Para sintetizar la polémica, basta decir que los autores alternativos, desde los años 60, señalaron que los fundamentos del citado basamento –en parte megalíticos– no se correspondían con la conocida obra romana, en cualquiera de sus variantes y soluciones. De hecho, el conjunto de Baalbek tiene una larguísima historia, pues ya contenía restos prerromanos [1] y, tras la construcción principal llevada a cabo en época imperial, el santuario se convirtió en fortaleza y sufrió varias remodelaciones y reparaciones en época bizantina y luego árabe. Ahora bien, los bloques megalíticos, perfectamente tallados y colocados in situ sin ninguna argamasa parecían un reto fuera de lugar incluso para los expertos ingenieros y arquitectos romanos. Más bien se correspondían con otras construcciones megalíticas –presentes en varios lugares del mundo– de dudosa cronología [2], y con paralelos tan cercanos como ciertos monumentos egipcios o algunos restos observables en el antiguo Monte del Templo [3], atribuido a Salomón, en Jerusalén. En suma, desde el mundo alternativo se proponía que esa obra era mucho más antigua y más perfecta que cualquier cosa que hubieran podido hacer los romanos.
Lo cierto es que la arqueología académica, en general, hizo oídos sordos a las críticas y observaciones alternativas, y más aún cuando estas opiniones sugerían que detrás de tal obra colosal estaban los extraterrestres, los gigantes, los Anunnaki, los atlantes o cualquier civilización desaparecida. No obstante, se hicieron algunos esfuerzos por parte académica para demostrar –sobre bases teóricas– que, si bien los romanos no tenían por costumbre recurrir a bloques ciclópeos, sí tenían la capacidad técnica de tallar los bloques, alzarlos, desplazarlos y colocarlos luego en el basamento o podium del templo, y sin la necesidad de emplear miles de esclavos o trabajadores. En su momento, en el citado artículo, ya expuse los problemas de estas argumentaciones y no me extenderé en más comentarios.
Vista parcial del santuario en la actualidad
Sin embargo, vale la pena señalar ahora que la arqueología académica, a la luz de las recientes investigaciones de los últimos años en el lugar, ya está empezando a reconocer abiertamente la existencia de una imponente obra prerromana de incierto origen. Básicamente, los trabajos realizados han demostrado que existió una vasta intervención anterior al proyecto romano, a lo cual cabe añadir la constatación de que la Piedra del Sur no está sola, sino que hay por lo menos otros dos bloques descomunales, de peso todavía superior a ésta. Por otra parte, también creo interesante mencionar las últimas observaciones realizadas en Baalbek por Graham Hancock, que desbaratan un poco más las teorías académicas e introducen más incógnitas en la ecuación, a la espera de nuevas interpretaciones.
Así pues, me gustaría referirme a un trabajo [4] publicado en 2010 por el arquitecto y arqueólogo alemán Daniel Lohmann, miembro de la misión arqueológica alemana en Baalbek. En su artículo Giant strides towards monumentality (“Grandes zancadas hacia la monumentalidad”), Lohmann se refiere a un proyecto monumental megalómano que precedió a la gran construcción romana iniciada en siglo I d. C. Según la moderna investigación arqueológica, quedaría probado que existió un plan anterior al romano, otro gran santuario o construcción que fue objeto de posterior reaprovechamiento por parte de los romanos. En palabras de Lohman:
“En la época de los trabajos franceses y libaneses en Baalbek, se hallaron los restos de construcciones monumentales prerromanas en las excavaciones bajo el pavimento romano del Gran Patio. La prospección e interpretación actuales muestran que existía un piso prerromano a unos 5 m. bajo el piso del Gran Patio Romano tardío, por debajo del posterior patio oriental. Como rasgos, se incluyen un monumento de podio independiente y una escalera en voladizo precedente; ambos sugieren una anterior entrada al santuario. Además, se podría afirmar que el muro de cimentación situado debajo de la peristasis del templo pseudodipteral imperial inicial era de fecha prerromana. Esta antigua terraza en forma de T ya era una construcción gigantesca, al menos cinco metros más alta que el yacimiento y que cualquier construcción de plataforma. Debido a la falta de restos arquitectónicos de un templo, se puede suponer que el templo para el que se construyó esta terraza nunca fue terminado o quedó completamente destruido antes de que comenzara una nueva construcción. [...]
