Tal como lo vivimos en España, solo se habla del referéndum en Cataluña y las medidas y contramedidas de unos u otros para realizarlo o para impedirlo. No hay más temas en la agenda mediática y política. Esto ya debería dar pistas. Pero también, según parece, a nivel internacional se cree sin casi discusión el discurso sobre la veracidad de las hipótesis separatistas en Cataluña, y mucha gente piensa que esto trata sobre democracia y justicia, que hay un gobierno tiránico que impide votar a una región oprimida. Es muy lamentable ver como en diferentes países se creen realmente que el asunto en Cataluña trata sobre reivindicaciones democráticas populares. Nada más lejos de la realidad. Lo que tenemos es una disputa entre élites económicas, es decir una disputa entre burgueses, entre grupos capitalistas: Los que tienen su base en Barcelona, y los que tienen su base en Madrid. El resto, es puro teatro, y espero dar unas breves e iniciales pinceladas a todos los engranajes de esta teatralidad mediática.
Cuarenta años de cuentismo y teatralidad
Desde la época denominada como “la transición” (1975-1978) tenemos que en la elaboración de la nueva constitución española ya se implantó la semilla de las tan mediatizadas disputas políticas que ahora vemos. Desde el mismo principio de este sistema político, se decía que todos éramos iguales, pero, como en aquella famosa novela, los hay más iguales que otros. Y por un lado se nos mostró e incidió en los territorios de “Cataluña”, “País vasco” y “Galicia (con “Andalucía” a veces) como nacionalidades, mientras que el resto de España (“resto-España”) quedaban regiones sin ninguna identidad. A las supuestas nacionalidades se las privilegiaba desde el principio con más competencias, es decir, con poder económico para sus élites locales y que así se olvidaran del nacionalismo separatista, mientras que a las regiones se les negaban todos esos privilegios y desde aquel entonces se las señala como zonas sin personalidad ni motivos por los que quejarse desde esas mismas élites económicas que escribieron la nueva constitución y las nuevas leyes. Tal fue el reparto. Un elemento que en los medios de comunicación más importantes y los dirigentes de los partidos con más escaños, jamás mencionan, o si lo mencionan es muy lejano y siempre para reencauzarse hacia el enmarcado que han de mantener.
Al principio, se formaron tres comunidades autónomas (Cataluña, País vasco y Galicia) y no pensaban en formar más, pero finalmente y por presiones del PSOE, también metieron a Andalucía en el estrato de los privilegiados, ya que Andalucía era el feudo del PSOE y de hecho lo sigue siendo (lo cual es muy evidente). Pero por motivos que pueden ir desde la envidia entre élites hasta el encubrimiento aparente de estas desigualdades originarias, al final hubo “café para todos”, esto es, comunidades autónomas para todos. Sin embargo, más pareció el reparto de un botín de guerra que la creación de una democracia. Por un lado, anulando la existencia de León como reino y región más que histórico. Por otro lado, despiezando a Castilla en cinco partes (arrancando Santander y Logroño de Castilla la Vieja para contentar a la élite económica de Bilbao, y arrancando a Madrid de Castilla la Nueva para crear un feudo central aparte del entorno castellano). Así mismo, también olvidaron la existencia de Extremadura, y relegaron a Aragón al estatus de patio trasero de las élites capitalistas y partidistas con sedes en Barcelona y Bilbao.
Ante todo el poder
Los años pasaron, y el nuevo sistema empezó a funcionar con regularidad. Las viejas élites se reacomodaron y las nuevas élites también se acomodaron a sus nuevos asientos. Pero las nuevas élites no estaban nunca conformes, y siempre exigían más. Sobre todo las élites en Cataluña y País vasco, principalmente materializadas en los partidos de CiU y PNV, siempre querían más poder. Y el gobierno que hubiera en cada momento, acababa cediendo a las exigencias bajo amenaza de promover el separatismo por parte de esos partidos nacionalistas catalanes y vascos. Tiempo después, también se acababan concediendo esas mismas competencias al resto de comunidades autónomas (como por ejemplo, en temas de impuestos, sanidad, educación, etc.). Con lo cual, la situación se convirtió en un pedir sin parar, y en un conceder parar, sobre todo en el contexto de una minoría relativa en el gobierno de España, pues aquel es el momento en que los partidos nacionalistas separatistas siempre exigen al partido que vaya a hacerse con la presidencia, que el apoyo de esos nacionalistas lo tendrán a cambio de más poder para tales nacionalistas. Y siempre se repite la misma historia. Además, en caso de gobierno en minoría, tenemos este teatro de reclamaciones egoístas cada año por motivo de los presupuestos generales, donde también los nacionalistas separatistas exigían más “cacho” para sí mismos, mientras que no les importó jamás el destino del resto de los españoles.
