y los seudofamosos. La mayoría de los seudofamosos saben que su vida es una farsa. Su situación es precaria sin remedio. Intentan vivir de la dignidad derivada de un concepto
anacrónico, al mismo tiempo que cultivan el carácter regio de un famoso de la era democrática. Ese supuesto es el que hace que el circo de los «famosos» ponga los pelos de punta. Los seudofamosos saben que deben su carrera a la industria del famoseo, saben que su susceptibilidad ante la prensa sensacionalista se adapta bien a una cultura basada en ésta, saben que todo ello se sustenta en la mala fe. Y aun así, los índices de audiencia siguen subiendo...

Siempre hemos tenido una veta de mirones. La nuestra ha sido siempre una cultura de quedarnos mirando con la boca abierta. Cuando venía el circo a nuestro pueblo, acudíamos a ver a la mujer barbuda y al hombre albino. Pero ahora queremos formar parte del circo: la mujer barbuda y el hombre albino, todo en uno. Y puede que sea precisamente lo más acertado en este momento, un momento en el que el sórdido discurso de la cultura de la prensa sensacionalista ha dado paso a violentas arremetidas de enanos barbudos y de criaturitas de dos metros de altura, que con toda seguridad llamarán la atención de los minusválidos intelectuales (la capacidad de razonar es bastante opcional). Lo anormal es normal y volverá enseguida, después de la publicidad.

Aunque me resulta inquietante el anacronismo de este circo de variedades, todavía me angustia más la falsa ingenuidad que lo invade todo. Tanto los organizadores como los participantes omiten hechos, usan mallas palabras y no parecen estar dispuestos a admitir las consecuencias de sus actos. Nunca he visto nada que sea más impropio, por lo grotesco, que ese simulacro de confesión. La confesión empezó teniendo lugar en un habitáculo pequeño y oscuro, provisto de una celosía que separaba al sacerdote del penitente. Ahora sigue teniendo lugar en un habitáculo pequeño y oscuro, y también hay una celosía, pero está abierta a nuestro cuarto de estar. En este nuevo entorno, las mismas personas violan su intimidad y sacan todo lo que tienen dentro, no para obtener la absolución sino para publicitario a los cuatro vientos. De hecho, estamos viviendo en un mundo donde el exhibicionismo pasa por distinción, y la columna de sociedad se ha convertido en el palmarés de la fama...

André Malraux estaba convencido de que el III milenio iba a ser la era de la religión. Yo diría más bien que va a ser la era en la que por fin nos liberemos de la necesidad de tener una religión. Pero dejar de creer en nuestros dioses no es lo mismo que empezar a no creer en nada. Para creer, debemos aceptar la riqueza del hombre, su intensidad existencial, su inmortalidad, su eternidad, y no un milenarismo sectario, simplista y visceral. De todas las lenguas, la única que es eterna es la del pensamiento. La memoria salva a las personas del olvido. En cambio, el peligro que lleva esto aparejado es que falte el requisito previo: una curiosidad derivada del respeto hacia otras culturas profundamente ajenas.

Ésta no es una lección magistral sobre lo que está sucediendo actualmente en España, pero es una lección crucial. El debate público está cada vez más en manos de retrasados mentales. Esta lamentable situación ha desempeñado un importante papel en el cambio de valores de nuestra sociedad. Una vez más nos preguntamos: ¿En qué consiste dicho cambio? En apartar al ser humano del lugar que por derecho le corresponde en el universo: el epicentro. El ser humano debe saber que es un animal, para poder controlarse como tal. Los lavacerebros de Tavistock llegaron a una brutal conclusión: la mente humana es simplemente una
pizarra en blanco que evita el dolor y busca el placer. Apoyándose en ese punto de vista el Instituto Tavistock desarrolló sus peculiares técnicas para crear una «psicología de masas».

Continúa aquí.

NOTAS

45.Edward Bernays, Propaganda (1928), Ig Publishing, Nueva York, 2004.
46. John Coleman, Private Papersfrom War Office in Whitehall, Londres, re. WWI.
47. Michael Minnicino, «Frankfurt School and Political Correctness», Fidelio, invierno de 1992.
48.Los principales encuestadores de hoy en día -A. C. Neilsen, George Gailup- empezaron a mediados de los años treinta. Otra importante agencia de encuestas es Yankelovich, Skelley and White. Daniel Yankelovich halló la inspiración en el libro de David Naisbett titulado Trend Report, que le fue encargado por el Club de Roma.
49.Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federczlist, 1997.
50.Ibid.
51.Ibid.
52. http://en.wlkipedia.org/wikl/The-Happening-%282008Ji1m %29.
53.Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federalist, 1997.
54.Lonnie Wolfe, «Turn of your TV», New Federalist, 1997.

martes, 23 de septiembre de 2014

Instituto Tavistock XIII: Medios de desinformación

Viene de aquí.

