Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

viernes, 3 de octubre de 2014

Instituto Tavistock XVIII: Ciencia ficción

Viene de aquí.

El Instituto Tavistock y la ciencia ficción

Muchos especialistas en literatura afirman que la primera novela de ciencia ficción fue Frankenstein, de Mary Shelley. Algunas de las primeras obras que incluyeron temas de ciencia ficción, como los cuentos de Nathaniel Hawthorne, compartían el prudente mensaje de que los hombres no debían emplear la ciencia para interferir en la naturaleza. Más adelante, estas ideas se transformaron en películas de ciencia ficción que a menudo expresaban el poder de la tecnología para destruir a la humanidad por medio de catástrofes como las de la película Armaggedon, guerras entre mundos, situaciones que ponen a la Tierra en peligro o desastres, como ocurre en las producciones de Hollywood: Ultimátum a la Tierra (1951), Cuando los mundos chocan (1951), y los tres éxitos de taquilla Deep Impact (1998), Armageddon (1998) y El libro de Eli (2010). Todas presentan
un futuro siniestro, una visión distorsionada del mundo en una fase de avanzado declive, como la película Metrópolis, rodada en 1927, donde la población está esclavizada, vive bajo tierra y la industrialización ha tenido efectos desastrosos para la sociedad.

Es posible que la primera novela de ciencia ficción haya sido Frankenstein, pero el que creó el género de ciencia ficción, sin ninguna duda, fue H. G. Wells. A finales del siglo XIX, H. G. Wells escribió La guerra de los mundos, un relato que en 1953, más de medio siglo más tarde, se transformaría en un éxito de taquilla de Hollywood. Entre otras obras notables de ciencia ficción escritas por H. G. Wells se encuentran La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau (1886) y El hombre invisible. Pero tuvo que llegar la franquicia para televisión Star Trek para que la ciencia ficción alcanzara al gran público.

Gracias a Star Trek, los viajes espaciales parecieron más plausibles que nunca. Sin embargo, si observamos más detenidamente los temas tratados por la ciencia ficción, veremos que dicho género no es la fuente de iluminación colectiva ni el corpus de literatura imaginativa que pretende ser, sino que está orientado hacia algo mucho más siniestro que es preciso deconstruir. Desde relatos de planetas lejanos, universos multidimensionales incognoscibles, fuerzas inexplicables, organismos microscópicos extraños y extraordinarios o gigantescos monstruos mutantes que atacan a la raza humana, creados por científicos locos o por alguna hecatombe nuclear, como en El monstruo de tiempos remotos (1953), búsquedas imposibles, situaciones improbables, «mundos paralelos» o tecnologías futuristas y alienígenas de inteligencia muy superior a la del hombre, por no mencionar las historias sobre fracasos tecnológicos. Todo forma parte de un conjunto de ataques psicológicos a la idea de la gente de que las leyes del universo son racionales y por lo tanto cognoscibles por la mente humana.

Dichos relatos suelen retratar lo peligroso y siniestro que es el conocimiento («Hay cosas que el hombre no ha de saber»), idea que se repite continuamente en incontables películas de bajo presupuesto como Frankenstein (1931) o La isla de las almas perdidas (1933). Y la amenazante existencial pérdida de la individualidad personal, como en La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), la hecatombe nuclear en un mundo posapocalíptico de La hora final (1959). Todas son afirmaciones de la impotencia de la mente humana ante el inmenso cosmos,
imposible de conocer y de controlar. Argumentos que hablan de conspiraciones en relación con el espacio, como Capricornio Uno (1978), superordenadores que amenazan con contaminarnos como en El engendro mecánico (1977), los resultados de la guerra contra los microbios en El último hombre... vivo (1971) y plagas o virus creados en un laboratorio como 28 días después (2002). También están las que tratan sobre la exploración de agujeros negros, como Horizonte final (1997), y la ingeniería genética futurista, la transformación humana y la donación de seres humanos, como en Gattaca (1997) y La isla (2005), de Michael Bay.

Tal como dicen los propios escritores de ciencia ficción, sus relatos están diseñados para «manipular las mentes», es decir, destruirlas. Y no es de extrañar. Generalmente, el género de la ciencia ficción expresa la ansiedad que causa la tecnología en la sociedad y el deseo de predecir y controlar el impacto de los cambios tecnológicos y medioambientales en la sociedad contemporánea.

En muchos relatos de ciencia ficción aparecen alienígenas, criaturas o seres provenientes del espacio o de otras esferas que llevan la lucha mítica a nuevas y alegóricas dimensiones, que reproducen la eterna lucha del Bien contra el Mal a través de guerreros y arquetipos reconocibles, como en El planeta prohibido (1956) y en la ópera espacial La guerra de las galaxias (1977), donde aparecen caballeros y una princesa que debe salvar su reino galáctico.

Tal vez deberíamos creer lo que dijo Hugo Gernsback, fundador de Amazing Stories, la primera revista estadounidense especializada en ciencia ficción:
«La ciencia ficción no es sólo una idea de tremenda trascendencia, sino que además será determinante para hacer del mundo un lugar mejor donde vivir, pues enseña las posibilidades que tiene la ciencia para la vida, unas posibilidades que, ni siquiera hoy en día, son apreciadas por el hombre corriente. [ ... ] Si se pudiera inducir a todo hombre, mujer, niño o niña a que leyera ciencia ficción, sin duda, repercutiría en grandes beneficios para la sociedad. Pues el nivel cultural de sus miembros se elevaría de forma considerable. La ciencia ficción haría más feliz a la gente, le proporcionaría una comprensión más amplia del mundo, la volvería más tolerante. » [1]

Sin embargo, la ciencia ficción no es un simple género literario. En sus orígenes, como en la actualidad, era una herramienta sofisticada, diseñada para atrapar, desorientar y destruir la prometedora mente creativa de la generación joven, que tenía ilusiones «peligrosas» asociadas con la fe en el progreso tecnológico y en el espíritu de innovación. Una vez que ha desaparecido la fe en el poder de la razón humana, queda destruido todo el potencial de un trabajo científico futuro. La actual explosión de medios visuales ha desempeñado un papel decisivo en las películas de ciencia ficción modernas, como El señor de los anillos y Avatar. Hoy en día, más de la mitad de los estadounidenses cree en la existencia de los ovnis, y ha nacido un movimiento basado en sustituir la ciencia y la tecnología por situaciones hipotéticas futuristas.

Una reciente encuesta realizada por la CNN y la revista Time aporta la que seguramente es la confirmación más dramática de los destructivos efectos de casi un siglo de promoción de la ciencia ficción. Según la encuesta, el 80 por ciento de los estadounidenses cree que el Gobierno está ocultando la existencia de formas de vida extraterrestre. El 64 por ciento, que los alienígenas se han puesto en contacto con los seres humanos. El 50 por ciento, que los alienígenas han secuestrado a seres humanos. El 75 por ciento está convencido de que se estrelló un ovni cerca de Roswell. El 26 por ciento cree que deberíamos esperar que nos trataran como enemigos. El 39 por ciento, que los alienígenas tendrían una apariencia física muy humanoide. El 35 por ciento, que los alienígenas parecerían de alguna manera humanos. Casi el 22 por ciento cree haber visto un Objeto Volador No Identificado. Dentro de este último grupo de personas está el expresidente Jimmy Carter, que por lo visto, antes de ser presidente, vio uno de esos objetos sobrevolando la plantación de cacahuetes que tenía en Georgia.

Pocas personas son conscientes de que el género de la ciencia ficción fue diseñado en un laboratorio e inoculado en las mentes de los jóvenes norteamericanos por los mismos políticos y financieros que antes habían patrocinado el comercio de las drogas y más tarde e1 movimiento contracultural de los años sesenta. Lo que a lo mejor sorprende todavía más es que determinados grupos de interés, con visión de futuro, financian las marcas más conocidas.

LOS ALBORES

H. G. Wells, que fue jefe de la Inteligencia Exterior británica durante la Primera Guerra Mundial y abuelo espiritual de la Conspiración de Acuario, fue un protegido del gran darwinista T. H. Huxley, fundador, junto con Cecil Rhodes, de la organización de inteligencia británica Mesa Redonda. La Mesa Redonda es una de las sociedades secretas «abiertas» vinculada a los Güelfos Negros, más conocidos como la Casa de Windsor. Otra es la Sociedad de Carpócrates, directamente relacionada con la reina Isabel II, ella misma güelfo negro por parte de su abuela, la reina Victoria. El miembro más importante de la Mesa Redonda británica fue el barón Harold Anthony Caccia, cuya familia es una de las más antiguas de la Nobleza Negra. A su vez, la Nobleza Negra veneciana estaba relacionada con una organización secreta llamada OC (Organizational Consul), controlada por la Sociedad Thule, que funcionaba como la «organización matriz» de una miríada de partidos, sociedades, unidades paramilitares y grupos terroristas. Las «mayores» creaciones de la Sociedad Thule fueron el partido nazi y su degenerado líder, Adolf Hitler.

Wells, el novelista, era miembro de un grupo de la elitista oligarquía británica, el Club de los Coeficientes. Tanto la Mesa Redonda, más tarde, como los miembros del grupo de los Coeficientes tenían como objetivo establecer un
«imperio feudal dirigido por una aristocracia que controlase los conocimientos y la tecnología y los utilizara para gobernar a una población de ignorantes y drogadictos esclavos de plantación». [2]
Los miembros de los Coeficientes eran un cruce de club de ricos y grupo de expertos moderno que, entre 1902 y 1908, se reunieron una vez al mes para cenar en el hotel St. Ermin de Londres. Entre los miembros de dicho grupo se encontraba el poderoso lord Robert Cecil, un anciano estadista de la familia más poderosa de Gran Bretaña y primo de Arthur Balfour, por aquel entonces primer ministro conservador. Lord Alfred Milner, el alto Comisionado de Sudáfrica, también participaba habitualmente, así como Halford Mackinder, el recién nombrado director de la London School of Economics. También estaban el conde Bertrand Russell y Sidney y Beatrice Webb, socialistas fabianos y defensores de Mussolini. En otras palabras, H. G. Wells tenía detrás a varios de los constructores de los imperios más poderosos del mundo, pertenecientes a las altas esferas de las diversas sociedades secretas y entidades financieras.

El grupo Bilderberg era, de hecho, una extrapolación natural del Club de los Coeficientes. Milner expuso su visión del futuro durante un encuentro celebrado en 1903, más de medio siglo antes de que se fundara el grupo Bilderberg. Hizo hincapié en lo siguiente:
«Debe haber una aristocracia, no privilegiada sino comprensiva y con determinación, o de lo contrario la humanidad fracasará [ ... ] Y aquí es donde surge mi peculiar conflicto con la democracia. Si la humanidad en general es capaz de alcanzar un elevado nivel de educación y la libertad para crear que se requiere, mucho más capaces serán los mejores y más enérgicos miembros de ella [ ... ] La solución no reside en la confrontación directa. Podemos derrotar a la democracia porque comprendemos cómo funciona la mente humana, el espíritu de la persona.
»Necesitamos la imaginación constructiva del vasto grupo de personas poderosas, inteligentes, emprendedoras e influyentes entre las que se difumina el poder hoy en día, para alcanzar la cultura de una aristocracia consciente, sumamente selectiva, de mentalidad abierta y dedicada, que se me antoja que será la siguiente fase necesaria del desarrollo de los asuntos humanos. Yo veo el progreso humano no como un producto espontáneo de gente o de mentes incultas, que se ven empujadas por necesidades elementales, sino como un resultado natural pero complejo de intrincadas interdependencias humanas, de energía y curiosidad humanas liberadas que se mueven por placer, pasiones y motivaciones humanas modificadas y reencauzadas por la literatura y el arte.» [3]
Es decir, la idea de que las masas estén educadas es horrible, porque significaría la muerte de la oligarquía. Las naciones que fomentan el desarrollo de la mente creativa de su población consiguen que su pueblo no esté dispuesto a tolerar indefinidamente gobiernos oligárquicos. No así los pueblos analfabetos y atrasados tecnológicamente. De hecho, una de las razones de que se creara el género de la ciencia ficción fue el aumento de la densidad de población. A mediados del siglo XVIII, los grupos de interés de la oligarquía veneciana dispersados por toda Europa estaban pendientes de lo que se hablaba en los círculos de Leibniz: que existía una relación directa entre el grado de progreso tecnológico y la densidad de población.

Tal como dijo el escritor Jan D. Colvin en su libro The Unseen Hand in English History [La mano invisible de la historia de Inglaterra]:
«el principal objetivo de la política, como bien saben los hombres inteligentes, es el interés. Los gritos estentóreos y los plausibles principios por los que los jóvenes y los ingenuos creen, por lo general, que se está librando la batalla suelen ser pretextos, la bandera, el color de la acción. Los hombres y, sobre todo, los políticos, rara vez revelan sus verdaderos motivos; antes bien, casi siempre los envuelven en alguna virtud, alguna fe o alguna abstracción verosímil». [4]
Aunque cualquiera que entienda las implicaciones, algo más profundas, de los llamados «pasillos del poder» sabe que en política casi nada ocurre sin que existan pactos no escritos que obedecen a poderosos planes. Aun así, cuando alguien menciona que existen «personas que manejan en secreto los hilos», al momento surgen airados gritos de protesta.

