Se termina la partida en Oriente Medio.
Thierry Meyssan.
Thierry Meyssan.
En momentos en que el clamor de los combates no se ha apagado aún en el barrio rebelde de Homs y en que las autoridades de Siria y Líbano no han anunciado su reciente acción, Thierry Meyssan hacía, este lunes 13 de febrero de 2012, un primer balance de las operaciones a través del primer canal de la televisión rusa con informaciones de primera mano que ahora comparte con los lectores de la Red Voltaire.
Hace 11 meses que las potencias occidentales y las monarquías del Golfo se empeñan en desestabilizar la nación siria. Varios miles de mercenarios han sido infiltrados en el país.
Esta operación se presenta al público occidental de forma tendenciosa, como si se tratara de una revolución política ahogada en sangre por una implacable dictadura. Pero no todos se creen esa mentira. La rechazan Rusia, China y los países latinoamericanos miembros del ALBA [Alternativa Bolivariana para las Américas. Nota del Traductor.]. Y es que las experiencias históricas de estos países les han permitido comprender clara y rápidamente el trasfondo de la operación montada contra Siria.
Los rusos recuerdan lo sucedido en Chechenia, los chinos no olvidan los acontecimientos de Xinjiang y los latinoamericanos tienen muy presente las guerras sucias contra Cuba y Nicaragua. En todos esos casos, más allá de las apariencias ideológicas o religiosos, la CIA recurrió a los mismos métodos de desestabilización.
Reclutados por Arabia Saudita y Qatar en los medios extremistas sunnitas, estos elementos armados llegaron a Siria para derrocar al «usurpador alauita» Bachar al-Assad e imponer una dictadura de inspiración wahhabita. Cuentan con el más moderno equipamiento militar, incluyendo equipos de visión nocturna, centrales de comunicación y robots para el combate urbano. El apoyo encubierto que les proporcionan las potencias de la OTAN les garantiza además acceso a datos indispensables en materia de inteligencia militar, como imágenes satelitales de los desplazamientos de las tropas sirias e intercepciones de las comunicaciones telefónicas.
Grupo de opositores al gobierno sirio pertenecientes al nebuloso grupo que se ha dado en llamar “ejército sirio libre”.
Lo que más sorprendente resulta en esta situación es ver cómo los medios de prensa occidentales se autoconvencen de que los salafistas, los wahhabitas y los elementos armados de Al-Qaeda son individuos amantes de la democracia, a pesar de que siguen utilizando los canales de televisión vía satélite de Qatar y Arabia Saudita para lanzar constantes llamados a degollar a los herejes alauitas y a los observadores de la Liga Árabe.
No importa que Abdelhakim Belhaj (número 2 en la jerarquía de Al-Qaeda desde la muerte oficialmente proclamada de Osama ben Laden) llame a desencadenar la yihad en Siria. La prensa occidental sigue tratando de imponer su romántica versión de la supuesta revolución liberal.
Lo más ridículo es oír como, al hacerse eco de los informes del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos sobre los crímenes del régimen y sus víctimas, los medios occidentales siguen divulgando servilmente las acusaciones cotidianas que profiere la rama siria de la Hermandad Musulmana. ¿Desde cuándo esa hermandad de golpistas se interesa por la defensa de los derechos humanos?
Ayman Al-Zawahiri, principal jefe de Al-Qaeda desde el anuncio oficial de la muerte de Osama ben Laden, ha lanzado un llamado a hacer la yihad junto a los occidentales en aras de derrocar al régimen baasista sirio.
Sólo bastó que los servicios secretos occidentales sacaran del sombrero un títere llamado «Consejo Nacional Sirio», con un sociólogo de la parisina universidad de la Sorbona como presidente y con una portavoz que no es más que la amante de un ex jefe de la DGSE [Dirección General de la Seguridad Exterior, la agencia de inteligencia de Francia. NdT.], para convertir a los «terroristas» en «demócratas».
Como por arte de magia, la mentira se convierte así en una verdad mediática. Las personas secuestradas, mutiladas y asesinadas por la Legión Wahhabita se convierten, por obra y gracia de la prensa, en víctimas del tirano, mientras que los jóvenes sirios de todas las confesiones que sirven en el ejército nacional para defender su país de la agresión sectaria son presentados como soldados alauitas que oprimen a su propio pueblo.
La desestabilización de Siria por parte de fuerzas extranjeras se convirtió a su vez en un episodio de la llamada «primavera árabe». El emir de Qatar y el rey de Arabia Saudita, dos monarcas absolutistas que nunca han organizado elecciones en sus propios países y que no vacilan en encarcelar a todo el que protesta contra sus regímenes, se convirtieron a su vez en defensores de la revolución y de la democracia.