CONTROLAR EL MEDIO AMBIENTE

Lo que les resultó obvio a los lavacerebros fue que se necesitaba un sistema nuevo, basado en apelar al sentimentalismo. Y para abrir una brecha en la competencia moral de la población, era necesario reducir a la sociedad al infantilismo. El doctor Fred Emery, experto en medios del Instituto Tavistock, escribía en 1972, hablando del impacto que había tenido la televisión en los estadounidenses:
«Sugerimos que la televisión evoca la premisa básica de la dependencia. Y debe de evocarla porque es esencialmente una actividad emocional e irracional.
[ ... ] La televisión es el líder constante que proporciona alimento y protección.»
El periodista de investigación Lonnie Wolfe, en su esclarecedor informe sobre el impacto que ejerce la televisión en los poderes cognitivos de una persona, dice que tanto Frederick Emery como Eric Trist, que hasta su fallecimiento en 1993 dirigió las operaciones del Tavistock en Estados Unidos, señalaron:
«La televisión tenía un efecto disociativo sobre las capacidades mentales y hacía que la gente fuera menos capaz de pensar de forma racional. Los espectadores, conforme van habituándose a ver seis horas o más de televisión al día, ceden el poder de razonar a las imágenes y los sonidos que salen del televisor.»[22]
Tavistock reconoció que la costumbre de ver televisión destruye la capacidad que tiene la persona de realizar una actividad cognitiva crítica. Dicho de otra forma, nos vuelve tontos. Porque poner a la sociedad a la altura de los animales es especialmente importante desde el punto de vista de Tavistock, si se pretende controlar el planeta Tierra.
«Dado que la única manera de incrementar el poder del ser humano, como especie, dentro del universo y sobre él, consiste en descubrir y dar validez a los múltiples principios físicos que lo rigen, se deduce que la única manera de actuar que distingue al ser humano de los animales es esa forma de acción, denominada "cognición", mediante la cual se genera el acto de descubrir los múltiples principios físicos corroborables del universo. De este modo, esa acumulación de conocimientos útiles, de generación en generación, para fines prácticos es la que define la probable evidencia que distingue al hombre de las bestias.» [23]
Sin embargo, el efecto disociativo no es más que uno de los muchos aspectos vinculados al problema de cómo superar la resistencia y cambiar el actual paradigma de la sociedad, según los lavacerebros del Instituto Tavistock. Según Theodore Adorno, de la Escuela de Fráncfort:
«Resulta obvio que la modificación de la estructura potencialmente fascista no se puede conseguir únicamente por medios psicológicos. Dicha tarea es comparable a la de eliminar del mundo la neurosis, o la delincuencia, o el nacionalismo. Todas resultado de la organización de la sociedad, que deben cambiarse sólo en la medida en que cambie dicha sociedad. No le compete al psicólogo decir cómo se deben operar estos cambios. El problema es tal que requiere el esfuerzo conjunto de todos los sociólogos. Lo único en que quisiéramos insistir es en que tenga voz el psicólogo en los consejos o las mesas redondas donde se estudie el problema y se planifique la acción. Estamos convencidos de que entender científicamente la sociedad implica entender lo que hace ésta a las personas y comprender que es posible hacer reformas sociales, incluso amplias y radicales que, aunque sean deseables en sí mismas, no cambien necesariamente la estructura de una personalidad influida por los prejuicios. Para que el fascista en potencía cambie, o por lo menos se consiga mantener a raya, la capacidad de las personas de ver por sí mismas y de ser ellas mismas debe ser mayor. Y eso no se consigue manipulándolas, por apropiados que sean los instrumentos de manipulación de la psicología moderna. [ ... ] Ahí es donde la psicología puede desempeñar su papel más importante. Las técnicas para superar la resistencia, desarrolladas principalmente en el campo de la psicoterapia individual, pueden mejorarse y adaptarse para aplicarlas a grupos e incluso a las masas.» [24]
LA TURBULENCIA SOCIAL

En Tavistock, Eric Trist y Frederick Emery desarrollaron una teoría acerca de la «turbulencia social», supuestamente para «suavizar el efecto de impresiones futuras», mediante la cual se podía ablandar a una población utilizando fenómenos en masa como cortes en el suministro de energía, hundimientos económicos y financieros y ataques terroristas.
«Si las "impresiones" iban muy seguidas, unas de otras, y se administraban cada vez con mayor intensidad, era posible inducir a la sociedad entera a un estado de psicosis colectivo», sostuvieron Trist y Emery. 
Y también afirmaron que
«las personas terminarían disociándose, pues intentarían huir del terror causado por una realidad tan apabullante; se encerrarían en un estado de negación y se refugiarían en diversiones y entretenimientos populares, y mostrarían cierta tendencia a sufrir accesos de cólera.»
De hecho, estamos hablando de dos caras de la misma moneda. Por un lado, llevar a cabo una manipulación y un control encubierto y sutil de la conciencia y el pensamiento humanos mediante el poder de la televisión. Y
«por el otro, cambiar de paradigma de forma directa y patente, modificar los conceptos básicos, ampliar los parámetros y cambiar el terreno de juego y todas las reglas por las que se define la sociedad, dentro de un período de tiempo excepcionalmente corto». [25]
Una de las personas clave que participaron en la guerra psicológica contra la población creando artificialmente un estado de «turbulencia social» fue Kurt Lewin, un pionero de la dinámica de grupo que formó parte de la Escuela de Fráncfort durante sus primeros tiempos y huyó de Alemania cuando Hitler asumió el poder. Este pasaje tomado de su libro La perspectiva del tiempo y la moral [Time Perspective and Morale] muestra su forma de entender la guerra psicológica:
«Una de las técnicas principales para destrozar la moral mediante una "estrategia del terror" consiste exactamente en la táctica siguiente: la persona nunca debe tener muy claro qué lugar ocupa y qué puede esperar. Si además se emplean indistintamente con frecuencia medidas disciplinarias severas y promesas de un buen trato, y se transmiten noticias contradictorias para volver aún más borrosa la "estructura cognitiva" de dicha situación, es posible que la persona deje de saber incluso si un plan en particular la acerca o aleja de su objetivo. En dichas circunstancias, incluso las personas que tienen objetivos claros y que están dispuestas a correr riesgos se quedan paralizadas a causa de graves conflictos internos respecto de lo que deben hacer.» [26]
A lo largo de estos últimos cincuenta años, las investigaciones llevadas a cabo en los campos de la psicología, la sociología y la psiquiatría han demostrado que existen límites claramente marcados para el número de cambios que puede soportar la mente y para la índole de los mismos. Según la SPRU, Science Policy Research Unit [Unidad para la Investigación de Políticas Científicas] del centro de Tavistock de la Universidad de Sussex, la expresión «conmociones futuras» es «la ansiedad física y psicológica derivada de la excesiva carga que pesa sobre el mecanismo de toma de decisiones de la mente humana». Es decir, «una serie de sucesos que tienen lugar tan rápidamente que el cerebro humano no puede absorber la información». Una de las situaciones posibles es la que se denomina «superficialidad». Según Emery y Trist, al cabo de varias conmociones seguidas el grupo de población al que van destinadas descubre que ya no quiere seguir tomando decisiones y reduce el «valor de sus intenciones. [ ... ] Esta estrategia sólo puede sostenerse negando las profundas raíces de humanidad que unen [ ... ] a las personas en un nivel personal negando su psique individual».