Inclusive, con la descentralización de la competencia en educación, cada gobierno regional podía decidir qué se estudia en cada comunidad. Y no solo fueron las comunidades gobernadas por partidos nacionalistas las que se lanzaron a la carrera de inventarse su propia historia; sino que en cada comunidad se inventaron su propio relato autonomista, dando una imagen de “ancestralidad” de dichas autonomías.
La educación como piedra angular
Aquí tenemos el punto de partida para algunas de las cosas más ruidosas y distintivas en el tema “catalán” que en punto tan álgido se halla ahora, puesto que su élite económica regional con forma de partidos políticos “democráticos” se han dedicado a inventar un relato histórico a medida de sus pretensiones egoístas y privativas. No les importan los catalanes ni en lo más mínimo. Lo único que les importa es conseguir más dinero a costa de lo que sea.
Así empezaron a tejer –cual costureros– un nuevo relato histórico desde el gobierno autonómico catalán y desde toda la serie de organismos que crearon para acomodar a sus dirigentes y cuadros de partido. De tal manera, empezaron a transformar sucesos históricos en propaganda de lo más retorcida. Por ejemplo, convirtiendo una disputa dinástica del siglo XVIII, la guerra de sucesión de 1701-1714, en una “lucha por la liberación nacional”. Una disputa en que la élite catalana de la época, primero se posicionó mayoritariamente con el pretendiente francés, para luego pasarse al lado austracista (puesto que de nuevo, como en 1640, vieron que de Francia venía férreo centralismo). Finalmente, el pretendiente austriaco fue el perdedor, y sus partidarios de toda España acabaron en Cataluña, pues era lo último que le quedaba a esa facción monárquica. Todo terminó en 1714 con la rendición de los austracistas en Barcelona y su posterior exilio (porque eran partidarios de otro rey) o reinclusión en la élite dirigente local, como es el caso Rafael de Casanova, supuesto dirigente nacionalista catalán tal y como es descrito en las últimas décadas. Parece ser que la disputa ahora está en dilucidar si D. Rafael tenía carnet de CiU o de ERC (aunque esos partidos ni existieran en el siglo XVIII, pero qué importa ya puestos a inventar la historia).
Hablando de invenciones y tergiversaciones de la historia. Como decía anteriormente, existen tales manipulaciones en todas las autonomías, ya que no debemos olvidar que en todas las autonomías gobiernan élites económicas con forma de partidos “democráticos” que tienen exactamente los mismos valores y los mismos jefes. Todos son capitalistas y hacen lo que desde Washington o Bruselas les ordenen. Y en el caso de la comunidad autónoma de “Castilla y León” (que realmente ni es Castilla ni es León), hicieron su día grande de otra supuesta derrota de una lucha popular; es decir, de lo acontecido en 1521 que dio fin a la revuelta comunera. Otro suceso histórico tan retorcido y sacado de contexto que se ha transformado otra disputa medieval clásica por el poder entre un rey y unos nobles, en una lucha popular por derechos democráticos (algunos incluso parecen equiparar comunero a comunista). Suceso similar se da en el caso gallego con las “revueltas irmandiñas”, que también han acabado descontextualizadas y presentadas como una revuelta popular al más puro estilo siglo XX, cuando su origen y motivación es puramente medieval, y de hecho, en la edad media encontramos numerosos ejemplos de revueltas campesinas contra los abusos perpetrados principalmente por los nobles.
Historia de los manipuladores
Todas estas manipulaciones no son fruto espontáneo, ni tampoco son algo inventado por estos dirigentes económicos de nuestro tiempo. Ya quisieran –tal vez– tener el honor de ser “los manipuladores en jefe”, así serían los jefes de algo. Pero ni tan siquiera eso.
El siglo XIX es fundamental para entender la situación actual. Puesto que en Europa occidental fue un tiempo donde la monarquía cambió hacia el parlamentarismo (en algunos casos republicano), y también la burguesía acabó por reemplazar a la nobleza como clase dirigente. En vez de un rey, un presidente; en vez de unos nobles, unos burgueses. La nueva élite política convirtió lo económico en la medida de todas las cosas. Pero también, los burgueses ambicionaban los oropeles de la nobleza, que a pesar de decadente, nadie podía quitarles las viejas historias heroicas y leyendas, que más allá de lo aparente, también servían para justificar la antigüedad de una clase dirigente. En dos palabras, legitimidad histórica.
