Thierry Meyssan
Analista político francés. Fundador y presidente de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008). |
Thierry Meyssan se interroga además sobre la ingenuidad de los occidentales que siguen creyendo en una historieta infantil, digna de un “comic” estadounidense, en la que una veintena de fanáticos logran golpear el corazón del mayor imperio militar del mundo.
¿Crónica roja o hecho histórico?
El 7 de octubre de 2001, los embajadores de los Estados Unidos y del Reino Unido anuncian por correo al Consejo de Seguridad de la ONU que sus tropas han penetrado en Afganistán en virtud de su legítimo derecho a defenderse después de los atentados que habían enlutado Estados Unidos el mes anterior.
«Mi gobierno ha obtenido información clara e indiscutible de que la organización Al-Qaeda, que cuenta con el apoyo del régimen talibán en Afganistán, ha desempeñado un papel protagónico en los ataques».
El 11 de febrero de 2003, el secretario de Estado Colin Powell engaña a la «comunidad internacional» para justificar la invasión contra Irak. Powell afirma personalmente ante el Consejo de Seguridad de la ONU que Sadam Husein da albergue a un jefe de Al-Qaeda, Abu al-Zarkaoui, y Irak posee una fábrica de armas químicas.
El argumento del 11 de septiembre es tan cómodo que el 15 de octubre de 2003, mientras que los habitantes de Bagdad se encuentran bajo una lluvia de bombas, el Congreso de los Estados Unidos acusa a Siria por su apoyo al «terrorismo internacional» y autoriza al presidente Bush a entrar en guerra contra ese país cuando lo crea necesario.
Ahora resulta que, 8 años después de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos sigue sin entregar las «pruebas claras y indiscutibles» de la culpabilidad de Al-Qaeda al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que por demás ha olvidado exigírselas.
ya nadie considera a Al-Qaeda como una organización estructurada sino que se habla de ella sobre todo como de una vaga e impalpable «tendencia» el ejército más grande del mundo sigue sin encontrar a Osama Ben Laden y la CIA ha disuelto el grupo encargado de su búsqueda el pacto secreto entre Irak, Irán y Corea del Norte parece ahora un cuento irracional y ya nadie se atreve a hablar del Eje del Mal el ex secretario de Estado Colin Powell ha reconocido públicamente que las informaciones que presentó al Consejo de Seguridad de la ONU eran un montón de estupideces el Estado Mayor estadounidense está implorando constantemente el apoyo bilateral de Siria e Irán para que lo ayuden a manejar el atolladero iraquí
¿Todo el mundo? No todo el mundo.
En primer lugar, los dirigentes de los Estados interesados, en Afganistán, Irak, Siria, Irán y Corea del Norte, no se han conformado con desmentir toda responsabilidad en los atentados sino que han acusado explícitamente al complejo militar-industrial estadounidense de haber organizado los atentados y de haber asesinado deliberadamente a 3,000 de sus conciudadanos. En segundo lugar, los dirigentes de otros Estados que no tienen buenas relaciones con Washington –como Venezuela y Cuba– han ridiculizado la versión bushista de esos sucesos. Y, finalmente, los dirigentes de los Estados que pretenden conservar buenas relaciones con Washington sin tragarse por ello estoicamente todas las mentiras estadounidenses han afirmado que las invasiones de Afganistán y de Irak carecen de bases jurídicas, absteniéndose sin embargo de pronunciarse sobre los atentados. En ese caso se encuentran países tan diversos como los Emiratos Árabes Unidos, Malasia, la Federación Rusa y, ahora, Japón.
El 11 de enero de 2008, la Comisión de Relaciones Exteriores y de Defensa de la Cámara Alta de Japón se niega a enviar nuevas tropas japonesas a Afganistán después de haber escuchado al consejero Yukihisa Fujita denunciar las mentiras estadounidenses sobre el 11 de septiembre.
