Viene de aquí. En esta segunda parte el interrogatorio versa sobre si habrá ataque o no de Hitler a la URSS y sobre Marx.
R. Hemos convenido que, por ahora, no puede interesar a la Oposición las derrotas y la caída de Stalin, por hallarnos en la imposibilidad física de reemplazarlo. Es en lo que coincidimos ambos. Ahora un hecho indiscutible. El atacante en potencia existe. Ahí está ese gran nihilista, Hitler, apuntando la peligrosa pistola de la Wehrmacht contra todo el horizonte. Queramos o no, ¿disparará contra la URSS?... Convengamos que para nosotros esa es la decisiva incógnita... ¿Estima usted bien planteado el problema?
G. Está bien planteado. Ahora bien: para mí no tiene ya incógnita. Estimo infalible el ataque hitleriano a la URSS.
R. ¿Por qué?
G. Sencillamente porque así lo dispone quien manda en él. Hitler solo es un condotiero del Capitalismo internacional.
R. Le concedo la existencia del peligro; pero de ahí a proclamar como infalible su ataque a la URSS media un abismo.
G. El ataque a la URSS lo determina la esencia misma del fascismo; además, lo impulsan a él todos los estados capitalistas que le han autorizado su rearme y la toma de todas las bases económicas y estratégicas necesarias. Es la evidencia misma.
R. Olvida usted algo muy importanye. El rearme de Hitler y las facilidades e inmunidades que le dieron hasta hoy las naciones de Versalles, fíjese bien, se las dieron en un período singular..., cuando la Oposición aún existía, cuando aún podíamos heredar a un Stalin derrotado...¿Estima el hecho casual o mera coincidencia temporal?...
G. No veo ninguna relación entre que permitieran las potencias de Versalles el rearme alemán y la existencia de la Oposición...La trayectoria del Hitlerismo es una trayectoria clara y lógica en él. El ataque a la URSS se haya de muy antiguo en su programa. La destrucción del Comunismo y la expansión hacia el Este son dogmas en Mi Lucha, ese Talmud del nacional-socialismo..., y que vuestro derrotismo haya querido aprovechar esa conocida amenaza contra la URSS, es natural dada vuestra mentalidad.
R. Sí, todo eso, a primera vista parece lógico y natural, demasiado lógico y natural para que sea verdad.
G. Para que no lo fuera, para que Hitler no nos atacase, deberíamos confiar en la alianza francesa..., y esto sí que sería ingenuidad. Sería tanto como confiar en que el Capitalismo se sacrificaría por salvar al Comunismo,
R. Discurriendo sin más nociones políticas que las propias de un mitin de masas, tiene usted toda la razón. Pero si es usted sincero hablando así, perdóneme, yo estoy decepcionado; creí más elevada la cultura política de la famosa policía estaliniana.
G. El ataque del hitlerismo a la URSS es, además, una necesidad dialéctica; es tanto como elevar al plano internacional la fatal lucha de clases. Junto a Hitler, por necesidad, estará todo el capitalismo mundial.
R. Así, con su dialéctica escolástica, créame, yo me formo una idea más pobre aún sobre la cultura política del estalinismo. Le oigo hablar como podría escuchar Einstein a un alumno de liceo sobre la física cuatridimensional. Veo que solo saben del Marxismo elemental, es decir lo demagógico y popular.
G. Si no es muy larga y oscura su explicación, le agradecería que me revelase algo de esa “relatividad” o “quanta” del marxismo.
R. Nada de ironías, estoy hablando animado del mejor deseo. En ese mismo marxismo elemental, que aún les enseñan en la Universidad estalinista, puede hallar una razón que contradice su tesis sobre la infalibilidad del ataque hitleriano a la URSS. Aún les enseñan como piedra angular del marxismo que la contradicción es la enfermedad incurable y mortal del Capitalismo...¿no es así?
G. En efecto.
R. Y siendo así, aquejado el Capitalismo de la contradicción permanente en lo económico, ¿por qué no la ha de padecer también en lo político?... Lo económico y lo político no son entidades en sí, son estados o dimensiones de la entidad social, y las contradicciones nacen en lo social, repercutiendo en la dimensión económica o política o en ambas a la vez... Sería un absurdo suponer falibilidad en lo económico y, a la vez, una infalibildad en lo político, algo necesario para que sea fatal ese ataque a la URSS que usted cree absolutamente necesario.
G. Entonces usted fía todo a la contradicción, a la fatalidad, al error ineludible que ha de padecer la burguesía que impedirá el ataque de Hitler a la URSS. Yo soy marxista, Rakovski, pero aquí, entre nosotros, sin escandalizar a ningún militante, le digo que, con toda mi fe en Marx, no fiaría yo la existencia de la URSS a una equivocación de sus enemigos..., y creo que Stalin tampoco.
R. Pues yo sí...No, no me mire así, que no me burlo ni estoy loco.
G. Permítame, por lo menos, tener mis dudas, en tanto no me demuestre su afirmación.
R. ¿Ve usted como tenía yo motivo para calificar de mediocre su cultura marxista?... Sus razones y reacciones son las mismas que las de un militante de base.