Los burgueses también empezaron con su carrera por hacerse, o mejor dicho, inventarse los fundamentos de su legitimidad, que debía tener tintes “populares”, ya que habían basado sus demandas (liberalismo) en la lucha contra el poder omnímodo de los reyes y nobles, y habían pugnado por libertades y derechos. Entonces, sus héroes históricos debían cumplir con esos requisitos de ser líderes que desde antiguo lucharon por derechos y libertades del pueblo. Así, los burgueses construyeron su legitimidad histórica, arraigada en sucesos del pasado de los que ellos se hacen herederos. Hay que considerar que la legitimidad histórica es la que aparenta mayor objetividad por provenir de un pasado (cuánto más lejano mejor), donde pretendidamente se hallan lo héroes y sus acciones que dan sentido al presente. Y sobre todo, da la apariencia de que la burguesía defiende una causa justa y popular, aunque en la realidad solo se preocupe por sus negocios y sus intereses, que suponen la explotación en primer lugar de las gentes a las que dicen representar.
En cuanto a su aplicación en España, se ve claramente cómo aquellas premisas decimonónicas se reflejan en el sistema político desde 1978 y cada burguesía local confecciona sus propios relatos épicos con los que justificar que están del lado de la “democracia”, de la “justicia” y sobre todo del “pueblo”.
Estar del lado del pueblo dinero
Concentrándonos en el tema de Cataluña, antes mencionaba que la burguesía se autoproclamaba como la fuerza defensora de la justicia y el pueblo. En el caso catalán tenemos que la burguesía dirigente desde 1977 ha promovido una inmigración siempre creciente hacia Cataluña, principalmente marroquí, aunque en las últimas décadas también se han sumado numerosos pakistaníes, indios, bangladesíes, y otras poblaciones africanas y asiáticas, que principalmente son de religión islámica.
¿Por qué ese afán por promover la inmigración masiva a Cataluña por parte de su élite local? En primer lugar, no se puede perder de vista que es una élite económica, cuyo interés está en acumular riqueza y propiedades, cuyo interés son sus negocios. Así pues, más inmigrantes significan la tenencia de una mano de obra mucho más barata, a la que contratar por más horas y menos sueldo, y además, con menos derechos laborales. Es crucial apuntar como los dirigentes políticos se aprovechan de población inmigrante desesperada, y también se aprovechan de la población española desesperada. La inmigración masiva siempre es una herramienta al servicio del capitalismo. Es más, también los emigrantes españoles son la mano de obra barata en otros países.
Estos dirigentes “catalanes” pensaban, y así lo han demostrado, que esos inmigrantes podían integrarse como “nous catalans”, es decir, nuevos catalanes, nuevos votantes del nacionalismo separatista. Su presencia en las manifestaciones independentistas es muy evidente. Y estos impulsos han llegado tan alto que incluso tenemos un senador de ERC que es de origen indio, el cual, llegó a España en 2005. También cabe mencionar la presencia de otros extranjeros al servicio de la causa separatista, como el actual teniente de alcalde de Barcelona, de origen argentino, o incluso, en otras regiones incluidas dentro del proyecto expansionista del separatismo “catalán”, denominado como “países catalanes”, tenemos en Alaró, isla de Mallorca, a un alcalde guineano separatista.
Estos ejemplos ilustran la manera en que estas élites económicas buscan para sí mismas, y también promueven que otros busquen la atracción y asentamiento de masivas poblaciones inmigrantes, para luego ponerlas al servicio de sus intereses económicos. Como en las invenciones de las manipulaciones históricas, también estos procedimientos son algo que ya existe desde hace décadas en Europa occidental y Norteamérica, donde los medios de comunicación y partidos políticos principales del sistema, exponen que tener un cargo político o un dirigente político inmigrante es algo muy bueno y que da diversidad o “hace justicia”, o también, toda crítica a un político así, siempre tiene “tintes racistas”. No olviden recordar cuando escuchen cosas así, que la distracción es una de las primeras herramientas que tiene el sistema capitalista, y se basan en apariencias para centrar el discurso público donde quieren llevarlo. Y eso siempre es lejos de la realidad y la raíz de las cosas. En este caso, disolución de la identidad de todos los pueblos para su integración en la “sociedad cosmopolita”, donde solo estén los valores del capitalismo (bajo la forma de derechos humanos y democracia) que cambian en función del lugar donde se hallen los intereses; y el uso de “palabras policía” para detener cualquier intento por escapar de las ambiciones de la élite capitalista, con la amenaza de burla y represión mediática e incluso penal.
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