Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

jueves, 30 de abril de 2009

Sinfonía en rojo mayor: La lucha por el poder mundial. Parte IV


En esta entrega se empieza ya a comprender la naturaleza de la conspiración y sus miembros.

Ver las anteriores partes empezando aquí.

R. Prosigo cual si nada hubiese oído. Como usted es un escolástico de El Capital y quiero despertar sus dotes inductivas, le recordaré algo muy particular. Advierta con qué agudeza deduce Marx, frente al rudimentario industrialismo inglés de sus tiempos, todo el futuro y gigantesco industrialismo contemporáneo: cómo lo analiza y fustiga, cómo pinta al repulsivo industrial… La imaginación de usted, como la de las masas, cuando evoca la encarnación humana del monstruoso Capital, lo ven tal y como lo pintó Marx: un panzudo industrial, puro en boca, eructando satisfecho y violando a la esposa o a la hija del obrero… ¿No es así?... A la vez recuerde usted la moderación de Marx y su ortodoxia burguesa cuando estudia la cuestión moneda. En el dinero no aparecen sus famosas contradicciones … La finanza, como entidad en sí, no existe para él, y el comercio y la circulación del dinero son consecuencia del malvado sistema de producción capitalista, que lo subordina y determina absolutamente… En la cuestión dinero es Marx un reaccionario; y lo era, para mayor asombro, teniendo a la vista, llenando toda Europa con un brillo, aquella estrella de cinco puntas –como la soviética- de los cinco hermanos Rothschild.

