Venezuela salvada por Saddam
Venía yo siguiendo a Venezuela desde hacía muchos años. Era el ejemplo clásico del país elevado de la pobreza a la prosperidad gracias al petróleo. Y también un modelo del trastorno que el petróleo fomenta, del desequilibrio entre ricos y pobres, y de nación desvergonzadamente explotada por la corporatocracia. Era el compendio de todos los lugares donde los gángsteres económicos al antiguo estilo, como yo, venían a coincidir con los de la versión corporativa, de nueva escuela.
Los acontecimientos que describía el periódico del día que visité la Zona Cero eran resultado directo de las elecciones de 1998 en que los pobres y los desheredados de Venezuela eligieron presidente a Hugo Chávez por aplastante mayoría.1 Sin pérdida de tiempo, éste instituyó medidas drásticas para controlar la judicatura y otras instituciones, y disolvió el parlamento venezolano. Denunció el «desvergonzado imperialismo» de Estados Unidos, vituperó la globalización, e introdujo una ley de hidrocarburos que recordaba, incluso por el nombre, a la que Jaime Roldós hizo promulgar en Ecuador poco antes de que se estrellase su helicóptero. Esa ley duplicaba los derechos a pagar por las compañías extranjeras del petróleo. A continuación Chávez desafió la tradicional independencia de la estatal Petróleos de Venezuela, reemplazando a los directivos de ésta por personas de su confianza.2
El crudo de Venezuela es imprescindible para muchas economías del mundo. En 2002 este país era el cuarto exportador mundial, y el tercero en importancia de los proveedores de Estados Unidos.3 Con cuarenta mil trabajadores y una facturación anual de 50.000 millones de dólares, Petróleos de Venezuela aporta el 80 por ciento de los ingresos por exportación. Es, con mucho, el factor principal de la economía venezolana.4 Al pasar a controlar esa industria, Chávez se perfilaba como uno de los protagonistas del escenario mundial.
Para muchos venezolanos, esto era un desenlace anunciado, la culminación de un proceso iniciado ochenta años antes. El 14 de diciembre de 1922 brotó de la tierra, cerca de Maracaibo, un gran surtidor de petróleo. Cien mil barriles de crudo saltaron al aire a diario durante tres días seguidos. Y fue este incidente geológico lo que cambió a Venezuela para siempre. En 1930 este país era el primer exportador mundial. Los venezolanos veían en el petróleo la solución de todos sus problemas.
Durante los cuarenta años siguientes, las rentas del petróleo hicieron posible que Venezuela pasara de ser uno de los países más empobrecidos del mundo a uno de los más prósperos de Latinoamérica. Todas las estadísticas vitales mejoraron: las atenciones sanitarias, la educación, el empleo, la longevidad y los índices de supervivencia de recién nacidos. Las empresas prosperaban.
En 1973 los precios del crudo se dispararon por efecto del embargo decretado por la OPEP y el presupuesto nacional venezolano se multiplicó por cuatro. El pistolerismo económico puso manos a la obra. La banca internacional volcó sobre el país empréstitos a raudales con que construir vastas infraestructuras, proyectos industriales, y los rascacielos más altos del hemisferio. En la década de 1980 empezaron a llegar los EHM (gangsters económicos) de la variante corporativa. Era para ellos la gran oportunidad de empezar a practicar el oficio aprendido. Las clases medias venezolanas habían cobrado un tamaño considerable y representaban un mercado abierto para toda clase de productos. Al mismo tiempo, quedaba un sector muy numeroso de pobres dispuestos a trabajar en factorías y maquiladoras.
A continuación se hundieron los precios del crudo y Venezuela no pudo pagar sus deudas. En 1989 el FMI impuso severas medidas de austeridad y Caracas fue presionada para colaborar con la corporatocracia de otras muchas maneras. La reacción venezolana fue violenta. En los disturbios murieron más de doscientas personas. Atrás quedaba la ilusión del petróleo como manantial inagotable de riqueza. Entre 1978 y 2003, la renta venezolana per cápita cayó más de un 40 por ciento.5
A medida que cundía la pobreza se intensificó el resentimiento. Se registró una polarización de la sociedad, con enfrentamientos entre las clases medias y los pobres. Como tantas veces ha ocurrido en los países cuya economía depende de la producción petrolífera, hubo un cambio radical de los equilibrios demográficos. La contracción de la economía perjudicó a las clases medias y aumentó el número de pobres.
