Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

jueves, 12 de noviembre de 2015

El Mito Vegetariano





Lierre Keith, escritora y activista norteamericana, desde muy joven, motivada por su preocupación por el bienestar animal y el cuidado del medio ambiente, adoptó una dieta vegana. Durante los 20 años que duró esta forma de alimentarse, su salud física y mental se fue deteriorando hasta que finalmente decidió abandonar ese estilo de vida y comenzar a consumir de nuevo alimentos de origen animal. Lierre relata esta vivencia, así como sus reflexiones sobre lo que ella llama “El Mito Vegetariano”, en un libro donde sorprende por su continuo análisis hasta las últimas consecuencias y su capacidad para no dar nada por sentado.

El libro comienza con una introducción en la que Lierre describe el inicio de su veganismo. Sus motivos eran honorables, y la solución a los problemas de hambre en el mundo, opresión a los animales, y destrucción del medio ambiente parecía ser única y evidente: Si dejas de comer carne, dejarás de contribuir a la muerte de seres inocentes, a la contaminación del medio ambiente, al cambio climático, a la pobreza de los países en desarrollo, y además estarás más sano. ¿Alguien da más? El único inconveniente, en palabras de Keith, es que “nada de eso es cierto”.
“¿Qué comen tus vegetales? ¿Combustibles fósiles o estiércol?”
En su andadura por el veganismo, Lierre no se conformó con ir al supermercado y comprar el primer paquete de tofu proveniente de una zona deforestada en un país en vías de desarrollo situado a miles de kilómetros de distancia. Si quería ser consecuente con sus ideas, tenía que cultivarse su alimento. En medio de graves problemas mentales, terribles dolores y muy pocas energías, se empeñó en cultivar un huerto. Fue este contacto con la realidad del hortelano el que le hizo replantearse algunas de las ideas que había dado por sentadas. Lierre se dio cuenta de que ella podía elegir no comer animales, pero sus plantas no. Empezó a entender que en la naturaleza el ciclo de la vida se cierra con la muerte. Como dice el lunático granjero Joel Salatin, “todos comemos y somos comidos”. Así pues, la primera de las razones que según Lierre todo vegano o vegetariano utiliza para defender esta elección alimentaria, la motivación ética de no querer matar, fue desintegrándose ante sus ojos a medida que iba aprendiendo más acerca de la producción de vegetales. Refiriéndose al eslogan vegano “la carne es asesinato”, Keith lo califica de un código ético simple, semejante al pensamiento en blanco o negro de un niño.
“Olvida el pico del petróleo, el pico del suelo fértil empezó hace 10.000 años, el día antes de que comenzara la agricultura”
La enorme culpabilidad que sentía al no encontrar la manera de no matar para vivir (evidenciada por la lista de ingredientes de los sacos de abono ecológico que compraba para su huerto, que incluían harina de huesos, de pescado, o de sangre, además de estiércol) obligó a Lierre a seguir investigando. En el proceso descubrió algo que no esperaba: La agricultura (entendida como se realiza convencionalmente, con monocultivos) destruye hábitats enteros, causando la muerte de numerosos animales (desde pequeños roedores hasta los microorganismos que habitan el suelo) y la extinción de especies enteras. Descubrió que la humanidad en su conjunto se encuentra al borde de un abismo al que ya se enfrentaron civilizaciones enteras en el pasado (civilizaciones ya extintas porque no lo pudieron rectificar): el agotamiento del suelo fértil.
“[En Norteamérica] las praderas nativas han desaparecido en un 99,8%. Los búfalos no tienen donde vivir. Solo hay maíz, trigo y soja. Un anuncio de hamburguesas de soja dice “Ahora ya puedes mirar a una vaca a los ojos”. ¿Y qué pasa con el búfalo?”
Y lo más irónico de todo: la recuperación del suelo fértil, que de forma natural es un proceso muy lento en la escala temporal humana, pasa, entre otras estrategias, por el abandono de los monocultivos (la “agricultura” en términos de Keith) y la recuperación de la relación simbiótica entre las praderas y los herbívoros (léase vacas, ovejas, cabras, y demás, dado que ya nos hemos cargado a la mayoría de los herbívoros salvajes). Llevamos 50 años sin suelo fértil, 50 años inyectando en vena a los cultivos con fertilizantes químicos solubles que solo cubren en parte las necesidades nutricionales básicas de las plantas y que no hacen nada por el universo de seres microscópicos que viven en un suelo sano. La consecuencia: Plantas vulnerables a las plagas, plantas enfermas, personas desnutridas, personas enfermas.

