Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

viernes, 25 de agosto de 2017

El azúcar: Un alimento con el futuro en entredicho

Es uno de los primeros motores del comercio global y origen de un sangriento legado de explotación. Durante décadas apreciado y vilipendiado a partes iguales, su carácter adictivo preocupa a las autoridades de salud pública por sus efectos en la calidad y la expectativa de vida de los ciudadanos. Una industria gigantesca edificada sobre un producto cada vez más cuestionado por los consumidores y los Gobiernos por sus efectos para la salud. Podríamos estar hablando del tabaco, pero no. Los expertos avisan de que el azúcar, una industria que en 2015 exportó por valor de 20.000 millones de euros, va por el mismo camino.

"El azúcar es el tabaco del siglo XXI", afirma Henk Grootveld, jefe de tendencias de inversión de Robeco y gestor de carteras. "La situación de la industria de alimentos y bebidas azucaradas es comparable a la industria tabacalera en el año 2000, en la medida que los consumidores se vuelven más y más conscientes de los efectos de su exceso en la salud". "El distanciamiento de los consumidores es ya una tendencia global", apunta Nick Fereday, analista de Rabobank. "Es algo muy serio para la industria y no se puede desear que desaparezca o despreciarlo como una moda pasajera".
Porque nuestro cuerpo necesita de un azúcar, pero no la sacarosa (el nombre científico del azúcar refinado), sino la glucosa. 
"Es uno de los combustibles fundamentales para nuestro organismo. Nuestros músculos, nuestro cerebro y otros órganos necesitan glucosa para funcionar", afirma un estudio del banco de inversión Robeco sobre el sector azucarero publicado recientemente. "Comer alimentos que contienen mucho azúcar o echárselo a la comida es como lanzar combustible al fuego. Pero nuestro cuerpo, gracias a todas las bacterias en nuestro aparato digestivo, está más que equipado para extraer glucosa de casi todo lo que comemos". Y dispara: "Está claro que, hoy por hoy, los reguladores no están listos para ver el azúcar como un ingrediente adictivo y tóxico, como puede ser el alcohol. Quizás el grito de alerta de los políticos sea cuando llegue la cuenta de la epidemia de la obesidad".
Porque es una epidemia, declarada como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2003. En 2014, 1.900 millones de adultos tenían sobrepeso; 600 millones estaban obesos. Desde 1980, el porcentaje de la población mundial con la enfermedad se ha duplicado.



Un informe de Morgan Stanley de marzo de 2015 titulado El amargo regusto del azúcar alerta de las consecuencias económicas de la epidemia y cuantifica que, si no se toman medidas, los países de la OCDE perderán entre un 15% y un 20% de su productividad hasta 2035. 
"Los países que se enfrentan a las mayores pérdidas económicas son aquellos donde la prevalencia de enfermedades relacionadas con la obesidad y el consumo de azúcar ya es alta", señala el informe, que apunta a Chile y México entre los Estados más en riesgo.
"Nuestras simulaciones muestran que una fuerza de trabajo reducida y menos productiva, sea por muertes prematuras, inactividad forzosa o un peor rendimiento en el trabajo, puede afectar de forma significativa al crecimiento económico, particularmente en sectores intensivos en mano de obra como el de los servicios", apunta el documento.
"Nuestro modelo también sugiere que pequeños cambios en la dieta pueden traer beneficios significativos a largo plazo; sin embargo, al final el progreso sostenible solo se podrá lograr por una mejor comprensión por parte de la ciudadanía de los dos lados del desequilibrio calórico: consumo y gasto".
La industria se defiende

La industria, por su parte, sigue manteniendo la misma posición que tiene hace décadas. 
"El problema no es el azúcar, son los excesos", considera Rafael Urrialde, responsable de Salud de Coca-Cola España. "El azúcar es un alimento como otro cualquiera y hay muchísimos alimentos que lo contienen. Si no hay un consumo equilibrado, es capaz de hacer mucho mal".
Desde los años sesenta, los estudios científicos hicieron hincapié en reducir el consumo de grasas para evitar problemas de salud. Pero eso ha cambiado. 
"La tradición británica de comer huevos en el desayuno no es tan mala idea después de todo", apunta el informe de Robeco. "Llena el estómago, reduce el apetito por más tiempo e incrementa nuestra glucosa en sangre a más largo plazo".
El verdadero problema del azúcar en la dieta no se sirve a cucharadas. Aproximadamente el 80% del azúcar consumido en los mercados desarrollados se destina a diferentes alimentos industrializados, no solo por su capacidad de mejorar el sabor de la comida, sino porque es un conservante que aumenta la cantidad de tiempo que un producto puede estar en los lineales.