Esta nueva situación demográfica creó las condiciones para Chávez... y para el conflicto con Washington. Una vez en el poder, el presidente tomó iniciativas que fueron recibidas como otros tantos desafíos por la administración Bush. A pocas fechas del 11 de septiembre, Washington consideraba sus opciones. Los EHM habían fracasado. Tal vez sería hora de enviar a los chacales.
El 11-S cambió todas las prioridades. El presidente Bush y sus consejeros se vieron en la necesidad de buscar aliados entre la comunidad internacional en apoyo de la campaña estadounidense en Afganistán y de una invasión de Irak. Para colmo, la economía estadounidense había entrado en recesión. Venezuela quedó relegada al fondo de la cocina. Tarde o temprano, sin embargo, Chávez y Bush tendrían que verse las caras. Si el crudo de Irak y otros del Oriente Próximo estaban amenazados, Washington no podía correr el riesgo de descuidar a Venezuela durante demasiado tiempo.
Mis excursiones por la Zona Cero y Wall Street, la conversación con el viejo afgano y las noticias de la Venezuela de Chávez me llevaron al punto que durante muchos años había tratado de evitar: el momento de echar una fría ojeada a las consecuencias de mis actos de los últimos tres decenios. Imposible negar el papel que había desempeñado, ni el hecho de que mi labor en el pistolerismo económico afectaba a la generación de mi hija, con resultados sumamente negativos. Me daba cuenta de que no podía seguir aplazando la acción expiatoria de saldar cuentas con la vida pasada, de tal manera que abriese los ojos a otras personas en cuanto al significado de la corporatocracia y que hiciese comprender por qué nos odiaba medio mundo.
Empecé a escribir otra vez, pero me pareció entonces que lo que llevaba escrito se había quedado anticuado. Era necesario ponerlo al día de alguna manera. Incluso pensé viajar a Afganistán, Irak y Venezuela para escribir un comentario actualizado sobre esos tres países. A mi modo de ver, ejemplificaban otras tantas paradojas de la vida política actual. Los tres habían sufrido grandes trastornos y se hallaban en poder de unos líderes que dejaban bastante que desear (el talibán cruel y despótico, el psicópata de Saddam, y el inepto en cuestiones de economía Chávez). Pero en ninguno de los casos la reacción de la corporatocracia estuvo dirigida a remediar los problemas de fondo de esos países, sino que se limitó a tratar de desestabilizar a los dirigentes cuando amenazaban nuestra política petrolera. En muchos aspectos Venezuela presentaba el caso más interesante, porque si bien la intervención militar era ya una realidad en Afganistán, y parecía inminente en Irak, la posible respuesta de la administración frente a Chávez seguía envuelta en el misterio. A mí no me interesaba dilucidar si Chávez era buen o mal dirigente, sino cómo reaccionaría Washington ante un líder que se plantaba como un obstáculo en la marcha de la corporatocracia hacia el imperio global.
Las circunstancias intervinieron una vez más, sin darme tiempo a organizar ese viaje. Mis actividades humanitarias me llevaron varias veces a Suramérica en el transcurso del 2002. En una de mis excursiones a la Amazonia me acompañó una familia venezolana cuyos negocios estaban viéndose arruinados por el régimen de Chávez. Nos hicimos grandes amigos, y de esta manera pude escuchar su versión del caso. También hablé con latinoamericanos del otro extremo del espectro social, que veían en Chávez a un salvador. La marcha de los acontecimientos en Caracas me pareció sintomática del mundo creado por nosotros, los EHM.