El segundo motivo habitual para dejar de consumir carne, o la “motivación política” según la clasificación de Lierre, es que la producción de ganado consume demasiados recursos y que, supuestamente, si todos fuéramos vegetarianos habría pan para todos. Esta afirmación se fundamenta en cálculos de la cantidad de personas que se podrían alimentar en una hectárea de terreno cultivada con cereal en dos supuestos: Si el cereal se consumiera directamente o si se utilizara para alimentar animales que a su vez fueran consumidos por humanos. El resultado de esta comparación es claro, la hectárea de cereal consumida directamente gana por goleada.

Pero espera un momento… ¿qué hacemos alimentando a rumiantes con cereal? El aparato digestivo de los rumiantes no está preparado para digerir grandes cantidades de almidones. Por el contrario, es una “máquina” perfecta de conversión de hierba en carne y leche (salvando las distancias entre máquinas y seres vivos). Todos los argumentos en defensa de la “motivación política” se basan en un modelo ganadero industrial en el que los rumiantes consumen principalmente grano y se encuentran hacinados en instalaciones de cemento. No es una comparación justa.

Pero si la alimentación con cereales no es la alimentación idónea para los rumiantes, ¿por qué les alimentamos así? Según Keith, porque hay mucho cereal (sobre todo maíz) y es muy barato. Keith apunta a macro intereses a escala global, que impulsan las políticas de subvenciones responsables de que el precio de estos bienes esté por debajo de su costo de producción. Una competencia desleal con los productores locales de países en desarrollo, cuyos sistemas de vida se desmoronan un poco más cada vez que una comunidad recibe un cargamento de sacos de harina.

La “motivación política” pierde el sentido si resulta que la inclusión de animales en las granjas (utilizando los sistemas de gestión adecuados y no la abominable ganadería industrial) las convierte en sistemas más sostenibles y eficientes, que regeneran la capa de suelo fértil, capturan carbono atmosférico, y evitan las escorrentías acumulando agua de lluvia. Al fin y al cabo los animales forman parte de manera natural de todos los ecosistemas y toda granja debería aspirar a ser un ecosistema en sí misma.
“Una de las principales funciones del hígado es producir colesterol. No es que tu hígado quiera matarte, sino que la vida no es posible sin colesterol”
La tercera motivación más habitual en defensa del estilo de vida vegano o vegetariano es la“motivación nutricional”, es decir, la afirmación de que una dieta de estas características es más sana. Hoy en día todo el mundo “lo sabe”: La grasa animal es perniciosa para la salud porque aumenta el colesterol, y el colesterol es malo, muy malo. Los lectores de Blog Disidente ya saben que no todo el mundo piensa así. Keith no solo apunta al aporte de colesterol de los alimentos de origen animal como una ventaja, sino que menciona otras, como la disponibilidad de proteína de mejor calidad y más accesible, la presencia de abundantes vitaminas liposolubles (A, D y K2), y la propia grasa animal como nutriente esencial.

Y no solo es lo que una dieta con productos de origen animal aporta, también es lo que no aporta. No aporta azúcar en exceso (o almidones complejos, que acaban convirtiéndose en azúcares tras el proceso digestivo). Un exceso de azúcar en sangre provoca una emergencia metabólica, que tras años teniendo lugar varias veces al día (cereales para desayunar, pasta para comer, un bollo en la merienda y arroz para cenar) desemboca en numerosas enfermedades como la diabetes u otras enfermedades cardiovasculares.



Si eres vegano o vegetariano, te pido que no tomes esta entrada como un ataque a tus valores. Tus valores y los de Keith o los míos probablemente sean muy parecidos. Es más, si tomamos como base la ganadería industrial, las tres motivaciones “ética”, “política” y “nutricional” para adoptar una dieta vegana o vegetariana son totalmente válidas según la discusión anterior: Este tipo de ganadería es absolutamente inexcusable desde el punto de vista ético, consume enormes recursos y es un alimento poco recomendable desde el punto de vista de la salud. Pero, ¿cuál es la alternativa? ¿El cultivo masivo de cereales para alimentar al ser humano en lugar de a los animales?