Entonces sobreviene la apatía, con frecuencia precedida de una violencia absurda, como la que era característica de las pandillas callejeras de Los Ángeles en los años sesenta y ochenta, o que Emery y Trist denominan reacción social organizada a la disociación, tal como se describe en las páginas de la novela de Anthony Burgess titulada La naranja mecánica, una sociedad dominada por una rabia animal.
«Ese grupo se vuelve fácil de controlar y obedecerá dócilmente las órdenes sin rebelarse, que es la finalidad del ejercicio», agregan Trist y Emery. 
Es más, los adultos disociados no son capaces de ejercer una autoridad moral sobre sus hijos, ya que están demasiado ensimismados en sus propias fantasías infantiles, provocadas por la televisión. Y si duda usted de lo que estoy diciendo, observe a las personas adultas de hoy en día, que han aceptado la decadencia moral de la generación sin futuro a la que pertenecen sus hijos, en lugar de enfrentar el conflicto y, de este modo, han aceptado normas morales decadentes.

Exactamente igual que en el Mundo Feliz de Huxley, controlado por las drogas, aquí no hay decisiones morales ni emocionales que tomar, los «hijos de las flores» y la rebelión empapada en drogas de la era de Vietnam constituyen un ejemplo perfecto de cómo funciona esta situación.

Las «frecuentes oscilaciones» pasan por varias situaciones:
«Una estable, en la cual las personas son más o menos capaces de adaptarse a lo que les está ocurriendo, o una situación turbulenta, en la cual las personas hacen algo para aliviar la tensióno se adaptan y aceptan un entorno en tensión. Si la turbulencia no cesa, o se intensifica, llega un momento en que las personas ya no son capaces de adaptarse de forma positiva.
Según Trist y Emery, se vuelven personas «inadaptadas»; es decir, eligen reaccionar a la tensión que degrada su vida. Empiezan a rechazar la realidad, a negar la existencia de la misma y a construir fantasías cada vez más infantiles que les permitan seguir adelante. En caso de «turbulencia social» cada vez más intensa, la gente cambia de valores y se rinde ante otros nuevos y degradados; valores menos humanos y más animales. » [27]
La segunda situación posible es la de la
«segmentación de la sociedad en grupos más pequeñas. En esta hipótesis, todos los grupos étnicos, raciales y sexuales luchan unos contra otros. Las naciones se desintegran en grupos regionales, y a su vez esas áreas más pequeñas se dividen en otras menores, según la etnia».[28]
Trist y Emery dicen de esta situación que «aumentan los prejuicios dentro y fuera del grupo a medida que la gente procura simplificar las decisiones. Las líneas naturales que señalaban las divisiones sociales se convierten en barricadas».

La reacción de la sociedad a esta desintegración psicológica y política es el estado fascista de Orwell, modelado en su libro 1984. En él, el «Hermano Mayor» regula las vidas y los conflictos de las personas que componen la sociedad.
«Cada grupo dirigente fomenta un conflicto sin fin contra sus propios súbditos, y el objeto de la guerra no consiste en conquistar el territorio o en evitar que lo conquisten, sino en mantener intacta la estructura de la sociedad.» [29]
La tercera situación posible es la más tensa, pues supone un retroceso y replegarse hacia
«el mundo privado y apartarse de los vínculos sociales que podrían implicar verse envuelto en los asuntos de los demás». [30] 
¿ Hay mucha diferencia entre este grado de disociación y el que vemos hoy en los grupos de personas de entre quince y veinticuatro años? ¿Estamos nosotros muy lejos de este panorama moral y social? Es casi el mismo, ¿verdad? Trist y Emery están convencidos de que los hombres se mostrarán dispuestos a aceptar «la perversa inhumanidad del hombre que caracterizó al nazismo». No necesariamente la estructura del Estado nazi, sino el punto de vista moral de la sociedad nazi.

Para sobrevivir en semejante estado, la gente necesitará crear una religión nueva. Wolfe afirma que
«las antiguas formas religiosas, sobre todo el cristianismo occidental, exigen al hombre que se responsabilice de su prójimo. Las nuevas formas religiosas serán una modalidad de anarquismo místico, una experiencia religiosa muy similar a las prácticas satánicas de los nazis o a las ideas de Carl Jung». [31] 
Ésta es la «Nueva Era», la «Era de Acuario» que predicaban Tavistock y la Escuela de Fráncfort, con sus sectas religiosas místicas y orientales que llevaban a los conversos jóvenes, con el cerebro lavado, a abrazar esta degeneración. Una vez más, es la televisión la que proporciona el «pegamento social» que adhiere la mentalidad de la población a las nuevas formas de religión.