Presupuesto astronómico, digno de Hollywood, para un guión chapucero
Según la versión oficial, un islamista diabólico – Osama Ben Laden – que reprocha a los «infieles» estadounidenses el haber mancillado el sagrado suelo de Arabia Saudita al instalar allí sus bases militares, organiza una operación terrorista de enorme envergadura, con medios materiales insignificantes, pero recurriendo para ello a un comando de 19 fanáticos.
Este hombre vive en una cueva equipada al estilo de las películas de James Bond. Infiltra a sus kamikazes en Estados Unidos, como en la película de Chuck Norris cuya intriga y título parecen premonitorios: «Ground Zero».
A las 8h29, American Airlines recibe una comunicación radiofónica, supuestamente proveniente de la tripulación del vuelo 11 (Boston-Los Angeles), en la que se informa que el avión ha sido desviado por un grupo de secuestradores. El procedimiento oficial estipula la notificación inmediata de la aviación civil al Departamento de Defensa y el despegue de los cazas interceptores en un plazo máximo de 8 minutos.
A las 8h47, se corta la transmisión del transpondedor [dispositivo que transmite una señal única para cada avión] del vuelo 175 de United Airlines (también Boston-Los Angeles). La señal [de este dispositivo] que identifica el avión [con su número de vuelo] desaparece de las pantallas de los radares civiles, que a partir de ese momento lo ven solamente como un punto [no identificado].
A las 8h46, un Boeing 757 se estrella contra la torre norte del WTC. El avión impacta con precisión milimétrica el centro mismo de la fachada. Sabiendo que la fachada tiene 63 metros de ancho y que la velocidad del avión es superior a los 700 km/h resulta que la precisión de la maniobra se determina en 3 décimas de segundo, hazaña que muy pocos pilotos de combate son capaces de lograr pero que se atribuye en este caso a un aprendiz de piloto. La misma hazaña se repite por segunda vez a las 9h03 cuando otro Boeing 757 se estrella contra la torre sur, haciéndolo además –para más dificultad– con el viento en contra.
En el preciso momento del segundo impacto, un misil atraviesa el campo visual de la cámara de la cadena New York One. Proviene de una aeronave situada detrás del humo del impacto y se dirige en diagonal hacia el suelo. Nunca se hablará de esas extrañas imágenes.
Los primeros testigos declaran que los aviones que impactaron las torres son aviones de carga desprovistos de ventanas, pero más tarde se afirma que se trata de los vuelos regulares AA11 y UA175. Existe un solo video del primer impacto, pero hay 6 del segundo impacto. Ninguna ampliación de esas imágenes permite observar ventanas en ese aparato.
Lo que sí se ve en las ampliaciones es un objeto situado debajo de ambas cabinas. En el análisis imagen por imagen de los videos se ven dos relámpagos luminosos provenientes de los puntos de impacto justo antes del impacto de las aeronaves contra los rascacielos. Los aviones no se estrellan contra las fachadas sino que se meten dentro de los edificios donde desaparecen totalmente, como si las fachadas y las columnas internas no ejercieran resistencia alguna.
A las 8h54, el vuelo 77 de American Airlines (Washington DC-Los Angeles) modifica su trayecto sin autorización mientras que su transpondedor deja de transmitir. Los radares civiles pierden su rastro.
A las 9h25, conciente de que algo importante está pasando, el centro de mando de Herndon prohíbe el despegue de cualquier avión civil en todo el territorio de los Estados Unidos y ordena el aterrizaje de todos los aviones civiles en vuelo. Los vuelos transatlánticos son desviados hacia Canadá. Por su lado, el puerto de Nueva York cierra todos los puentes y túneles que comunican con Manhattan.
En ese mismo momento comienza una videoconferencia de crisis presidida por el consejero antiterrorista de la Casa Blanca, Richard Clarke. Participan en ella la Casa Blanca, los departamentos de Estado, de Justicia y de Defensa, a los que se unen después la aviación civil y la CIA.