Totalmente contrario a la implantación del orden mundial feudal que propugnaba la Mesa Redonda, fue el desarrollo de estados-nación republicanos soberanos, decididos a desarrollar su capacidad de industria e investigaciones científicas, y la talla moral de sus ciudadanos.
«En efecto, el retraso tecnológico contribuye al surgimiento de un gobierno oligárquico. La existencia misma de la joven nación de Estados Unidos como república federal es un claro ejemplo. En el siglo XVIII, el norteamericano medio era cultural y económicamente superior al bretón medio. Es más, como las naciones que no compitieran tecnológicamente serían inferiores desde el punto de vista estratégico, hasta los estados comprometidos con la oligarquía, como Gran Bretaña, se vieron obligados a adoptar de Francia, que era superior tecnológicamente, aquel mismo progreso tecnológico que odiaban ver en manos francesas.» [5]
Sin embargo,
«a principios del siglo pasado, grandes poblaciones, sobre todo en Estados Unidos, un país sólido desde el punto de vista tecnológico, ya no podían ser subyugadas apelando al misticismo religioso. Tal como señaló Carl Jung, se precisaba una base seudocientífica para crear una secta». [6]
Entra en escena H. G. Wells. A partir de 1894, Wells escribió decenas de novelas de ciencia ficción y más de setenta cuentos para la Pall Mall Gazette, propiedad de los Astor, una familia de la Nobleza Negra de Venecia. Esta misma familia, años más tarde, patrocinaría a Hitler, junto con otros destacados oligarcas americanos y británicos. Su obra más importante, sin duda, fue La guerra de los mundos. De nuevo el tema de la invasión de la Tierra por parte de seres superiores tecnológicamente, en este caso procedentes de Marte. La tesis del
argumento es simple: el hombre, especie cuasi animal, corre peligro de desaparecer ante la invasión de una fuerza superior.

El futuro es una espiral dantesca que nos lleva al infierno. Finalmente el hombre derrota a los marcianos, pero no gracias a su creatividad ni a su inteligencia humanas, sino a la acción natural de las bacterias, que son las formas de vida más inferiores que existen.

Los patrocinadores de la ciencia ficción dejaban bien claras sus intenciones: los hombres eran bestias, la tecnología resultaba impotente y el producto más acabado de la larga lucha librada por el hombre para gobernar sus asuntos según la ley del progreso, el soberano estado-nación, iba a ser sustituido por un orden universal feudalista. Así pues,
«el método esencial para "acallar" a la población es la despiadada supresión de los poderes creativos de la razón, esa capacidad mental del hombre que habitualmente aparece en forma de descubrimientos válidos de la Física, que revolucionan los axiomas anteriores».[7]
Sin embargo, habiendo tanto en juego, se necesitaba algo más que a Wells para transformar una vibrante población estadounidense que tenía aspiraciones de grandeza en un corral lleno de ganado humano domesticado. La estrategia era simple y eficaz: retardar la creatividad en todos los terrenos y ralentizar el ritmo de los avances económicos y científicos. Así pues, en los editoriales de las revistas de ciencia ficción fue donde se puso a prueba una primera teoría crítica de la ciencia ficción.

Otro personaje muy implicado en la tarea de moldear la mente de los jóvenes y orientarla hacia un objetivo específico definido por la oligarquía fue un emigrante de Luxemburgo: Hugo Gernsback, miembro de la Real Sociedad Británica que había emigrado en 1904 a Estados Unidos. En 1926, Gernsback fundó Astounding Stories, la primera revista especializada en ciencia ficción de Estados Unidos, con lo cual creó la primera carnada de escritores americanos de ciencia ficción.

Gracias a revistas como Amazing Stories y, más adelante, Astounding Stories, la ciencia ficción
«expresaba audazmente lo que la ciencia aún no se atrevía a afirmar ni a sugerir, e incluso cosas que le resultaban absurdas. Desarrollaba las consecuencias sociales, éticas, metafísicas o puramente lógicas de la ciencia, o intentaba confirmar las suposiciones ideológicas de la misma. Desde esa perspectiva, la literatura de ciencia ficción era una continuación, si bien puramente verbal y conceptual, imaginaria y adelantada, del verdadero trabajo científico que de vez en cuando se sirve de ficciones en forma de lo que denomina "experimentos mentales"». [8]
Como decía antes, tras la aparición de la revista Amazing Stories, se publicó Astounding Stories, editada por John W. Campbell. Campbell era un licenciado en Física del MIT y de la Universidad Duke, y tenía una estrecha relación con L. Ron Hubbard, agente de la Inteligencia Naval de Estados Unidos, que en su tiempo libre escribía relatos de ciencia ficción, era adepto al ocultismo y fundó la secta de la Cienciología. Campbell ayudó a pulir los textos de prácticamente todos los escritores estadounidenses de ciencia ficción que tuvieron éxito, entre ellos Isaac Asimov, Theodore Sturgeon, A. E. Van Vogt, que fue un destacado cienciólogo, Frank Herbert y el autor británico Arthur C. Clarke. Debido en parte a su arrolladora personalidad y a que pagaba más centavos por palabra en el sector, consiguió llevar a sus autores hacia sus propios objetivos.

La carnada de Campbell estaba formada en su totalidad por autores con una marcada tendencia anticientífica, vinculados a la clase gobernante británica. Por ejemplo, uno de ellos era Robert A. Heinlein, graduado en Annapolis y
«agente ducho en la guerra psicológica, estrechamente vinculado a la Inteligencia Naval, un organismo que, junto con la Inteligencia de las Fuerzas Aéreas, está estrechamente relacionado con los Servicios de Inteligencia británicos». [9]
En 1960, Heinlein fue destinado al proyecto MK-ULTRA, de proliferación de drogas, y en 1961 publicó Forastero en tierra extraña. Este libro trata de un niño marciano, Valentine Michael Smith, hijo de astronautas, que quedó huérfano, en Marte, al morir toda la tripulación. Valentine fue educado en la cultura de los nativos marcianos, seres con un control total de su cuerpo y mente. Veinte años más tarde, una segunda expedición enviada a Marte lo trae de vuelta a la Tierra. Como es el heredero de todo cuanto poseía el equipo explorador, incluidos varios inventos muy valiosos, se convierte en un títere político de las luchas entre los gobiernos. En la Tierra, cuando se siente amenazado por la sociedad, se repliega y entra en un estado de trance que 10 sitúa en «otro plano de la existencia». [10] Es decir, en un estado de conciencia elevada. Este libro se convirtió en la biblia de la cultura de las drogas fomentada por Gregory Bateson, Ken Kesey y Timothy Leary.

Sin duda alguna, el autor más famoso de este género es Isaac Asimov. Firme partidario de la doctrina de Malthus, según la cual se están agotando los recursos naturales, tema que trata repetidamente en sus obras, como por ejemplo en Bóvedas de acero. Asimov empezó a trabajar con Heinlein en el Naval Experimental Lab [Laboratorio de Experimentos Navales] durante la Segunda Guerra Mundial. La obra más importante de Asimov es la trilogía de La Fundación, que trata de dos grupos pequeños de la élite, uno especializado en alta
tecnología y el otro en la guerra psicológica,
«que se esconden en un planeta oculto a aguardar el esperado hundimiento del imperio galáctico. Ambos grupos siguen modelos del británico Instituto Tavistock y de los ocultos laboratorios Aldermaston, desde los cuales se controla toda la investigación y el desarrollo científicos que se llevan a cabo en las islas Británicas». [11]
Uno de los pocos autores que no era estadounidense y formaba parte de la camada de Campbell era el legendario Arthur C. Clarke, graduado en el King's College y veterano del programa de radar de las Reales Fuerzas Aéreas. [12] Es un consciente discípulo de H. G. Wells y del místico de la ciencia ficción Olaf Stapleton. La obra más conocida de Clarke es 2001, una odisea del espacio. El tema de la evolución trascendental del hombre, que trata esta novela, se atribuye a la influencia de Olaf Stapleton, un escritor británico. En ella se cuenta que todo el progreso humano se debe a la intervención de una raza alienígena superior. Clarke es también el autor del éxito de ventas Elfin de la infancia, que trata de una raza superior de alienígenas, los llamados «señores supremos», que invade la Tierra, pone fin a todas las guerras, ayuda a formar un gobierno mundial y convierte el planeta casi en una utopía. Y lo hace todo desde sus seguras naves espaciales. Varias décadas después, los «señores supremos» se dejan ver, juzgan a la humanidad y deciden fusionar la raza humana con el «torbellino cósmico incorpóreo».

CARL SAGAN Y COSMOS

Se mire como se mire, el debate sobre los ovnis tiene sólo dos posiciones posibles: o se cree en ellos o no se cree. Casi la única persona de la que se fiaron los medios de comunicación de la clase gobernante para que hablase de los ovnis, de la astrología y de las sectas fue el desaparecido Carl Sagan. En 1980 se estrenó en la televisión pública la serie Cosmos, que iba a ser todo un referente. Desde entonces,
«se calcula que la han visto más de mil millones de personas de todo el planeta. Cosmos hace una crónica de la evolución de nuestro planeta y se esfuerza por encontrar el lugar que nos corresponde en el universo. Cada uno de sus trece episodios se centra en un aspecto concreto de la naturaleza de la vida, de la conciencia, del universo y del tiempo. Incluye temas como el origen de la vida en la Tierra (y quizás, en otros lugares), la naturaleza de la conciencia y el nacimiento y la muerte de las estrellas. Cuando se emitió por primera vez, catapultó a su creador y presentador Carl Sagan a la categoría de icono de la cultura popular y abrió un número incontable de mentes al poder de la ciencia y a la posibilidad de que hubiera vida en otros mundos». [13]
Sin embargo, no hacen falta trece episodios para llegar a la conclusión de que lo que promueve la serie Cosmos no es ciencia pura. Desde los delfines saltarines que interpretan la coreografía de las valkirias de Wagner hasta las galaxias fruto de la psicodelia y de los dibujos futuristas, desde las ballenas que cantan y los dioses hindúes, en el Cosmos de Sagan hay un cambio de dialéctica que se aparta de la verdadera ciencia y que nos adentra en el mundo del misticismo. En vez de auténtica ciencia, expresión del empeño moral de la humanidad por conseguir el progreso a través del control del universo natural, Cosmos propone una versión acuario-dionisíaca de la ciencia basada en un irracionalismo existencialista, sentimentalista y ecologista, donde todos participarían de una conciencia cósmica común. ¿Dónde trazaba Sagan la línea que separaba la experiencia psicodélica de la charlatanería? En este sentido, Cosmos copia las ideas de la obra de Friedrich Georg Junger La perfección de la tecnología, escrita en 1939. Junger dice lo siguiente:
«La tecnología llena el aire de humo, contamina el agua, destruye los animales y los bosques. Esto lleva a una situación en la que se hace necesario proteger a la naturaleza del pensamiento racional.» 
Es decir, lo que estos pirados no entienden de la naturaleza es evidente que no tiene explicación, excepto, claro está, si uno acepta los desvaríos extraterrestres como hipótesis científica plausible.

La esencia de la ciencia está en los métodos mediante los cuales se hacen los descubrimientos, el llamado método de hipótesis que se inventó en la antigua Grecia.
«El punto central de este método es la convicción de que las leyes del desarrollo del universo son coherentes con la propia idea que tiene la mente humana de lo legítimo, de modo que la verdad del universo es, fundamentalmente, cognoscible para el hombre. » [14]
En cambio Sagan adopta, constantemente, un método de distorsión para desviar la atención del público de la coherencia de la mente humana. ¿Cómo lo hace? Intentando descomponer el universo en grupos de objetos, igual que hicieron Euclides y Aristóteles antes que él. Y lo hace porque, para él, las ideas tienen lugar en un espacio desprovisto de realidad.
«Sólo de esa manera, en una realidad sin oposición, podrían juntarse los mejores elementos en una construcción continua.» [15]
Pero las personas no apoyamos la doctrina nominalista a este respecto. Gracias a la coherencia de nuestra mente, sabemos lo que hemos experimentado y somos capaces de identificar existencias que corresponden a dichas experiencias sin necesidad de descomponer la experiencia en una colección de nombres, porque nuestro conocimiento real es el de nuestra relación humana y creativa con los procesos, no con las cosas.

A pesar de los conocimientos científicos del hombre, afirma Sagan, éste no es más que una mota de polvo en la inmensidad del cosmos. Quizá veamos a
«Sagan navegando por el espacio en un platillo volador, asegurándonos que en alguna parte de esa inmensidad hay vida, acaso una civilización superior que intenta comunicarse con nosotros, visitarnos...; o tal vez ya lo haya hecho». [16]
Y sólo para cerciorarse de que nosotros, los inferiores humanos, conocemos el sitio que nos corresponde en el universo, en la página 313 de Cosmos, Sagan nos ofrece un resumen por ordenador de las civilizaciones extraterrestres y el lugar que ocupamos en «la gran cadena de la existencia».

Se rompe la barrera entre este mundo y el siguiente, es una rasgadura iniciática del velo de lo desconocido: el espacio visto como el territorio tanto de los muertos como de una fuerza superior espiritual. De pronto, los vívidos colores del dibujo comienzan a retorcerse, a agrandarse, a encogerse y a cambiar de tonalidad; igual que una alucinación provocada por un viaje con LSD. Y por si el LSD y lo extraterrestre no funcionan, pruebe usted con el hinduismo, para variar:
«La religión hindú es la única de las grandes religiones del mundo que sostiene la idea de que el cosmos en sí soporta un número enorme, en realidad infinito, de muertes y renacimientos [ ... ] Existe la profunda y atractiva idea de que el universo no es sino el sueño de un dios que, pasados cien años Brahma (cada uno dura 8.640 millones de años), se disolvió en un sueño carente de imágenes. El universo se disuelve con él, hasta que, transcurrido otro siglo Brahma, él se despierta, recompone y empieza de nuevo a soñar el gran sueño cósmico. Mientras tanto, en otra parte, existe un número infinito de universos, cada uno con su propio dios que sueña el sueño cósmico.» [17]
Pero Sagan no se detiene aquí.
«Me gusta imaginar que estas imágenes tan profundas y tan encantadoras son una especie de premonición de las ideas de la astronomía moderna [ ... ] No está nada claro que el cosmos vaya a continuar expandiéndose eternamente [ ... ] Si existe más materia de la que podemos ver, oculta en los agujeros negros [ ... ] el universo se mantendrá unido gravitacionalmente y sufrirá una sucesión muy «hindú» de ciclos, expansiones seguidas de contracciones, un universo tras otro, un cosmos que no tiene fin.» [18]
En vez de hacer preguntas pertinentes referidas al lugar que ocupa la humanidad en el universo, Sagan nos lleva a un viaje espacial inducido por las drogas que conduce al olvido. Cualquier persona que tenga en pie su brújula moral preguntaría:
«Quiénes somos? ¿Hacia dónde se dirige la humanidad mientras vive y muere, en esos larguísimos viajes a través de una simultaneidad de eternidades siempre cambiantes?»
Gracias al poder alquímico de la televisión, la serie Cosmos convirtió a Sagan en un profeta. Pero no lo es. Los auténticos profetas de los malos tiempos reducen a los ogros a su verdadero tamaño y al hacerlo dejan al descubierto la idiotez de lo que los tontos temían por considerarlo el Poderoso Mago de Oz. No es de sorprender que ese gran espectáculo de la televisión fuera financiado por personas y organizaciones estrechamente vinculadas a los mismos locos de la Conspiración de Acuario, como Robert O. Anderson, del Instituto Aspen, que creó el movimiento ecologista por medio de instituciones como el Club de Roma, Amigos de la Tierra, el World Wildlife Fund y el World Watch Institute.