LO QUE DICE LA PRENSA

La mayoría de los estadounidenses y de los europeos está convencida de que existe algo llamado «prensa libre», una de las áreas clave para lavar el cerebro a la población. La mayoría de los estadounidenses y de los europeos se informa de lo que ocurre en el mundo a través de la televisión controlada por el Estado, con la idea errónea de que los reporteros tienen la misión de servir al público. De hecho, los reporteros no sirven al público. Los reporteros son asalariados que sirven a los propietarios de los medios, cuyas acciones cotizan en Wall Street.

De entre las seis y ocho horas al día que dedican los estadounidenses a ver la televisión [32], pasan una o dos, por ejemplo, viendo informativos o programas de actualidad asociados a los informativos. El Control de los medios de comunicación hace mucho que constituye un objetivo a largo plazo de la élite del mundo. En febrero de 1917, el congresista Oscar Callaway presentó un informe que consta en las Actas del Congreso en el que describía los orígenes de lo que él llamaba la «combinación de los periódicos». Según dicho informe, entre la banca J. P. Morgan y sus aliados
«tenían doce hombres en el mundo de la prensa escrita, de los cuales se servían para seleccionar los periódicos más influyentes de Estados Unidos y el número suficiente de ellos para controlar de modo general la política de la prensa diaria de Estados Unidos». 
Hoy en día, el New Media Monopoly calcula en cinco el número de empresas que controlan el Cuarto Poder de ese país. En su número de agosto/septiembre de 1993, la prestigiosa revista holandesa Exposure reveló varios detalles inquietantes acerca de cómo el Instituto Tavistock de Análisis de la Conducta tenía pensado controlar las juntas directivas de las tres cadenas de televisión más importantes y más prestigiosas de Estados Unidos: la NBC, la CBS y la ABC. Estas tres cadenas habían salido de la Radio Corporation of America (RCA). Estas organizaciones e instituciones que teóricamente «compiten» entre sí —esto forma parte de la «independencia» que garantiza que los estadounidenses puedan disfrutar de noticias no sesgadas— de hecho están muy interrelacionadas y vinculadas a incontables empresas y bancos, hasta el punto de que resulta casi imposible separar unos de otros. [33]

Los grandes medios de comunicación estadounidenses son parte integrante de las altas esferas de la economía y están vinculados a Wall Street, a centros de investigación de Washington, al Club Bilderberg y al CFR; y a través de éstos al principal centro de lavado de cerebro de todo el mundo, el Instituto Tavistock.

El CFR es
«el principal centro de investigación de Estados Unidos dedicado a la política exterior y una de las instituciones cruciales que reúne a las élites estadounidenses de todos los sectores importantes de la sociedad (los medios de comunicación, la banca, el mundo académico, los militares, la inteligencia, la diplomacia, las grandes empresas, las ONG, las organizaciones de ciudadanos, etcétera) a fin de que trabajen juntos para alcanzar consensos en temas de la máxima importancia para los intereses imperiales de Estados Unidos en todo el mundo. Como tal, el CFR suele fijar la estrategia de las políticas de Estados Unidos y ejerce una influencia enorme en los círculos políticos, cuyos integrantes principales provienen a menudo y casi siempre de las filas del propio CFR». [34]
Sir Winston Lord, antiguo presidente del CFR, hizo una observación interesante cuando dijo que «la Comisión Trilateral no gobierna el mundo en secreto. Eso lo hace el Council on Foreign Relations». [35]

CAMPAÑA DE PROPAGANDA

Incluso en la era de internet, de los blogs y de otros inventos de nueva generación para difundir información a las masas, el Times y el Post, ambas empresas del Bilderberg y del CFR, marcan la pauta de la mayoría de lo que aparece en la prensa, pues definen temas y fijan los límites de la opinión «respetable».

Estudiemos por ejemplo el caso de Sudán o de Libia para ilustrar cómo hacen los periodistas de las clases dirigentes para «ayudar a diseñar» la política extranjera mediante el uso de una descarada campaña de propaganda.
«Saturación de informaciones procedentes de una región en crisis; llamadas de emergencia de petición de auxilio a través de los medios de comunicación electrónicos (como el emitido recientemente por la PBS, dirigida por el CFR); imágenes de refugiados en televisión (como las emitidas recientemente por la Fox y la CNN, dirigidas por el CFR); morbosos relatos de "violaciones en masa", sin duda diseñados para excitar, a la vez que provocar indignación; evocaciones en tono de reproche del genocidio de Ruanda; demandas de que hay que hacer algo
(«¿ Cómo podemos quedarnos de brazos cruzados?", etcétera); editoriales (en The New York Times, The Washington Post, Newsweek, la revista Time, dirigidos por el CFR), y en la revista Foreign Policy (propiedad del CFR), con artículos de opinión muy sesgados de Zbigniew Brzezinski, miembro del CFR y del Bilderberg, que pide regresar a la época del benévolo imperialismo de Rudyard Kipling; y por último el anuncio de que efectivamente se están haciendo planes para una intervención.» [36]
Ahora vamos a encender la televisión para ver con nuestros propios ojos cómo se preparan las noticias para que las consuma el público. Todas las «piezas informativas» se transmiten en fragmentos breves que no duran más de treinta segundos. Una noticia importante puede durar hasta un minuto o un minuto y medio. Imágenes comentadas. Entrevistas cortas, compuestas por lo general por unas cuantas frases, unos cuantos fragmentos inconexos. El segmento medio, de treinta minutos, puede contener hasta cuarenta ítems informativos, presentados uno detrás de otro. Después se pasa a los deportes, el tiempo, el mundo del espectáculo y unas pocas bromas ociosas entre los presentadores. Pero ¿estamos presenciando sucesos reales del mundo real? ¿Así es como se ven in situ los complejos hechos que ocurren en el mundo? ¿Libia embutida en una noticia de treinta segundos? ¿Los dos mil años de historia de Afganistán comprimidos en una entrevista de 45 segundos diseccionada en tres fragmentos más breves, cada uno formado por tres frases de seis palabras? ¿No será más bien una imagen gravemente distorsionada, que el locutor cuenta como si se tratara de la realidad?