En mi mundo ideal veganos y omnívoros lucharían mano a mano por una agricultura y una ganadería respetuosa con las plantas y con los animales, con el planeta entero y con todos los que habitamos en él. Dejemos de distraernos con discusiones como las que se escuchan y leen en estos momentos tras el polémico anuncio de la OMS que cataloga a la carne roja como “probablemente cancerígena”, sin importar la forma de crianza de los animales ni los aditivos que pueda contener, y centrémonos en lo realmente importante: Comida de verdad, tradicional, producida localmente mediante prácticas agroecológicas, sin procesar más allá de lo indispensable para conservarla o cocinarla. Sin etiquetas de ingredientes impronunciables ni envoltorios de llamativos colores.

Si después de leer esta entrada te apetece seguir investigando, tienes varias opciones. En primer lugar, puedes ver más abajo la entrevista con Lierre Keith realizada por Peak Moment TV, con subtítulos en castellano. Si después de ver el vídeo te sigues quedando con ganas de saber más, ¡estás de suerte! Afortunadamente El Mito Vegetariano está disponible en castellano, cosa poco habitual en la literatura relacionada. Todo ello gracias a Félix Leguizamón y su equipo de la editorial argentina Utopía Realizable. Echa un vistazo a este link para enterarte de cómo conseguir tu ejemplar estés donde estés, o escribe directamente a elmitovegetariano@gmail.com para informarte. Los que controléis el inglés podéis visitar directamente la página web de Lierre Keith.

Para terminar, una nota de sincero agradecimiento al equipo de Peak Moment TV por proporcionarme la transcripción al inglés y darme permiso para añadir los subtítulos al vídeo. Way to go Robyn and Janaia!

Espero que disfrutéis de esta entrevista. ¡Difícilmente os dejará indiferentes!





domingo, 8 de noviembre de 2015

La dudosa historicidad del cristianismo

Reseña del libro Érase una vez... Jesús, el egipcio
PUJOL, Llogari. Ediciones La Tempestad. Barcelona, 2015. Ilustraciones de David Ayén.


Es bien sabido que existe desde hace siglos un viejo debate acerca del origen de las religiones y su trasfondo histórico y cultural, muy especialmente en el caso de las grandes religiones monoteístas. A este respecto, podemos afirmar que el estudio de las escrituras sagradas de estas religiones se suele enmarcar en el ámbito propiamente teológico, es decir, en las creencias. No obstante, existe otra vertiente que podríamos llamar “historicista”, que trata de situar los hechos narrados en un contexto real histórico, aunque éstos presenten obviamente una fuerte dosis de elementos sobrenaturales y de referencias espacio-temporales bastante discutibles. Así, por ejemplo, podemos apreciar que el Antiguo Testamento de la Biblia representa al mismo tiempo un relato histórico (desde el mítico tiempo de la creación del hombre) y un mensaje de tipo religioso, en el que se entremezclan las figuras de Dios, los ángeles y los demonios con el devenir del pueblo hebreo a través de los siglos. Otra cosa, desde luego, es poder casar lo narrado en la Biblia con los datos arqueológicos y en este campo parece haber muchas lagunas y falta de pruebas, lo que dejaría esta supuesta correlación en entredicho[1].
Si nos desplazamos ahora al Nuevo Testamento nos encontramos más o menos con lo mismo: un ser divino, hijo de Dios, que aparece en la época del dominio romano sobre las tierras de Israel/Palestina y difunde un mensaje religioso. La historia de Jesucristo fue trasmitida primero oralmente y luego recopilada en los llamados evangelios [2], dando así forma a lo que sería la religión cristiana, que se acabó por consolidar en la época del emperador Constantino como una creencia estructurada y sustentada firmemente en unos determinados textos sagrados y en un documento histórico, llamado el Testimonio Flaviano [3]. A partir de entonces, este dogma de fe se mantuvo incólume durante siglos y nadie puso en duda la existencia histórica de Jesús.