El Fondo Mundial para la Vida Salvaje (WWF), una organización creada por el príncipe consorte Philip de Inglaterra, retrata agresivamente a las especies depredadoras como los presuntos «mejores seres humanos», en comparación con los humanos y la moderna sociedad industrial. Entre las personas asociadas al WWF se encuentra el famoso director del zoo de Fráncfort, conocido internacionalmente, un hombre que en cierta ocasión dijo que la Tierra sería un lugar encantador si su población no superase los veinte millones de personas. Pero la emoción, el interés y la atención prestados a los verdaderos avances habidos en la exploración del espacio no pueden suprimirse con patochadas, ciencia ficción, recortes de presupuesto o guerra cultural. Lo que no parecen entender los lavacerebros de Tavistock es que el espíritu humano es mucho más resistente que sus fines ecologistas de crecimiento cero. Si decidimos explorar el espacio, no es porque sea fácil, sino porque es difícil. Ése ha sido siempre el destino del hombre.

La serie Cosmos se financió con una subvención concedida al PBS, Public Broadcasting System [Servicio Público de Difusión] de más de un millón de dólares, procedentes de la Atlantic Richfield Company. Su director, Robert O. Anderson, y su presidente, Thornton Bradshaw, son dos de las personas más
prominentes e influyentes que están en contra del progreso científico, tecnológico y cultural. Desde mediados de los años sesenta, la facción de diseño de políticas, de la que ambos son miembros, está empeñada en que tenga éxito lo que en los sesenta se conoció como la Conspiración de Acuario: la tarea de ir minando la sociedad por medio de movimientos contra la guerra, ecologistas y de contracultura de las drogas y el rock. En la actualidad, este grupo está empeñado en desindustrializar Estados Unidos para devolvernos a la nueva Edad Media.

La era del razonamiento científico, caracterizada por el libro de Marilyn Ferguson La Conspiración de Acuario como la Era de Piscis, ahora será reemplazada por la Era de Acuario.

A lo largo de la mayor parte de su historia, el PBS ha recibido financiación de AT&T, una empresa del Council on Foreign Relations; de Archer Daniels Midland, una empresa de la Comisión Trilateral; de PepsiCo, otra empresa del CFR cuyo presidente ejecutivo, Indra Krishnamurthi Nooyi es miembro del grupo Bilderberg y del Comité Ejecutivo de la Comisión Trilateral; y de Smith Barney, empresa del CFR y una de las instituciones financieras más importantes del mundo. Por lo tanto, difícilmente puede decirse que el PBS sea una empresa sin ánimo de lucro, que se ocupa de las familias y está dirigida por las cadenas de televisión pública de Estados Unidos, ¿no le parece? Es más, Atlantic Richfield Company (ARCO), Anderson y Bradshaw han sido particularmente activas en los esfuerzos ecologistas de la Conspiración de Acuario. Anderson financió personalmente el primer Día de la Tierra, que se celebró en 1971, y donó personalmente doscientos mil dólares para crear la organización Amigos de la Tierra a modo de oposición «popular» al progreso tecnológico. Cientos de millones de dólares fueron a parar al Día de la Tierra, un inmenso espectáculo acrobático de relaciones públicas destinado a hacer despegar el movimiento verde. El Día de la Tierra fue financiado por Naciones Unidas, Atlantic Richfield y las fundaciones Ford y Rockefeller, y fue dirigido por el Instituto de Estudios Humanísticos, que tiene su sede en Aspen, Colorado, uno de los principales centros de planificación que desempeñan un papel dudoso contra el progreso tecnológico y la energía nuclear, a la vez que promueven operaciones ecologistas de crecimiento cero.

Tanto Anderson como Bradshaw son jefes del Aspen mstitute for Humanistic Studies. El Instituto promovió el primer movimiento antinuclear y las teorías malthusianas acerca de creencias ecologistas según las cuales, la ciencia y la tecnología constituyen intrínsecamente un mal infligido por el hombre a la naturaleza. Estos dos ejecutivos de ARCO también son miembros del exclusivo Club de Roma, la destacada institución internacional que fomenta políticas de retroceso en tecnología y la reducción de la población mundial en varios miles
de millones de personas... Genocidio, por si no lo sabía.

El Club de Roma, que fue fundado en abril de 1968 por Alexander King y Aurelio Peccei, entre otros, siguiendo las teorías makhusianas acerca del genocidio, se formó en una reunión de treinta personas procedentes de diez países. En sus filas están los miembros más antiguos de la Nobleza Negra veneciana de Europa, descendientes de las familias europeas más ricas, que controlaban y gobernaban Génova y Venecia en el siglo XII. En 1972 publicaron su manifiesto sobre la «difícil situación de la humanidad», Limits to Growth [Los límites del crecimiento], donde se mostraba que la Tierra no era capaz de soportar la actual expansión demográfica en una época de escasez de los recursos naturales. La conclusión a la que se pretende llegar es que la economía mundial terminará hundiéndose, incluso según su propia opinión sobre los recursos «ilimitados», que implica que no haya adelantos científicos ni se desarrollen tecnologías nuevas y revolucionarias. Si uno es capaz de abrirse paso entre la babilónica confusión verbal, su informe de 1992 titulado The Global Revolution [La revolución global], un informe del Consejo del Club de Roma, deja poco lugar a dudas acerca de lo que pretendían:
«En la búsqueda de un nuevo enemigo que nos una, se nos ha ocurrido la idea de que dicho enemigo bien podría ser la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, las hambrunas y cosas parecidas.» 
Y concluyen diciendo lo siguiente: «El verdadero enemigo es la propia humanidad.»

Es decir, los capitalistas financieros que lanzaron a Carl Sagan y lograron que dejara de ser un profesor universitario con pantalones vaqueros de campana para convertirse en una superestrella intergaláctica, son los mismos que promovieron las políticas anticientíficas que vende su serie Cosmos. Los servicios prestados por Sagan forman parte del intento consciente de erradicar el progreso científico, porque la idea de un avance incesante a favor de un futuro mejor es algo prohibido para los oligarcas que operan en secreto.

Pero las cosas raras no acaban aquí. Sagan fue uno de los miembros fundadores de una cosa que se llama Planetary Society [Sociedad Planetaria]. Según su propia página web:
«La Planetary Society, fundada en 1980 por Carl Sagan, Bruce Murray y Louís Friedman, inspira e involucra al público del mundo entero en la exploración del espacio por medio de apoyo activo, proyectos y formación. En la actualidad, la Sociedad es la organización del espacio público más grande y más influyente de todo el mundo. «Su misión consiste en explorar el sistema solar y buscar vida más allá de la Tierra. Es una organización no gubernamental sin ánimo de lucro, que se financia con el apoyo de sus miembros.»
Suena maravillosamente prometedor, excepto que, desde el principio mismo, la junta de asesores estuvo formada por los principales portavoces de las campañas ecologistas y de desindustrialización de la Conspiración de Acuario que se hacían en Estados Unidos. La componían, entre otros, Isaac Asimov, el malthusiano escritor de ciencia ficción; Norman Cousins, editor del Saturday Review y miembro del Club de Roma; John Gardner, jefe de la organización ecologista Common Cause y presidente de la Carnegie Corporation, infiltrada por los Rockefeller; Shirley Hufstedler, que se sentaba en la junta directiva del Aspen Institute; y Lewis Thomas, destacado defensor de la eutanasia. [19] ¿Qué tienen en común todos ellos? El crecimiento cero, el progreso cero, ideal que comparten
sus principales miembros.



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NOTAS

1.Gary Westfahl, Hugo Gernsback and the Century of Science Fiction, MacFarland, Jefferson, NC, 2007.
2.Robert Zubrin, «There is No Science in Science Fiction», The Campaigner, abril de 1981.
3.Carol White, The New Dark Age Conspiracy, New Benjamin Franklin House, Nueva York, 1980.
4. lan D. Colvin, The Unseen Hand in English History, Nabu Press, Charleston, SC, 2010, reproducción de un libro publicado antes de 1923.
5. LaRouche, «How Bertrand Russell Became an Evil Man», Schiller Institute, 28 de julio de 1994, Parte III.
6.Robert Zubrin, «There is No Science in Science Fiction», The Campaigner, abril de 1981.
7. LaRouche, «How Bertrand Russell Became an Evil Man», Schiller Institute, 28 de julio de 1994, Parte III.
S. Gerard Klein, Learning from other worlds, Estrangement, Cognition and the Politics of Science Fiction and Utopia, Liverpool Uníversity Press, Liverpool, 2000.
9.Robert Zubrin, «There is No Science in Science Fiction», The Campaigner, abril de 1981.
10. http://en.wikipedia.org/wiki/Stranger-in-a-Strange-Land.
11.Robert Zubrin, «There is No Science in Science Fiction», The Campaigner, abril de 1981.
12.http://en. wik:edia. org/wi/ei/Arthur_C._Clarlee.
13.Carl Sagan, Cosmos, KCET Productions, 1978-1979.
14.Robert Zubrin, «Carl Sagan's Kook Cosmos», The Campaigner, febrero de 1981.
15.Helga Zepp-LaRouche, «The Historical roots of green fascism», EIR, abril de 2007.
16.Robert Zubrin, «Carl Sagan's Kook Cosmos», The Campaigner, febrero de 1981.
17.Carl Sagan, Cosmos, KCET Productions, 1978-1979.
18.Ibid.
19. http://medicine.jrank. orglpages/602/Esithanasía-Senicidemodern-argument. html.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Instituto Tavistock XVII: La Escuela de Frankfurt. Eugenesia. Transhumanismo

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LA ESCUELA DE FRÁNCFORT

Una de las organizaciones vinculadas directamente con el grupo de los cibernéticos fue el ISR, Institute for Social Research, conocido como la Escuela de Fráncfort. Por ejemplo, Paul Lazersfeld, el director del Proyecto Radio, fue una de las personas invitadas a las conferencias Macy. Lazersfeld era hijo adoptivo del economista marxista austríaco Rudolph Hilferding y llevaba mucho tiempo colaborando con el ISR, desde principios de los años treinta. También estaba Max Horkheimer, el director de la Escuela de Fráncfort, que colaboró con el Grupo de la Cibernética mientras dirigía los Estudios sobre los Prejuicios.
«En mayo de 1944, el Comité Judío Americano montó un Departamento de Investigaciones Científicas, al frente del cual puso a Max Horkheimer, director de la Escuela de Fráncfort. Horkheimer estableció un proyecto denominado Estudios sobre los Prejuicios con una generosa financiación del Comité Judío y de otros organismos, entre ellos las fundaciones Rockefeller.» [31]
«El más significativo de los cinco estudios sobre los prejuicios llevados a cabo para el Comité Judío entre 1944 y 1950 fue The Authoritarian Personality. [32] Los autores, Adorno, Frenkel-Brunswik, Levinson y Sanford, reunieron a un amplio grupo de investigadores, de los equipos del Public Opinion Study de Berkeley y del International Institute of Social Research, para efectuar miles de entrevistas a estadounidenses con el fin de perfilar sus tendencias, supuestamente muy arraigadas hacia el autoritarismo, los prejuicios y el antisemitismo. El doctor William Morrow, principal protegido del doctor Kurt Lewin, una importante figura puente entre la Escuela de
Fráncfort y el Instituto Tavistock, fue un director de investigación de este estudio.» [33]
Los autores de dicho proyecto lo dejaron todo explicado en el último capítulo del libro, donde resumieron sus hallazgos y dieron su receta para la transformación social:
«Resulta obvio que la modificación de la estructura potencialmente fascista no se puede conseguir únicamente por medios psicológicos. Dicha tarea es comparable a la de eliminar del mundo la neurosis, la delincuencia o el nacionalismo. Estos problemas son consecuencia de la organización de la sociedad y cambiarán sólo en la medida en que cambie la sociedad. No le compete al psicólogo decir cómo se deben operar estos cambios. El problema es tal que requiere el esfuerzo conjunto de todos los sociólogos. Lo único en que quisiéramos insistir es en que tenga voz el psicólogo en los consejos o en las mesas redondas donde se estudia el problema y se planifica la acción. Estamos convencidos de que entender desde el punto de vista de la ciencia a la sociedad implica entender lo que ésta hace a las personas y comprender que es posible llevar a cabo reformas sociales, incluso amplias y radicales que, aunque deseables en sí mismas, no cambien necesariamente la estructura de la personalidad influida por los prejuicios. Para que el fascista en potencia cambie, o por lo menos se mantenga a raya, las personas deben ser capaces de ver por sí mismas, de ser ellas mismas. Y eso no se consigue manipulándolas, por muy bien asentados que estén los instrumentos de manipulación en la psicología moderna. [...] Ahí es donde la psicología puede desempeñar su papel más importante. Las técnicas para superar la resistencia, desarrolladas principalmente en el campo de la psicoterapia individual, pueden mejorarse y adaptarse y aplicarse a grupos, incluso a las masas.»
Los autores terminan con esta reveladora propuesta:
«No debemos dar por sentado que el hecho de apelar a las emociones sólo corresponde a quienes se esfuerzan por avanzar en la dirección del fascismo, mientras que la propaganda democrática se limita a la razón y a la contención. Si el miedo y la tendencia destructiva son las principales fuentes emocionales del fascismo, el eros pertenece principalmente a la democracia.» [34]

EL GRUPO DE LA CIBERNÉTICA

La Escuela de Fráncfort y sus más próximos aliados de Tavistock fueron los artífices tanto del proyecto de la cibernética como del proyecto de la contracultura de los años sesenta. De hecho, el Grupo de la Cibernética, patrocinado por la Josiah Macy Jr. Foundation, fue el paraguas bajo el que la CIA y la inteligencia británica llevaron a cabo sus experimentos con drogas psicodélicas que alteraban la mente, entre ellas el LSD-25, experimentos aplicados en masa que terminaron volcándose en las calles de San Francisco, en el Greenwich Village de Nueva York y en todos los campus universitarios de Estados Unidos, y condujeron a los movimientos contraculturales, al «cambio de paradigma» entre 1966 y 1972 [35]. En el año 1965, uno de los cuatro directores del proyecto Authoritarian Personality, R. Nevitt Sanford, escribió el prólogo del libro Utopiáceos: El uso y el abuso del LSD 25, publicado por Tavistock Publications, que abordaré más adelante.

