Los líderes occidentales, sobre todo de Francia y el Reino Unido, aplaudieron su muerte y la ‘nueva página’ que se abría en la vida del país.Hace ya seis años, el exlíder libio Muammar Gadafi fue capturado y golpeado hasta la muerte por una turba de rebeldes después de que un ataque aéreo de la OTAN acabara con su caravana fuera de su ciudad natal de Sirte.
Al día siguiente, su cadáver, cubierto de sangre, fue trasladado a Misrata, donde fue expuesto durante casi cuatro días en un refrigerador industrial. Mientras tanto, las imágenes de su cuerpo daban la vuelta al mundo con especial repercusión en Estados Unidos, país que encabezó la campaña aérea de la OTAN para expulsar a Gadafi del poder.
Los líderes occidentales, sobre todo de Francia y el Reino Unido, aplaudieron su muerte y la ‘nueva página’ que se abría en la vida del país, mientras que la entonces secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, afirmó al respecto en tono de mofa:
“Venimos, vimos y él murió”.Seis años después, la percepción parece haber cambiado: en abril de este año, el presidente de EE.UU., Barack Obama, admitió que su mayor fracaso como presidente fue no pensar en las consecuencias de la intervención en Libia, después de la cual el país se vio sumido en el caos.
El premio Nobel de la Paz, con la inestimable ayuda de Clinton, se dedicó a armar y financiar a decenas de grupos rebeldes, que después se han agrupado en clanes y han reclamado el poder en el país. Un escenario muy similar hubiera tenido lugar en Siria si finalmente hubiera caído el régimen de Bashar Al Assad.
“Mi peor error fue no planificar el día de después de la intervención en Libia, cosa que creo que había que hacer”, afirmó Obama en una entrevista para Fox News.Libia, desgarrada por la violencia interna
Libia, un país rico en petróleo, vivió bajo la dictadura de Gadafi durante cuatro décadas, en las cuales llegó a tener uno de los niveles de vida más altos de África. Sus ciudadanos gozaban de atención sanitaria y educación gratuitas. Era un Estado centralizado, no un territorio dividido en tribus y con clanes en guerra.
Tras el asesinato de Gadafi, Libia dejó de facto de existir como una nación unida. Desde 2011, distintos partidos políticos, tribus y milicias combaten por el poder y el control del país y sus riquezas.
En diciembre de 2015, y con la mediación de la ONU, se formó un Gobierno de acuerdo nacional para intentar devolver la estabilidad y la paz al país. Sin embargo, este Ejecutivo, con sede en Trípoli, aún no ha podido consolidar su autoridad sobre el país, en donde existen varias facciones opositoras y otro Parlamento, con sede en Tobruk. Por otro lado, el Estado Islámico también ha aprovechado el caos para ganar terreno en el país.
Crisis petrolera y financiera
Además del caos político, el país norteafricano experimenta una acusada caída del nivel de vida y afronta una crisis financiera.
Libia posee las mayores reservas probadas de petróleo de África –48.000 millones de barriles– pero, debido a la guerra civil, más del 75% de los depósitos no se explotan. Después del 2011, las exportaciones de petróleo se han reducido de 1,6 millones a entre 200.000 y 300.000 barriles diarios.
El principal problema es que el control de los campos y terminales petroleras pasa constantemente de un grupo a otro.
En consecuencia, los ingresos reales de la población cayeron en picado, lo que condujo primero a la migración interna y luego al éxodo de libios hacia Egipto, Túnez, Argelia y Europa a través del mar Mediterráneo.
Las profecías cumplidas de Gaddafi
El caos que vive el país, al igual que las consecuencias de la destitución de Gadafi más allá de las fronteras libias, fueron en su día señalados con sorprendente precisión por el propio dictador.
Así, durante una de sus últimas entrevistas, el líder libio advertía de la gran amenaza de que se produjeran atentados terroristas en Europa y de un flujo no controlado de refugiados, además de la desestabilización general de la región mediterránea.
Libia posee las mayores reservas probadas de petróleo de África –48.000 millones de barriles– pero, debido a la guerra civil, más del 75% de los depósitos no se explotan. Después del 2011, las exportaciones de petróleo se han reducido de 1,6 millones a entre 200.000 y 300.000 barriles diarios.
El principal problema es que el control de los campos y terminales petroleras pasa constantemente de un grupo a otro.
“Hoy en día, Libia está lejos de los diez primeros países exportadores de petróleo como antes”, constata el politólogo Grigori Lukiánov, quien detalla que los suministros de hidrocarburos desde Libia “son inestables” y no queda “ni una empresa seria con la que hacer negocios”.Además, un duro golpe para el nivel de vida de los libios fue la suspensión de los subsidios estatales para la compra de bienes de consumo popular en el extranjero.
En consecuencia, los ingresos reales de la población cayeron en picado, lo que condujo primero a la migración interna y luego al éxodo de libios hacia Egipto, Túnez, Argelia y Europa a través del mar Mediterráneo.
Las profecías cumplidas de Gaddafi
El caos que vive el país, al igual que las consecuencias de la destitución de Gadafi más allá de las fronteras libias, fueron en su día señalados con sorprendente precisión por el propio dictador.
Así, durante una de sus últimas entrevistas, el líder libio advertía de la gran amenaza de que se produjeran atentados terroristas en Europa y de un flujo no controlado de refugiados, además de la desestabilización general de la región mediterránea.
“Yo personalmente juego un papel estabilizador en la región de África. Si la situación en Libia se desestabiliza, aquí Al Qaeda mandará. Libia se convertirá en el segundo Afganistán y los terroristas llenarán Europa”, dijo en marzo de 2011.“La esperanza que vivió la sociedad libia en 2011 no se materializó”, opina Gregori Lukiánov, quien destaca que la misión del Consejo de Seguridad de la ONU ve en Libia todos los signos de una catástrofe humanitaria. Además, el experto señala que hoy en día el país no tiene un Ejército unido, ni un Gobierno unido y no se ve salida al conflicto existente.
“Seis años después de la caída de Gadafi, tenemos un enorme agujero negro en el mapa del Mediterráneo. Es la zona de un conflicto no regulado y poco previsible, que afecta a los intereses de los países del norte de África y también de Europa”, concluye el politólogo.Fuente.