Teniendo en cuenta la manera en que se dan las noticias, ¿usted consigue alguna vez reflexionar detenidamente acerca de alguna de ellas? Pues no. En vez de eso, usted ve el informativo y se limita a absorber la información en el formato en que se la presentan. ¿Se sorprendería entonces si yo le dijera que pasadas dos horas la mayoría de los espectadores sólo recuerda un vago resumen de lo que ha visto? Oriente Próximo está que arde. En no sé dónde han asesinado a más civiles. Las inundaciones han arrasado un montón de kilómetros cuadrados en... Sí, hombre, dónde era... La economía europea está débil y hay otro país más que solicita un rescate. En Japón ha habido un terremoto y de forma milagrosa una persona ha sobrevivido nueve días enterrada bajo los escombros. ¡Increíble! ¡Genial! ¡Esa persona debería ir al programa de Oprah Winfrey! ¡Hola, mamá, estoy en la tele!
«Incluso las imágenes en directo de accidentes de tráfico, asesinatos de pandillas callejeras, violaciones, desastres naturales, guerras y atentados terroristas se ofrecen después de haber llevado a cabo cuidadosos estudios en las divisiones de neurología de las principales facultades de Medicina. En las últimas décadas, los expertos en guerra psicológica han desvelado una nueva seudociencia denominada "victimología", desarrollada por el Instituto Tavistock de Londres, que se basa en la teoría de que se puede causar un trauma a las personas exponiéndolas a imágenes de extrema violencia.» [37]
Lonnie Wolfe, en su trabajo de investigación emítido por televisión, explica que este tipo de lavado de cerebro se llama
«retención selectiva. La televisión hace que la gente deje de ser crítica porque la combinación de imágenes y de sonidos la sitúa en un estado como de ensoñación, que limita su capacidad cognitiva.» [38]
Si usted tuviera que hacer un resumen de las noticias, ¿qué diría? Que vivimos en una sociedad violenta y degradada. Es decir, tiene una visión degradada del ser humano, que parece un animal, mata, asesina y viola a personas inocentes en todo el mundo. Imagen secundaria: desastre económico, miedo y desesperanza. «Ésta es, pues, la imagen del hombre y de su entorno que nos ha quedado grabada en el cerebro.» [39] Y digo grabado porque no hemos utilizado ningún proceso cognitivo para llegar a conocer lo que ha sucedido de verdad.

Hal Becker, del Futures Group, afirma que, mediante el control de la programación de las noticias que se dan por televisión, él es capaz de crear opinión pública manipulando nuestra manera de pensar y de actuar.
«Los estadounidenses creen que están gobernados por unos burócratas de Washington que hacen las leyes y reparten dinero. Qué equivocados están. Los estadounidenses están gobernados por sus prejuicios, y sus prejuicios están condicionados por la opinión pública [ ... ] Creemos que nosotros lo decidimos todo. Somos muy engreídos. La que decide por nosotros es la opinión pública. Incide en nuestro instinto gregario, como si fuéramos animales asustados.»
Pero hay una diferencia muy grande entre un animal y un hombre. La diferencia radica en que nosotros buscamos eternamente la Verdad y el significado de la vida. La Verdad reside siempre en el intelecto superior y en los poderes creativos de la mente humana. Así que es un problema moral, un problema del destino de la humanidad que de ningún modo puede resolver un animal. Cada generación debe avanzar un poco más que la generación que la precede. Y esa esperanza, la de que ocurra así, debería ser lo que sintiera una persona que está a punto de morir de vieja: la idea de que su vida ha servido para algo, porque ha puesto los cimientos para una vida mejor que la que ha conocido ella.