Si hemos de creer lo que dice la prensa oficial, la Josiah Macyjr. Foundation se ha dedicado desde 1930 a promover la salud y aliviar el sufrimiento [36] y ha apoyado la formación de médicos y establecido programas de apoyo a conferencias y publicaciones relacionadas con estos temas y otros similares. [37]

El historiador Jean-Pierre Dupuy describe del modo siguiente el papel desempeñado por la Fundación en el Grupo de la Cibernética:
«El de la cibernética estaba llamado a ser, desde el principio, un movimiento —en un grupo de presión política, en realidad, que operase bajo los auspicios de la Fundación—, cuyo objetivo fuera asegurar la paz mundial y la salud mental universal. Aplicaría un curioso cóctel cuyos ingredientes serían el psicoanálisis, la antropología, la física avanzada y el nuevo pensamiento asociado al Grupo de la Cibernética». [38]
Posteriormente, a través de la propaganda de los grandes medios de comunicación se hizo un lavado de cerebro en masa para que la gente creyera que la Fundación y personajes como Lazarsfeld y Wiener, Bateson, Mead y Ashby eran meros participantes de unos experimentos sociales, cuyo objetivo era mejorar la calidad de vida empleando una extraña mezcla de tecnología, evolución y ciencias sociales de todo tipo. En realidad, estas personas eran lacayos de las fundaciones del oligárquico Imperio Mundial: Rockefeller, Josiah Macy Jr., Russell, Sage y otros.

Lo que el pueblo estadounidense no sabe es que la Josiah Macy Jr. Foundation ha causado más perjuicio a la realidad social de Estados Unidos que ninguna otra institución.
«Durante la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente después de ella, la Fundación fue utilizada por una serie de entidades, entre ellas el Servicio Secreto británico, diversas secciones corruptas de la inteligencia estadounidense y unos cuantos traidores de la clase dirigente de Estados Unidos, con el fin de llevar a cabo un amplio experimento social. El propósito de dicho experimento era poner fin al optimismo descontrolado de una población que acababa de ganar una guerra mundial y había empezado a reconstruir el mundo, y a reconducir esa energía hacia dentro, hacia sí misma.
«Tres de las fases de ese experimento tuvieron tanto éxito que, hoy en día, la mayoría de la gente piensa que se trata de una evolución "natural" de la sociedad occidental, y no de una deformación antinatural impuesta desde fuera. La "revolución sexual" de finales de los sesenta y principios de los setenta, que aceleró de manera definitiva la actual destrucción del núcleo familiar, no podría haber ocurrido como ocurrió si la fundación Josiah Macy Jr. no hubiera patrocinado, prácticamente sola, el desarrollo y la difusión de los anticonceptivos orales valiéndose del trabajo del doctor Gregory Pincus, de Harvard. Pincus estudiaba entonces cuestiones relacionadas con la reproducción, y los especialistas en eugenética de la fundación consideraban cómo evitar que determinadas clases de personas se reprodujeran. En 1954, la fundación concedió a Pincus una subvención especial. En 1955, Pincus patentó la "píldora".» [39]
«De modo similar, la Josiah Macy Jr. Foundation tuvo un papel destacado en la creación de la "revolución psicodélica" e hizo de una población de la posguerra, la de Estados Unidos, que hasta entonces había mirado las drogas con suspicacia, otra que actualmente ingiere de forma habitual una nueva droga para cada nuevo estado de ánimo y prescribe a sus hijos millones de dosis de sustancias psicoactivas. Y lo que es tal vez más importante, contribuyó a pervertir el conocido optimismo tecnológico de los estadounidenses y a transformarlo en la ideología, actualmente muy extendida, de la "Era de la Información".» [40]

LA FUNDACIÓN JOSIAH MACY JR. Y EL MK-ULTRA

El pintoresco cóctel de finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta terminó siendo uno de los principales cauces secretos de financiación de la CIA, a través de Frank Fremont-Smith, director de la Fundación Josiah Macy Jr., ésta mantenía una estrecha relación con el doctor Harold Abramson, el psiquiatra vinculado a la CIA y asociado profesionalmente tanto con la Universidad de Columbia como con el hospital Mount Sinai, cuyos trabajos con el LSD estaban financiados por la fundación. [41]

Un integrante de dicho grupo era el doctor Louis Joiyon West, apodado Jolly, del Departamento de Psiquiatría de la UCLA y director del Instituto de Neuropsiquiatría. West, psiquiatra de la CIA, se hizo famoso cuando, trabajando en el programa MK-ULTRA, administró LSD a elefantes.

Aparte del doctor Abramson, un número significativo de participantes en los encuentros organizados por la fundación como Gregory Bateson, Margaret Mead y el psicólogo Kurt Lewin, trabajaron estrechamente con el Gobierno de Estados Unidos, a través del programa MK-ULTRA, en experimentos clandestinos con drogas, psicodélicas entre otras, de lavado de cerebro y de manipulación social.

Otro destacado participante de los encuentros de la fundación fue Donald Marquis, que en aquel entonces era psicólogo de la Universidad de Michigan. Marquis ayudó a organizar las investigaciones fundamentales sobre la psicología de la propaganda, la naturaleza de los distintos públicos a los que iba dirigida y los distintos grupos sociales de cada país, a través del Centro de Dinámicas de Grupo del MIT. Su trabajo llevó al Laboratorio de Redes de Grupos del MIT a estudiar la dinámica de grupos pequeños bajo la supervisión de Alex Bavelas,
uno de los máximos asesores de operaciones secretas de la guerra fría de la ONR, Office of Naval Research [Oficina de Investigación Naval] subcontratada por el MIT. Este mismo grupo del MIT trabajó más adelante con la CIA en un importante estudio sobre las técnicas de «persuasión coercitiva» de la China comunista, popularmente conocidas como de «lavado de cerebro».

Hubo otros estudios de la fundación, como uno sobre «biología celular», que se ocupó de analizar la aplicación de técnicas en eugenesia, la «ciencia de las razas». También se invirtieron grandes sumas de dinero en lo que la fundación denominaba las «interrelaciones psicosomáticas»; es decir, de qué modo afecta a la mente el cambio psicológico, y viceversa. Una manera de ocultar la investigación sobre técnicas clínicas, a las que más tarde llamaría «lavado de cerebro». [42]

La fundación también aportó financiación y publicidad al ingeniero social británico William Sargant, cuyo libro La conquista de la mente humana, publicado en 1957, era un manual de uso sobre lavado de cerebro. Sargant, especialista en shock traumático, pasó veinte años en Estados Unidos trabajando en el programa MK-ULTRA y en otros proyectos secretos para controlar la mente, llevados a cabo por los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña.

LA EUGENESIA

A lo largo de la historia ha habido personas que, teniendo la mira puesta en un objetivo político concreto, se han servido del terror o de la amenaza del terror contra poblaciones escogidas. El razonamiento científico de la tiranía siempre ha resultado atractivo para las élites, porque crea una cómoda excusa para tratar a sus congéneres peor que a los animales. La teoría de la eugenesia, que se basa en una peregrina idea de superioridad e inferioridad hereditarias, fue concebida, entre 1880 y 1900, por una red de familias inglesas, entre las que se encontraba sir Francis Galton, primo de Darwin, Thomas Huxley, sir Arthur Balfour, las familias Cadbury y Wedgewood, además de otros estrategas del Imperio británico de finales del siglo XIX vinculados al movimiento Mesa Redonda de Cecil Rhodes y lord Alfred Milner. Este grupo vio la oportunidad de hacer avanzar a la humanidad hacia una nueva Edad Media tomando las riendas de la perversamente racista teoría de Darwin de la evolución basada en la selección natural, regla según la cual «sobrevive el más apto», a la que aplicaron principios sociales para desarrollar el darwinismo social.

En Estados Unidos, la historia de la eugenesia comenzó en 1904, cuando el prominente eugenetista Charles Davenport fundó el Cold Spring Harbor Laboratory financiado por destacados oligarcas del país: Rockefeiler, Carnegie y Harriman. En 1910, los británicos ya habían creado expresamente la primera red de trabajadores sociales para ejercer de espías y ejecutores de la secta racista de la eugenesia, que rápidamente estaba asumiendo el control de la sociedad occidental. Quienes respaldaron económicamente a Hitler no fueron los únicos que patrocinaron la investigación de la eugenesia. En los años veinte, la familia Rockefeller financió al Instituto de Genealogía y Demografía Kaiser Wilhelm, más tarde pilar del Tercer Reich.

Al finalizar la guerra, cuando toda Europa estaba todavía sembrada de cadáveres, los aliados protegieron de la persecución a científicos nazis como el mismísimo Josef Mengele, que había torturado y matado a miles de personas. La rama radical nazi de la eugenesia había avergonzado a los expertos en control social angloamericanos, y los términos «eugenesia» e «higiene mental» habían pasado a ser palabrotas. Sin embargo, los expertos en control social no se arredraron. En 1956, la British Eugenics Society [Sociedad Británica de Eugenesia] sostuvo, en una resolución, que «la sociedad debe perseguir la eugenesia empleando medios menos obvios». O sea, la «planificación familiar» y el movimiento ecologista. Todas las políticas de control de la población cambiaron simplemente de nombre y continuaron trabajando bajo la protección de las Naciones Unidas y organismos asociados. Las sociedades de Eugenesia, Eutanasia e Higiene Mental de Gran Bretaña, Estados Unidos y el resto de Europa sencillamente recibieron nombres más agradables, como Asociación de Salud Mental de Gran Bretaña y Asociación Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, que posteriormente se convirtió en la Federación Mundial de Salud Mental. Más adelante volveré sobre este asunto.

La revista Eugenics Quarterly pasó a llamarse Social Biology, y la Liga Americana para el Control de la Natalidad, Planificación Familiar, que en la actualidad es la responsable de una masiva despoblación de África. No es muy conocido el dato de que en estas últimas décadas han estado operando en África algunos de los organismos más importantes de ayuda humanitaria y varios grupos estadounidenses de cristianos fundamentalistas. Su estandarte es la «planificación familiar», que se entiende de otro modo cuando se ven las verdaderas implicaciones y los objetivos a largo plazo. Estas políticas de planificación familiar cuentan con el respaldo entusiasta y constante de importantes donantes bilaterales, como el Gobierno de Estados Unidos, a través de su sucedáneo USAID, y de ciertos organismos multilaterales, en particular la Federación Internacional para la Planificación Familiar (IPPF), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Banco Mundial de África.

El Banco Mundial es, desde los años sesenta, la principal entidad financiera de control de la población, y su gasto anual se ha disparado, desde los magros 27 millones de dólares entre 1969 y 1970 hasta los más de 4.500 millones de 2006. Eugene Black y Robert McNamara, ambos presidentes de dicho banco, en una época fueron miembros de la Fundación Ford, controlada por los Rockefeller.
«Más significativo es que las políticas de control de la población son ahora una condición indispensable que exigen para el desembolso de Préstamos de Ajuste Estructural (SAL) el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, dentro del marco de sus Programas de Ajuste Estructural (SAP).» [43] 
Entre las condiciones que se exigen para acceder a los préstamos de los programas se encuentran, generalmente, además de la devaluación, la liberalización y la privatización de las economías nacionales y de las áreas de educación y la sanidad, las políticas de control de la población. Así pues, para que concedan dicho préstamo, lo normal es que se exija preparar un informe sobre las políticas existentes en materia de población.

