«Para toda la vida»
En términos legales podría decirse que MAIN era un coto cerrado. . Apenas un 5 por ciento de sus dos mil empleados, los llamados socios principales, tenían todas las acciones. Su posición era muy envidiada. No sólo mandaban sino que además se llevaban la mayor parte del pastel. Su actitud fundamental, la discreción. Porque trataban con jefes de Estado y otros altos dirigentes acostumbrados a exigir de sus asesores, como abogados y psicoterapeutas por ejemplo, el mayor respeto a las normas de la más estricta confidencialidad. Hablar con la prensa era tabú. No se toleraba, y punto. Como resultado, casi nadie fuera de la empresa sabía quién era MAIN, a diferencia de otras competidoras nuestras más conocidas como Arthur D. Little, Stone & Webster, Brown & Root, Halliburton y Bechtel.
He utilizado la palabra «competidoras» en sentido figurado, porque MAIN en realidad era jugadora única en su propia liga. La mayoría de los profesionales contratados eran ingenieros, pero no teníamos ninguna maquinaria ni construíamos nada, ni que fuese un barracón para guardar trastos. Muchos empleados eran ex oficiales, pero no teníamos ningún contrato con el Departamento de Defensa ni ningún otro organismo de los militares. Estábamos en una rama comercial tan diferente de las normales, que me costó varios meses averiguar de qué se trataba. Sólo sabía que mi primer destino real iba a ser Indonesia y que formaría parte de un equipo de once hombres enviados a elaborar un plan maestro de aprovisionamiento energético para la isla de Java.