Por otro lado, las personas como Freud, Bertrand Russell, Eric Trist, Emery, Adorno, que están convencidas de que no existe una diferencia significativa entre los animales y el hombre, deben negar la existencia y la pertinencia de una Verdad eterna y nuestra búsqueda del significado de la vida, para volver a todos los hombres moralmente locos.
«La televisión, con la abrumadora presencia que tiene en nuestra vida, crea la opinión pública y al mismo tiempo la valida.» [40] 
¿ Cómo se hace eso, exactamente? Se debe a que nuestra identidad, gracias a la televisión, se modela según lo que piensan los demás:
«un deseo constante e infinito de actuar como creemos que quieren que actuemos los demás». [41]
Por ejemplo, según la última encuesta realizada por Gailup, «América dice NO a las drogas», anuncia sonriente un joven periodista de la CNN. ¿Es cierto eso? ¿Se supone que tenemos que creernos esta tontería sólo porque lo diga una encuesta? ¿ O porque lo diga la CNN? Tal como dice Becker:
«dentro de esa caja está el mundo. Y lo tenemos todas las noches. Bueno, en realidad mucho más: entre seis y ocho horas al día».
En cierto sentido, los medios «informativos» por lo general cuentan una sola historia: la saga del Gobierno «salvador». En relación con casi todos los temas que quepa imaginar, ya sean nacionales o internacionales, las noticias están diseñadas para animar -a los lectores y a los espectadores a que vean la intervención del Gobierno como solución. Es decir, los medios de comunicación más importantes son culpables de ejercer de cómplices voluntarios del deseo de controlar el mundo de las élites del poder. Porque, para controlar el mundo, las élites del poder deben conquistar la mente del público. Y, como nos recuerda Walter Lippmann: «Las noticias y la verdad no son la misma cosa...»
WIKILEAKS Y EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Vamos a echar una ojeada a un ejemplo muy reciente de manipulación de los medios de comunicación. Wikileaks se fundó en diciembre de 2006. Cosa extraña, dado que supuestamente era un sitio de «filtración» (leak) de información; un sitio disidente. De inmediato recibió una atención enorme por parte de medios como el Washington Post y la revista Time. El artículo aparecido en ésta es curioso, porque da la impresión de que de golpe y porrazo nos estaban diciendo cómo teníamos que interpretar Wikileaks; de una forma que recordaba extrañamente a George W. Bush justo después del 11 de Septiembre...
«Para el mes de marzo estarán disponibles en la red más de un millón de documentos filtrados de gobiernos y grandes empresas de Asia, Oriente Próximo, el África subsahariana y el antiguo bloque de la Unión Soviética, gracias a un audaz experimento colectivo de tirar de la manta. Siempre, claro está, que uno no acepte ninguna de las teorías de conspiraciones que afirman que Wileileaks.org podría ser una tapadera de la CIA o de algún otro organismo de inteligencia. » [42]
Hagamos memoria y leamos con atención. Este artículo se escribió antes de la primera gran «filtración» de Wikileaks, que, según el artículo, iba a tener lugar en marzo de 2007. Entonces, ¿por qué iba a mencionarlos la revista Time, si todavía no habían hecho nada? ¿Por qué iban a arriesgarse de aquel modo, a no ser, naturalmente, que supieran algo que no sabíamos nosotros? Además, que no se nos pase esta deliciosa ironía: aquí tenemos a la revista Time cantando las alabanzas de un supuesto sitio dedicado a revelar «filtraciones» que supuestamente van a dejar al descubierto toda clase de «teorías de conspiraciones», y al mismo tiempo diciendo a sus lectores que NO crean esas tontas «teorías de conspiraciones», que circulan sobre el sitio. Mientras nos creamos las teorías de conspiraciones «convenientes», no nos pasará nada. Ahora, lea el fragmento siguiente, extraído de la misma revista:
«En vez de un par de especialistas del mundo académico, Wikileaks pondrá un foro a disposición de todo el planeta para que se examine sin piedad cualquier documento y se evalúe su credibilidad, plausibilidad, veracidad y la posibilidad de que se trate de documentos falsificados», escriben sus organizadores en la página FAQ del sitio. [43] 
«Podrán interpretar documentos y explicarle al público el grado de importancia que tienen. Si hay un documento filtrado del Gobierno de China, toda la comunidad de disidentes de China podrá escrutarlo y debatirlo libremente ...» [44]
¿No suena esto a un artículo de propaganda de relaciones públicas escrito por los chicos de Madison Avenue? Suena a «manual del usuario» de Wikileaks. Por favor, tenga conciencia de que le están diciendo lo que debe pensar y cómo debe interpretar la información. Como es natural, para poder interpretarla «correctamente» ha de tener la mentalidad adecuada. Pero para inocular en el confiado público la mentalidad adecuada, Wikileaks necesitaba la bendición oficial de las publicaciones de los grandes medios de comunicación. Sin el respaldo del público, este pequeño proyecto parecía estar condenado a fracasar incluso antes de haber despegado. ¿Por eso han sentado al relaciones públicas de Rupert Murdoch en el consejo de administración de Wikileaks? ¿Por esa razón la revista Time y el Washington Post tenían que sacar artículos de apoyo a Wikileaks antes de que nadie supiera de quiénes se trataba?

Por favor, piense que las noticias que aparecen en los medios de comunicación de masas limitan su comprensión del mundo, precisamente por lo que deciden no revelar.




Continúa aquí.

NOTAS

22.Lonnie Woffe, «Turn off your TV», New Federalist, 1997.
23.Lyndon LaRouche, «Star Wars and Littleton», EIR, junio de 1999.
24.Theodore W. Adorno et al., The Authoritarian Personality, Harper, Nueva York, 1950.
25.John Quinn, NewsHawle, 10 de octubre de 1999.
26. K. Lewin, «Time Perspective and Morale», en G. Watson, ed., Civilian Morale, segundo anuario de SPSSL, Houghton Mifflin, Boston, 1942.
27.Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federalist, 1997.
28.Ibid.
29.George Orwell, 1984, Signet Books, Nueva York, 1961.
30.Ibid.
31.«Turn off your TV», Lonnie Wolfe, New Federalist, p. 14, 1997.
32. http://www. census.gov/newsroom/releases/archiveslfacts_forjeatures_special_editions/cbO8-ffseo3. html
33.La NBC, por ejemplo. La NBC estuvo afiliada a la RCA, un conglomerado de medios de comunicación, y en la actualidad es una filial de la General Electric, controlada por la Banca Morgan. En el consejo de dirección de la RCA se sienta Thorton Bradshaw, presidente de Atlantic Richfield Oil y miembro del World Wildlife Fund [Fondo Mundial para la Vida Salvaje], del Club de Roma, del Instituto de Estudios Humanísticos de Aspen y del Council on Foreign Relations. Es también presidente de la NBC.