Francia, el Reino Unido y Estados Unidos, países que acaban de asesinar a 160.000 libios en violación del mandato que el Consejo de Seguridad de la ONU les había otorgado, se transformaron por su parte en filántropos protectores de la población civil, etc., etc., etc.
El doble veto ruso y chino del 4 de febrero de 2012 representa el fin de la guerra de baja intensidad que la prensa occidental y la del Golfo habían venido enmascarando con su campaña mediática. La OTAN y sus aliados han recibido una clara advertencia de que deben cesar las hostilidades y retirarse si no quieren tener que asumir una verdadera guerra de carácter regional, o incluso mundial.
El presidente sirio Bachar al-Assad recibe en Damasco al ministro ruso de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov el 7 de febrero de 2012.
El 7 de febrero llegó a Damasco una importante delegación rusa que incluía entre sus miembros a los más altos responsables de la inteligencia rusa, delegación que recibió una cálida acogida dispensada por una multitud entusiasta, segura de que el regreso de Rusia a la escena internacional significa el fin de la pesadilla.
La capital siria y Alepo –la segunda ciudad siria en importancia– se vistieron de blanco, azul y rojo y sus habitantes desfilaron por las calles portando banderolas en ruso. En el palacio presidencial, la delegación rusa se reunió con las de otros países, esencialmente de Turquía, Irán y Líbano.
Se procedió entonces a la conclusión de una serie de acuerdos con vistas al restablecimiento de la paz. Siria aceptó proceder a la entrega de 49 instructores militares que habían sido hechos prisioneros por el ejército nacional.
Turquía intercedió para lograr la liberación de los ingenieros y los peregrinos iraníes secuestrados, incluyendo a los que se encontraban en manos de los franceses (y de paso fue eliminado el teniente Tlass, quien mantenía secuestrados a los ingenieros iraníes por cuenta de la DGSE). Turquía puso fin a toda forma de apoyo al «Ejército Sirio Libre», cerró sus instalaciones en suelo turco (con excepción de la que se encuentra en la base que posee la OTAN en Incirlik) y entregó a su jefe, el coronel Rifat al-Assad.
En su papel de garante de la aplicación de dichos acuerdos, Rusia fue autorizada a reactivar la antigua base soviética de intercepción del monte Qassium.
Al día siguiente, el Departamento de Estado estadounidense informó a la oposición siria en el exilio que no debe contar en lo adelante con la ayuda militar de Estados Unidos.
Al darse cuenta de que han traicionado a su país sin obtener nada a cambio, los miembros del Consejo Nacional Sirio se han lanzado ahora a la búsqueda de nuevos padrinos. Uno de ellos llegó incluso a escribirle a Benjamin Netanyahu pidiéndole que invada Siria.
Despliegue del ejército libanés en el marco de la operación emprendida en el norte de su país.
Al cabo de un periodo de 2 días, plazo imprescindible para la aplicación de estos acuerdos, el ejército nacional de Siria se lanzó al asalto de las bases de la Legión Wahhabita.
En el norte del Líbano, cuyo ejército también emprendió una ofensiva contra la Legión Wahhabita, un gigantesco arsenal fue confiscado en la región libanesa de Trípoli y 4 oficiales occidentales fueron hechos prisioneros, en la zona de Akkar, en una antigua escuela de la UNRWA convertida en cuartel general militar.
En Siria, el general Assef Chawkat dirigió personalmente las operaciones. Al menos 1.500 elementos armados han sido capturados, entre ellos un coronel del servicio técnico de la DGSE, y más de mil personas resultaron muertas. No ha sido posible determinar, por el momento, cuántas de las víctimas mortales son mercenarios extranjeros, sirios que colaboraban con las fuerzas extranjeras o civiles atrapados en una ciudad en guerra.
Líbano y Siria han restablecido su soberanía en sus territorios nacionales.
Algunos intelectuales polemizan ahora sobre si Vladimir Putin ha cometido un error al proteger a Siria arriesgándose a tener que enfrentar una crisis diplomática con Estados Unidos. Se trata de una cuestión mal planteada.
Al reconstruir su potencial a lo largo de todos estos años y consolidar ahora su posición en la escena internacional, Moscú pone fin a dos décadas de un orden mundial unipolar que permitía a Washington seguir extendiendo su propia hegemonía hasta alcanzar una dominación global. La alternativa planteada no era aliarse a la pequeña Siria o aliarse al poderoso Estados Unidos, sino permitir que la primera potencia mundial procediera a la destrucción de un Estado más o modificar la correlación de fuerzas y crear un orden internacional más justo en el que Rusia podrá desempeñar un papel.