La periodista estrella de Fox News, Barbara Olson, se encuentra a bordo del vuelo AA77. A través de su teléfono celular logra hablar con su esposo, Theodore Olson, quien fue abogado de George W. Bush ante la Corte Suprema y se ha convertido en fiscal general de los Estados Unidos. Barbara Olson dice a su esposo que un grupo de secuestradores aéreos acaba de apoderarse del avión, le explica cómo lo hicieron e intercambia con él sus últimas palabras de amor.
A las 9h30, la aviación declara desaparecido el vuelo AA77. Este se habría estrellado en una reserva natural de Virginia occidental, sin haberse encontrado nunca con los cazas de la US Air Force.
Pero en ese mismo momento, los radares civiles del aeropuerto Dulles, en Washington, observan un aparato no identificado que presenta las mismas características de velocidad y maniobrabilidad que un avión militar. Este aparato penetra en el espacio aéreo protegido del Pentágono. Las baterías automáticas antimisiles no reaccionan.
Un cuarto de hora más tarde, la parte afectada del edificio se derrumba. Presente en el lugar de los hechos, el corresponsal de la CNN atestigua que no se ve allí ningún rastro de avión. Posteriormente, la CNN muestra al secretario de Defensa Donald Rumsfeld cuando ayuda personalmente a los socorristas a evacuar un herido llevando una camilla.
La Casa Blanca recibe una llamada anónima en la que se utilizan los códigos de transmisión ultrasecretos de la presidencia de los Estados Unidos. La persona que realiza la llamada dice hablar en nombre de los atacantes. Indica que el próximo blanco será la Casa Blanca.
A las 9h35, Richard Clarke pone en marcha el programa de continuidad del gobierno. El presidente Bush, que estaba realizando una visita política en una escuela elemental de la Florida, interrumpe su agenda y es llevado al avión presidencial Air Force One. Por su lado, el vicepresidente Cheney es llevado al bunker antiatómico de la Casa Blanca. Todos los parlamentarios y ministros son contactados para ser puestos a salvo en búnkeres previstos a tal efecto.
A las 9h42, la cadena ABC transmite en vivo imágenes del incendio que devora dos pisos del anexo de la Casa Blanca que alberga las oficinas de los colaboradores del presidente Bush y del vicepresidente Cheney. Las autoridades no ofrecerán nunca la menor explicación sobre este incendio, que ha desaparecido desde entonces de la memoria colectiva. Equipos armados de lanzacohetes se despliegan alrededor de los edificios de la presidencia en previsión de un posible desembarco de tropas aerotransportadas. Las medidas adoptadas parecen indicar que se teme un golpe de Estado militar.
A las 9h24, la aviación civil recibe un mensaje de la tripulación del vuelo 93 de United Airlines (Newark-San Francisco) en el que se informa que intrusos han penetrado en la cabina de pilotaje. La comunicación se interrumpe rápidamente y el transpondedor del aparato deja de transmitir, por lo cual el vuelo es considerado como secuestrado. A las 10h03, el Boeing desaparece de las pantallas de los radares civiles. Se considera que explotó en vuelo o que se estrelló en Pensilvania. En el lugar se encuentra un gran cráter vacío y restos esparcidos sobre varios kilómetros.
En una conferencia de prensa ofrecida mientras camina por las calles de Manhattan, el alcalde de Nueva York Rudy Giuliani menciona un posible derrumbe de las torres gemelas y pide que éstas sean evacuadas.
A las 9h58 se produce una explosión en la base de la torre sur del WTC, lo cual levanta una inmensa nube de polvo. Después, explosiones más pequeñas sacuden el edificio de arriba a abajo, proyectando lateralmente pequeñas nubes de polvo. El edificio se derrumba sobre sí mismo en 10 segundos ahogando todo Manhattan bajo el polvo.
Los edificios de las Naciones Unidas en Nueva York y las sedes de los ministerios en Washington son evacuados. Se teme que sean los próximos blancos.
A las 10h28, la torre norte del WTC se derrumba de la misma manera que la anterior.
El Estado de Israel ordena el cierre de sus misiones diplomáticas en todo el mundo (10h54).