La presión de los consumidores está obligando a las empresas a buscar alternativas. 
"Quitando los arrebatos de los que se echan las manos a la cabeza, quizá lo que tenemos ahora es un público más maduro", reconoce un experto cercano a la industria azucarera. "Vamos a ver un empuje muy fuerte hacia productos orgánicos y novedosos", apunta Grootveld.
En algunos casos, esas soluciones son tecnológicas. La startup israelí DouxMatox, fundada en 2014, ha desarrollado una forma de recristalizar el azúcar de manera que tenga el mismo efecto endulzante utilizando menos cantidad, y promete tenerlo en las estanterías en la segunda mitad de 2018. El pasado mes de noviembre, Nestlé anunció el desarrollo de un producto similar.

Pero, a más corto plazo, la alternativa es reducir las cantidades de azúcar, sea incorporando menos a los alimentos, sea reduciendo las raciones, o, sobre todo, diversificando los catálogos para incorporar elementos menos dulces o sin el edulcorante. 
"Yo creo que las grandes compañías han prestado mucha atención a cómo reaccionaron las empresas tabaqueras", sostiene Grootveld. "Han cambiado a otros endulzantes. Es algo parecido a lo que pasó en los años ochenta cuando la gente reaccionó ante la grasa".
Al menos públicamente, los esfuerzos están ahí. "Es obvio que el azúcar es un ingrediente importante en la composición de nuestros productos", comentan desde la Asociación Española del Dulce a través de un comunicado. "Pero no el único ni el más importante según en qué categorías de producto nos fijemos". La propia Nestlé adoptó en 2007 una política de reducción de azúcar que, según la empresa, ha permitido ahorrar 36.000 toneladas del producto desde entonces.

Pero el sector con más interés en reorientarse es el de las bebidas azucaradas, especialmente después de que en 2016 la OMS pidiese públicamente tasarlas con un impuesto. "Los Gobiernos (...) pueden reducir el sufrimiento y salvar vidas", apuntó entonces Douglas Bettcher, director del organismo para enfermedades no contagiosas. Varios países, entre los que están México y Portugal, han decidido aplicar una tasa. Desde mayo, en Cataluña se impone un recargo de entre 8 y 12 céntimos por cada 100 mililitros.

Todo esto bajo las protestas de la industria, que apunta a sus propias medidas tomadas. 
"Llevamos años reduciendo el azúcar en todos nuestros productos", señala Urrialde. "El contenido ha caído un 38%, y en algunos casos llega a ser del 80% del total. Nuestra idea es reducirlo a la mitad; en algunos productos no es posible ofrecer una alternativa, en otros se puede perder más de un 60%. El 41% de nuestras ventas ya son de productos sin azúcar o con azúcar reducido; en unos años, serán la mitad".
"Entre nuestros objetivos para 2025 está que dos terceras partes de nuestra gama global de bebidas tengan 100 calorías o menos azúcares añadidos por cada lata de un tercio de litro", apunta un portavoz de Pepsico.
Reeducación

En Estados Unidos, las tendencias de los consumidores han pasado de las bebidas gaseosas a los zumos de frutas y al té helado, pero el informe de Robeco alerta: "Si esto ha ocurrido por la conciencia de los consumidores respecto al azúcar, probablemente sea necesario un cambio en la educación, porque tanto los zumos como el té helado pueden contener tanto azúcar como una gaseosa normal".

La tendencia está cambiando, pues, pero es difícil cuantificar su impacto en la industria porque no sabemos realmente cuánto azúcar se ingiere. Como explica el informe del banco holandés Rabobank, Sweetness and Lite (dulzura y ligereza), publicado a principios de este mes, "no hay nadie que mida realmente el consumo de azúcar. El consumo es lo que queda cuando se aplican al balance global otros elementos más fáciles de medir, como la producción, las exportaciones, las importaciones y los stocks. De hecho, el término 'desaparición', utilizado por algunos analistas, es más preciso".