Thierry Meyssan
Fuentes
Komsomolskaïa Pravda http://www.voltairenet.org/_Komsomolskaia-Pravda-Federation-de_?lang=es
http://www.voltairenet.org/Se-termina-la-partida-en-el-Medio
El doble veto prohíbe la guerra imperial contra Siria
El CCG y la OTAN pierden su liderazgo
Thierry Meyssan
Contrariamente a lo sucedido en el momento de la agresión contra Irak, Francia no ha defendido los principios del derecho internacional en el caso de Siria sino que se ha unido al bando del imperio y repite sus mentiras.Junto a Estados Unidos y Gran Bretaña, Francia acaba de sufrir una histórica derrota diplomática, mientras que Rusia y China se convierten en los defensores de la paz y de la soberanía de los pueblos.
La nueva correlación internacional de fuerzas no sólo es resultado de la decadencia de Estados Unidos en el plano militar, sino que demuestra además su creciente desprestigio. A fin de cuentas, los occidentales acaban de perder el liderazgo que habían logrado acaparar a lo largo del siglo XX, y lo pierden porque se alejaron de la legalidad traicionando sus propios principios.
Su Excelencia Bashar Ja’afari, representante permanente de Siria en la ONU, participa en la 6710ª reunión del Consejo de Seguridad sobre la situación en el Medio Oriente.
Por dos veces, el 4 de octubre de 2011 y el 4 de febrero de 2012, dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU han rechazado proyectos de resolución sobre la situación en Siria. El enfrentamiento se ha producido entre, de un lado, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, del otro, los de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS).
El fin del mundo unipolar
Este veto multiplicado por cuatro sella el final de un periodo de las relaciones internacionales que comenzó con el derrumbe de la Unión Soviética y se caracterizó por el predominio exclusivo de Estados Unidos sobre el resto del mundo.Aunque no significa un regreso al sistema bipolar anterior a esa etapa, ilustra en todo caso el surgimiento de un nuevo modelo cuyos contornos están aún por definir. Ninguno de los proyectos de Nuevo Orden Mundial se ha concretado. Washington y Tel Aviv no han logrado institucionalizar el funcionamiento unipolar que querían imponer como paradigma intangible, mientras que los países BRICS tampoco han logrado crear el sistema multipolar que les hubiese permitido alcanzar el más alto nivel.
Como muy justamente predijera el estratega sirio Imad Fawzi Shueibi, es la crisis siria el elemento que ha cristalizado una nueva correlación de fuerzas y, a partiendo de ella, una redistribución del predominio que nadie había planeado, ni deseado, pero que hoy se impone a todos [1].
De forma retrospectiva, la doctrina de Hillary Clinton de «liderazgo desde la retaguardia» se ve como un intento de Estados Unidos por poner a prueba los límites que ya no puede sobrepasar, pero haciendo recaer la responsabilidad y las consecuencias de su experimento sobre las espaldas de su aliado británico y, sobre todo, de su aliado francés. Son estos últimos quienes asumieron el papel de líderes políticos y militares en el derrocamiento de la Yamahiria Árabe Libia y quienes también han tratado de hacerlo nuevamente para derrocar la República Árabe Siria, aunque actuaban en realidad como vasallos y contratistas del Imperio estadounidense.
Son por lo tanto Londres y París, más que Washington, quienes cargan con el peso de la derrota diplomática y tendrán por consiguiente que sufrir las consecuencias de este revés en términos de pérdida de influencia.
Ante los recientes acontecimientos, los Estados del Tercer Mundo no dejarán de sacar sus conclusiones: quienes tratan de ponerse al servicio de Estados Unidos, como Sadam Husein, o de negociar con el Imperio, como Muammar el-Kadhafi, se exponen en definitiva a acabar siendo ejecutados por las tropas imperiales y sus países podrán ser destruidos.
Por el contrario, sobrevivirán quienes resisten como Bachar al-Assad y saben establecer alianzas con Rusia y China.
Su Excelencia Li Baodong, representante permanente de China en la ONU.
Victoria en el mundo virtual, derrota en el mundo real
El fracaso del CCG y de la OTAN muestra la aparición de una correlación de fuerzas cuya existencia ya muchos sospechaban, pero que nadie había podido comprobar hasta ahora: los occidentales han ganado la guerra mediática, pero han tenido que renunciar a la guerra militar. Parafraseando a Mao Zedong, se han convertido en tigres virtuales.
Durante esta crisis, y aún en este instante, los dirigentes occidentales y los monarcas árabes han logrado embaucar no sólo a sus propios pueblos, sino a gran parte de la opinión pública internacional. Lograron hacer creer que la población siria se había sublevado contra su gobierno y que este último había desatado una sangrienta represión contra esa contestación política.
Sus canales de televisión vía satélite no se limitaron a mostrar imágenes previamente editadas de forma tendenciosa para engañar al público sino que incluso rodaron en estudio imágenes de ficción destinadas a satisfacer las necesidades de su propia propaganda. O sea, el CCG y la OTAN fabricaron y dieron vida mediática, a lo largo de 10 meses, a una revolución que existía únicamente en imágenes mientras que, en el terreno, Siria tenía que enfrentar una guerra de baja intensidad impuesta por elementos armados de la Legión Wahhabita respaldados por la OTAN.