Sin embargo, ya desde el siglo XVIII empezaron a surgir algunas discrepancias en el ámbito académico acerca de esa supuesta historicidad del cristianismo, o para ser más precisos, en la propia existencia de Jesús. Así pues, algunos expertos en teología, historia y mitología se atrevieron a cuestionar la veracidad de los hechos expuestos en los evangelios, sobre todo cuando se realizaron diversos estudios comparativos entre el cristianismo y algunas religiones precedentes. Como resultado de estos estudios, y aun con la duda de determinar si realmente Jesús vivió en el siglo I de nuestra era [4], bastantes de estos autores coincidieron en subrayar las evidentes similitudes entre ciertas creencias paganas y el nuevo credo cristiano. Y yendo aún más allá, el poeta y egiptólogo británico Gerald Massey propuso a finales del siglo XIX unas inesperadas conexiones del cristianismo con la antiquísima religión o mitología egipcia, y más concretamente entre el dios Horus y el propio Jesucristo. Así, Massey destacó algunos paralelismos que resultan ciertamente llamativos, como por ejemplo que ambos nacieron un 25 de diciembre, que ambos murieron crucificados [5], que ambos tuvieron doce seguidores o que la clásica imagen de la Virgen con el niño Jesús coincide prácticamente con la misma representación de la diosa Isis con su hijo Horus en su regazo.
Finalmente, llegamos a la actualidad y aquí destacaremos la aportación del exreligioso catalán Llogari Pujol, que en compañía de su esposa, la historiadora Claude-Brigitte Carcenac, viene realizando desde hace años un riguroso estudio de los orígenes del cristianismo, lo que finalmente le ha llevado a asombrosas conclusiones siguiendo la mencionada pista egipcia. Según la teoría de Pujol y Carcenac, el cristianismo pudo ser fundado en Alejandría por judíos egipcios hacia el 70 d. C., tras la destrucción del Templo de Jerusalén. Allí se habrían “diseñado” unas nuevas creencias adaptadas a partir del culto al dios Serapis (de origen greco-egipcio), que compartía numerosos puntos en común con el cristianismo: la salvación personal por el arrepentimiento de los pecados, la monogamia, la adoración a una sagrada familia (Osiris, Isis y Horus), etc.

Profundizando en esta misma línea, en su reciente libro Érase una vez... Jesús, el egipcio, Pujol cuestiona seriamente la historicidad de la figura de Jesús y nos lo presenta como un personaje que poco o nada tiene que ver con la tradición judía y sí en cambio con la mitología y la narrativa egipcias, dejando bien patente que la redacción de los evangelios fue un acto de tergiversación, o más bien de creación de una falsa realidad que no encajaría en un contexto cultural y geográfico palestino y sí en un contexto egipcio [6]. En sus propias palabras, no cabe duda sobre esta identidad: “Todo lo que dice y piensa Jesús es egipcio. Todo lo que hace Jesús es egipcio. Todo lo que es, a nivel ontológico, es egipcio.”

Pujol nos introduce en su propuesta analizando cómo se compusieron los evangelios y cuáles fueron sus fuentes, ya no desde una perspectiva teológica sino más bien literaria. Para esta empresa, el autor se fundamenta en la técnica de la literatura comparada, a partir de la cual nos irá descubriendo la perfecta simetría interna entre la narrativa egipcia y los textos de los evangelios, vista la innegable semejanza entre argumentos, temas, expresiones, palabras... lo que sería –sin temor a exagerar– un plagio sabiamente maquillado.

Así pues, los evangelios, en vez de narrar unos hechos reales acaecidos en la provincia romana de Judea, habrían adaptado o “judaizado” unas historias ya muy antiguas de origen egipcio que se remontarían incluso a los Textos de las Pirámides. Sin embargo, Pujol centra aquí su atención particular en dos cuentos llamados Setme I y Setme II, siendo este último al que el autor dedica un análisis pormenorizado con el máximo detalle para exponer hasta qué punto se corresponde con los evangelios cristianos, evidenciando que de ningún modo se puede hablar de meras coincidencias.

Este riguroso estudio constituye el núcleo central del libro y cuenta con el apoyo de la parte gráfica para “escenificar” visualmente la inspiración directa de algunos famosos episodios del Nuevo Testamento en la citada narración egipcia. Pujol, en su análisis comparativo, va desgranado todas las claves de los personajes, situaciones, descripciones, símbolos y diálogos, y pone de manifiesto que la vida del Jesús judío es un calco de la del dios Si-Osiris, hijo de Setme y Mahistusket [7], y que en general toda la historia no es más que un plagio literario bien ejecutado. Incluso cierto periodo oscuro –y no explicado por los evangelistas– en el que no sabemos nada de la vida de Jesús (entre los 12 y los 30 años), se repite fielmente en el texto egipcio, si bien habría que decirlo al revés, para ser justos con el original...

Sólo a modo de ejemplo, cito esta comparación (sobre la infancia de Jesús):
Setme II:

«Y Setme anhelaba que el faraón le invitara a la fiesta, [...] el niño Si-Osiris comenzó a leer los escritos mágicos con los escribas de la Casa de la Vida, en el templo de Ptah. Y todos los que le oían se quedaban presos de admiración... Y cuando el niño Si-Osiris tuvo doce años, no hubo ni escriba, ni hombre culto en Menfis que le rivalizara en la lectura de las escrituras.»