La construcción inconclusa del santuario prerromano se incorporó a un plan maestro de monumentalización. Aparentemente desafiado por la enorme construcción prerromana, el antiguo santuario imperial de Júpiter muestra tanto una arquitectura de diseño megalómano como la técnica de construcción de la primera mitad del primer siglo después de Cristo. El ejemplo más famoso puede ser el trilithon que forma la hilada media del podio del templo occidental en tres bloques de 4 por 4 por 20 metros. El podio se puede considerar como un intento de esconder la terraza del templo –más antigua y de forma inconveniente– detrás de un podio de estilo romano, que consta únicamente de tres hiladas de mampostería, con una altura de doce metros.”[5]Es decir, se reconoce explícitamente que existió en Baalbek una gran construcción previa –llamémosla megalómana– que tal vez pudo ser la base para un templo o un gran edificio y que quedó inacabado o que fue destruido. Y todo esto en un tiempo indeterminado, pues no hay datos de ninguna datación ni tampoco una posible adjudicación a una cultura concreta (¿fenicios, época helenística...?). Ya sabemos que la obra es “prerromana”, pero la falta de mayores referencias concretas resulta un poco desconcertante. ¿Qué cultura se dedicaba allí a la megalomanía arquitectónica en tiempos históricos? En todo caso, quedaría por aclarar el elemento esencial de la controversia, esto es, establecer qué parte de lo que podemos ver en Baalbek es genuinamente romana y qué parte es anterior (sin que sepamos por el momento quién la realizó, ni cómo, ni cuándo).
El trilithon (véase la diversidad de paramentos)
A este respecto, Graham Hancock hace notar que el gran podio erigido sobre enormes bloques –incluyendo el trilithon– en realidad no es un podio para el majestuoso templo de Júpiter sino un recinto formado por muro megalítico en forma de U. En efecto, lo que Lohmann llama Podio 2 no sustenta el templo, no forma parte de su fundamento o base, sino que lo rodea en tres de sus lados (norte, sur y oeste). Como hemos visto, Daniel Lohmann asegura que tal construcción es contemporánea del templo de Júpiter y del resto de templos y que se erigió meramente para tapar la terraza o plataforma “poco vistosa” que conformaba la base real del templo (el Podio 1, en denominación de Lohmann, de época herodiana). O sea, hemos de creernos que tan magna construcción aparentemente sólo tuvo una función decorativa o cosmética.
Lo que Hancock opina, y yo comparto, es que el llamado Podio 2, la obra megalítica, podría haber estado allí desde hacía muchos siglos –tal vez milenios– y que los romanos lo aprovecharon como muro de contención o para otra finalidad similar. Obviamente, disponer de alguna datación absoluta de esta estructura podría despejar muchas dudas, pero cuando Graham Hancock preguntó a Lohmann si se había realizado alguna datación del Podio 2 mediante Carbono-14, éste le contestó que lamentablemente no se disponía de ninguna, ya que el paso del tiempo y las modificaciones sufridas por las estructuras habían borrado cualquier traza de material orgánico. En todo caso, desde mi conocimiento de la arqueología romana, me parecen claros los siguientes hechos:
- No tiene sentido, ni tampoco ningún precedente en el mundo romano, realizar ese recinto monumental en torno al podio del templo sólo por motivos “estéticos”. Y todavía es más extraño ver que para tal muro se emplearon bloques de distinta medida, siendo algunos de ellos de tamaño y peso enorme (incluido el trilithon), lo que carece de lógica ya que –como hemos visto– no debían soportar ninguna gran estructura. Ese es un argumento demoledor contra la hipótesis romana.
- Los romanos, a lo largo de varios siglos, no recurrieron en su arquitectura o ingeniería a tales bloques megalíticos gigantescos. Para grandes obras solían emplear sillares de piedra de tamaño medio (opus quadratum) o bien cemento (opus caementicium), u otro tipo de paramentos en piedra o en ladrillo.
- Los romanos, aparentemente, no tenían capacidad técnica para mover y colocar bloques de más de 300 toneladas, según sabemos por el complicadísimo transporte de obeliscos procedentes de Egipto. Y aunque hubieran ideado algún sistema con máquinas, lo más probable es que fuera tremendamente complejo, lento y muy costoso, nada operativo para los eficientes romanos. (Es exactamente lo mismo que ocurre en el mundo actual, aun disponiendo de maquinaria motorizada.)
