Un grupo de radicales, barbados y vestidos de negro, surgen del desierto. Se dirigen a Palmira y la emprenden a golpes con el templo de Atenea y sus estatuas. ¿Son terroristas de Estado Islámico en el siglo XXI? No, son fundamentalistas cristianos del siglo IV. Con ese relato del pasado, pero tan evocador hoy, comienza el polémico La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico (Taurus), de Catherine Nixey.
Nixey, hija de dos antiguos religiosos, estudió Historia Clásica en Cambridge, se dedicó a la docencia y ahora trabaja en la sección de cultura de The Times. Esta historiadora reconstruye la destrucción física e intelectual del mundo clásico a manos de los seguidores de Cristo durante los siglos IV y V. Relata con estilo vigoroso cómo el cristianismo comenzó una guerra sin cuartel, ideológica, propagandística y sangrienta para acabar con otras creencias.
El paralelismo de esa imagen de Palmira con la actualidad es evidente…
Te salta a la cara. No puedes leer sobre aquel periodo y no pensar en el momento de fanatismo actual. Como hoy, el fanatismo de aquella época se dio predominantemente en el norte de África y regiones como Siria; destrozaban el patrimonio artístico y lo celebraban. Eso sí, como hoy, algunos de aquellos que iban de santos aprovechaban esos ataques para robar, los celebraban emborrachándose… Aunque luego se blanquearan la piel para parecer más ascéticos. Otros aprovechaban para hacer negocio y revendían esculturas o las fundían para vender el material. Igual que ahora.
Lo de religión perseguida por el imperio, ¿es un mito?
Hubo varios momentos de persecución a los cristianos, es cierto. Pero el cristianismo en aquellos siglos fue mucho más perseguidora que perseguida. Y su persecución fue más salvaje y mucho más efectiva, de hecho. Los romanos no fueron totalmente tolerantes, pero permitieron que el cristianismo permaneciera. Tenemos testimonios que nos muestran a gobernantes imperiales que intentan convencer a los cristianos para que no se dejen matar. No era su propósito. Los cristianos, en cambio, arrasaron el mundo que ellos llamaban pagano.
El primer emperador cristiano, Constantino, y su famoso edicto de Milán, ¿no fueron tan tolerantes como creemos?
El edicto de Milán ocurrió, claro, aunque seguramente no es como nos han hecho creer. Pocos años después, hacia el 330, Constantino ya estaba condenando y ordenando destruir templos y esculturas de quienes no pensaban como él. Los ataques que cometió ahora nos parecerían impensables. Uno de los grandes logros de la Cristiandad fue implantar una idea: que pareciera ridícula que alguien creyera en otros dioses, cómo iban a creer los romanos en Júpiter, ellos no tenían creencias tan arraigadas y por eso no les costó nada abandonarlas… No fue así, lo que hizo Constantino fue una enorme desacralización de las antiguas creencias. Hay gente que lo califica como un tirano con mente de banquero. Me parece una descripción brillante.
Muestra cómo en apenas cien años, los cristianos pasaron de ser un 10% de la población del imperio a ser una gran mayoría. Dice que muchos se convirtieron por miedo…
No digo que no hubiera gente que se convirtiera sinceramente: los cristianos eran muy persuasivos y aquella fe tenía su lado bueno. La religión romana necesitaba de templos, de lugares de culto, porque esa creencias necesitaban de actos, ritos, sacrificios. Si derribas los templos, reduces el número de ceremonias. Luego aprobaban leyes contra los paganos. Y hubo miedo, terror a la violencia contra ellos. Solo tienes que pensar en algunas frases de Agustín de Hipona.
Los obispos, los líderes religiosos, conocían esas prácticas…
Y las instigaban. San Agustín y san Martín decían que era la voluntad de Dios. No veían aquellos templos clásicos, ni siquiera, como algo bonito o estético. Eran obras de Satanás.
También explica que no todos los cristianos eran así de beligerantes… ¿Era un movimiento violento o uno dirigido por radicales cuya importancia era mayor que su número?
Creo que fue más lo segundo, pero realmente no lo sabemos. Es lo que provocó aquella efectiva destrucción. Fue generalizada y se dio en todos los rincones del imperio. No tenemos demasiadas pruebas fiables. Pero eso no era lo importante, ni los mártires o los radicales que destruían templos. Lo relevante fue que lograron volver la ley contra los que no pensaban como ellos. En 70 años ya no hubo marcha atrás. Te podían multar, matar, estabas en contra de la ley del imperio… ¿quién se iba a alzar contra eso?
Fue el triunfo del cristianismo, pero un triunfo con el significado romano de la palabra…
En inglés, y creo que también en español, se ha perdido ese significado completo. Ahora pensamos que es una victoria, sin más. Pero en aquellos tiempos, cuando se hablaba de triunfo se refería a una victoria militar total, violenta, agresiva: significaba que el enemigo había caído. Tiene sentido. Constantino era un militar: no se convirtió al cristianismo por su mensaje de amor, perdón y poner la otra mejilla. Era un asunto estratégico: tendré menos soldados, pero mi dios es más poderoso.