Betsy Hartmann, directora del Programa de Población y Desarrollo del Hampshire College, acuñó un término nuevo para estas políticas: «ecofascismo malthusiano». Hartmann indica que, actualmente, la comunidad internacional concentra sus actividades de control de la población en el África subsahariana, y que la planificación familiar se ha convertido en la máxima prioridad:
«El imperativo primordial de estos programas generados en el ámbito internacional es reducir la población con tanta rapidez y al menor coste posible.» 
Como bien observa Hartmann, en gran parte de África, donde las trágicas consecuencias del sida amenazan a la población, la aplicación de planes de control de la población y la falta de financiación de los sistemas sanitarios llevan actualmente en la práctica a una selección indirecta. [44]

Ni que decir tiene que África no es el único continente donde se llevan a la práctica estas brutales políticas. En 1972, en el afán de hacer frente a la denominada «emergencia demográfica», el Banco Mundial financió un proyecto de 21 millones de dólares «con los que se llevaron a cabo varios millones de esterilizaciones involuntarias y produjeron millares de muertos».[45]

La confluencia de eugenetistas, nazis, ecologistas y entusiastas de la Empresa Mundial también se debe al secreto Club 1001, compuesto por las familias más antiguas y poderosas de Europa, que financian operaciones malthusianas clandestinas del WWF en África. Por ejemplo, una de esas operaciones llevadas a cabo por el World Wildlife Fund era la llamada Operación Lock, que a la vista de todos tenía por objeto salvar al rinoceronte negro de Sudáfrica.
«John Hanks, director del WWF para África, financió un equipo de comandos del SAS británico para que se infiltraran y sabotearan a los presuntos círculos de cazadores furtivos haciendo uso de una fuerza paramilitar. Esta fuerza instigaba el enfrentamiento entre negros del Congreso Nacional Africano y del Partido de la Libertad Inkatha, perpetrando actos de violencia seleccionados, como la masacre de Boipatong el 18 de junio de 1992.» [46]
Dicha masacre fue la causa de que el Congreso Nacional Africano se retirase de las iniciales negociaciones formales que pretendían poner fin al apartheid, al acusar al Partido Nacional gobernante de complicidad en los ataques. [47] El objetivo era desatar una sangrienta guerra civil e impedir el final del apartheid y la reintegración de Sudáfrica a la comunidad internacional.

El WWF y su brazo armado terrorista, Greenpeace, además de diversos grupos afines, no son una minoría de lunáticos a los que se pueda ignorar fácilmente; son las tropas de choque de la oligarquía en su lucha contra la humanidad. La teoría demográfica «malthusiana», como la propuesta de la ONU en la Conferencia sobre Población de 1994 en El Cairo, tiene en cuenta el incremento de la población durante la revolución industrial. La ONU, basándose en los escritos de la famosa obra de Thomas Malthus de 1798, On population [Sobre la población], un plagio del libro que había publicado en 1790 el monje veneciano Giammaria Ortes, Riflessioni sulla popolazione delle nazioni. Según esta teoría, la población aumenta más deprisa que la provisión de alimentos. Ortes es el autor intelectual en el que se basó el borrador genocida de la Conferencia sobre la Población organizada en El Cairo en 1994 por la ONU.

Es posible que a la mayoría de la gente esto le resulte como mínimo alucinante, pero los héroes intelectuales de la pasada era, como Margaret Mead, los hermanos Huxley y el desaparecido Carl Jung, principal promotor del «inconsciente racial colectivo», no sólo asistieron a conferencias, año tras año, junto con el médico nazi responsable de varios de los crímenes más horrendos cometidos contra la especie humana, sino que además apoyaron con mucho entusiasmo todas las «teorías» que dieron lugar al holocausto. Por ejemplo, en los años previos a la guerra, Jung fue el director de la revista alemana de psicoterapia junto con el doctor M. H. Goering, primo de Hermann Goering y colaborador de un proyecto de eutanasia «T4», que debía eliminar a cuatrocientos mil enfermos mentales de las instituciones alemanas.

LA FEDERACIÓN MUNDIAL DE SALUD MENTAL

La World Federation of Mental Health (WFMH) es un ejemplo perfecto de esta confluencia de aparatos Rockefeller-CIA-Tavistock. Rees, la antropóloga Margaret Mead, el científico conductista Lawrence K. Frank, el ejecutivo de Josiah Macy Fremont-Smith y el sociólogo alemán Max Horkheimer coincidieron en París, en el verano de 1948, para inaugurar la WFMH.
«Aunque Kurt Lewin había fallecido el año anterior, había tomado parte en los preparativos de la inauguración de la Federación gracias a que había trabajado, bajo la dirección de Frank, en el National Committee for Mental Hygiene [Comité Nacional de Higiene Mental] y el International Committee for Mental Hygiene [Comité Internacional de Higiene Mental] con sede en Londres, que cuenta con media docena de miembros del Grupo de la Cibernética en su consejo de administración. Ambos organismos supervisaron una red de más de cuatro mil "tropas de choque psiquiátricas" —en palabras de Rees—, que formarían el núcleo de un aparato mundial de ingeniería social infiltrado en todas las comunidades.
»Margaret Mead y Lawrence K. Frank, dos pilares del Grupo de la Cibernética, fueron los autores de la declaración de principios de la Federación Mundial de Salud Mental de Rees (tanto Mead como Fremont-Smith sucederían a Rees en la presidencia), a la que llamaron "Manifiesto de la Primera Internacional".» [48]
Mead y Fremont-Smith escribieron sin tapujos:
«El objetivo de la salud mental ya no es sólo ocuparse del desarrollo de personalidades sanas, sino también de crear una sociedad sana. [ ... ] El concepto de salud mental es extensivo a los de orden mundial y comunidad mundial.»
En el manifiesto de la WFMH hay tres cuestiones primordiales. En primer lugar, Rees hizo hincapié en la necesidad de aplicar la experiencia psiquiátrica militar de la Primera y la Segunda Guerra Mundial como paradigma
«de un sistema de clínicas de salud mental a través del cual los psiquiatras de la contrainsurgencia pudieran administrar a la fuerza [49] "terapias" a grupos grandes de población».
Otro punto importante del manifiesto subrayaba la necesidad de situar a psiquiatras en posiciones clave que les pemitieran desempeñar un papel determinante en los programas administrativos y sociales de los gobiernos y de la industria. Tal como escribió en 1974 el investigador L. Marcos:
«no debe sorprendernos que el desaparecido George Orwell concibiera su novela 1984 después de haber pasado un tiempo en contacto con un grupo de seguidores de Rees». [50]
Inaugurada en 1948 por el Grupo de la Cibernética, la World Federation of Mental Health fue uno de los proyectos más deplorables que pusieron en marcha los principales sociólogos, psiquiatras y antropólogos del mundo, las denominadas «tropas de choque psiquiátricas», y cuyo primer presidente, el general de brigada John Rawling Rees, fue director del Instituto Tavistock, principal centro de estudio de la guerra psicológica. Carl Jung fue su vicepresidente. Otra persona estrechamente asociada a la Federación fue el médico nazi Werner Villinger, que participó en la Conferencia de la Casa Blanca sobre los Niños y los Jóvenes, celebrada en los años cincuenta. Y por mucho que intenten negarlo los seguidores de Jung, no se pueden distorsionar los hechos: Jung sabía muy bien a quién estaba respaldando, a Hitler y a los nazis.

Mientras tanto, inmediatamente después de la guerra, sir Julian Huxley cambió el nombre de su programa de control forzado de la natalidad, crecimiento económico cero y tecnología del control mental de masas, y continuó aplicando los principios que condujeron al asesinato en masa de los «racialmente no aptos» en la Alemania nazi. En 1946, Huxley anunció que
«aunque es bastante cierto que la aplicación de la política eugenésica radical será imposible durante muchos años desde el punto de vista político y psicológico, sería importante que la UNESCO entendiera que el problema de la eugenesia se examina con mucho cuidado y la opinión pública recibe información sobre lo que está en juego, para que lo que ahora es impensable por lo menos sea considerado». 
En 1974, Henry Kissinger, el hijo intelectualmente sodomizado de Huxley, dijo que
«la despoblación debería ser la prioridad de la política exterior con respecto al Tercer Mundo».
Huxley fue uno de los fundadores de la British Eugenics Society y el primer director general de la UNESCO que fomentó la reducción de la población y lo que él mismo denominó «una sola cultura para el mundo». Además de un miembro destacado de la WFMH, director de la Asociación para la Reforma de la Ley del Aborto y fundador del WWF, cuyo primer presidente, el príncipe Bernhard de Holanda, fue miembro del partido nazi y uno de los organizadores de las reuniones del Club Bilderberg desde su fundación en 1954.

Pocos saben que Huxley representaba a un conjunto de cretinos como no han vuelto a verse. Entre ellos se encontraba su abuelo, Thomas Huxley, cuyo apoyo sin ambages a la teoría de la evolución de Darwin le había valido el sobrenombre de «bulldog de Darwin»; su mentor, el satanista Aleister Crowley; el ya mencionado general de brigada John Rawlings Rees; Bertrand Russell, y H. G. Wells, cuyo libro Conspiración abierta fue una llamada a la dictadura mundial imperial fascista.
«Lo que hace que la "conspiración abierta" lo sea no es que exponga un plan maestro secreto, ni que desvele los nombres de los miembros de algún sancta sanctórum de los ricos y poderosos, sino más bien el hecho de que entienda que las ideas, la filosofía y la cultura controlan la historia.» 
También formaba parte de este grupo el hermano de Julian, Aldous, el de Un mundo feliz. En el libro de Aldous Huxley la población se divide genéticamente en Alfas, Betas, y así hasta los Épsilons, idiotas fabricados artificialmente aplicando la eugenesia, o las leyes de reproducción de los nazis.

Con los años,
«la propia WFMH se convirtió en un gigantesco centro de intercambio de información de perfiles de guerra psicológica del que hicieron uso los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses durante la guerra fría.
Un típico proyecto conjunto de la Josiah Macy Jr. Foundation y de la World Federation of Mental Health fueron las Conferencias sobre Problemas de Salud y Relaciones Humanas en Alemania, una serie de reuniones de alto nivel, celebradas entre 1950 y 1951, diseñadas para convencer a los sociólogos y a los servicios sanitarios de Alemania de que había que confiar en el falso perfil de "personalidad autoritaria" de la Escuela de Fráncfort cuando se trataba a pacientes alemanes». [51]
Surgieron términos nuevos, como transhumanismo, control demográfico, sostenibilidad, conservación, bioética y defensa del medio ambiente, que sustituyeron a otros ya desfasados, como higiene racial y darwinismo social. Y entretanto prepararon a la opinión pública, a la formación de médicos y a las políticas gubernamentales para que desecharan la noción de que la vida humana era sagrada. Excepto que, tal como explica Rob Ainsworth, periodista de investigación:
«el movimiento ecologista es cualquier cosa menos el movimiento popular que finge ser. Los grupos más grandes y más influyentes reciben todos los años decenas de millones de dólares de financiación, y las juntas de miembros y directivos así lo reflejan». [52] 
Desde Survival International hasta el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, desde el Worldwatch Institute hasta el International Food Policy Research institute [Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias], desde el World Resources Institute [Instituto Mundial de Recursos] hasta Greenpeace, la Nature Conservancy [Conservación de la Naturaleza] y la Union for the Conservation of Nature [Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza], con sede en Ginebra, desde el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas hasta el Natural Resources Defense Council [Consejo de Defensa de los Recursos Naturales] y organismos de defensa del medio ambiente..., todos están dirigidos por banqueros, directores de empresas de inversiones y grandes compañías petroleras. Tal como escribió el Club de Roma en una publicación de 1991, The First Global Revolution [La primera revolución mundial]: «El verdadero enemigo es la propia humanidad.»

LOS FINES DEL TRANSHUMANISMO

Otro punto de la lista de tareas del mundo es el transhumanismo. Es el nombre dado a este nuevo movimiento que defiende el uso de nuevas tecnologías para mejorar ciertas características de los seres humanos, como su capacidad física y mental. Se trata de un movimiento generosamente financiado y organizado con la intención de modificar todos los aspectos de los seres humanos; es decir, su fisiología y biología, y hasta los pensamientos de cada uno. A muchas personas les cuesta entender en qué consiste el verdadero movimiento transhumanista y por qué es tan dañino. Al fin y al cabo, sólo intenta mejorar nuestra calidad de vida, ¿no? ¿O será más bien un proyecto de control social a gran escala?De hecho, exactamente así es como lo veían la Josiah Macy Jr. Foundation y el Instituto Tavistock. La capacidad de hacer que las máquinas actúen como seres humanos y la capacidad de tratar a los seres humanos como máquinas; de acuerdo con Michael Minnicino,
«la consecución final del antiguo objetivo fabiano de H. G. Wells, de contar con un "orden mundial científico" en el que todo esté tan claro como una ecuación diferencial, y donde los elementos impredecibles como la creatividad humana nunca compliquen las cosas». [53]
Con esta misión, nueva y mucho más amplia, se llegó a la Conferencia sobre Cibernética en los años cuarenta y al transhumanismo en la actualidad.

El transhumanismo es el sueño ultratecnológico de los ingenieros informáticos, los filósofos, los neurólogos y muchos más. Su fin consiste en servirse de los avances de la tecnología para perfeccionar el cuerpo y la mente del ser humano, y en última instancia la experiencia humana en su totalidad. Es la filosofía que sustenta la idea de que la humanidad debe mejorarse a sí misma de forma activa y dirigir ella misma el curso de su evolución. Los transhumanistas desean convertirse en lo que ellos denominan «poshumanos». Un «poshumano» es una persona cuyo cuerpo y mente han sido modificados, mejorados, hasta tal punto que ya no puede decirse que sea humana. Se ha transformado en un ser completamente nuevo.

A la mayoría de la gente esto le suena a película de ciencia ficción. Pocos son conscientes de que constantemente tienen lugar descubrimientos tecnológicos que hacen que las teorías transhumanistas puedan realmente, en un futuro próximo, ponerse en marcha. Por ejemplo, en estos momentos se están desarrollando
interfaces de neurochips, chips de ordenador que se conectan directamente con el cerebro. El fin último de un chip cerebral sería el de multiplicar la inteligencia, fundamentalmente convertir el cerebro humano en un superordenador. Otro concepto clave del transhumanismo es el de lograr el bienestar emocional a lo largo de toda la vida. Dicho bienestar se puede conseguir recalibrando los centros del cerebro que se ocupan del placer. Se ha sugerido la posibilidad de alcanzar estados de ánimo mediante el uso de fármacos, que serían más limpios y más seguros que las drogas que alteran la mente.