Evangelio cristiano (Lucas, 2):

«Cuando Jesús cumplió doce años, sus padres lo llevaron a la fiesta, y el niño quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Le encontraron el templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos lo que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.»
En suma, el lector encontrará en este libro un amplio cuerpo de pruebas basadas en un exhaustivo estudio literario comparativo que pone bien de manifiesto que los principales textos del dogma cristiano están bajo sospecha de no ser “auténticos”. En efecto, estaríamos hablando aquí de una especie dereciclaje de un culto muy anterior en el tiempo y sin relación directa con el mundo hebreo (o judío). Por consiguiente, según Pujol, no habría en realidad prueba histórica fiable de la existencia de Jesús como personaje histórico [8]; antes bien, todos los indicios apuntan a que los evangelios constituyeron una calculada recreación literaria, en la que no sólo se copió el personaje de Jesús sino también otros muchos personajes secundarios.

Y ahora podríamos preguntarnos, asumiendo que hubo manipulación, si la institucionalización del credo cristiano, ya en tiempos de Constantino, no fue en realidad una gigantesca maniobra de tipo social-político-religioso para conseguir un culto unificado y fuertemente ligado al poder imperial, con la intención de expandirse por la mayor parte del planeta. Y siglos más tarde, algo no muy distinto ocurriría con Mahoma y los pueblos árabes, mezclando una vez más creencia y poder político. Sin duda, este sería tema para otra apasionante obra de investigación: ¿Quién maneja las religiones y con qué fines?

© Xavier Bartlett 2015

NOTAS

[1] Cabe resaltar que dos arqueólogos israelíes (Finkelstein y Silberman) han escrito un libro criticando precisamente la obsesión o prejuicio de ciertas investigaciones por demostrar la veracidad de los textos sagrados judíos, cuando en realidad los resultados de las excavaciones arqueológicas, en general, no sustentan la pretendida historicidad bíblica del pasado más remoto del pueblo judío.

[2] Es oportuno recordar que se redactaron varios evangelios durante los primeros siglos de nuestra era, pero que en su momento la Iglesia seleccionó y empaquetó cuatro de ellos (los llamados evangelios canónicos) como doctrina verdadera, frente al resto de textos, que quedaron como evangelios apócrifos.

[3] Se trata de una referencia no religiosa, sino histórica, a cargo del judío romanizado Flavio Josefo, que mencionó explícitamente a Jesús como un líder carismático en la Judea romana en su obra Antigüedades Judías, escrita a finales del siglo I d.C. Algunos autores creen que el obispo Eusebio, en el siglo IV, manipuló el contenido de este documento e incluyó la figura de Jesús.

[4] En referencia a esta duda, algunos especialistas lanzaron la propuesta de que Jesús como tal no habría existido, pero su figura estaría inspirada en un hombre real, un filósofo de aquella época llamado Apolonio de Tyana, cuyas enseñanzas serían próximas a la ortodoxia cristiana.

[5] De hecho, existen nada menos que 16 historias previas al cristianismo que nos hablan de divinidades salvadoras que acaban siendo crucificadas.

[6] Pujol considera que los nombres dados a los cuatro evangelios son del todo arbitrarios, una pura invención para tapar el hecho de que no sabemos quiénes fueron los escritores, aunque se ha especulado sobre un supuesto origen greco-egipcio.

[7] Literalmente “el Justo”, refiriéndose a José, padre de Jesús. Mahistusket, madre de Si-Osiris, es calificada como “llena de gracia”, y se le anuncia que ha sido la escogida por Dios para tener una criatura de talante divino.

[8] El autor tampoco concede verosimilitud al ya mencionado Testimonio Flaviano, al considerar que muestra varios puntos débiles. Con todo, cree que la aportación de Josefo pudo suponer la primera piedra del cristianismo como una nueva vía para un judaísmo “pro-romano”.

Apéndice
Un servidor de ustedes con Llogari Pujol, octubre 2015
En el reciente evento Magic'15 celebrado en Barcelona tuve la oportunidad de conocer personalmente al autor y entrevistarlo para el canal Caja de Pandora. En nuestra conversación, Pujol se reafirmó en la falta de historicidad del cristianismo y en la maniobra política de una facción judía que habría fomentado la "creación" del cristianismo, todo ello independientemente de lo que es propiamente el mensaje religioso, que sería de origen inequívocamente egipcio, según los paralelismos que él y otros autores han puesto de manifiesto. El vídeo de esta entrevista estará disponible en su momento en youtube, si bien no dispongo de previsión de fechas.