¿La mayor perversión fue cuando poder religioso y político se fusionaron?
Sí, el monoteísmo aprovechó esa situación para imponer su creencia. Antes, en qué creía la gente no era tan importante en el imperio. Cuando esa pregunta se alinea con el interés del estado, se vuelve peligrosa.
¿Este triunfó inoculó en el cristianismo un virus de violencia y autoritarismo?
San Agustín decía algo así: es mejor golpearles, porque les estás haciendo un favor. Les obligas por cualquier método posible a convertirse, porque todo lo que les vayas a infligir en esta vida es una nimiedad con lo que recibirán en la próxima. Si te comparas con la eternidad, ¡qué son cuatro palos! Solo un loco diría que prefiere no salvarse. Y como no se puede demostrar, ¿quién te lo va a rebatir? Y así hasta la Inquisición. Te destruyo para salvarte, ésa es la idea.
Escribe que esta historia de violencia y triunfo es poco conocida, ¿es prueba del poder, aún hoy, de la Iglesia y la religión?
Hasta el siglo XIX la Iglesia era el poder que controlaba la información y el conocimiento, sí. Pero hoy lo que sí perdura es la idea de que el cristianismo es básicamente mejor, o al menos menos mala, que otras creencias. Nadie quiere leer algo que vaya en contra de lo que le dicta el corazón. No es que nadie lo impida a día de hoy, son barreras mentales y personales. Es como que no haya apenas libros sobre las cosas negativas de Winston Churchill. Nadie lo impide, pero probablemente no sería un best seller.
Póngase en el otro lado, ¿el triunfo del cristianismo no tuvo nada positivo?
Por supuesto. Pienso en ese cristianismo en su versión más apaciguada y moderna, el del amor al prójimo, ¡cómo no va a ser eso bueno! Fíjate en la paradoja de los parabolanos: desollaron a Hipatia, pero también daban servicio de lo que llamaríamos hoy ambulancias gratuitas en Alejandría.
El cristianismo también fue maestro en adaptar cosas del mundo clásico…
La filosofía clásica por ejemplo. Los clásicos de la filosofía ahora son los que preservó la Iglesia. De alguna manera, es el ámbar que conserva el insecto. Estamos hablando de intelectuales que odiaban la cultura clásica y aún así la preservaron. Es un hecho bien conocido, aunque quedarnos solo con eso y no con la inmensa destrucción sería demasiado parcial.
También aparece en su libro Juliano el Apóstata, el último emperador que trató de resistirse al cristianismo, un tipo muy curioso…
¿No te encantaría tenerlo de invitado en una cena? Era interesantísimo, expansivo, atrevido… Estaba completamente flipado. Alguien así de excéntrico es difícil que no resulte atractivo. Es el primer híbrido entre pagano y cristiano: trata de recuperar el paganismo, pero ya no es igual. Era una especie de monoteísta pagano: empezaba a sentir cosas cristianas, pero las quiso integrar en el paganismo. Trató de ser muy inclusivo, pero ya no había marcha atrás en ese proceso.
¿La moraleja de su relato para hoy podría ser el peligro de una agresiva minoría que desprecia el mundo anterior y lo transforma completamente?
Sí, y es aterradora. Los discursos de los fanáticos siempre son apasionados, vibrantes, llenos de fuerza… Logran tal destrucción, entonces y ahora. ¿Cómo defiendes el liberalismo ante esos términos? ¿Quién se emociona con la democracia y el liberalismo frente a esos conceptos?
Su madre es una ex monja y su padre un antiguo monje, ¿escribir este libro es un acto de valor personal?
Supongo que sí. Lo que me ha dado mi familia es el poder de sorprenderme ante todo esto. Es una visión muy diferente de la que yo tuve en mi infancia; para mí resultó muy chocante darme cuenta de lo violentos y vehementes que habían sido los cristianos.
Habrá recibido críticas y ataques de la comunidad cristiana…
Sí, aunque está la cosa dividida, por un lado hay cristianos más liberales que les interesa conocer algo desconocido de su historia y luego hay creyentes que se sienten muy ofendidos. Mi suegra, es una mujer católica y fantástica, pero no hablamos de este libro. Nos hacemos los locos. Es como si yo hubiera hecho algo innombrable.
Escribe que el cristianismo madurará y será “una religión más grande y fuerte” cuando admita la violencia y las manipulaciones hechas en su nombre “con fines terribles” ¿Es eso fácil?
No lo sé. Esta mañana, aquí en España, un medio de derechas ha cancelado por sorpresa una entrevista que tenía pactada conmigo. El papa actual parece un tipo estupendo, así que ¿quién sabe?
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