G. ¿Y no son las verdaderas?
R. Sí, las verdaderas para el pequeño dirigente, el burócrata y la masa. Las convenientes para los que sean luchadores de fila... Ellos las deben creer y repetir al pie de la letra... Escúcheme usted en el terreno confidencial. Con el marxismo sucede igual que con las antiguas religiones esotéricas, sus fieles debían saber solo lo elemental y hasta grosero si se quería suscitar la fe, algo absolutamente necesario, tanto en religión como en Revolución.
G. No querrá usted revelarme ahora un Marxismo misterioso, algo así como una masonería más.
R. No, nada de esoterismos. Al contrario, se lo presentaré con meridiana claridad. El marxismo, antes que sistema filosófico, económico y político, es una conspiración para la Revolución. Al ser la Revolución para nosotros la única realidad absoluta, filosofía, economía y política son verdad en tanto y cuanto llevan a la Revolución. La verdad intrínseca, subjetica llamémosla así, en la filosofía, economía y política y hasta en la moral no existe; será verdad o error en abstracción científica; pero al ser para nosotros subordinadas a la dialéctica de la Revolución -únicamente realidad y, por tanto, la única verdad-, para todo auténtico revolucionario, como lo fue para Marx, ha de ser así, debiendo obrar en consecuencia. Recuerde usted aquella frase de Lenin cuando alguien le dijo como argumento que su intento se oponía a la realidad: “Lo siento por la realidad”, respondió. ¿Cree usted que Lenin dijo una sandez? No, para él, toda realidad, toda verdad, era relativa, frente a la única y absoluta: la Revolución. Marx fue genial. Si su obra solo fuera una crítica profunda del capital, ya sería una labor científica sin par; pero donde alcanza la categoría de obra maestra es como creación irónica. “El comunismo -dice- ha de triunfar, porque le dará el triunfo su enemigo, el capital”. Tal es la tesis magistral de Marx...¿Cabe más grande ironía?... Para ser creído le bastó con despersonalizar a Capitalismo y Comunismo, trasmutando el ente humano en ente de razón, con un arte de prestidigitador maravilloso. Tal fue su ingenioso recurso para decirle a los capitalistas, que son la realidad del Capital, que triunfaría el Comunismo por su congénita idiotez: porque sin idiotez perpetua en el homo economicus, no puede haber en él la contradicción permanente proclamada por Marx. Lograr que el homo sapiens se transmute en homo stultum es poseer un poder mágico, capaz de hacerle descender al hombre en la escala zoológica a su primer peldaño, al de la bestia. Solo dada la existencia del homo stultum en esta época del apogeo del Capitalismo puede Marx formular su axiomática ecuacuón: Contradicción + Tiempo = Comunismo. Créame, cuando nosotros, los iniciados, contemplamos una efigie de Marx, aunque sea la que se ufana sobre la puerta principal de la Lubianza, no podemos reprimir una carcajada interior, y es que Marx nos contagia; le vemos a él reírse de toda la Humanidad tras sus barbazas.
G. ¿Será usted capaz de burlarse del más prestigioso sabio de la época?
R. ¿Burlarme yo?... ¡Si es admiración! Para lograr Marx engañar a tantos hombres de ciencia era necesario que él fuera superior a todos. Ahora bien, para juzgar a Marx en toda su grandeza, debemos contemplar al Marx auténtico, al Marx revolucionario, al del Manifiesto. Es decir, al Marx conspirador, ya que durante su vida la Revolución vivía en estado de conspiración. No en vano, sus avances y victorias ulteriores los debe la Revolución a aquellos conspiradores.
G. ¿Niega usted entonces el proceso dialéctico de las contradicciones del Capitalismo en el triunfo final del Comunismo?
R. Tenga usted la seguridad de que si Marx hubiera creído que la victoria del Comunismo solo llegaría gracias a la contradicción capitalista, jamás hubiera nombrado la contradicción ni una sola vez en los miles de páginas de su obra científico-revolucionaria. Hubiera sido un imperativo categórico de la real naturaleza de Marx, no científica, sino revolucionaria. Un revolucionario, un conspirador, jamás revela él a su adversario el secreto de su triunfo. Jamás le da información; le da desinformación, como usted sabe hacer en la contraconspiración, ¿no es así?
(Continua aquí)
"El Infinito concibió un Deleite sin límite en Sí mismo y surgieron los Mundos y los Universos." "No creas que la luz la crean los soles. Los soles son la concentración física de la Luz, pero el esplendor que concentran está en todas partes". "Al igual que la luz de una estrella alcanza la Tierra centenares de años después de que haya dejado de existir, también el evento que ya ha sucedido en Brahman al principio se manifiesta ahora en nuestra experiencia material." Sri Aurobindo
Solzhenitsyn
“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn
Izquierda-Derecha
El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)
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