La producción mundial de azúcar para las cosechas de 2017-2018 tiene previsto ser de alrededor de 180 millones de toneladas, un récord histórico, según el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos. Un potente motor de esa marca ha sido un cambio radical en la política agrícola de la Unión Europea: por primera vez, la producción azucarera del bloque (mayoritariamente remolachera) no está sujeta a ninguna restricción o cuota, lo que ha hecho que las exportaciones europeas de azúcar tengan previsto pasar de 1,5 millones de toneladas a más de 2 millones. El objetivo supresión de cuotas, según la Comisión Europea, es conseguir "un sector más competitivo" dentro de una "política agraria común más orientada a las necesidades del mercado".

Pero el mercado, ahora mismo, no necesita más azúcar. A principios de la década, los precios se hundieron por la sobre­oferta: el llamado contrato número 11, la referencia del mercado de futuros, pasó de 35 centavos de dólar la libra (454 gramos) en 2011 a algo más de 10 en 2015. Un breve repunte en 2016 dio esperanza a los mercados, pero volvieron a caer, para rondar los 13 centavos por libra.

Incertidumbre

¿Tiene que ver eso con el cambio de los perfiles de demanda? "Es difícil encontrar datos, pero parece ser que en los mercados occidentales el consumo de azúcar ha llegado a su tope", señalan desde Robeco. "En Norteamérica ha caído siete kilos entre 2001 y 2011". Cuestionadas acerca de la potencial evolución, fuentes del sector señalan: "No está del todo claro que la demanda vaya a bajar. Incluso puede que haya algo de escasez si los precios del petróleo siguen al alza". Los 38 millones de toneladas de azúcar almacenados en todo el planeta también son un factor que contribuye a mantener bajos los precios.

La clave del optimismo del sector está en los países emergentes, especialmente en Asia: culturas donde el azúcar nunca ha sido una parte importante del consumo diario hasta ahora. "Al parecer la dieta occidental continúa siendo una aspiración para las nuevas clases medias en los mercados emergentes", señalan desde Morgan Stanley. "Las diferencias en el consumo por persona entre el mundo desarrollado y el emergente seguirán reduciéndose, sin llegar a converger".

De hecho, todas las regiones del mundo, salvo Asia Oriental y África Occidental, exceden la recomendación de la OMS de que los azúcares añadidos no representen más del 10% de las calorías diarias consumidas. Aun así, según un estudio de la OCDE sobre las consecuencias en el mercado de la caída de la demanda azucarera, si se aplicase ese límite durante cinco años, la demanda global caería un 12% y los precios se reducirían un 25%. Ese mismo documento afirma que países como Brasil y Estados Unidos serían los que más tendrían que rebajar su producción. Eso sí, matiza el informe, no afectaría al equilibrio del resto de productos agroalimentarios. "En algunos países se sustituirían los productos finales por otros más rentables, como el bioetanol en Brasil, o por otros cultivos, como las oleaginosas".

Es por eso que los analistas consideran que, pase lo que pase, por ahora el consumo de azúcar no va a disminuir. "Es improbable que estemos hablando de una tendencia a la baja a largo plazo. El mercado seguirá creciendo, más despacio que en el pasado, pero creciendo de todas formas", señala el informe de Rabobank.

domingo, 20 de agosto de 2017

¿Es Estado Islámico una mafia de locos descontentos nihilistas? ¿O creen su retórica del siglo VII?

Janet Daley, una influyente comentarista del diario inglés The Telegraph escribió un artículo a propósito de los atentados yihadistas en París y los disparos en la sala Bataclan titulado “Occidente está en guerra contra un culto a la muerte”. Su postura es que la violencia extrema de Estado Islámico es “histérica”, sin peticiones racionales ni límites de negociación ni objetivos comprensibles. Se trataría de unos locos o unos nihilistas o ambas cosas a la vez.