En diciembre de 2002 la situación llegó al punto de crisis tanto en Venezuela como en Irak. Los dos países formaban un contrapunto perfecto. En Irak, y visto que los esfuerzos sutiles de los EHM y los chacales no doblegaban a Saddam, se preparaba la solución última, la invasión. En Venezuela, la administración Bush ponía en juego el modelo iraní de Kermit Roosevelt. Como informó el New York Times:
Cientos de miles de venezolanos salieron hoy a la calle para declarar su adhesión a la huelga nacional, que entra hoy en su 28° día con el designio de forzar la dimisión del presidente Hugo Chávez. La huelga, cuyo seguimiento se estima en unos 30.000 trabajadores del petróleo, amenaza con causar estragos en esta nación — la quinta entre las principales productoras mundiales— en los meses venideros [...] En los últimos días la huelga ha alcanzado una especie de punto muerto. El señor Chávez está utilizando a los obreros dispuestos a trabajar para tratar de normalizar el funcionamiento de la petrolera estatal. Sin embargo, sus adversarios, encabezados por una coalición de dirigentes de la patronal y de los sindicatos, aseguran que la huelga llevará al colapso a esa compañía, y por tanto al gobierno Chávez. 6Así, exactamente, fue como derribó la CÍA a Mosaddeq y lo reemplazó por el sha. El paralelismo era estrecho a más no poder. Era como una asombrosa repetición de la historia cincuenta años más tarde. Cinco décadas, y todavía el petróleo como fuerza motriz de todo.
El 4 de enero de 2003 se produjo un choque entre los partidarios de Chávez y sus oponentes. El tiroteo dejó dos muertos y docenas de heridos. Al día siguiente hablé con un viejo amigo que había tenido que ver con los chacales durante muchos años. Lo mismo que yo, nunca trabajó directamente a sueldo de ninguna administración, pero condujo operaciones clandestinas en muchos países. Me contó que un contratista privado se había puesto en contacto con él para pedirle que fomentase huelgas en Caracas y sobornase a oficiales del ejército, muchos de ellos formados en la Escuela de las Américas, para que se sublevasen contra su presidente electo. Él no aceptó la propuesta, pero, según comentó: —El que ha aceptado el trabajo sabe lo que se trae entre manos.7
Aquel mismo mes de enero de 2003 los precios del crudo alcanzaron nuevos máximos y las reservas de Estados Unidos llegaron a su nivel más bajo desde hacía veintiséis años. Yo sabía que la administración Bush estaba movilizando todos sus recursos para derribar a Chávez. Al poco se supo que lo había conseguido, que Chávez acababa de caer. El New York Times aprovechó este giro de los acontecimientos para transmitir una perspectiva histórica... y de paso, identificaba al hombre que por lo visto había desempeñado el papel de Kermit Roosevelt en la Venezuela contemporánea:
En defensa de sus intereses económicos y políticos, Estados Unidos [...] viene apoyando a los regímenes autoritarios de Centroamérica y Suramérica desde los tiempos de la Guerra fría. En la diminuta Guatemala y en 1954, la Agencia Central de Inteligencia montó un golpe para derribar el gobierno democráticamente elegido, y durante cuatro decenios respaldó luego a los sucesivos regímenes ultraderechistas frente a los pequeños grupos rebeldes de izquierdas. Hubo unas 200.000 víctimas entre la población civil. En Chile, un golpe apoyado por la CÍA contribuyó al acceso del general Pinochet al poder, que ocupó desde 1973 hasta 1990. En Perú, un frágil gobierno democrático investiga todavía la actuación de la Agencia durante una década en apoyo del hoy depuesto y exiliado presidente Alberto K. Fujimori y del malfamado jefe de sus servicios de espionaje, Vladirniro L. Montesinos.
Estados Unidos tuvo que invadir Panamá en 1989 para derribar a su narcodictador Manuel A. Noriega, quien había sido durante veinte años un valioso informante para la inteligencia estadounidense. En el afán de organizar una oposición armada contra el régimen izquierdista de Nicaragua por cualquier medio, incluida la venta de armas a Irán a cambio de dinero en efectivo, se llegó al enjuiciamiento de varios altos funcionarios de la administración Reagan.