Este hecho, tan enorme, que alucinaba las imaginaciones de la época, pasa inadvertido para Marx. Algo extraño… ¿No es verdad?... Acaso, de aquella ceguera tan particular de Marx proceda un fenómeno común a todas las revoluciones sociales ulteriores. Todos podemos comprobar que cuando las masas se adueñan de ciudad o nación muestran siempre una especie de temor supersticioso frente a Bancos y banqueros. Han matado reyes, generales, obispos, policías, sacerdotes y demás representantes del odiado privilegio; han saqueado e incendiado iglesias, palacios y hasta centros de enseñanza; pero, siendo revoluciones económico-sociales, respetaron la vida de banqueros y han resultado intactos los soberbios edificios de los Bancos… Según mis noticias, hasta ser yo preso, el mismo hecho se repite ahora…
G. ¿Dónde?...
R. En España… ¿No lo sabe?... Pues pregunte usted; y ahora, dígame: ¿no le parece todo muy extraordinario?... Induzca policía… No sé si habrá usted observado la extraña semejanza que hay entre la Finanza Internacional y la Internacional Proletaria. Se diría que una es la contrafigura de la otra; y, de haber contrafigura, será en la Proletaria, por ser más moderna que la Finanza.
G.. ¿Dónde ve una semejanza en cosas tan opuestas?
R. Objetivamente, son idénticas. Si, como ya he demostrado, la Komintern, secundada por la Reformista y por todo el sindicalismo, provoca la anarquía de la producción, la inflación, la miseria y la desesperación de las masas, la Finanza, sobre todo la Finanza Internacional, secundada consciente o inconscientemente por las finanzas privadas, crea las mismas contradicciones, pero multiplicadas… Podríamos ya intuir la razón por la cual Marx encubrió las contradicciones financieras, que a su aguda visión no pudieron ocultarse, si tuvo en la Finanza una aliada, cuya acción, objetivamente revolucionaria, era ya entonces de una trascendencia extraordinaria.
G. Coincidencia inconsciente; no alianza, que presupondría inteligencia, voluntad, pacto…
R. Si le parece, aplazaremos ese aspecto… Ahora es mejor pasar al análisis subjetivo de la Finanza, y, aún más, veamos también la personalidad de sus hombres. La esencia internacionalista del dinero es demasiado conocida; de tal realidad procede que la entidad que lo posee y lo sublima sea cosmopolita. La Finanza, en su apogeo, fin en sí, la Finanza Internacional, niega y desconoce todo lo nacional. No reconoce al Estado, por tanto, es ella objetivamente anarquía, y lo sería absolutamente si ella, negadora de todo Estado nacional, no fuera por necesidad Estado en su esencia. El Estado puro es tan solo Poder. Y el Dinero es Poder puro. El Dinero es Estado. El Superestado comunista que desde hace un siglo construimos y cuyo esquema es la Internacional de Marx, analice y verá su esencia. El esquema, la Internacional y su prototipo, la URSS, son también puro Poder. La identidad esencial es absoluta entre ambas creaciones. Algo fatal, porque la personalidad de sus autores también era idéntica, tan internacionalista es el financiero como el comunista. Los dos, por pretextos distintos y con distintos medios, niegan y combaten al Estado nacional burgués. El marxismo, para integrarlo en el Superestado comunista; de ahí que sea el marxista un internacionalista; el financiero niega al Estado nacional burgués, y su negación, y su negación parece ser fin en sí; propiamente, no se muestra internacionalista, sino como anarquista cosmopolita… Esta es su apariencia hoy, pero ya veremos lo que él es y quiere ser. En lo negativo, como ve, hay una identidad individual entre comunistas internacionalistas y financieros cosmopolitas; como natural efecto, también la hay entre la Internacional Comunista y la Finanza Internacional.
G. Casual semejanza subjetiva y objetiva en los contrarios, borrada y rota en lo radical y trascendental.
R. Permítame no responder ahora para no romper el orden lógico. Sólo quiero ratificar el axioma fundamental: El Dinero es Poder. El dinero es hoy el centro de la gravitación universal… ¿Creo que se hallará de acuerdo?
G. Prosiga usted, Rakovsky; se lo ruego.
R. Saber cómo llegó la Finanza Internacional a ser dueña del dinero, ese mágico talismán que ha venido a ser lo que Dios y nación fueron para las gentes, sucesivamente, hasta la época contemporánea, es algo que supera en interés científico al mismo arte de la estrategia revolucionaria; porque también es arte y también Revolución. Se lo expondré. Cegados los ojos del historiador y de las masas por el clamor y fausto de la Revolución francesa, embriagado el pueblo por haber logrado arrebatar al Rey, al privilegiado, todo su poder, no advirtieron que un puñado de hombres, sigilosos, cautos, insignificantes, se habían adueñado del auténtico poder de la realeza, de un poder mágico, casi divino, que ella, sin saberlo, poseía. No advirtieron las masas que otros tomaron para sí ese poder que pronto las reduciría a una esclavitud más feroz que la del mismo Rey, porque él, por sus prejuicios religiosos y morales y su estupidez, fue incapaz de usar de tal Poder. Así resulta que se adueñaron del mayor Poder del Rey los hombres cuya calidad moral, intelectual y cosmopolita les permitía ejercerlo. Naturalmente, fueron aquellos que de nacimiento no eran cristianos y sí cosmopolitas.