Daley no lo menciona, pero esta postura parece la del novelista Vladimir Bartol en su novela Alamut, sobre la secta islámica de los Assassin del siglo XI-XII. La novela, escrita en 1938, muestra que el líder de esta secta religiosa de asesinos suicidas, Hassan Ibn Sabbah, resulta ser en realidad un nihilista, no un fanático religioso, y usa la religión sólo para sus propias ansias de poder y cierta locura nietzschiana.

Bartol en 1938 en realidad pensaba más bien en el crecimiento de los totalitarismos laicos en Europa y no podía prever que sus asesinos de Alamut se quedarían pequeños en pleno siglo XXI ante las barbaridades de Estado Islámico.

No son nihilistas: siguen un manual

Mark Durie, un pastor anglicano miembro experto del Middle-East Forum y fundador del Institute for Spiritual Awareness responde a la columnista del Telegraph: Estado Islámico no es nihilista, simplemente aplica de forma integrista lo que pone en el Corán, una ideología y estrategia de guerra y conquista del siglo VII.

Estado Islámico cree que, a la larga, vencerá si aplica lo que ve escrito en el Corán, cumpliendo así lo que entiende que son profecías.

Si la Sura 9,5 en el Corán dice “Luchad y matad a los idólatras [mushrik] donde los encontréis”, ellos buscan no creyentes y los matan. El comunicado de Estado Islámico tras los atentados clasificaba a los asistentes al concierto de Bataclan en esta categoría.

El comunicado de Estado Islámico declara que ISIS “ama la muerte como vosotros amáis la vida”. La periodista Daley lo lee como signo de nihilismo y secta tanatólatra (que adora la muerte). Pero no es así exactamente. Ellos usan vocabulario del Corán, donde se regaña a una serie de enemigos del Corán por amar demasiado la vida, característica propia de cobardes infieles (Suras 3,13; 14,3; 75,20; 76,27) ya que lo que importa es la otra vida que ofrece Alá a quien muere luchando por él.



Aterrar: una exigencia de guerra según el Corán

Mark Durie insiste en que “los asesinatos sirven a un propósito estratégico. Buscan aterrar a los infieles y debilitar su voluntad de resistir la dominación islámica”.

Un psicólogo militar del siglo XXI puede dudar de la eficacia práctica y militar de esta técnica, pero a Estado Islámico le da igual porque están obligados a usar esta técnica de terror ya que les está dictaminado en su manual del siglo VII que es el Corán. Ellos han leído en la Sura 8,12: “Lanzaré miedo en los corazones de los que no creen. Así que golpea sus cuellos y córtales los dedos”. Y han estudiado lo que según el Corán hizo Mahoma luchando contra los judíos de Medina (Sura 33, 26-27): “Pusiste terror en sus corazones, mataste a un grupo y tomaste cautivo a otro. Él te hizo heredar su tierra, sus hogares, su riqueza y una tierra que no habías pisado”.

Primero va el terror, después la ocupación de casas vacías y toma de botín: en buena parte de Siria e Irak los yihadistas de ISIS han comprobado que así era. Mosul, la segunda o tercera ciudad más grande de Irak, cayó en sus manos casi sin combate: el terror (y quizá la traición también) se la entregó.

Objetivo: someter todo el mundo al califato

El objetivo de Estado Islámico no es incomprensible sino muy concreto: lograr someter todo el mundo a su variante del Islam. No les importa dedicarle siglos al asunto. La forma política concreta que buscan está bien definida: un califato que gobierna a musulmanes y tolera sólo a judíos o cristianos sometidos como “dhimmis”, bajo reglas e impuesto especiales, y todo bajo la ley de la sharia.



Mucha gente en Occidente, sobre todo en países que han sido potencias coloniales de territorios musulmanes, como es el caso de Inglaterra y Francia, con mala conciencia por su pasado colonial y aplicando categorías del pensamiento marxista y conceptos como “lucha de clases”, etc… piensan que “alguna maldad –sobre todo económica- habrá hecho Occidente” en países musulmanes para ser odiado y atacado.

Pero el comunicado de Estado Islámico es bastante claro: la culpa no viene por ser colonialista, sino por no ser musulmán.