Hacia las 11h00, se ordena la evacuación de otro edificio del WTC, el Edificio 7. Este rascacielos no ha sido impactado por los aviones y pasará mucho tiempo sin que las autoridades vinculen su derrumbe a los atentados, al extremo que ni siquiera será mencionado en el informe final de la Comisión Presidencial.
A las 13h04, las cadenas de televisión transmiten un corto mensaje grabado del presidente Bush. Este asegura a sus conciudadanos que la continuidad del gobierno está garantizada y que el país será defendido.
A las 13h30, se proclama el estado de urgencia en Washington DC mientras que el Pentágono pone dos portaviones y sus flotas en estado de alerta máxima en previsión de un desembarco naval enemigo ante Washington. Estados Unidos se ve a sí mismo en situación de guerra.
A las 16h00, la CNN confirma que las autoridades estadounidenses han identificado al Saudita Osama Ben Laden como la persona que ordenó los atentados. No se trata, por lo tanto, de un golpe de Estado ni de la Tercera Guerra Mundial.
A las 17h21, el Edificio n° 7 del WTC se derrumba de la misma manera que las torres gemelas, pero en sólo 6 segundos y medio, por ser menos alto.
A las 18h42, Donald Rumsfeld da una conferencia de prensa en el Pentágono, rodeado de los líderes republicanos y demócratas de la Comisión senatorial de Defensa. Todos los presentes reafirman la unidad nacional en este trágico momento.
En la noche del 11 de septiembre se hace muy difícil evaluar los daños. Se habla de 40,000 muertos. A las 20h30, el presidente Bush se dirige a la nación desde la Casa Blanca. Asegura que la amenaza ha sido neutralizada y que «América» enfrentará a sus enemigos.
Todos estos hechos suscitan una fuerte angustia y se suceden tan rápidamente que se hace difícil analizar su coherencia a medida que van teniendo lugar. Volvamos entonces a los principales aspectos turbios.
Más que el impacto de los aviones contra las torres gemelas, son los incendios provocados por el combustible que éstos contenían lo que fragilizó las columnas metálicas de las torres gemelas y provocó su derrumbe, afirman los expertos del NIST (Instituto Nacional de Normas y Técnicas).
Pero los profesionales se ríen de esa teoría.
las torres gemelas se diseñaron para resistir el impacto de un avión de pasajeros el fuego del combustible sólo alcanzó una temperatura entre los 700 y los 900° Celsius, mientras que el acero se funde a 1538° Celsius los incendios han devastado muchos rascacielos a través del mundo, pero ninguno se ha derrumbado los tres edificios no se cayeron lateralmente, sino exactamente en sentido vertical finalmente, lo más importante es que se derrumbaron a la velocidad de una caída libre, o sea el piso superior no encontró resistencia alguna al caer ya que cada piso inferior se derrumbó antes de que el piso superior llegara a ejercer presión sobre él
Además, Niels Harrit, profesor de química y física en la universidad de Copenhague, publicó en el Open Chemical Physics Journal, publicación de reconocida seriedad, un estudio que muestra la presencia en Ground Zero de partículas de nanotermita, un explosivo militar.
Equipos de profesionales pusieron los explosivos de forma tal que estos cercenaron primeramente la base de las columnas metálicas, ya que las destruyeron piso por piso, de arriba a abajo. En las fotos que se hicieron durante los días posteriores se puede ver que las columnas metálicas fueron cercenadas limpiamente y que el calor no las deformó en lo más mínimo.
Contrariamente a lo que estipula el procedimiento de investigación judicial, los pedazos de columnas metálicas no fueron conservados para su análisis. Fueron rápidamente sacados del lugar de los hechos por la empresa de Carmino Agnello, el padrino del clan mafioso de los Gambino, y vendidos posteriormente en el mercado chino.
