Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

viernes, 30 de mayo de 2014

Chantajes y cárcel como métodos para acallar a los que se oponen a los OGM


Chantajear y mandar a la prisión a los que se oponen a los transgénicos son solo algunos de los métodos que el gigante anglosuizo Syngenta emplea para silenciar las críticas a sus productos, afirma el agricultor alemán Gottfried Glöckner.

El calvario de Glöckner empezó en 1997, cuando la Unión Europea aprobó la venta comercial del Bt176, un maíz genéticamente modificado de Syngenta, y el agricultor decidió sembrarlo en sus tierras. Con el tiempo, el Bt176 se convirtió en el único maíz que consumía su ganado, dijo a RT Glöckner. En 2000 en su hacienda fueron registrados los primeros casos de infertilidad, enfermedades, muertes y defectos graves en los terneros recién nacidos.

Un laboratorio alemán analizó las muestras y concluyó que los efectos fatales se debían al maíz transgénico, en cuyas semillas había un 24% menos de la cantidad de aminoácidos esencial para la alimentación del ganado –un 8,8% menos en el maíz de silo– en comparación con el maíz natural. Por su parte, Syngenta también llevó a cabo una serie de pruebas del suelo de la granja y del maíz en sus laboratorios, pero afirmó no haber descubierto ninguna irregularidad.

Según detalla Glöckner, después de dos años de tramitaciones, en abril de 2002 finalmente se formalizó un informe de daños con el director ejecutivo de Syngenta para Alemania, Hans Theo Jachmann. El documento determinaba que las pérdidas económicas derivadas de la muerte de animales, la compra de nuevo forraje, los costes de veterinarios y la leche no producida ascendían a medio millón de euros. De esta suma, la empresa llegó a pagar solo 43.000 euros.

"La propia Syngenta me 'recomendó' por escrito deshacerme de mi silo de maíz OGM Bt176, pero no del maíz cultivado. Me hicieron varias promesas tentadoras, como regalarme una nueva cosechadora, una nueva casa, ofrecerme un trabajo o viajes. Yo siempre las he rechazado (…). Me gustaría escuchar finalmente cómo admiten que su tecnología de OGM tiene un problema real", confiesa el agricultor alemán.

Pero su lucha no llevó a nada. O, mejor dicho, llevó a Glöckner a la cárcel, donde permaneció dos años. La compañía lanzó una serie de ataques legales contra el agricultor cuando este empezó a viajar por Europa contando su experiencia con el Bt176. "Cuando falló nuestra negociación final para resolver el problema después de que el representante de Syngenta me ofreciera repartirnos las pérdidas al 50% y yo declinara la propuesta, me gritó: '¿¡Tienes algún problema matrimonial!?'", cuenta el agricultor. Insiste en que esta insólita pregunta acerca de su vida personal no fue la única. En aquel entonces Glockner se estaba divorciando de su esposa, que le había dejado la casa común y la custodia de sus tres hijos adolescentes. De repente apareció en escena el nuevo abogado de su exesposa, con el que la mujer presentó una nueva demanda contra Glöckner acusándole de un caso de violación mientras estaban casados. Según el hombre, no había ningún informe médico, evaluación sicológica o testimonio que respaldara la acusación. Sin embargo, este cargo lo llevó a la cárcel.

Mientras permanecía encarcelado, su exmujer, con el debido apoyo jurídico, creó una nueva empresa sobre la base de su granja, y en la cual él no tenía derechos legales. En repetidas ocasiones irrumpieron en su oficina y en su casa y le robaron archivos, maquinaria y dispositivos electrónicos.

Al salir en libertad le esperaban otros cinco años de tramitaciones, esta vez con las autoridades aduaneras de Alemania. Estas congelaron todas sus cuentas bancarias exigiendo que devolviera el dinero por una leche que había exportado hacía cuatro años apelando a un certificado presuntamente expirado. Glöckner insiste en que las reclamaciones por parte de la aduana coincidían en el tiempo con la salida a la luz de las pruebas que demostraban la presencia de OGM en ciertas materias primas etiquetadas como 'libres de OGM'. En 2011, el agricultor ganó el juicio en la Corte Financiera de Kassel y recibió una indemnización de 625.128 euros. Actualmente viaja por todo el mundo participando en conferencias internacionales en las que advierte sobre los peligros de los productos transgénicos. Subraya que hasta ahora los representantes de Syngenta no se han arriesgado a aparecer con él en un mismo espacio de debate.

Fuente.