G.. ¿Cuál pudo ser ese mítico poder del que se adueñaron?
R. Ellos tomaron para sí el real privilegio de acuñar moneda… No se sonría usted que me va a hacer creer que ignora lo que la moneda es… Yo le ruego que se ponga en mi caso. Mi situación frente a usted es igual que la del camarada doctor si se viese obligado a explicar bacteriología a un médico resucitado anterior a Pasteur. Pero me explico su ignorancia y la disculpo. El lenguaje, utilizando palabras que suscitan ideas falsas sobre cosas y hechos, gracias al poder de la inercia mental, no proporciona nociones reales y exactas. He nombrado la moneda, naturalmente su imaginación ha reflejado en el acto la figura de la moneda física, de metal y pale. Pues no. El dinero no es ya eso; la moneda física circulante es un verdadero anacronismo. Si existe y circula es por un atavismo, solo porque conviene para mantener una ilusión, hoy pura ficción imaginativa…
G. Es atrevida y hasta poética tan brillante paradoja…
R. Será brillante si quiere, pero no es paradoja lo que digo. Ya sé –y eso le hizo sonreír- que aún acuñan los estados en trozos de metal y papel los bustos reales o los escudos nacionales, pero ¿y qué?... La gran masa del dinero circulante, el de las grandes transacciones, la representación de toda la riqueza nacional, moneda, sí moneda, la empezaron a emitir aquellos pocos hombres a que aludí. Títulos, letras, cheques, pagarés, endosos, descuentos, cotizaciones, cifras y más cifras, cual catarata desatada, invadió las naciones… ¿Qué fue a su lado ya la economía metálica y el papel moneda?... Algo intrascendente, mínimo, frente a la creciente marea que todo lo inundaba de moneda financiera… Ellos, finísimos psicólogos, en la impunidad de la ignorancia general, llegaron a más. Sobre la inmensa serie abigarrada de moneda financiera, a fin de darle un volumen rayano en lo infinito y la velocidad del pensamiento, crearon la moneda crédito…, abstracción, ente de razón, cifra, guarismo, crédito, fe… ¿Ya comprende usted?... Estafa, moneda falsa dotada de curso legal… En otros términos, para mejor hacerme comprender, Bancos y Bolsas y todo el sistema financiero universal es una máquina gigante para cometer la monstruosidad contra natura, como Aristóteles la calificó, de hacerle al dinero producir dinero, algo, que si ya es un delito de lesa economía, en el caso de los financieros es un delito de Código penal, por ser usura. Ya sé cuál es el argumento defensivo: que cobran ellos un interés legal… Aún concedido, que ya es mucho conceder, la usura existe igual, porque si el interés cobrado es el legal, ellos fingen, falsificándolo, un capital inexistente. Los Bancos tienen siempre, prestado o en movimiento productivo, una cantidad de moneda-crédito, moneda en números, cinco y hasta cien veces mayor que la cifra de moneda física emitida. No diré las veces que supera la moneda-crédito –la moneda falsa fabricada- a la moneda desembolsada como capital. Teniendo en cuenta que devenga interés legal, no el capital real, sino el capital inexistente, el interés ha de ser tantas veces ilegal como la falsificación veces multiplique al capital real… Y tenga en cuenta que el sistema que detallo es el más inocente de los usados para fabricar moneda falsa. Imagine, si puede, a unos pocos hombres con un poder infinito de posesión de bienes reales y los verá dictadores absolutos del valor en cambio, por tanto dictadores de la producción y la distribución y, en consecuencia, del trabajo y del consumo. Si le alcanza su imaginación, eleve su acción a la escala mundial y ya verá su efecto anárquico, moral y social, es decir, revolucionario… ¿Ya comprende usted?...
G. No, aún no.
R. Naturalmente, resulta muy difícil comprender los milagros.
G. ¿Milagro?...
R. Sí, milagro. ¿No es un milagro ver a un banco de madera transformarse en catedral?... Pues tal milagro lo han visto mil veces sin pestañear las gentes durante todo un siglo. Porque milagro prodigioso fue que los bancos donde los mugrientos usureros se sentaban para comerciar con su dinero sean hoy esos templos que ufanan sus columnatas paganas en cada esquina de la urbe moderna, donde la muchedumbre va, posesa de la fe, que ya no le inspiran las deidades celestiales, para ofrendar fervorosa todas sus riquezas a la deidad Dinero, que habita, según cree, dentro de la férrea caja fuerte del banquero, dedicada a su divina misión de multiplicarse hasta el infinito metafísico…
G. Es la nueva religión de la podrida burguesía.
R. Religión, sí, la religión del Poder.
G. Resulta usted un poeta de la economía.
R. La poesía es necesaria si se quiere dar idea de la Finanza, la obra de arte más genial y más revolucionaria de todas las épocas.
G. Es una visión equivocada. La finanza, como Marx y, sobre todo, Engels la definen, está determinada por el sistema de producción capitalista.