En cuanto al Edificio 7, el promotor inmobiliario que tenía el contrato de arrendamiento del WTC, Larry Silverstein, declaró en una entrevista de televisión que le habían avisado que aquel edificio podía caerse y que él mismo había autorizado su demolición. Silverstein se retractó posteriormente, pero ahí está el video de su declaración.
El edificio 7 albergaba varios servicios administrativos, entre ellos el puesto de mando de crisis de la alcaldía de Nueva York y la principal base de la CIA fuera de su sede de Langley. Esa base, creada inicialmente para espiar a las misiones extranjeras en la ONU, se especializo – durante la presidencia de Clinton – en el espionaje económico dirigido hacia las grandes empresas de Manhattan.
Un mes y medio antes de los atentados, Larry Silverstein, tesorero de las campañas electorales de Benjamín Netanyahu, había hecho un mal negocio al alquilar el WTC en momentos en que los edificios con aislamiento de amianto habían quedado fuera de las normas legales. Silverstein tuvo sin embargo un excelente presentimiento al sacar una original póliza de seguro que incluía una prima en caso de atentado terrorista, prima calculada no en función de los daños sino en base a la cantidad de ataques. Así que, al considerar que [el 11 de Septiembre] hubo dos ataques con dos aviones diferentes, Silverstein reclamó y finalmente obtuvo una compensación doble, o sea 4,500 millones de dólares.
En todo caso, poner la nanotermita en las torres gemelas y en el Edificio 7 supone la realización de complejos cálculos y varios días de trabajo para su instalación, por supuesto, antes del 11 de septiembre, algo que resulta imposible de hacer a espaldas del personal de protección del WTC.
3,000 víctimas
En la noche del 11 de septiembre, la alcaldía de Nueva York mencionaba un posible balance de 40,000 muertos y, en función de ese cálculo, pedía los medios necesarios para sus morgues.
Hacia las 7 de la mañana del 11 de septiembre, los empleados de la firma Odigo recibieron un SMS previniéndoles que un atentado iba a tener lugar ese mismo día en el WTC y que, por lo tanto, no debían presentarse en su oficina, situada frente al WTC.
El secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald Runsfeld, abandona su oficina para prestar ayuda a las víctimas (en esta imagen de la CNN, Rumsfeld aparece en traje, al centro de la imagen, mientras ayuda a cargar una camilla).
Poco después del mediodía, el Air Force One aterrizó en la base aérea de Offutt. El presidente Bush fue conducido al puesto de mando de crisis, donde participó en la videoconferencia con la Casa Blanca y con las diferentes agencias implicadas. También grabó allí su primera intervención televisiva.
En los minutos siguientes después del primer impacto, los servicios de urgencia de la FEMA (Agencia para el Manejo de Situaciones de Catástrofe, siglas en inglés) se desplegaron en el lugar de los hechos. Por una feliz casualidad habían llegado a Nueva York el día anterior y se disponían a realizar al día siguiente un simulacro de ataque biológico o químico en el WTC.
El misil del Pentágono
Las baterías automáticas antimisiles del Pentágono no reaccionaron ante la irrupción de una aeronave en el espacio aéreo prohibido.
Al evitar un tramo de autopista elevado [próximo al Pentágono], la aeronave tuvo que realizar un viraje casi en ángulo recto y después impactó el Pentágono por el ala más alejada de las oficinas del secretario de Defensa. La zona impactada tenía dos usos. Había en ella oficinas que se estaban remodelando para acoger el Estado Mayor de la Marina y oficinas que estaban siendo utilizadas por el personal del auditor financiero general.
El misil perforó las paredes blindadas de los anillos sucesivos y explotó con extraordinaria violencia dentro del edificio. El calor era tan intenso que los bomberos tuvieron que utilizar trajes de amianto. Combatieron las llamas con agua, el fluido que absorbe la mayor cantidad de calor. No recurrieron a las sustancias retardadoras que se utilizan para apagar los incendios de combustible aéreo y afirmaron no haber visto absolutamente nada que hiciera pensar en un avión o en combustible de avión.