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martes, 27 de mayo de 2014

Los transgénicos son una bomba atómica con vida propia

La doctora en genética molecular, Elena Álvarez-Buylla, crítica con los transgénicos.
La doctora en genética molecular, Elena Álvarez-Buylla, crítica con los transgénicos


"Los transgénicos son una bomba atómica con vida propia"

La doctora en genética molecular Elena Álvarez-Buylla batalla en contra de los cultivos genéticamente modificados: "Somos sujetos de un experimento global, sin control ni consentimiento", asegura
Este riesgo "sólo se justifica por las ganancias privadas de las grandes corporaciones", afirma

Fue una bomba. Una prestigiosa revista publicó en septiembre de 2012 un estudio del francés Gilles-Eric Séralini que relacionaba el consumo de maíz transgénico con la formación de tumores. Un año después, la revista que publicó el trabajo le exigió su retirada. Ese desacreditado trabajo ha acentuado las suspicacias sobre las sentencias definitivas a favor o en contra de la modificación genética de semillas. En España las voces discrepantes se relacionan con ambientalistas mientras que los apoyos a esta tecnología se ligan a científicos.

La mexicana Elena Álvarez-Buylla se sale de ese modelo. Y está orgullosa de ello. Doctora en genética molecular y coordinadora del laboratorio de Genética Molecular del Desarrollo de la Universidad Autónoma de México –y con 106 publicaciones científicas a sus espaldas– no esconde su batalla personal contra estos cultivos.

Hay analistas que aseguran que hay un consenso internacional científico sobre los transgénicos, que no existen diferencias entre unos alimentos y otros...

Es totalmente falso que los transgénicos sean iguales a los silvestres. Hay evidencias que indican que, por ejemplo, la soja transgénica es nutricionalmente distinta, además de que la mayoría se rocía con grandes cantidades de glifosato –un agrotóxico– que penetra en las células y es nocivo para la salud. Y nos lo estamos comiendo. Estamos siendo sujetos de un experimento global sin controles y sin consentimiento, el experimento de una tecnología incipiente y a la vez obsoleta que, por razones científicas, tendría que ser suspendida.

¿En qué sentido?

Teniendo en cuenta los datos científicos y el puro sentido común, los organismos transgénicos no pueden ser iguales a los no transgénicos. Es una falsedad asegurar que un organismo puede ser equivalente después de que le introduzcas un solo transgen. Una pequeña perturbación en sistemas complejos, como un ser vivo, tiene consecuencias que no se pueden enumerar. Y mucho menos predecir las consecuencias en las interacciones con otros genes y la síntesis de muchas sustancias. El efecto de un gen (o un transgen) depende no sólo de sí mismo, sino de sus interacciones con otros genes y proteínas, y de la interacción del organismo transgénico con el ambiente.

¿De qué tipo de consecuencias habla?

Hay plantas que presentan moléculas distintas, no asociadas al gen producido sino a otros genes, los que se han alterado a su vez por esta modificación. Pero, además, el maíz o la soja están incorporando a sus células el herbicida al que son resistentes por la modificación genética. El glifosato –está probado– es un teratógeno (que produce malformaciones en el feto) y es posiblemente cancerígeno. Las plantas resisten ese veneno y lo incorporan, por lo que pasa a la cadena alimenticia.

¿También hay consecuencias para el medio ambiente?

Basta con que les vayan a preguntar a los agricultores americanos cuánto se están gastando ahora mismo en controlar las supermalezas que han crecido en las explotaciones de transgénicos que, después de muchos años, se han hecho resistentes al glifosato, al herbicida. Los organismos evolucionan y ya hay variedades de maleza que aguantan los herbicidas. Ahora amenazan con transgénicos que resisten a múltiples agrotóxicos; algunos aún más tóxicos que el glifosato.
Es totalmente falso que no haya diferencias entre un alimento transgénico y otro que no lo es

¿Por qué defiende que se trata de una tecnología inútil?

La llamo pseudotecnología. Las variedades que comercializan las corporaciones se obtienen por ensayo-error. Es como si al vender un coche dijeran: 'Prueba este... Ah no, no va. Toma otro'. Se eligen las porciones de ADN que se quieren inocular en la planta y se colocan en diversos puntos de la cadena de ADN. Luego se ve cómo se desarrollan los ejemplares en el laboratorio, qué efecto ha tenido. ¿Cómo se analizan las plantas? A ojo. No con un estudio metabólico exhaustivo que sí podría revelar alteraciones aunque no estén, en teoría, implicadas en el gen que se ha modificado. Porque las redes que hacen interactuar los genes de un organismo son muy complejas. No son corto y pego, y ahí se queda el efecto. Rebotan por donde nadie se imagina.

¿Entonces qué es lo que sale de los laboratorios?

La empresa selecciona lo que quiere en esas condiciones de laboratorio. Desarrolla una línea para vender, la diferente de la silvestre. Pero los genes se mueven en el polen a miles de kilómetros de distancia. Por eso lo que se haga en España afectará a los vecinos. Lo que se hizo en EEUU ya contaminó el centro de origen del maíz mundial, que está en México. El polen viaja y hace germinar con su gen transgénico.