El objetivo es reemplazar todas las experiencias adversas por otras de placer, más allá de las dudas de la experiencia humana. Por ejemplo, la nanotecnología es un tema crucial para los transhumanistas. Es la ciencia de construir máquinas del tamaño de las moléculas. Dichas máquinas podrían fabricar tejido orgánico para utilizarlo en medicina. El uso de este tipo de tecnología podría prolongar drásticamente la esperanza de vida. Hay expertos que afirman que, dentro de poco, será posible vivir eternamente.

La inteligencia artificial, la creación de robots pensantes, está estrechamente relacionada con el concepto del neurochip, que fusiona mente y máquina. Cada vez se tiene más la sensación de que se implantarán piezas de máquinas en el cuerpo humano para crear cyborgs, término inventado por el doctor Nathan Kline, un psiquiatra vinculado a la CIA y al programa MK-ULTRA. Kline había escrito junto con Manfred Clynes un artículo destinado al número de septiembre de 1960 de la revista Astronautics, titulado « Cyborgs and Space», donde introdujeron el término cyborg por primera vez. Al tratar el problema de los viajes espaciales, hablaron de los «aspectos cibernéticos» de los procesos homeostáticos del cuerpo con vistas a desarrollar técnicas para mantener a los astronautas despiertos durante varias semanas. [54]

Otros están convencidos de que la humanidad se fusionará totalmente con la tecnología y volcará la conciencia individual en una realidad virtual. De ese modo, una persona podría vivir eternamente dentro de una realidad virtual generada por el ordenador y dejaría atrás su cuerpo físico. Dentro de dicha máquina, la persona podría fusionar su inteligencia con la inteligencia colectiva de todas las demás personas que se encuentran en esa realidad virtual y convertirse efectivamente en un ser superinteligente. Este concepto se conoce como «mente de colmena». ¿Cuántas personas son capaces de ver el paralelismo que guarda esto con el «inconsciente colectivo» de Jung?
«Tan sólo reconociendo la dimensión del inconsciente colectivo puede la ciencia servir a los intereses del hombre», afirma Jung. 
Excepto que la realidad virtual y los ordenadores no son capaces de reproducir el proceso de pensamiento inteligente de los seres humanos. Lo que puede hacer la inteligencia artificial es alterar la conciencia, de igual modo que el LSD alteraba y degradaba la mente humana allá por los años sesenta.

Según Brenda Laurel, autora del libro Comp iters as Theatre [Los ordenadores son como el teatro]:
«los ordenadores funcionan siguiendo los principios de la lógica aristotélica. Ni el algoritmo más complejo es capaz de acercarse siquiera a estimular la inteligencia humana, pero sí puede crear un mundo acorde con una serie de reglas». [55]
En los capítulos finales de La cibernética, Wiener afirma que existe la posibilidad de que en el futuro las máquinas sean capaces de aprender y reproducirse, algo muy parecido al cyborg interpretado por Arnold Schwarzenegger en la apocalíptica película Terminator. Pero, al igual que sucede con todos los ordenadores y todos los sistemas lógicos, las decisiones y las políticas de dichas máquinas no serán más que deducciones lógicas de una serie de reglas y axiomas implantados por el programador inicial.

Es imposible descubrir un principio nuevo y universal de la ciencia, porque los principios reales del conocimiento humano no están limitados a lo que se aprende. Tal como explicó exhaustivamente Johannes Kepler en su obra La armonía del mundo:
«La personalidad humana tiene acceso, gracias a la naturaleza singular del poder de cognición de la mente —única entre todos los seres vivos— a generar principios universales validables, físicos y comparables, que no se conocían con anterioridad», 
que incrementan el poder de nuestra especie en el universo per cápita y por kilómetro cuadrado de espacio.

Para anular esta singular característica de la mente humana, el mundo paralelo del pensamiento de Jung puede entrelazarse en la actualidad con las ideas de la Nueva Era. Desde los anuncios publicitarios de cerveza que hablan del inconsciente colectivo hasta la saga de La guerra de las galaxias y la realidad virtual comercializada en masa, todos están construyendo conscientemente la imaginería y las ideas místicas de Jung. Para ellos, según Lonnie Wolf,
«esta nueva tecnología es la llave que abrirá las puertas de la percepción al mundo soñado por Jung». [56]
Sin embargo, ese jungiano «mundo soñado» de La guerra de las galaxias es más que una pesadilla que se repite. Con frecuencia se pasa por alto el tema epistemológico más crucial de todos. ¿A usted le parecen humanas las criaturas de La guerra de las galaxias, Doom y El señor de los anillos? El segundo problema es cómo hacer para corromper a la gente de forma que acepte el misticismo de Jung. Obviamente, deshumanizando la imagen del hombre. Aquí radica el principio del Mal que inunda la «conciencia virtual». ¿Estoy exagerando? Veamos.
«Si se logra generar suficientes estímulos fuera de los órganos sensoriales que indiquen la existencia de un mundo alternativo, entrará en acción el sistema nervioso de la persona y tratará ese mundo creado por los estímulos como si fuera real», afirma Jaron Lanier, de VPL Research, Inc. 
Además, si la tecnología de la realidad virtual se administra como una herramienta para hacer lavado de cerebro, puede debilitar lo que los freudianos llaman el superyó, esa parte de la personalidad que está estrechamente unida a la conciencia moral, la base, por un lado, de la búsqueda de la verdad, y por el otro, ese acto singularmente humano de descubrir e integrar principios universales que ha mejorado la vida de las personas por kilómetro cuadrado en su lucha contra la naturaleza. De hecho, la ciencia ha intentado suprimir el cuerpo físico que nos conecta con el universo y sustituirlo por una «alucinación consensuada» por medio de la realidad virtual.

La realidad virtual, nos dicen, crea un mundo artificial donde somos libres para hacer lo que queramos sin tener que rendir cuentas de nuestros actos. Si usted quiere tener una relación sexual con la imagen generada por ordenador del perro de su vecino, no pasa absolutamente nada, adelante, téngala en el mundo virtual. Al liberar las fantasías reprimidas, si hay que creerse la palabrería freudiana, la realidad virtual produce una conciencia nueva que define de nuevo el Bien y el Mal. Utilizando las palabras de otro psicópata famoso, Friedrich Nietzsche, es un universo que está «más allá del Bien y del Mal». Así pues, como dice Lonnie Wolf, nos hemos liberado para hacer el Mal «sin sufrir los efectos del Mal, y por consiguiente sin tener que purgarnos del deseo innato de "ser" malos.» [57]

Subidos a la cumbre fantasiosa del mundo del transhumanismo podemos apreciar con toda claridad los extremos letales del mismo, a través del prisma del mundo físico, y vemos que carece de la verdad universal y de la sagrada responsabilidad que tiene la persona soberana de actuar buscando el Bien. «Y sin verdad universal no puede existir la razón. Si matamos la verdad, nuestra civilización morirá con ella», afirma Lonnie Wolf. [58]

EL TRANSHUMANISMO Y LA INDUSTRIA DEL ESPECTÁCULO

Otro aspecto clave del transhumanismo es el de fomentar la inclusión de una serie de temas en cualquier tipo de entretenimiento. Un ejemplo claro de esto puede encontrarse en numerosas películas de Hollywood o series de televisión donde aparecen robots o androides. Con frecuencia hacen que el espectador sienta simpatía por el robot, y eso hace, a su vez, que sienta tristeza si, por ejemplo, el robot es «asesinado» por un ser humano. También merece la pena observar que casi siempre es un ser humano quien causa «dolor» a esos robots.

En Terminator y Cortocircuito, está clarísimo. Los robots de esas películas demuestran tener valores morales y sentimientos, como los seres humanos, a lo largo de la historia. Eso hace que el espectador sienta afecto y compasión, y se solidarice con ellos.

¿Y de qué forma se nota en la industria de la música? El universo y su composición están hechos esencialmente de materia que vibra en diferentes frecuencias. El universo, en especial, está formado por sonidos, y esto incluye a los seres humanos. El sonido, la música, es una eficaz herramienta terapéutica, capaz de alterar los estados de ánimo y físicos del ser humano.

La música activa casi todas las regiones del cerebro. Las experiencias placenteras activan el sistema límbico del cerebro. Las mismas redes de neuronas que se activan cuando escuchamos una música que nos gusta. Dichas neuronas ayudan a modular los niveles de un neurotransmisor, llamado dopamina, del cerebro. La dopamina es uno de los neurotransmisores que hacen que nos sintamos optimistas. De modo que cuando escuchamos una música que nos gusta, tiene lugar un verdadero cambio en los niveles de sustancias químicas de nuestro cerebro. Y por esta misma razón, se hace uso de la industria de la música para favorecer los objetivos del transhumanismo. Dado que la persona tiene activadas casi todas las regiones del cerebro, resulta fácilmente susceptible a un ataque psicológico, en este caso de su propio artista favorito.

Existen numerosos ejemplos de ataques transhumanistas perpetrados a través de la industria de la música. Tomemos por ejemplo una de las actuaciones en vivo de Rihanna, donde canta el tema Rude Boy. En el escenario, la artista baila con robots reales que se mueven. Esos robots no tienen absolutamente nada que ver con la canción. La finalidad de dicho baile es conseguir que los espectadores tengan la sensación de que los robots son seres que sienten. La idea general del transhumanismo es conseguir que las personas vean los objetos inanimados y la tecnología al mismo nivel que un ser humano.

Ambientación para un libro:
«El dios de la singularidad surge de un ordenador para extasiar a la raza humana. Los magos matemáticos de la inteligencia británica calculan demonios y los devuelven a la oscuridad. Y una computación de escala solar nos vuelca a todos hacia el futuro feliz.» [59 ]
El «dios» es en realidad una «inteligencia artificial», una miríada de cambios poshumanizadores y subculturas miméticas que se acercan a toda velocidad, que la mayoría ni siquiera sabe que existen. Hay una revista de moda muy conocida en cuya portada aparece una señorita vestida con ropa ceñida y abrazada a un robot mirándolo a los ojos con expresión elocuente. En eso consiste la tecnología sexualizante. El transhumanismo no pretende mejorar la especie humana, sino manipular la conciencia de la persona para que los seres humanos ya no se consideren seres humanos, sino más bien un objeto tecnológico. Al deshumanizar a nuestra especie, nos convertimos en el enemigo. Puede que usted no se percate de ello, pero el Instituto Tavistock lleva mucho tiempo valiéndose de Hollywood y de la industria musical, dos poderosas herramientas para el lavado de cerebros en masa y cambiar el paradigma histórico de la sociedad. La próxima vez que vea la sonrisa sabionda de un degenerado del Instituto Tavistock, recuerde que en eso piensan ellos.



Continúa aquí.

NOTAS

31.Jeffrey Steinberg, «From Cybernetics to Littleton: Techniques of Mind Control», EIR, 5 de mayo de 2000.
32.Theodore W. Adorno, Else Frenkel-Brunswik, y Daniel J. Levinson, The Authoritarian Personality: Study in Prejudice, Harper, Nueva York, 1950. Reeditado por W. W. Norton & Co Inc, Nueva York, edición Abr Rei, 1993.
33.Jeffrey Steinberg, «From Cybernetics to Littleton: Techniques of Mind Control», EJR, mayo de 2000.
34. Ibid.
35. Ibid.
36. http://www.josiahmacyfoundation.org/about/history.
37. http://www.asc-cybernetics.org/f `oundations/hzstory2.htm.
38.Jean-Pierre Dupuy, The Mechanization of the Mmd, Princeton University Press, Princeton, 2000.
39.Michael Minnicino, «Drugs, Sex, Cybernetics, and the Josiah Macy Jr. Foundation», EIR, julio de 1999.
40. Ibid.
41. Fremont-Smith organizó tres series de conferencias: «Problemas de la conciencia», 1950-1954; «Neurofarmacología», 1954-1959; «El uso del LSD en psicoterapia», 1956, 1959. Aparte de su evidente finalidad científica, estas conferencias (desde el punto de vista de u CIA) pusieron en contacto a los principales organismos patrocinados por la CIA para trabajos relacionados con las drogas y figuras del Gobierno encargadas de su aplicación.
42.Michael Minnicino, «Drugs, Sex, Cybernetics, and the Josiah MacyJr. Foundation», EIR, julio de 1999.
43. Guy Martin, «The West, Natural Resources and Population Control Policies in Africa Historical Perspective»,Journal of Third World Studies, primavera de 2005.
44.Hartmann, «Betsy, Cross Dressing Maithus», comentario de ZNet, septiembre de 1999.
45.Elizabeth Liagin, «Excessive Force: power, politics and population control», Information Projectfor Africa, 1996.
46. «The Coming Fali of the House of Windsor», The New Federalist, 1994.
47. «Boipatong Massacre», ANC 1992-06-18. http://www.anc.org.za/ancdocs/pr/19921pr0618.html. Recuperado el 28 abril 2007.
48.Jeffrey Steinberg, «From Cybernetics to Littleton: Techniques of Mind Control», EIR, mayo de 2000.
49.Michael Minnicino, «Low Intensity Operations: The Reesian Theory of War», The Campaigner, abril de 1974.
50.Ibid.
51.Michael Minnicino, «Drugs, Sex, Cybernetics, and the Josiah Macy Jr. Foundation», EIR, julio de 1999.
52.Rob Ainsworth, «The New Environmentalist Eugenics: Al Gore's Green Genocide», EIR, marzo de 2007.
53.Michael Minnicino, «Drugs, Sex, Cybernetics, and the Josiah Macy Jr. Foundation», EIR, julio de 1999.
54.Chris H. Gray, cd., The Cyborg Handbook, Routiedge, Nueva York, 1995. En la Unión Soviética, una buena parte del programa de entrenamiento de cosmonautas estaba bajo el control del Consejo de Cibernética Soviético. Véase Siava Gerovitch, «"New Soviet Man" Inside Machine: Human Engineering, Spacecraft Design, and the Construction of Communism», en Greg Eghigian, Andreas Kilien y Christine Luenberger (eds.), The Self as Project: Politics and Human Sciences, Universíty of Chicago Press, Chicago, 2007.
55.Lonnie Wolf, «Turn off your TV», The New Federcrlist, 1997.
56.Ibid.
57.Ibid.
58.Ibid.
59. R.U. Sirius y Paul McEnery, «The Reluctant Transhumanist», h+ Magazine, abril de 2009.

martes, 30 de septiembre de 2014

Instituto Tavistock XVI: La cibernética

Viene de aquí.