Posteriormente, las propias autoridades destruyeron toda el ala afectada y la reconstruyeron. Los escombros fueron evacuados por una empresa especializada que los vitrificó. Esa costosa técnica se usa cuando se trata de estabilizar desechos que contienen partículas radioactivas. Todo parece indicar que el misil estaba forrado de uranio empobrecido, para perforar el hormigón y el kevlar, y que contenía una carga hueca para que provocara una breve explosión a muy alta temperatura.
Como puede verse perfectamente en las fotos tomadas inmediatamente después del impacto, el misil penetró en el edificio sin dañar la fachada. Volaba a ras del suelo y pasó por una puerta habitualmente utilizada por los vehículos de entregas. Ni siquiera estropeó el marco [de esa puerta].
Los alrededores del Pentágono están bajo una constante vigilancia en la que se usan cámaras. La aeronave tuvo que pasar por el campo de visión de más de 80 de ellas. Las autoridades se negaron a hacer públicos esos videos y se limitaron a entregar algunas fotos en las que se ve la explosión, pero no la aeronave.
El césped del Pentágono tampoco fue dañado. La explosión pulverizó los automóviles estacionados en el parqueo y dos helicópteros que se encontraban en el helipuerto. Se encontró gran cantidad de fragmentos metálicos, pero ninguno que correspondiera a un Boeing, ni siquiera los reactores.
Para acreditar la teoría del vuelo 77, el médico general del Departamento de Defensa autentificó los restos humanos de los pasajeros del Boeing entre los escombros del Pentágono.
¿Aviones secuestrado o pilotos automáticos?
La teoría de los aviones secuestrados se basa en la asimilación de las aeronaves implicadas con aviones de pasajeros y en la divulgación de las comunicaciones telefónicas entre los pasajeros y [otras personas que se hallaban en] tierra.
Muchas personas dijeron haber recibido esas llamadas de sus familiares que se encontraban a bordo de los aviones. Fue así como se reconstituyó la toma de las azafatas como rehenes con la utilización de cuchillas y el motín de pasajeros a bordo del vuelo UA93. Esto último incluso dio lugar a dos películas de Hollywood.
Sin embargo, en 2006, durante el juicio contra Zacarias Moussaoui, sospechoso de haber tratado de unirse a los secuestradores aéreos, el FBI precisó que los contactos telefónicos entre aviones en vuelo a gran altitud y personas en tierra no eran posibles con la tecnología existente en 2001. Las verificaciones realizadas demostraron que todos aquellos testimonios son falsos, ya sea porque fueron inventados o porque las personas [que recibieron las llamadas] fueron engañadas.
El FBI no hizo ningún comentario sobre el caso de Theodore Olson, abogado de George W. Bush durante la elección presidencial y posteriormente fiscal general de los Estados Unidos, quien declaró en su testimonio haber recibido dos llamadas telefónicas de su esposa, la periodista de Fox TV Barbara Olson, desaparecida con el vuelo 77.
El fiscal general de los Estados Unidos, Theodore B. Olson, mintió al asegurar haber recibido dos llamadas telefónicas de su esposa, la periodista de Fox Barbara Olson, desde el vuelo 77. También afirmó que su esposa le había dado detalles sobre la supuesta «toma de rehenes». El FBI reveló que no existía ninguna comunicación proveniente del teléfono celular de Barbara Olson.
Para ello, el ejército [estadounidense] había obtenido dos Mig soviéticos en un país del Tercer Mundo y los había pintado con las insignias cubanas. Varios actores habían sido contratados. Estos tenían que tomar un avión en Miami, donde filmarían escenas de familia que se utilizarían posteriormente en los noticieros de televisión.
Aplicado al 11 de septiembre, este escenario permite explicar:
el cese de las transmisiones de los transpondedores las falsas llamadas telefónicas la ausencia de ventanas en los aviones que impactaron el WTC
En las líneas internas estadounidenses, con vuelos muy frecuentes, las compañías aéreas acostumbran a vender más asientos de los que cuentan los aviones. Los pasajeros esperan durante horas a que aparezca un asiento libre en un avión. Sin embargo, los cuatro aviones supuestamente secuestrados [el 11 de septiembre de 2001] solamente tenían ocupados un tercio de sus asientos.