El contexto alrededor y las interacciones de esas plantas son ya diferentes. Con lo que las plantas que contengan el gen modificado por la empresa ya no serán como cuando se han producido en el laboratorio. Las hijas de esa planta llevarán ese transgen. Se irán acumulando transgenes. Está demostrado que no se pueden parar y controlar. Los transgenes se mueven y se acumulan en las razas nativas de los cultivos.

Tal y como usted lo plantea, es una 'contaminación' imparable.
La propia industria ha reconocido que lo poderoso de esta tecnología es que se va a implantar sin esfuerzo y cuando la gente se dé cuenta ya no va haber nada que hacer. Las secuencias genéticas patentadas se acaban acumulando en los cultivos originales. Y entonces, las empresas podrían hasta demandar a esos agricultores por utilizar una variedad sobre la que tienen una patente de exclusividad. Aunque sea el maíz nativo que esté contaminado.

De hecho, cuando se compra semilla transgénica estás obligado a destruir lo que no utilices en la cosecha. El único que tiene derechos sobre la reproducción de vegetal de esa semilla es la corporación. No se puede ni utilizar las semillas obtenidas con la cosecha.

¿Usted asegura que se asumen riesgos sólo para favorecer el negocio?

Claro. La gente está siendo sujeta a este riesgo público a favor de las ganancias privadas. Porque eso es lo único que hay detrás, de verdad. Existe por razones de lucro. ¿Queremos tirar la bomba atómica a ver qué pasa? Esto es una bomba atómica pero con vida propia. Es una contaminación que va atener su propia dinámica evolutiva y a los responsables de este crimen contra la humanidad no se les va a poder pedir cuentas.

¿Por qué?

Pues de entrada porque no se está etiquetando en la mayoría de los países latinoamericanos (Nota: En Europa sí en el caso de que sea para alimento humano directo, aunque el 100% de los piensos están etiquetados como transgénicos porque hay tanto maíz importado –la mayoría transgénico– que los fabricantes han optado por decir que todo es transgénico).

Estamos en un mundo al revés donde la ciencia dominante, la ciencia del reduccionismo, muy obsoleta en el contexto actual pero con mucho poder económico, está validando con un traje falso en términos científicos una tecnología peligrosa y ambientalmente insustentable.

¿Usted niega los efectos beneficiosos de los transgénicos para aliviar el hambre en el mundo?

La realidad son grandes extensiones de soja transgénica resistente a glifosato. Grandes explotaciones de monocultivo. No hay que desenfocar. No hay que dejarse llevar por ese engaño. Por ejemplo, el arroz dorado que se ha introducido en Asia con un gen para dotarle de una vitamina de la que son deficientes los niños y que provoca ceguera. ¡Pero los niños son deficientes en esa vitamina porque no comen! Y para solventar la deficiencia tendrían que comer kilos de arroz dorado. Eso es irreal. Mejor unas verduritas. Desde un punto de vista tecnológico, científico y social se necesita solventar el problema de reparto de alimentos, no cultivar el arroz dorado que es sólo para hacer propaganda a favor de los transgénicos.

Son muchas las voces que defienden que es una tecnología extendida y eficiente.

Existe un mito conveniente: si ya están en todos los lados, y no hay remedio, ya no podemos hacer nada. Desde el punto de vista de resolución de los problemas agrícolas del mundo, los transgénicos han aportado cero. Los han empeorado. Si es una tecnología que no resuelve los verdaderos problemas y tiene riesgos…. ¿para qué se apoya? El que cada vez se coma más comida chatarra no quiere decir que sea buena.

¿Por qué hay cultivos modificados genéticamente y otros en los que esta tecnología no se aplica?
Por el negocio. Que está en la soja y el maíz. Existen transgénicos de arroz, pero los japoneses están cuidándolo muchísimo para que no se extienda porque es la base de su alimentación. También hay berenjena, tomate… pero el negocio está en la soja y el maíz.

¿Y el trigo?

Que no haya trigo transgénico es uno de los argumentos que demuestran que sí se sabe que hay consecuencias con estos cultivos. ¿Dónde se come trigo? En Estados Unidos, Europa y Canadá. ¿Dónde está la gente más rica? El trigo está muy cuidado. Sería facilísimo modificarlo pero la gente del Primer Mundo no está dispuesta a tener en su mesa trigo transgénico todos los días. Sí que en los laboratorios lo modifican en experimentos… pero como propaganda. Está protegidísimo. Y claro que hay problemas de plagas y demás con el trigo pero se resuelven de manera más inteligente que con transgénicos.

España se ha quedado sola en el mundo de los transgénicos en Europa. ¿Tiene explicación?

Las empresas tienen mucha influencia con los gobiernos pero las poblaciones de Alemania, Francia o Gran Bretaña tienen un rechazo público muy fuerte a los transgénicos…. ¿y dónde se mantiene el acuerdo de negocio sin motivo tecnológico o humanitario? En España.

Fuente.