- No hay ningún dato sobre el terreno que permita asociar fiablemente el Podio 2 con el resto de monumentos romanos. Antes bien, la fuerte erosión que presentan algunos bloques de este muro apunta a una evidente diferencia cronológica con la obra propiamente romana. Por tanto, la pretensión del estamento académico de que este muro es romano al 100% es una mera suposición que no está basada en pruebas objetivas e indiscutibles.
La Piedra del Sur
Por otra parte, las modernas excavaciones llevadas a cabo en la cantera que abasteció de piedra a los constructores de Baalbek han sacado a la luz dos nuevos monstruosos bloques paralelepípedos que quedaron inconclusos, ambos muy cerca de la ya conocida Piedra del Sur. El primero, de unas 1.200 toneladas, ya había sido excavado en los años 90, mientras que el último fue localizado y excavado en 2014, y según las estimaciones de los expertos podría tener un peso de unas 1.650 toneladas. Evidentemente, todo empuja a pensar que estos inmensos bloques estarían destinados a completar la estructura Podio 2, en conjunción con los ya conocidos bloques del trilithon. Y nuevamente, las explicaciones académicas caen por su propio peso (nunca mejor dicho en este caso). Como se ve, la Piedra del Sur no fue una excepción o un error de cálculo, pues ahí tenemos varios bloques similares esperando ser finalizados. Los romanos no hubieran dejado un trabajo tan ingente inacabado; no tiene ningún sentido lógico, ello por no volver a incidir en la muy improbable capacidad técnica de mover y colocar esos bloques en su lugar.
Puestos a especular, más bien parece que los constructores originales del Podio 2, quienes quiera que fuesen, vieron interrumpido su trabajo de forma brusca por alguna poderosa razón que desconocemos (¿un desastre natural, una crisis económica, un problema político, una guerra...?). Asimismo, fueron incapaces de retomar el trabajo abandonado, quedando los enormes bloques en su emplazamiento actual, sin que tampoco tengamos la menor pista de lo que sucedió (¿el fin de una civilización?). Lo que es obvio es que dada la enorme solidez de la estructura, allí se mantuvo durante un tiempo indefinido hasta que pasó a formar parte del conjunto romano.
En cualquier caso, una vez más estamos ante ese vacío, explicaciones fáciles o despeje de balones por parte académica cuando se habla de megalitismo a esta escala tan enorme y con tal perfección técnica. Y al igual que, por ejemplo, los muros ciclópeos de Sacsayhuamán (Perú) fueron asignados a los incas, los muros con bloques gigantescos de Baalbek fueron asignados a los romanos con escasa discusión. Detrás de ello sólo veo el miedo a reconocer que las antiguas civilizaciones conocidas no tenían los medios para emprender tales hazañas arquitectónicas. Esto nos lleva por fuerza a la hipótesis de la civilización desaparecida, para la cual no debía ser un esfuerzo titánico manejar tales bloques, pues posiblemente disponían de una tecnología desconocida para nosotros. Y aun admitiendo que ésta es una explicación situada en un escenario hipotético y un limbo de pruebas, me parece más razonable que las propuestas convencionales, o al menos más consistente como punto de partida.
© Xavier Bartlett 2018
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
[1] Según los arqueólogos, el yacimiento es un típico “tell”, una colina que fue aumentando en altura según se producían las sucesivas ocupaciones humanas y abandonos a lo largo de miles de años. Los restos más antiguos se han datado en el Neolítico, hacia el 8000 a. C.
[2] Recordemos que el megalitismo, en sus diferentes manifestaciones, ha sido datado por la arqueología ortodoxa desde el Neolítico hasta la Edad de Bronce, con algunas apariciones esporádicas en época histórica, si bien no se suele emplear el término “megalítico” para describirlas.
[3] También denominado “Explanada de las mezquitas”.
[4] Fuente: www.archeologia.beniculturali.it/pages/pubblicazioni.html
[5] LOHMANN, D. Giant strides towards monumentality. The Architecture of the Jupiter Sanctuary in Baalbek / Heliopolis. Bollettino di Archeologia on line 2010/ Volume speciale/ Poster Session 2 (Texto traducido del inglés)