El Council on Foreign Relations forma parte del Royal Institute for International Affairs , el RIJA, una organización pantalla del grupo de la Mesa Redonda, «surgido de una sociedad secreta creada por el magnate británico Cecil Rhodes con el fin de unificar el mundo —empezando por los dominios en los que se habla
inglés— bajo un grupo de personas "iluminadas" como él mismo» (Quigley, Tragedia y esperanza). Esta organización pantalla, el Royal Institute for International Affairs, contaba, como núcleo de cada área, con el grupo de la Mesa Redonda, un grupo clandestino. En Nueva York se lo conocía como el Council on
Foreign Relations. Sin embargo, el papel más legendario de la RCA fue el servicio que prestó a la inteligencia británica durante la Segunda Guerra Mundial. Cabe destacar en particular el detalle de que su presidente, David Sarnoff, se trasladó a vivir a Londres al mismo tiempo que sir William Stephenson (famoso por su intrepidez) se mudó al edificio que tenía la RCA en Nueva York. En la actualidad, el consejo de dirección de la RCA está compuesto por figuras de las altas esferas estadounidenses y británicas pertenecientes a otras organizaciones, como el CFR, la OTAN, el Club de Roma, la Comisión Trilateral (TC), Bilderberg, la Mesa Redonda, etcétera.

Entre los consejeros de la NBC nombrados en el artículo de Exposure se encontraban John Brademas (CFR, TC, Bilderberg), consejero de la Fundación Rockefeller; Peter G. Peterson (CFR), antiguo jefe de Kuhn, Loeb & Co.(Rothschild) y ex secretario de Comercio de Estados Unidos; Robert Cizik, presidente de la RCA y del First City Bancorp, entidad identificada en una declaración ante el Congreso como un banco de Rothschild. Está claro que la junta directiva de la NBC está considerablemente influida por la troika Rockefeller-Rothschild-Morgan, principales exponentes de la Empresa Mundial, S.A.

ABC es propiedad de la Disney Corporation. Tiene 153 emisoras de televisión. El Chase Manhattan Bank controla el 6,7 por ciento del capital de ABC, lo bastante para poder manejarla. El Chase, por medio de su departamento de administración de bienes, controla el 14 por ciento de la CBS y el 4,5 por ciento de la RCA. En lugar de tener tres cadenas que compiten entre sí, NBC, CBS y ABC, tenemos la Compañía de Teledifusión de Rockefeller, el Sistema de Teledifusión de Rockefeller y el Consorcio de Teledifusión de Rockefeller.
Al consejo de administración de la ABC pertenecen Ray Adam, consejero de J. P. Morgan, Metropolitan Life (Morgan) y Morgan Guarantee Trust; Frank Cary, presidente de IBM y consejero de J. P. Morgan y del Morgan Guarantee Trust; John T. Connor (CFR) del bufete de abogados Kuhn, Loeb (Rothschild); George Jenkins, presidente de Metropolitan Life (Morgan) y de Citibank (conexión con Rothschild); Martin J. Schwab, consejero de Manufactures Hanover (Rothschild).

¿No resulta extraño que los mismos Rockefeller-Rothschild-Morgan que forman parte de la junta directiva de la ABC, la cual, como hemos dicho, es independiente de la NBC, aparenten competir entre ellos?

La ABC fue adquirida por Cities Communication, cuyo consejero más prominente es Robert Roose (CFR, Bilderberg), socio mayoritario de Brown Brothers Harriman, una empresa que guarda estrecha relación con el Banco de Inglaterra. A Roose y David Rockefeller se les atribuye el haber escogido a Paul Volcker para que dirigiera la Junta de la Reserva Federal. La selección de Volcker formaba parte del plan que tenía Tavistock de crear una permanente turbulencia social, como el Proyecto del CFR de los años ochenta y SU «desintegración controlada» de la economía de Estados Unidos, un hundimiento planificado, llevado a cabo por Volcker y su política de elevados tipos de interés, que puso en práctica entre los años 1979 y 1982.

La CBS es propiedad de Viacom, que posee más de doscientas filiales de televisión y 255 de radio por todo el país. Este gigantesco conglomerado de medios de comunicación es dueño, entre otras empresas, de la MTV, Showtime, VH1, TNN, CMT, 39 emisoras de televisión, 184 emisoras de radio y Paramount Pictures. El fundador de la CBS, William Paley, recibió entrenamiento en técnicas de lavado de cerebro colectivo en el Instituto Tavistock, Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando era agente de inteligencia de Estados Unidos.

La expansión económica de la CBS fue supervisada durante mucho tiempo por Brown Brothers Harriman y su socio mayoritario Prescott Bush (padre y abuelo de presidentes), que fue miembro del consejo de la CBS. Entre otros miembros se encuentran el presidente, Paley, para quien Prescott Bush revisó personalmente el dinero para comprar la empresa; Harold Brown (CFR), director ejecutivo de la Comisión Trilateral y antiguo secretario de las Fuerzas Aéreas y de Defensa de Estados Unidos; Roswell Gilpatric (CFR, Bilderberg) del bufete Kuhn, Loeb (Rothschild); Henry B. Schnacht, consejero del Chase Manhattan Bank (Rockfeller/Rothschild), CFR, Brookings Institute; Franklin A. Thomas (CFR), jefe de la Fundación Ford, controlada por los Rockefeller; Newton D. Minor (CFR), consejero de la RAND Corporation y, entre otras muchas, de la Fundación Ditchley, estrechamente vinculada al Instituto Tavistock de Londres y al grupo Bilderberg. El antiguo presidente de la CBS, Frank Stanton (CFR), también es miembro del consejo de la Fundación Rockefeller y de la Carnegie Institution. De modo que son las familias Rothschild y Rockefeller las que lideran el sumamente controlado campo de las comunicaciones, junto con el Instituto Tavistock de Londres.