(Continua aquí.)

miércoles, 29 de abril de 2009

Sinfonía en Rojo Mayor: La lucha por el poder mundial. Parte III

En esta tercera entrega del interrogatorio de Rakovsky empieza a vislumbrarse el origen de la conspiración.

La primera parte aquí.
La segunda parte aquí.


G. Pero, en fin, llegamos a la conclusión, según usted, de que no hay contradicciones en el Capitalismo, y que si Marx las señala, solo es como recurso estratégico revolucionario…¿No es esto?...Pero las contradicciones colosales, en ascenso constante, del Capitalismo ahí están…A que ahora resulta que Marx mintiendo dijo la verdad…
R. Es usted peligroso como dialéctico cuando rompe usted el freno de la dogmática escolástica y da rienda suelta a su propio ingenio. En efecto, Marx dijo la verdad mintiendo. Mintió al proclamar el error, la contradicción, como “constante” de la Historia económica del Capital y al declarrla “natural y fatal”, ahora bien: a la vez dijo la verdad, ya que sabía que las contradicciones se producirían y aumentarían en progresión creciente hasta llegar a su apogeo…
G. Entonces…, resulta usted antitético.
R. No hay antítesis. Marx engaña por razón táctica, sobre el origen de las contradicciones del Capitalismo, no sobre su evidente realidad. Marx sabía como se producían, como se agudizarían y cómo llegarían a crear la anarquía total de la producción capitalista, como prólogo del triunfo de la Revolución comunista…Sabía que ocurrirían porque conocía él a los que las producían.
G. Es una novedad extraña el venir ahora a descubrir que no es la esencia y ley innata del Capitalismo la que lo lleva a “matarse a sí mismo”, como dijo en frase feliz, ratificando a Marx, un economista burgués, Schmalenbach. Pero me interesa, me interesa, si por ahí llegamos a lo personal.
R. ¿No lo había usted intuido?...¿No advirtió usted cómo en Marx se contradicen la palabra y la obra?...Él proclama la necesidad, la fatalidad de la contradicción capitalista, evidenciando la plusvalía y la acumulación. Evidenciando una realidad. A mayor concentración de los medios de producción –discute con acierto- corresponde mayor masa proletaria, mayor fuerza para instaurar el Comunismo, ¿no?...Pues bien: a la vez que así lo proclama, funda la Internacional. Y la Internacional en la lucha de clases diaria es “reformista”…, es decir, una organización destinada a limitar la plusvalía y, si puede, a suprimirla. Por tanto, la Internacional es objetivamente una organización contrarrevolucionaria, anticomunista, según la teoría marxista.
G. Ahora resulta que Marx es un contrarrevolucionario, un anticomunista.
R. Ya ve usted cómo se puede explotar una cultura marxista primaria. El poder calificar de contrarrevolucionaria y de anticomunista a la Internacional con rigor lógico y doctrinal es no viendo en los hechos más que su efecto visible e inmediato, y en sus textos, la letra. A tan absurdas conclusiones, bajo su aparente evidencia, se llega por olvidar que palabras y hechos están subordinados en el Marxismo a las reglas estrictas de la ciencia superior a la que sirven: a las reglas de la conspiración y la Revolución.
G.. ¿Llegaremos, al fin, a una conclusión definitiva?...
R. Desde luego. Si la lucha de clases en el área económica es, en su primer efecto, reformista y contraria por ello a las premisas teóricas determinantes del advenimiento del Comunismo, en su auténtica y real trascendencia es puramente revolucionaria. Pero, vuelvo a repetir, subordinándose a las reglas de la conspiración; es decir, a la disimulación y ocultación de su verdadero fin…La limitación de la plusvalía y, por tanto, de la acumulación, en virtud de la lucha de clases, tan solo es apariencia, un espejismo creado para provocar el movimiento revolucionario