Sin embargo, al utilizar Rusia y China por vez primera su derecho al veto y al anunciar Irán su intención de combatir junto a Siria en caso de necesidad, Estados Unidos y sus vasallos han tenido que admitir que insistir en su proyecto los llevaría a una guerra mundial.
Al cabo de meses de tensión extrema, Estados Unidos ha tenido que admitir que estaba tratando de engañar al mundo y que las cartas de triunfo no estaban en sus manos.
A pesar de un presupuesto militar que sobrepasa los 800.000 millones de dólares, Estados Unidos no es más que un coloso con pies de barro. En efecto, si bien sus fuerzas armadas son capaces de destruir Estados en vías de desarrollo, debilitados de antemano por guerras anteriores o por largos embargos, como en los casos de Serbia, Irak o Libia, lo cierto es que las tropas de Washington no pueden ocupar territorios ni medirse con Estados dotados de capacidad de respuesta y con medios de llevar la guerra al territorio estadounidense.
A pesar de lo que el pasado parece demostrar, Estados Unidos nunca fue una potencia militar realmente significativa. Intervino sólo por poco tiempo en la fase final de la Segunda Guerra Mundial y ante un enemigo ya desgastado por el Ejército Rojo, fue derrotado en Corea del Norte y en Vietnam, no logró controlar absolutamente nada en Afganistán, se vio obligado a huir de Irak por miedo a ser aplastado allí.
Durante las últimas décadas, el Imperio estadounidense ha borrado la realidad humana de sus guerras y ha basado su estrategia comunicacional en crear la impresión de que la guerra es una especie de videojuego.
En eso se basan sus campañas de reclutamiento, así como la formación de sus soldados. Así que hoy dispone de cientos de miles de aficionados a los videojuegos convertidos en soldados.
El resultado es que, al menor contacto con la realidad, sus fuerzas armadas se desmoralizan. Según sus propias estadísticas, la mayoría de sus muertos no caen en cumplimiento del deber sino que se suicidan, mientras que un tercio de su personal en servicio activo padece graves trastornos siquiátricos que lo incapacitan para el combate. El desmedido presupuesto militar del Pentágono no logra compensar sus crecientes carencias en términos humanos.
Su Excelencia Vitaly I. Churkin, representante permanente de la Federación Rusa en la ONU.
Nuevos valores: sinceridad y soberanía
El fracaso de los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo y de la OTAN es también el de sus valores. Se presentaron como defensores de los derechos humanos y de la democracia, cuando en realidad han adoptado la tortura como sistema de gobierno y son en su mayoría contrarios al principio de soberanía popular.
La opinión pública de Occidente y de los países del Golfo carece de información sobre el tema pero el hecho es que Estados Unidos y sus vasallos instauraron, a partir de 2001, una vasta red de cárceles secretas y centros de torturas, incluso en países de la Unión Europea.
Con el pretexto de la guerra contra el terrorismo sembraron el terror, secuestraron y torturaron a más de 80,000 personas.
Durante ese mismo periodo crearon unidades de operaciones especiales dotadas de un presupuesto anual ascendente a 10.000 millones de dólares que ya han cometido asesinatos políticos en por lo menos 75 países, según sus propios informes.
En cuanto a la democracia, Estados Unidos ya ni siquiera se toma el trabajo de ocultar que esa palabra no es, a su entender, «el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo» del que habló Abraham Lincoln sino tan sólo el sometimiento de los pueblos a la voluntad de Washington, como lo han demostrado las declaraciones y guerras del presidente Bush.
En todo caso, la Constitución de ese país niega el principio mismo de soberanía popular y Washington ha suspendido las libertades constitucionales fundamentales instaurando un estado de urgencia permanente a través de la Patriot Act.
En lo que respecta a sus vasallos del Golfo, basta con recordar que se trata de monarquías absolutistas.
Ese modelo, que conjuga descaradamente crímenes a gran escala con discursos humanitarios, es el que acaba de ser derrotado por Rusia y China, dos Estados cuyo balance en materia de derechos humanos –por muy criticable que sea– no deja de ser infinitamente superior al del Consejo de Cooperación del Golfo y la OTAN.
Al recurrir al veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, Moscú y Pekín han asumido en la práctica la defensa de dos principios: el respeto por la verdad, sin la cual la justicia y la paz son imposibles, y el respeto de la soberanía de los pueblos y Estados, sin el cual no es posible forma alguna de democracia.
Ha llegado el momento de luchar por reconstruir la sociedad humana al cabo de un largo periodo de barbarie.
Thierry Meyssan
No hay comentarios:
Publicar un comentario