La cibernética

Cómo surge una utopía, pregunta una voz oculta en un documental alemán que lleva el sencillo título de La red. ¿Cobra vida por casualidad, la inventa alguien o existe un plan? En el MIT, el Massachusetts Institute of Technology, se forma la élite estadounidense e internacional de la ciencia y la ingeniería. El MIT, además, encabeza la estrecha relación que hay entre el sistema militar y el universitario. Esta colaboración se inició en la Primera Guerra Mundial y continuó a lo largo de la Segunda, cuando la tecnología pasó a ser el factor decisivo de la guerra.

El 13 de agosto de 1940, en Alemania, la Luftwaffe dio comienzo a la llamada Batalla de Inglaterra. Poco después de que empezaran los bombardeos alemanes, Norbert Wiener (1894-1964), un matemático y físico nacido en Chicago, ofreció sus conocimientos como contribución a la lucha contra el fascismo. Wiener, que fue un «pionero» en la teoría de la información y quien acuñó el término «cibernética», era profesor de matemáticas en el MIT y ya había tratado cuestiones de balística y artillería durante la Primera Guerra Mundial. Estuvo
investigando el problema de cómo construir una máquina capaz de calcular por adelantado el movimiento de los bombarderos, para poder abatirlos. A tal fin, Wiener tomó en cuenta la guerra tecnológica, en la que las personas, los barcos y los aviones no son más que puntitos abstractos de la pantalla de un radar. El piloto y su avión se convierten en una única cosa, la línea que separa al hombre de la máquina se vuelve borrosa, y lo que surge es un adversario mecanizado, anónimo, cuyas acciones pueden modelarse en un laboratorio de guerra. Aunque las máquinas de Wiener no fueron operativas hasta después de que terminara la guerra, el desarrollo inicial de la cibernética fue en sí mismo una consecuencia de la investigación bélica.

Mientras trabajaba en un aparato que previera la trayectoria de los aviones, Wiener
«estableció paralelismos entre el funcionamiento de los servomecanismos, los dispositivos de control analógicos que se usaban en la artillería antiaérea, y el comportamiento voluntario de los pilotos y de los artilleros. En ambos casos, el objetivo se alcanzaba mediante un mecanismo de retroalimentación». A partir de esas investigaciones, Wiener «estableció que el control mediante la retroalimentación y la comunicación mediante el intercambio de la información constituían mecanismos universales del comportamiento voluntario de los organismos vivos y de las máquinas que se regulan solas, como los ordenadores».

De hecho, de igual modo que los experimentos de los años setenta, financiados por la DARPA, la Defense Advanced Research Project Agency [Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa] del Pentágono estableció la base para internet, las innovaciones conseguidas en ciencia y tecnología, como la «inteligencia artificial», los gráficos por ordenador, la holografía, las comunicaciones por satélite, la televisión por cable de fibra óptica, la obtención de imágenes tridimensionales y la primera generación de simuladores informáticos, creados en lugares como el famoso Laboratorio de Radiación del MIT, fueron productos auxiliares de la guerra que representaron importantes avances para la industria militar estadounidense. [1]

La cibernética se basa en la suposición de que el sistema nervioso del ser humano no reproduce la realidad, sino que la calcula. Al parecer, ahora resulta que el hombre no es más que un sistema que procesa información; el pensamiento consiste en un procesamiento de datos y el cerebro es la máquina hecha de carne. El cerebro ha dejado de ser el sitio donde, gracias a la memoria y a la conciencia, se crean misteriosamente el «ego» y la «identidad». Es una máquina que consta de interruptores y circuitos de control, bucles de retroalimentación y nodos de comunicación. Una caja negra en la que la causa es el efecto dentro de un ciclo infinito, un sistema cerrado de retroalimentación en el cual es posible controlar y calcular las entradas y las salidas, ya no como se hacía antes, a partir de la contemplación de la naturaleza, sino de las matemáticas y la lógica, ambas indiscutibles.

Uno tiene la sensación de estar dentro de la trilogía de Matrix, contemplando el cibermundo a través del cristal. Escuchemos lo que se decía en Matrix Reloaded:
«La nueva filosofía de las interrelaciones humanas, la sociometría, nos ofrece una metodología y una guía para determinar la estructura central de la sociedad suscitando la espontaneidad de los sujetos-agentes humanos. Estos factores, una vez localizados y dibujados, nos proporcionan la base sobre la cual proceder a planificar las numerosas facetas y actividades de la sociedad, desde la educación de los niños y de los adultos hasta la formación de supergobiernos y estados de todo el mundo.» [2]
Cuando se compara esto con lo que escribió el propio Wiener, se advierte una notable similitud entre ambas visiones. Ahora veamos lo que dijo Wiener:
«Muchos de los factores que antes hacían imposible la existencia de un Estado Mundial han desaparecido. Incluso es posible afirmar que la comunicación moderna, que nos obliga a actuar como jueces respecto de los derechos internacionales de diferentes sistemas de radiodifusión y diferentes redes de aeroplanos, ha hecho inevitable el Estado Mundial.» 
En esta empresa, a Wiener se le sumaron muchos de los principales «científicos sociales» y defensores del movimiento de la contracultura, como la antropóloga Margaret Mead y el psiquiatra Gregory Bateson, que también participaron en las Conferencias sobre Cibernética de los años cuarenta, organizadas por la fundación Josiah Macy Jr [3] Wiener, Bateson, Mead y compañía consideran que la cibernética es la manera más revolucionaria de hacer ciencia, acaso el mordisco más grande que ha dado la humanidad a la newtoniana «manzana del conocimiento» en los dos mil últimos años.

En el siniestro ataque de Wiener a la epistemología responsable de la evolución y la supervivencia de la humanidad, que él desarrolla en su libro Cybernetícs, iguala el cerebro humano a un sistema lógico binario [4] una idea que esos ingenieros sociales encontraron de lo más útil. En este tema, Wiener demuestra pensar como lo hacía Bertrand Russell. Russell [5] un individuo amargado y defensor del racismo oligárquico, cuyo único amor fue el odio hacia la humanidad, tuvo como misión en la vida
«reducir la mente humana a un procesador binario. Un reduccionismo que fue base de los experimentos llevados a cabo en lugares como el Instituto Tavistock de Londres». [6]
Extrapolando la premisa hacia la contracultura, los ingenieros sociales pensaron que los ordenadores podían desempeñar un papel similar al del LSD en el control mental. En otras palabras, crear un artificial «campo de concentración sin lágrimas». [7] Sin embargo, para poder tener un «campo de concentración sin lágrimas» es necesario tener el control, las comunicaciones y el poder de la retroalimentación. Y ahí es donde entra la cibernética, con los mecanismos de comunicación y regulación de sistemas complejos conocidos hoy como ingeniería social.

Lo que nos preocupa es la historia de la ingeniería social y cómo ha evolucionado, desde los tiempos de la anticuada terapia de electroshock hasta la moderna «terapia de choque en grupos». El Centro de Investigación de la Dinámica de Grupos del MIT y el Instituto Tavistock de Londres se encuentran a la cabeza de la investigación sobre cómo alcanzar un consenso a través de la dinámica de grupos. Una cosa que han sabido siempre los constructores de imperios como David Rockefeller es que la persuasión constituye la clave para iniciar movimientos fascistas. Ésa es una de las razones de que, inicialmente, allá por los años cincuenta, las fundaciones oligárquicas invirtieran cantidades exorbitantes de dinero en la cibernética y de que esas mismas fundaciones estén hoy gastando miles de millones en tecnologías de redes sociales, con el fin de «cambiar el modo de pensar y de hacer de la gente». [8]

Pero ellos no fueron los únicos. Hubo otros que también llevaron a cabo investigaciones, como por ejemplo Douglas McGregor, profesor de gestión empresarial del MIT, y Alex Bavelas, afamado psicólogo del Laboratorio de Redes de Grupos del MIT, que fundaron un laboratorio de estudios psicológicos para analizar a grupos de directivos a través de un espejo bidireccional. Forrester y McGregor querían «borrar literalmente del mapa los procesos que llevan a las personas a cambiar de opinión. El objetivo último era formar un modelo universal sobre la toma de decisiones en grupo». [9] En 1964, Jay Forrester,[10] destacado experto en ordenadores y padre de la dinámica de sistemas, que se había incorporado a la Sloan School en 1956, incluso intentó diseñar un modelo para crear una simulación por ordenador de las sesiones de un «grupo T». Posteriormente se podría utilizar esos programas para guiar o «conducir en manada» a la opinión popular en la dirección deseada.

Con los años, los «agentes del cambio» cibernético fueron ampliando las investigaciones y pasaron de los modelos de pensamiento y toma de decisiones en grupo a desarrollar tecnologías que permitieran trazar en un mapa cómo fluyen los rumores a través de la sociedad; que, según ellos, lo hacen igual que las epidemias, como el sida. [11]

Estos mecanismos de control, con los ajustes mínimos, también podrían utilizarse para crear movimientos sociales y, por lo tanto, construir el escenario adecuado para los conflictos de pandillas y contrapandillas callejeras [12]. Unas técnicas totalmente coherentes con las que emplearon los Rockefeller y la CIA, que se describen con gran detalle en el primer capítulo. El parecido con Matrix Reloaded resulta inquietante y asombroso al mismo tiempo:
«La tarea del científico social (agente del cambio) consiste en inventar las herramientas adecuadas para explorar un terreno dado. En el caso de las interrelaciones humanas, dicho campo es el de las actitudes espontáneas interactivas de todos los individuos que lo componen. Por consiguiente, la tarea del científico social consiste en adaptar las herramientas de modo que le permitan provocar la espontaneidad de los individuos hasta el punto deseado, incluso hasta el máximo. Pero a los individuos no se los puede provocar de esa manera —o en todo caso, apenas— empleando medios no dinámicos o automáticos. A los individuos hay que motivarlos adecuadamente, a fin de suscitar una reacción espontánea real. Así pues, el objetivo y los métodos empleados para la investigación social y para suscitar reacciones, pensamientos y sentimientos en las personas deben ir de la mano.» [13]
La investigación de las diversas disciplinas sociales que afectan a la conducta humana y al pensamiento en grupo siempre ha sido financiada por fundaciones muy vinculadas a los aparatos de control, como las fundaciones Rockefeller, Ford, Russell Sage y Josiah Macy, por nombrar unas pocas. De hecho, hace mucho que las fundaciones sin ánimo de lucro son los instrumentos favoritos utilizados por una u otra facción oligárquica para, de manera discreta, ensayar y llevar a la práctica nuevas ideas de control social. El poder de las fundaciones más grandes es legendario.
«Desde finales del siglo pasado, instituciones como las fundaciones Ford, Rockefeller o Russell Sage han logrado superar de manera sistemática las objeciones de los cargos electos para continuar modelando la política de educación de Estados Unidos, así como la política de salud pública, y hasta las operaciones del gobierno federal en sí.» [14]
PRIMERA CONFERENCIA SOBRE CIBERNÉTICA, 8-9 DE MARZO DE 1946, NUEVA YORK

Se puede asociar los orígenes de la cibernética con una serie de diez conferencias que tuvieron lugar a lo largo de los años cuarenta y cincuenta, y que desde 1946 hasta 1953 patrocinó la fundación Josiah Macy Jr. Dicha fundación, creada en Nueva York en el año 1930, recibió el nombre de un cuáquero de Nueva Inglaterra que se llamaba Josiah Macy Jr., cuya familia era un antiguo clan propietario de barcos balleneros que invirtió tempranamente en la industria del petróleo. En 1872, la Macys' Long Island Oil Company se asoció en condiciones de igualdad a la Fundación Rockefeller cuando pasó a formar parte del creciente imperio de la Standard Oil de John D. Rockefeller.

El proyecto conocido entre sus miembros como el «Proyecto Hombre-Máquina» se lanzó de forma no oficial en mayo de 1942, en una conferencia celebrada en Nueva York, la Cerebral Inhibition Meeting [Encuentro sobre la Inhibición Cerebral], con el auspicio de la fundación Josiah Macy Jr. y el patrocinio del director médico, Frank Fremont-Smith. En cierto sentido, ése fue el primer viaje de la fundación al «control de la mente». En el encuentro participó el máximo experto en hipnosis, Milton Erickson. El debate se centró en torno a los «problemas de inhibición central del sistema nervioso», y contribuyó a sentar las bases de lo que más adelante llegaría a ser la teoría cibernética. Entre los participantes se encontraban Norbert Wiener y Warren McCulloch, profesor de psiquiatría y fisiología de la Universidad de Illinois, y también Kurt Lewin, de la Escuela de Fráncfort.
«Más adelante, el National Training Laboratory de Lewin pasaría a formar parte de la National Education Association y facilitaría la transformación de la educación pública de Estados Unidos en algo parecido al monstruoso plan de Bertrand Russell de enseñar a los niños que "la nieve es negra".» [15]
 También asistieron a la conferencia el fisiólogo mexicano Arturo Rosenblueth, el conductista Lawrence K. Frank, Gregory Bateson, miembro fundamental del programa MK-ULTRA y de otros experimentos secretos con drogas que alteran la mente llevados a cabo por el Gobierno, y Margaret Mead, conservadora ayudante de etnología del American Museum of Natural History de Nueva York, que después apoyaría el movimiento feminista. A pesar de su aire de bobalicona, Margaret Mead era una persona obsesionada por el sexo que estuvo muy metida en el mundo de la inteligencia y que empezó trabajando en el Institute Intercultural Studies, que había sido financiado durante la Segunda Guerra Mundial por la Oficina de Investigación Naval y también por la RAND Corporation de las Fuerzas Aéreas.