primario en las masas. La huelga es ya un ensayo de movilización revolucionaria. Independientemente de si triunfa o fracasa, su efecto económico es anárquico. Al fin, este medio para mejorar el estado económico de una clase es en sí un empobrecimiento de la economía general; sea cual sea el volumen y el resultado de una huelga, ésta es una merma en la producción. Efecto general: más miseria, de la cual no se libra la clase obrera. Ya es algo. Pero no es el único efecto, ni siquiera el principal. Como sabemos, el fin único de toda la lucha de clases en el ámbito económico es ganar más y trabajar menos; traducido a efectos económicos, es consumir más produciendo menos. Tal absurdo económico –en nuestro léxico, tal contradicción-, inadvertido por las masas, cegadas de momento por un aumento de salario, es automáticamente anulado por un aumento en los precios, y si éstos se limitan por coacción estatal, ocurre igual, la contradicción de querer consumir más produciendo menos es remediada con otra: la inflación monetaria. Y así, se provoca ese círculo vicioso de huelga, hambre, inflación, hambre.
G. Menos cuando la huelga es a costa de la plusvalía del capitalismo.
R. Teoría, pura teoría. Para entre nosotros, tome usted cualquier anuario de la economía de un país y divida las rentas y utilidades totales entre los asalariados y ya verá qué cociente tan extraordinario logra. Es ese cociente lo más contrarrevolucionario, y debemos guardarlo en el mayor secreto. Porque si del teórico dividendo restamos los salarios y gastos de dirección que se producen al suprimir al propietario, resulta casi siempre un dividendo pasivo para los proletarios. Pasivo en realidad siempre, si computamos la disminución del volumen y la baja de la calidad en la provincia. Como usted ve, proclamar que la huelga es luchar por el bienestar inmediato del proletariado, solo es un pretexto; un pretexto necesario para lanzarlo al sabotaje de la producción capitalista; sumando así a las contradicciones del sistema burgués la del proletariado; doble arma de la Revolución… que, como es evidente, no se producen por sí mismas, porque hay organización, hay jefes, hay disciplina y, sobre todo, ninguna estupidez… ¿No puede sospechar usted que las famosas contradicciones del Capitalismo, de la Finanza específicamente, son también organizadas por alguien?... Como base de la inducción, le recuerdo que la Internacional Proletaria en su lucha económica coincide con la Finanza Internacional, produciendo la inflación…, y donde hay coincidencia puede haber acuerdo. Son sus propias palabras.
G. Entreveo un absurdo tan enorme o un intento de tejer una nueva paradoja, que no quiero ni siquiera imaginar. Parece como si usted quisiera insinuar la existencia de una especia de Internacional capitalista, otra Komintern,…, naturalmente opuesta.
R. Exactamente, al decir Finanza Internacional yo personalizaba igual que si dijera Komintern; pero al reconocer yo la existencia de una “Kapintern”, no digo que sea la enemiga…
G. Si pretende usted que perdamos el tiempo con ingeniosidades y fantasías, le debo advertir que ha elegido un mal momento.
R. ¿Acaso me cree usted aquella favorita de las Mil y Una Noches, derrochando imaginación velada tras velada para salvar su vida?...No, si estima que divago, es un error suyo. Para llegar adonde ambos hemos propuesto, si yo no quiero fracasar, debo ilustrarle antes sobre cosas esenciales, dada su incultura total en lo que yo llamaría “marxismo superior”. No puedo prescindir de la explicación, porque sé bien que la misma incultura hay en el Kremlin…Dígame si prosigo…
G. Puede proseguir, pero le soy leal; si todo resulta luego un mero recreo imaginativo, su diversión tendrá muy mal epílogo. Queda usted advertido.