El estudio detallado de las listas de pasajeros que realizó el diario iraní Kheyan muestra que todos los desaparecidos eran,
familiares de empleados del Departamento de Defensa de firmas que tienen contratos con el Pentágono personas cercanas a la Casa Blanca, como Barbara Olson
Sin aviones secuestrados, no hay secuestradores aéreos
Durante los tres días posteriores a los atentados, el Departamento de Justicia, basándose en las indicaciones que los pasajeros habían proporcionado por teléfono, determinó el modus operandi de los secuestradores, los identificó y reconstruyó enteramente sus vidas.
Pero hoy sabemos que aquellas llamadas telefónicas eran falsas y que los aviones no fueron secuestrados sino reemplazados.
El secretario de Justicia John Ashcroft mintió al dar a conocer los nombres de los 19 secuestradores aéreos. Ninguno de los sospechosos mencionados figura en las listas de embarque de las compañías aéreas.
Como aquello parecía poco creíble, la administración Bush difundió las imágenes de una cámara de seguridad del aeropuerto en las que se podía ver a Atta y a su compañero al-Omari en el momento del embarque. El problema es que esas imágenes, aunque son realmente del 11 de septiembre, fueron captadas en el aeropuerto de Portland, por donde Atta y al-Omari debieron pasar en tránsito, no en el aeropuerto de Boston, de donde despegó el vuelo AA11.
Siempre a la vanguardia cuando se trata de inventiva, el Sunday Times de Rupert Murdoch publicó en 2006 un video amablemente proporcionado por el Departamento de Defensa estadounidense y con fecha del año 2000 en el que se ve a Atta en Afganistán, en un campamento de Osama Ben Laden.
El análisis de la lista oficial de secuestradores kamikazes está lleno de sorpresas. Algunos de estos individuos aparecieron después de los atentados. Por ejemplo, Walid al-Asheri, que supuestamente era uno de los hombres del equipo de Atta en el vuelo AA11, es piloto en la compañía aérea Royal Air Maroc, vive en Casablanca y dio allí varias conferencias de prensa hasta que el palacio real le pidió que fuera más discreto.
También resulta interesante el hecho que 13 de los 19 supuestos secuestradores son mercenarios que anteriormente participaron en operaciones terroristas organizadas por el príncipe Bandar bin-Sultan por cuenta de la CIA en Afganistán, en Bosnia Herzegovina y/o en Rusia.
Khalid Almihdhar los hermanos Salem y Nawaf Alhazmi Ahmed Alhaznawi Ahmed y Hamza Alghamdi Wail, Waleed y Mohand Alshehri Ahmed Alnami Fayez Ahmed Banihammad Majed Moqed
Al llegar al trono, en 1982, luego del asesinato de su predecesor por un príncipe toxicómano armado por la CIA, el rey Fadh nombró al príncipe Bandar embajador de Arabia Saudita en Washington. El príncipe conservó esa función hasta la agonía del monarca, en 2005.
Evitando las preguntas sobre los presuntos secuestradores aéreos, la administración Bush prefirió focalizar los debates sobre la personalidad de Osama Ben Laden. Este célebre golden boy Saudita era el hermano de Salem ben Laden, socio en Houston de George W. Bush en el seno de la empresa petrolera Harken Energy.
En 2001, Osama Ben Laden era un desconocido para el público estadounidense, exceptuando a los fans de Chuck Norris que habían visto en el cine su película «Ground Zero». Durante 8 años, la administración Bush destiló hacia la prensa una serie de casetes de audio y de video del «jeque» Osama para reactivar la novela de la guerra contra el terrorismo.
En 2007, el Instituto suizo Dalle Molle de Inteligencia Artificial, considerado la institución más capacitada a nivel mundial en materia de reconocimiento de imagen y de reconocimiento vocal, estudió todas las grabaciones disponibles de Osama Ben Laden.