Entre los investigados entonces figuraba Orto J. Reich, un veterano de las luchas latinoamericanas. El señor Reich nunca ha sido procesado oficialmente. Más tarde fue nombrado embajador de Estados Unidos en Venezuela, y actualmente desempeña por nombramiento presidencial directo el cargo de subsecretario de estado para los asuntos interamericanos. Con la caída del señor Chávez se ha colgado otra medalla.8El señor Reich y la administración Bush aún estarían celebrando el golpe contra Chávez cuando un suceso inesperado vino a interrumpir la fiesta. En un golpe de mano sorprendente, Chávez se rehizo y recobró el poder cuando aún no habían transcurrido setenta y dos horas. A diferencia del iraní Mosaddeq, Chávez pudo contar con la lealtad de sus militares, pese a todos los intentos de indisponer contra él a la alta oficialidad. Además tenía de su parte a la poderosa petrolera estatal; Petróleos de Venezuela desafió a sus millares de huelguistas y consiguió reanudar su funcionamiento.
Cuando se sosegó un poco la situación, Chávez reforzó su control sobre los trabajadores de la petrolera, apartó de las filas del ejército a los escasos oficiales insurrectos, y envió al exilio a muchos de sus principales adversarios políticos. Para los dos dirigentes más destacados de la oposición, teledirigidos desde Washington y aliados de los chacales en la dirección de la huelga nacional, se solicitaron veinte años de cárcel.9
En último análisis, toda esta serie de acontecimientos fue catastrófica para la administración Bush. Como escribió Los Angeles Times:
El pasado martes, funcionarios de la administración Bush reconocieron que venían discutiendo desde hacía meses la deposición del presidente venezolano Hugo Chávez con miembros de la dirigencia militar y civil [...] La gestión del fracasado golpe por parte de la administración está siendo investigada con creciente atención.10Obviamente el pistolerismo económico había fracasado y los chacales también. Venezuela en 2003 resultaba ser muy diferente de Irán en 1953. Yo me preguntaba si eso sería premonitorio, o una simple anomalía... y sobre todo, qué iba a hacer Washington en consecuencia.
En mi opinión se había evitado una crisis seria en Venezuela, al menos de momento, y se había salvado Chávez gracias a Saddam Hussein. La administración Bush no podía ocuparse de Afganistán, Irak y Venezuela, todo al mismo tiempo. Por el momento, no le alcanzaban ni los recursos militares, ni los apoyos políticos. Pero yo sabía que tales circunstancias pueden cambiar en muy poco tiempo, y que el presidente Chávez tendría que enfrentarse a una oposición enconada en un próximo futuro. Con todo, lo ocurrido en Venezuela fue un recordatorio de que no habían cambiado mucho las cosas en los últimos cincuenta años... excepto los resultados.
NOTAS
1. «Venezuela on the Brink», editorial del New York Times, 18 de diciembre de 2002.
2. The Revolution Will Not Be Televised, dirigida por Kim Bartiey y Donnacha O'Briain en asociación con la Irish Film Board, 2003. Véase www.chavezthefilm. com.
3. «Venezuelan President Forced to Resign», Associated Press, 12 de abril de 2002.
4. Simón Romero, «Tenuous Trace in Venezuela for the State and its Oil Company», The New York Times, 24 de abril de 2002.
5. Bob Edwards, «What Went Wrong with the Oil Dream in Venezuela», Moming Edition, National Public Radio, 8 de julio de 2003.
6. Ginger Thompson, «Venezuela Strikers Keep Pressure on Chávez and Oil Exports», New York Times, 30 de diciembre de 2002.
7. Más sobre los chacales y otros tipos de gangsterismo en P. W. Singer, Corporate Warriors: The Rise of the Privatized Militar y Industry, Cornell University Press, Ithaca (Nueva York) y Londres 2003; James R Davis, Fortunéis Warriors: Private Armies and the New World Order, Douglas & Mclntyre, Vancouver y Toronto, 2000; Félix I. Rodríguez y John Weisman, Shadow Warrior: The CIA Hero of 100 Unknown Battles, Simón and Schuster, Nueva York, 1989.
8. Tim Weiner, «A Coup by Any Other Name», New York Times, 14 de abril de 2002.
9. «Venezuela Leader Urges 20 Years for Strike Chefs», Associated Press, 22 de febrero de 2003.
10. Paul Richter, «U. S. Had Talks on Chávez Ouster», Los Angeles Times, 17 de abril de 2002.
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