(Continua aquí)

lunes, 27 de abril de 2009

Sinfonía en rojo mayor: La lucha por el poder mundial. Parte II

Viene de aquí. En esta segunda parte el interrogatorio versa sobre si habrá ataque o no de Hitler a la URSS y sobre Marx.

R. Hemos convenido que, por ahora, no puede interesar a la Oposición las derrotas y la caída de Stalin, por hallarnos en la imposibilidad física de reemplazarlo. Es en lo que coincidimos ambos. Ahora un hecho indiscutible. El atacante en potencia existe. Ahí está ese gran nihilista, Hitler, apuntando la peligrosa pistola de la Wehrmacht contra todo el horizonte. Queramos o no, ¿disparará contra la URSS?... Convengamos que para nosotros esa es la decisiva incógnita... ¿Estima usted bien planteado el problema?
G. Está bien planteado. Ahora bien: para mí no tiene ya incógnita. Estimo infalible el ataque hitleriano a la URSS.
R. ¿Por qué?
G. Sencillamente porque así lo dispone quien manda en él. Hitler solo es un condotiero del Capitalismo internacional.
R. Le concedo la existencia del peligro; pero de ahí a proclamar como infalible su ataque a la URSS media un abismo.
G. El ataque a la URSS lo determina la esencia misma del fascismo; además, lo impulsan a él todos los estados capitalistas que le han autorizado su rearme y la toma de todas las bases económicas y estratégicas necesarias. Es la evidencia misma.
R. Olvida usted algo muy importanye. El rearme de Hitler y las facilidades e inmunidades que le dieron hasta hoy las naciones de Versalles, fíjese bien, se las dieron en un período singular..., cuando la Oposición aún existía, cuando aún podíamos heredar a un Stalin derrotado...¿Estima el hecho casual o mera coincidencia temporal?...
G. No veo ninguna relación entre que permitieran las potencias de Versalles el rearme alemán y la existencia de la Oposición...La trayectoria del Hitlerismo es una trayectoria clara y lógica en él. El ataque a la URSS se haya de muy antiguo en su programa. La destrucción del Comunismo y la expansión hacia el Este son dogmas en Mi Lucha, ese Talmud del nacional-socialismo..., y que vuestro derrotismo haya querido aprovechar esa conocida amenaza contra la URSS, es natural dada vuestra mentalidad.
R. Sí, todo eso, a primera vista parece lógico y natural, demasiado lógico y natural para que sea verdad.
G. Para que no lo fuera, para que Hitler no nos atacase, deberíamos confiar en la alianza francesa..., y esto sí que sería ingenuidad. Sería tanto como confiar en que el Capitalismo se sacrificaría por salvar al Comunismo,
R. Discurriendo sin más nociones políticas que las propias de un mitin de masas, tiene usted toda la razón. Pero si es usted sincero hablando así, perdóneme, yo estoy decepcionado; creí más elevada la cultura política de la famosa policía estaliniana.
G. El ataque del hitlerismo a la URSS es, además, una necesidad dialéctica; es tanto como elevar al plano internacional la fatal lucha de clases. Junto a Hitler, por necesidad, estará todo el capitalismo mundial.
R. Así, con su dialéctica escolástica, créame, yo me formo una idea más pobre aún sobre la cultura política del estalinismo. Le oigo hablar como podría escuchar Einstein a un alumno de liceo sobre la física cuatridimensional. Veo que solo saben del Marxismo elemental, es decir lo demagógico y popular.
G. Si no es muy larga y oscura su explicación, le agradecería que me revelase algo de esa “relatividad” o “quanta” del marxismo.
R. Nada de ironías, estoy hablando animado del mejor deseo. En ese mismo marxismo elemental, que aún les enseñan en la Universidad estalinista, puede hallar una razón que contradice su tesis sobre la infalibilidad del ataque hitleriano a la URSS. Aún les enseñan como piedra angular del marxismo que la contradicción es la enfermedad incurable y mortal del Capitalismo...¿no es así?
G. En efecto.
R. Y siendo así, aquejado el Capitalismo de la contradicción permanente en lo económico, ¿por qué no la ha de padecer también en lo político?... Lo económico y lo político no son entidades en sí, son estados o dimensiones de la entidad social, y las contradicciones nacen en lo social, repercutiendo en la dimensión económica o política o en ambas a la vez... Sería un absurdo suponer falibilidad en lo económico y, a la vez, una infalibildad en lo político, algo necesario para que sea fatal ese ataque a la URSS que usted cree absolutamente necesario.
G. Entonces usted fía todo a la contradicción, a la fatalidad, al error ineludible que ha de padecer la burguesía que impedirá el ataque de Hitler a la URSS. Yo soy marxista, Rakovski, pero aquí, entre nosotros, sin escandalizar a ningún militante, le digo que, con toda mi fe en Marx, no fiaría yo la existencia de la URSS a una equivocación de sus enemigos..., y creo que Stalin tampoco.