El director general de la CIA, George Tenet, mintió al autentificar las grabaciones de audio y video de Osama Ben Laden posteriores a finales de septiembre de 2001. El instituto suizo de inteligencia artificial Dalle Molle – reconocido por los tribunales internacionales como la mayor autoridad mundial en la materia – concluyó que todas esas grabaciones son falsas.
Toda esta acumulación de elementos que invalidan la teoría oficial de la administración Bush no debe hacernos pasar por alto el más increíble de todos: durante todo aquel terrible día, «el ejército más poderoso del mundo» pareció impotente, incluso ausente.
El procedimiento de intercepción aérea estipula que los cazas deben establecer contacto visual con los aviones secuestrados en unos pocos minutos.
En un evidente ataque de amnesia, el general Richard Meyers, jefe interino del Estado Mayor conjunto estadounidense, declaró ante el Congreso de los Estados Unidos que no se acordaba de lo que había hecho el 11 de septiembre de 2001.
Las fuerzas armadas de los Estados Unidos no eran las únicas que se hallaban en pie de guerra. Los estados mayores de las grandes potencias también estaban en alerta, observando y evaluando la demostración del poderío estadounidense. En el instante en que se abatió el cataclismo sobre Estados Unidos, cada uno de ellos trató de entender su origen y de seguir de cerca todo lo que iba sucediendo.
En Rusia, el presidente Vladimir Putin trató de ponerse urgentemente en contacto con su homólogo estadounidense para hacerle saber que Moscú no tenía absolutamente nada que ver con aquellos crímenes y prevenir así una represalia injustificada. Pero el presidente Bush se negó a aceptar la comunicación, como si aquella confirmación le pareciera inútil.
La rebelión de la inteligencia
Sometida a un aplastante volumen de propaganda que incluyó la proclamación de un duelo nacional en algunos países y varios minutos de silencio obligatorio en la Unión Europea, la opinión pública occidental quedaba aturdida, incapaz de reflexionar sobre los hechos.
Pero el autor de estas líneas comenzó a publicar en Internet una serie de artículos en los que cuestionaba la versión oficial. Publicados primeramente en francés, aquellos artículos fueron rápidamente traducidos a diferentes idiomas y fueron objeto de polémica.
en Alemania, el ex ministro Andreas von Bulow en Portugal, el ex director regional de la CIA Oswald Le Winter en el Reino Unido, el politólogo Nafeez Mosaddeq Ahmed en Estados Unidos, el historiador Webster Tarpley,
El autor de estas líneas hizo campaña a través del mundo, reuniéndose con los más altos responsables políticos, diplomáticos y militares y movilizando instituciones internacionales. Esta acción permitió explicar el plan neoconservador relativo al «choque de civilizaciones» y limitar su letal efecto.
Por otro lado, en Estados Unidos, las familias de las víctimas, que al principio condenaron el cuestionamiento, empezaron a interrogarse y a exigir una investigación.
La propaganda oficial anglosajona ha logrado limitar hasta ahora los efectos de este cuestionamiento. Primeramente, se las arregló para que el público occidental ignorara todo el debate que está teniendo lugar a escala mundial.
La elección del presidente Obama no ha hecho avanzar el debate. El sitio de la Casa Blanca en Internet, que invitaba a los ciudadanos estadounidenses a dar a conocer sus preocupaciones, se vio inundado de correos electrónicos que pedían la apertura de una investigación judicial sobre el 11 de septiembre. La respuesta fue lacónica: la nueva administración desea mirar hacia el futuro en vez de remover los dolores del pasado.
A pesar de todo, hechos de la mayor importancia hacen posible actualmente una clarificación sobre los atentados. El rey Fahd murió en agosto de 2005. El rey Abdallah le sucedió en el trono y ha tratado de ir deshaciendo poco a poco los asfixiantes vínculos del reino Saudita con Estados Unidos.