JUAN MANUEL DE PRADA
· Reagan, con el visto bueno del Congreso, autorizó el reclutamiento de muyahidines de Arabia Saudí y de otros países
UNA fuente tan autorizada como Hillary Clinton, mamporrera máxima del Nuevo Orden Mundial, nos ha explicado con escalofriante naturalidad cómo se formó Estado Islámico:
«La gente a la que hoy estamos combatiendo la financiamos nosotros veinte años atrás. Y lo hicimos porque estábamos enzarzados en una lucha contra la Unión Soviética, que había invadido Afganistán y amenazaba con obtener el control de la región. Así que nos pusimos manos a la obra. El presidente Reagan, con el visto bueno del Congreso, que a la sazón estaba liderado por los demócratas, autorizó el reclutamiento de muyahidines de Arabia Saudí y de otros países».
Mediante este procedimiento, los Estados Unidos formaron un ejército de unas cincuenta mil alimañas que, en efecto, consiguió expulsar a la Unión Soviética de Afganistán. Entre tales alimañas, andando el tiempo, una alcanzaría fama universal. Se llamaba Bin Laden.
También la llamada cínicamente «guerra civil» siria fue un proceso diseñado por el Nuevo Orden Mundial. Bashar Al Assad se había convertido en un gobernante odioso que plantaba cara a Israel en los Altos del Golán, amparaba una insultante convivencia pacífica entre religiones, mantenía relaciones muy reñidas con Arabia Saudí y demás monarquías sunitas de la zona y, sobre todo, postulaba una alianza económica y política con Irán que amenazaba con alterar el statu quo tutelado por Estados Unidos. Primeramente, se trató de manipular el descontento de los sunitas sirios; pero pronto se comprobó que no tenían fortaleza suficiente para deponer a Al Assad. El siguiente paso consistió en liberar a los sunitas que atestaban las cárceles iraquíes, auténticos perros de la guerra, muy preparados militarmente y con una sed de sangre que podía compensar la flojera de la oposición interna al régimen de Al Assad. Fueron estos sunitas iraquíes los encargados de repetir una operación similar a la que se había llevado a cabo en los años ochenta en Afganistán; por eso la bruja Hilaria vincula esta vileza con la que en su día perpetró Reagan. El actual líder de Estado Islámico, AlBaghdadi, era uno de estos sunitas liberados por los estadounidenses en Irak; y la misma procedencia tienen sus lugartenientes. Estos chacales se encargaron de reclutar mercenarios y muyahidines procedentes de todo el mundo islámico, que penetraban en Siria a través de Turquía, encargada junto con Arabia Saudí de armarlos y adiestrarlos. De su financiación se han encargado religiosamente –como nos acaba de recordar Putin– las naciones que acaudillan el Nuevo Orden Mundial, que a la vez que orquestaban ataques aéreos fingidos se preocupaban de que Estado Islámico mantuviese intactas sus fuentes de aprovisionamiento e ingresos (muy en especial los pozos petrolíferos).
También la llamada cínicamente «guerra civil» siria fue un proceso diseñado por el Nuevo Orden Mundial. Bashar Al Assad se había convertido en un gobernante odioso que plantaba cara a Israel en los Altos del Golán, amparaba una insultante convivencia pacífica entre religiones, mantenía relaciones muy reñidas con Arabia Saudí y demás monarquías sunitas de la zona y, sobre todo, postulaba una alianza económica y política con Irán que amenazaba con alterar el statu quo tutelado por Estados Unidos. Primeramente, se trató de manipular el descontento de los sunitas sirios; pero pronto se comprobó que no tenían fortaleza suficiente para deponer a Al Assad. El siguiente paso consistió en liberar a los sunitas que atestaban las cárceles iraquíes, auténticos perros de la guerra, muy preparados militarmente y con una sed de sangre que podía compensar la flojera de la oposición interna al régimen de Al Assad. Fueron estos sunitas iraquíes los encargados de repetir una operación similar a la que se había llevado a cabo en los años ochenta en Afganistán; por eso la bruja Hilaria vincula esta vileza con la que en su día perpetró Reagan. El actual líder de Estado Islámico, AlBaghdadi, era uno de estos sunitas liberados por los estadounidenses en Irak; y la misma procedencia tienen sus lugartenientes. Estos chacales se encargaron de reclutar mercenarios y muyahidines procedentes de todo el mundo islámico, que penetraban en Siria a través de Turquía, encargada junto con Arabia Saudí de armarlos y adiestrarlos. De su financiación se han encargado religiosamente –como nos acaba de recordar Putin– las naciones que acaudillan el Nuevo Orden Mundial, que a la vez que orquestaban ataques aéreos fingidos se preocupaban de que Estado Islámico mantuviese intactas sus fuentes de aprovisionamiento e ingresos (muy en especial los pozos petrolíferos).
Pero la cooperación de las naciones que acaudillan el Nuevo Orden Mundial con Estado Islámico no se ha detenido ahí. Según acaba de revelar la revista Valeurs Actuelles, el jefe de los servicios secretos franceses, Bernard Squarcini, comunicó al masón Manuel Valls, ministro del Interior, que los servicios secretos sirios tenían localizados a una serie de yihadistas franceses que operaban en Siria y, en cualquier momento, podrían regresar a Francia para diseñar atentados. Squarcini asegura que Valls, como buen mamporrero del Nuevo Orden Mundial, respondió entonces muy petulante que «Francia no intercambia información con el régimen sirio». Esta petulancia podría haber costado la vida de ciento treinta de sus compatriotas; que son, desde luego, muchos menos que los cientos de miles de sirios e iraquíes masacrados por las alimañas de Estado Islámico, armadas y financiadas por estos traidores.
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