Los yazidíes, por ejemplo, que son pobres y políticamente irrelevantes, han sido exterminados, asesinados y esclavizados simplemente por estar clasificados como idólatras.

Saquear y asustar es un prólogo

Para Estado Islámico, el terror y las incursiones de saqueo y amedrentamiento son prólogo a una invasión de conquista… pero puede ser un prólogo que dure décadas o siglos. En Irak, Siria o Nigeria, Estado Islámico usa las otras recetas que lee en el Corán: tomar botín, tomar esclavos, destruir infraestructuras, cobrar tributos… Métodos del s.VII aplicados con la tecnología y las redes económicas del siglo XXI.
“ISIS cree que tendrá éxito si se mantiene fiel a sus objetivos y tácticas que ha recibido de la divinidad. Cree que las naciones de Europa son moralmente corruptas, son infieles débiles que aman tanto la vida que no lucharán a muerte mientras que sus musulmanes son valientes con el corazón puesto en el paraíso. Cree que Europa está en el lado equivocado de la historia”, afirma Durie.
La respuesta: romper sus profecías

Mark Durie explica que Occidente debe responder demostrando que está dispuesto a luchar una guerra larga, incluso interminable, pero con firmeza.

Estado Islámico necesita territorio (necesita un califato) y si recibiera una gran derrota militar podría replantearse su teología del éxito. “Las leyes islámicas de la guerra permiten a los musulmanes aplazar la batalla con el infiel por un tiempo si no hay probabilidad inmediata de victoria y los riesgos para la causa son demasiado elevados”, asegura Durie.

Por otro lado, el yihadismo no es sólo Estado islámico, sino toda una ideología que se predica en multitud de mezquitas y madrasas del mundo con financiación que llega de Arabia Saudí y países del Golfo, financiación e ideas que los estados occidentales y sus aliados no están sabiendo frenar en serio.

Otro análisis resumido lo ha publicado en inglés Zelda Caldwell, de Aleteia, resumiendo un artículo muy largo de Graeme Wood de marzo titulado “What ISIS really wants”. Dirigiéndose a un público norteamericano señala los errores de la administración Obama, que durante mucho tiempo pensó que Estado Islámico eran unos locos escindidos de Al Qaeda con los que se podían lograr objetivos geoestratégicos.

Wood señala además unos rasgos definitorios de Estado Islámico:

- No son Al Qaeda y su análisis del Corán y sus profecías es distinto

- Creen que el Corán profetiza que esta época es especial, época de expansión del Islam en la inminencia del Apocalipsis… y que ellos son los llamados a cumplirlo



- Creen que para ese Apocalipsis es necesario un califato, con un territorio en el que se cumpla la sharia… y ya lo tienen en Siria e Irak

- Creen en una serie de profecías que han de cumplirse como que habrá una batalla contra “Roma” en Dabiq, Siria, que saquearán Estambul, que lucharán contra un anti-Mesías y que volverá el profeta Isá (Jesús) en su bando.

- Creen estar obligados a expandir el califato mediante la guerra con al menos un ataque cada año; cortar cabezas, esclavizar, etc… son los medios para ello, aterrorizar al enemigo es esencial según su manual

- A Estado Islámico le gustaría que tropas occidentales desembarcasen en el territorio de su Califato. Piensa que le proporcionaría reclutas y popularidad en todo el mundo.

- Wood cree que pasados unos años (pero bastantes), si no hay fin del mundo, mesías, crecimiento constatable (como el del Islam guerrero en su primer siglo) y botín suficiente, este movimiento mesiánico se desinflará… como ha pasado otras veces

- Son fanáticos religiosos, y tratar de sobornarles con compensaciones temporales, intereses políticos, etc… no funcionará

Al final, para entender Estado Islámico, dicen estos expertos, es necesario volver a una mentalidad de guerrero islamista del s.VII. Otros análisis no entenderán su actividad.

NOTA

Este es un artículo de Hemeroteca; se publicó originariamente el 18 de noviembre de 2015; han cambiado algunas cosas: Estado Islámico ya casi no tiene territorio, excepto en zonas de Siria, y desde 2016 ha empezado a usar atentados con camiones y vehículos contra viandantes en calles turísticas europeas.

Fuente.