La Fox News, que forma parte de News Corp, con sus concentraciones diarias en Núremberg de adictos a la tele, es propiedad de Rupert Murdoch, dueño de una significativa parte de los medios de comunicación de todo el mundo, entre ellos su publicación principal, el Wall Street Journal, MySpace y los estudios cinematográficos de la 20th Century Fox. El imperio de Murdoch es la principal salida para la propaganda de la guerra perpetua entre los neoconservadores y sus secuaces nazis.

Luego está la Corporation for Public Broadcasting, PBS, supuestamente una institución pública. Según su página web:
«PBS es una empresa de medios de comunicación sin ánimo de lucro, propiedad de las cadenas públicas de televisión del país y operada por las mismas. PBS, una empresa patrimonio de todos, aprovecha el poder de la televisión no comercial, de internet y de otros medios para enriquecer la vida de todos los estadounidenses con programas de calidad y servicios divulgativos que informan, entretienen y dan ejemplo. Llega al 99 por ciento de los hogares estadounidenses donde hay televisión y a un número cada vez más elevado de familias que disponen de tecnología digital multimedia, con lo que su difusión alcanza a unos noventa millones de personas todas las semanas». [www.pbs.org .]

La piedra angular de la programación de la PBS es el informativo de la noche, The News Hour with Jim Lehrer. Sin embargo, Jim Lehrer es miembro del Council on Foreign Relations (CFR).

A lo largo de casi toda su historia, la PBS ha sido financiada por AT&T (una empresa que pertenece al CFR); Archer Daniels Midland, cuyo presidente, Dwayne Andreas, fue miembro de la Comisión Trilateral; PepsiCo (una empresa del CFR), cuyo presidente ejecutivo, Indra Krishnamurti Nooyi, es miembro de
Bilderberg y del Comité Ejecutivo de la Comisión Trilateral; y Smith Barney (empresa del CFR), una de las instituciones financieras más importantes del mundo. Además, Smith Barney está relacionada con Citigroup Inc., .una empresa internacional de servicios financieros, miembro del grupo Bilderberg, del CFR y de la Comisión Trilateral.

Los periodistas que participan en The News Hour with Jim Lehrer están entre los expertos en política más famosos de Estados Unidos, como Paul Gigot, David Gegen, William Kristol y William Safire. Todos ellos son miembros del grupo Bilderberg, del CFR o de la Comisión Trilateral.

¿Sería razonable que sospechásemos que a lo mejor la PBS no es tan imparcial en ciertos temas delicados de interés público, como la crisis constitucional de Estados Unidos prevista por Brzezinski, el futuro de las repúblicas estado-nación y el futuro de la soberanía nacional? ¿Sigue sin estar convencido?
«Las élites de los medios de comunicación de Estados Unidos practican una brutal censura, aunque bien disimulada, con las informaciones, típica de los tiempos de guerra, aunque actualmente ya se reconocen abiertamente los mecanismos de dicho control. John Chancellor, quien fue durante mucho tiempo presentador del informativo de la NBC-TV en su reciente relato autobiográfico de cómo es la vida en un plató de informativos, The News Business [Harper Perennial, Nueva York, 19951, admitió que, a través de estructuras formales como la Associated Press y de "clubs" informales como el neoyorquino Council on Foreign Relations, todos los días se toman decisiones acerca de lo que se va a decir al pueblo americano y de las historias que nunca verán la luz.» [Jeffrey Steinberg, «The Cartelization of the news Industry», The American Almanac, 5 de mayo de 1997.]
David Rockefeller identificó concretamente al New York Times y al Washington Post como órganos clave de la élite del poder. Históricamente, el New York Times, que hace gala de una injustificable seguridad en sí mismo y se designa árbitro de «toda noticia que merezca la pena imprimirse», ha servido a los intereses de la familia Rockefeller durante mucho tiempo. El actual director del New York Times, Arthur Sulzberger júnior, es miembro de! Councíl on Foreign Relations, hijo de Arthur Ochs Sulzberger y nieto de Arthur Hays Sulzberger, que fue miembro de la Fundación Rockefeller. También es miembro del CFR, Ethan Bronner, subdirector de internacional del New York Times, así como Thomas Friedman entre otros. [http://www. cfr.org/about/membership/letter=S]

34.Andrew Gavin Marshall, America's StrategicRepression of the «Arab Awakening» parte 2, globalresearch.ca, 9 de febrero de 2011.
35. Aid & Abet, vol. 2, n.° 2.
36. Laughland, John, «Fil! Fu!! the Mouth of Famine», Scoop Independent News, 29 de julio de 2004.
37.Jeffrey Steinberg, «The Cartelization of the news Industry», TheAmericanAlmanac, 5 de mayo de 1997.
38.Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federalis:, p. 34, 1997.
39.Ibid.
40.Ibid.
41.Ibid.
42. Tracy Samantha Schmidt, «A Wiki for Whistle-Blowers», revista Time, 22 de enero de 2007.
http://www.time.com/time/nation/article/O, 8599,1581189, 00. html#ixzz 1 ExtfiKg4.
43. http://mirror.wiIei1eaks.info/.
44. Tracy Samantha Schmidt, «A Wiki for Whistle-Blowers», revista Time, 22 de enero de 2007.
http://www. time. con/time/nation/article/O, 8599,15811 89,OO.html#ixzzl ExtfiKg4.