R. Pues yo sí...No, no me mire así, que no me burlo ni estoy loco.
G. Permítame, por lo menos, tener mis dudas, en tanto no me demuestre su afirmación.
R. ¿Ve usted como tenía yo motivo para calificar de mediocre su cultura marxista?... Sus razones y reacciones son las mismas que las de un militante de base.
G. ¿Y no son las verdaderas?
R. Sí, las verdaderas para el pequeño dirigente, el burócrata y la masa. Las convenientes para los que sean luchadores de fila... Ellos las deben creer y repetir al pie de la letra... Escúcheme usted en el terreno confidencial. Con el marxismo sucede igual que con las antiguas religiones esotéricas, sus fieles debían saber solo lo elemental y hasta grosero si se quería suscitar la fe, algo absolutamente necesario, tanto en religión como en Revolución.
G. No querrá usted revelarme ahora un Marxismo misterioso, algo así como una masonería más.
R. No, nada de esoterismos. Al contrario, se lo presentaré con meridiana claridad. El marxismo, antes que sistema filosófico, económico y político, es una conspiración para la Revolución. Al ser la Revolución para nosotros la única realidad absoluta, filosofía, economía y política son verdad en tanto y cuanto llevan a la Revolución. La verdad intrínseca, subjetica llamémosla así, en la filosofía, economía y política y hasta en la moral no existe; será verdad o error en abstracción científica; pero al ser para nosotros subordinadas a la dialéctica de la Revolución -únicamente realidad y, por tanto, la única verdad-, para todo auténtico revolucionario, como lo fue para Marx, ha de ser así, debiendo obrar en consecuencia. Recuerde usted aquella frase de Lenin cuando alguien le dijo como argumento que su intento se oponía a la realidad: “Lo siento por la realidad”, respondió. ¿Cree usted que Lenin dijo una sandez? No, para él, toda realidad, toda verdad, era relativa, frente a la única y absoluta: la Revolución. Marx fue genial. Si su obra solo fuera una crítica profunda del capital, ya sería una labor científica sin par; pero donde alcanza la categoría de obra maestra es como creación irónica. “El comunismo -dice- ha de triunfar, porque le dará el triunfo su enemigo, el capital”. Tal es la tesis magistral de Marx...¿Cabe más grande ironía?... Para ser creído le bastó con despersonalizar a Capitalismo y Comunismo, trasmutando el ente humano en ente de razón, con un arte de prestidigitador maravilloso. Tal fue su ingenioso recurso para decirle a los capitalistas, que son la realidad del Capital, que triunfaría el Comunismo por su congénita idiotez: porque sin idiotez perpetua en el homo economicus, no puede haber en él la contradicción permanente proclamada por Marx. Lograr que el homo sapiens se transmute en homo stultum es poseer un poder mágico, capaz de hacerle descender al hombre en la escala zoológica a su primer peldaño, al de la bestia. Solo dada la existencia del homo stultum en esta época del apogeo del Capitalismo puede Marx formular su axiomática ecuacuón: Contradicción + Tiempo = Comunismo. Créame, cuando nosotros, los iniciados, contemplamos una efigie de Marx, aunque sea la que se ufana sobre la puerta principal de la Lubianza, no podemos reprimir una carcajada interior, y es que Marx nos contagia; le vemos a él reírse de toda la Humanidad tras sus barbazas.
G. ¿Será usted capaz de burlarse del más prestigioso sabio de la época?
R. ¿Burlarme yo?... ¡Si es admiración! Para lograr Marx engañar a tantos hombres de ciencia era necesario que él fuera superior a todos. Ahora bien, para juzgar a Marx en toda su grandeza, debemos contemplar al Marx auténtico, al Marx revolucionario, al del Manifiesto. Es decir, al Marx conspirador, ya que durante su vida la Revolución vivía en estado de conspiración. No en vano, sus avances y victorias ulteriores los debe la Revolución a aquellos conspiradores.
G. ¿Niega usted entonces el proceso dialéctico de las contradicciones del Capitalismo en el triunfo final del Comunismo?
R. Tenga usted la seguridad de que si Marx hubiera creído que la victoria del Comunismo solo llegaría gracias a la contradicción capitalista, jamás hubiera nombrado la contradicción ni una sola vez en los miles de páginas de su obra científico-revolucionaria. Hubiera sido un imperativo categórico de la real naturaleza de Marx, no científica, sino revolucionaria. Un revolucionario, un conspirador, jamás revela él a su adversario el secreto de su triunfo. Jamás le da información; le da desinformación, como usted sabe hacer en la contraconspiración, ¿no es así?

(Continua aquí)