Las negociaciones del Canal de Panamá
y Graham Greene
Arabia Saudí ha impulsado muchas carreras. La mía iba bien encaminada desde antes, pero mis éxitos en el reino del desierto desde luego me abrieron puertas nuevas. En 1977 me había montado un pequeño imperio que incluía un equipo de unos veinte profesionales en nuestro cuartel general de Boston y una pléyade de asesores de otros departamentos y despachos de MAIN diseminados por todo el planeta. Me convertí en uno de los socios más jóvenes en la centenaria historia de la compañía. Además de mi título de economista jefe, ostentaba el de gerente de planificación económica y regional. Daba conferencias en Harvard y otros lugares y los periódicos me pedían artículos sobre los acontecimientos de actualidad.1
Tenía un amarre para mi velero en el puerto de Boston al lado del histórico acorazado Constitution, alias «Oíd Ironsides», el mismo que sirvió para someter a los piratas berberiscos poco después de nuestra guerra de Independencia. Cobraba un sueldo excelente y tenía participaciones que prometían elevarme al selecto círculo de los millonarios antes de cumplir los cuarenta. Cierto que mi matrimonio había fracasado, pero amenizaba mi tiempo con bellas y fascinantes mujeres de varios continentes.