Según la página web de Macy,
«lo que llamó la atención de todo el mundo fue que Arturo Rosenblueth presentara en una reunión informal celebrada en 1942 unas ideas que había desarrollado junto con Norbert Wiener y Julian Bigelow». Rosenblueth, un protegido de Norbert Wiener, «esbozó una serie de conceptos basados en las similitudes existentes entre el comportamiento de las máquinas y el de los organismos, que se podía interpretar como "dirigidos a un objetivo". Esta cualidad de estar dirigido hacia un objetivo estaba enmarcada en "mecanismos teleológicos" deterministas y definitivos. La "teleología" dejó de ser un galimatías filosófico para convertirse en un mecanismo concreto mediante la invocación de la "causalidad circular" de un sistema, debido a la cual los nuevos comportamientos eran influidos por la "retroalimentación" derivada de comportamientos inmediatamente anteriores. Este enfoque permitía abordar una intención aparente con respecto al presente y al pasado inmediato, sin tener que invocar referencias a sucesos posibles o futuros». [16]
En otras palabras, Rosenblueth propuso reunir a un grupo de ingenieros, biólogos, neuorólogos, antropólogos y psicólogos para que idearan experimentos de control social basados en la pintoresca afirmación de que el cerebro humano no era más que una compleja máquina de entrada y salida de datos y que el comportamiento humano, en efecto, podía programarse, tanto para los individuos como para la sociedad. [17]

Sin embargo, estas ideas iban a tener que esperar hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Bateson acudió a las misiones que se le encargaron en la región del Pacífico, con el Ejército estadounidense, mientras que Rosenblueth y McCulloch volvieron a sus investigaciones en el MIT.

Posteriormente, el 8 y 9 de marzo de 1946, se celebró en Nueva York la primera de una serie de diez importantes conferencias y trabajos anuales de investigación que tendrían lugar entre 1946 y 1953, con el título de «Los mecanismos de retroalimentación y los sistemas de causalidad circular en sistemas biológicos y
ciencias sociales». Este proyecto, que reunió a clínicos, matemáticos, sociólogos y economistas, tenía por objetivo crear un modelo teórico de estrés extremo teniendo en cuenta, especialmente, la "sobrecarga de retroalimentación" psicosomática, que por lo visto era la causa de muchos casos de neurosis de guerra. Desde el punto de vista de los cibernéticos, se trataba de un concepto verdaderamente revolucionario:
«Si se pudiera crear un modelo de sistema fisiológico mediante el cual la información procedente del entorno se recibiera, procesara y después retroalimentara para cambiar dicho entorno, quizá fuera posible modelar la propia mente humana; especialmente si se emplearan las máquinas computadoras que estaban desarrollándose en aquel momento. El grupo se hizo devoto de la premisa, como luego afirmó uno de los miembros fundadores, John von Neumann, de que el sistema nervioso humano no es en realidad sino un "autómata natural grande y organizado de forma eficiente", y, por lo tanto, se ajusta a un modelo matemático determinista y lineal.
Lo que salió de aquella primera reunión no fue sólo el impulso entusiasta de crear la suprema sociedad organizada, basada en la fusión de hombre y máquina. Surgió un grupo de veinte personas que se constituyeron en un equipo especial que llevaría a cabo dicha misión, grupo que generaría una serie de instituciones permanentes que proseguirían el trabajo, hasta la actualidad. Un año después de la sesión fundadora del proyecto Macy, Wiener acuñaría el término "cibernética" para describir el trabajo realizado.» [18]
En 1948, como consecuencia de la primera reunión de la fundación Josiah Macy Jr., Wiener escribió su libro Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas.[19] Fue aclamado como uno de los
«libros fundamentales [ ... ] comparable en su importancia a [ ... ] Galileo, Maithus, Rousseau o Mill. Y fue considerado por veintisiete historiadores, economistas, educadores y filósofos como uno de los libros publicados durante "las cuatro últimas décadas" que quizá tengan un impacto sustancial en el pensamiento y la acción públicos de los años venideros».[20]
Uno de los principales puntos de debate de la primera conferencia sobre cibernética se refería a la cuestión siguiente: ¿La mente es un producto del cerebro? Dos expertos procedentes del mundo de la zoología, Warren McCulloch y su compañero Walter Pitts, dos de los organizadores del encuentro, hicieron pruebas por primera vez en células cerebrales para averiguar qué capacidad computacional tenían. Desde una perspectiva cibernética, las máquinas no son cosas, sino mecanismos de conducta. Para los cibernéticos, como Alan Turing y Joseph LeDoux, los cerebros son «máquinas universales» y «dispositivos para registrar cambios». Lo que tienen en común todas estas personas es la idea fija de que nuestro cerebro es un eficiente conjunto de máquinas cibernéticas de aprendizaje conectadas por un gigantesco bucle de retroalimentación con el
universo mismo. Por consiguiente, el paradigma cibernético, científico, asume este tipo de relatividad. Ross Ashby, psiquiatra inglés y pionero en cibernética del estudio de sistemas complejos, explica:
«Lo típico es que la cibernética aborde cualquier máquina en particular, no preguntando qué acción individual va a ejecutar en ese momento, sino cuáles son todos los comportamientos posibles que puede ejecutar. Estudia todas las formas de comportamiento en tanto en cuanto son regulares, determinadas o reproducibles. La realidad natural no viene al caso. La conexión existente entre esta forma de ver las máquinas y la teoría de la información es importante. La teoría de la información se caracteriza esencialmente por tratar siempre con un conjunto de posibilidades. Lo importante es hasta qué punto el sistema está sujeto a factores determinantes y de control.»
Es decir, lo que ofrece la cibernética es el marco sobre el cual es posible ordenar, relacionar y entender todas las máquinas. Así pues, cuanta mayor variedad de acciones tenga un sistema de control, mayor será la variedad de perturbaciones posibles que sea capaz de subsanar. ¿Y cómo define Ashby el control? Como una reducción de la variedad; las perturbaciones con un alto índice de variedad afectan al estado interno del sistema, que debe permanecer lo más cerca posible del objetivo que persigue y, por lo tanto, exhibir un bajo índice de variedad.

Wiener y Ashby afirmaron que las ciencias deben considerarse única y exclusivamente descriptivas, vacías de causa. De este modo, la relación de la humanidad con el mundo (y viceversa) se entiende como un apego erótico a los objetos aristotélicos. Por consiguiente, la comprensión de lo universal es ilusoria.
«La "unificación de las ciencias" intentaba destruir la metafísica y la existencia de los principios universales, afirmando que la división en la ciencia, por ejemplo, las divisiones entre vida, no vida y cognición, no existía. Aplicaron este reduccionismo extremo tanto a la Física como a las Ciencias Sociales y, por lo tanto, afirmaron haberlas unificado. La sociedad quedó reducida a las psicologías individuales; las psicologías individuales quedaron reducidas a los procesos biológicos; los procesos biológicos quedaron reducidos a los procesos químicos. Y así, la cognición humana quedó reducida a los procesos electroquímicos del cerebro: neuronas que se encendían o se apagaban, como un sistema binario. Por fin, hasta los procesos electroquímicos del cerebro quedaron reducidos a la mecánica newtoniana. » [21]
A principios de los años cincuenta, Weiner, Ashby, el teórico británico Stafford Beer y otros estaban luchando a brazo partido con el problema planteado por Ashby: cómo proporcionar a la estética una base firmemente materialista y no causal. En esencia, el problema de los cibernéticos era Gottfried Wilhelm Leibniz. A comienzos del siglo XVIII, Leibniz arrasó con el antiguo dualismo gnóstico que durante siglos dividió mente y cuerpo demostrando que la materia no piensa.
«Un acto creativo del arte o de la ciencia aprehende la verdad del universo físico, pero no está determinado por ese universo físico. Al concentrar tímidamente el pasado en el presente para lograr el futuro, el acto creativo, correctamente definido, es tan inmortal como el alma que visualiza el acto.» [22]
Y esto es algo que los cibernéticos simplemente no podían aceptar. Ellos consideraban que la cognición no era más que una reacción a los estímulos externos.
«Dado que los cuerpos en reposo permanecen en reposo hasta que actúa sobre ellos otro cuerpo, el proceso interno de la cognición se eliminó. Así pues, no existía lo de la "chispa divina" ni el alma. Estos conceptos sentarían las bases de los debates de la conferencia sobre cibernética que tendría lugar años más tarde. » [23]
Wiener y los cibernéticos pensaban que el método creativo era solamente un producto secundario aleatorio del acceso a la «información». Por consiguiente,
«vigilaban la cantidad de información liberada al "campo" y actuaban como un termostato de la información para la sociedad. Con el fin de controlar el flujo de información, se ubicaban dentro de puntos de salida de importantes medios de comunicación y en centros de formación de opinión». [24]
Este degenerado juego de manos permite hacer varias cosas a la vez.
«Al convertir la creatividad en algo históricamente específico, se le quita tanto la inmortalidad como la moralidad. No se puede trazar hipótesis acerca de la verdad universal ni de la ley natural, porque la verdad depende de la evolución histórica. Al descartar la idea de verdad y error, es posible que también descartemos el "obsoleto" concepto del Bien y del Mal; parafraseando a Friedrich Nietzsche, "más allá del bien y del mal ".» [25]
«Más adelante, los herederos de los cibernéticos se dedicaron a crear la "autopista de la información". Crearon un software que controlara el flujo de "información" que circulaba por internet como una gigantesca tarjeta de circuitos eléctricos, estableciendo los cortacircuitos y vigilando el voltaje. Este concepto constituyó el núcleo del social networking, el establecimiento de conjuntos de matrices de la teoría de juegos, cuyo objetivo era obligarlos a alcanzar un consenso. La mecanización de las relaciones de la sociedad se basó en la idea de Wiener de que era posible mecanizar el pensamiento. » [26]
Cuando aplicamos esta teoría a modelos humanos, de inmediato nos tropezamos con problemas. Los seres humanos son creativos. Gracias a la matriz cultural judeocristiana, dominante en la ideología occidental, y del ejercicio de nuestra razón,
«podemos descubrir principios que quedan al margen de la percepción sensorial y crear tecnologías que permitan a nuestros congéneres estar por encima de los límites de nuestra anterior base de recursos. Esto es una simple refutación de la falsa entropía de los positivistas de Russell. Los humanos también podemos desarrollar nuestro dominio de los principios sociales, como ágape, en el terreno de la composición artística clásica. La capacidad de comunicar dichos principios de una generación a otra permite a una cultura elaborar su continua transformación. Las naciones modernas sólo pueden avanzar promoviendo el desarrollo de las mentes soberanas de sus ciudadanos. Este tipo de desarrollo cultural es la verdadera misión de una república». [27]
«El problema era que, en tanto que la persona creyera —o incluso tuviera la esperanza de creer— que la chispa divina de su razón era capaz de resolver los problemas de la sociedad, esa sociedad jamás alcanzaría el estado de desesperanza y alienación que se reconocía como requisito necesario para iniciar una revolución socialista. La tarea de la Escuela de Fráncfort, por lo tanto, consistía, en primer lugar, en socavar el legado judeocristiano mediante una "abolición de la cultura" y, segundo, en determinar formas culturales nuevas que incrementaran la alienación de la población y de ese modo crearan una "nueva barbarie".» [28]
Por lo tanto, los retoños de Russell, intelectualmente degenerados, necesitaban eliminar esas mentes soberanas, pues de lo contrario su creatividad perturbaría el equilibrio de la «ecología» predeterminada. En la malla electromagnética de Lewin, los «nodos» que atraen a otros «nodos», gracias a su capacidad de compartir ideas y crear habilidades nuevas para la supervivencia de la humanidad, tendrían que ser neutralizados. Esto requería la participación de «agentes del cambio» que volvieran a instalar en el campo la monótona uniformidad del consenso y mantuvieran el equilibrio de la ecología.
«La "teoría de campos" de Lewin, en la que el término "campo" se convertía, sencillamente, en una afirmación que era reflejo de axiomas aceptados acerca de la naturaleza de las relaciones entre los objetos, aplicaba la misma lógica circular a las relaciones humanas. Y, como sistema cerrado que era, el campo estaba sujeto a las arbitrarias leyes de la entropía. Lewin daba por sentado que los seres humanos son como los monos, y que sus relaciones están determinadas por un cálculo de hedonismo. Los cibernéticos como Wiener, Ashby y Beer utilizan el lenguaje de la electromagnética para describir las relaciones, tomando prestada la "teoría de campos" de Maxwell para el electromagnetismo. Como Maxwell había decidido que, en la ciencia, la causalidad no venía al caso, su teoría no era una ciencia entendida como tal.
»Allí donde en una malla electromagnética Maxwell asignaba un "uno" para un fuerte grado de cohesión y un "cero" para la atracción débil, Lewin hacía lo mismo: un "uno" para el grado de atracción que existe entre un mono y su madre, y un "cero" para un mono depredador. El "campo" pasó a ser una suma de las relaciones existentes entre los monos hedonistas, lo cual era un mero reflejo de los axiomas de Lewin acerca de la naturaleza de la humanidad. Los principios universales, como el ágape, con Lewin y sus acólitos quedaron reducidos a una "teoría de juegos". Como sistema cerrado, carente de un principio, el campo de Lewin también estaba sujeto a la entropía, o a lo que un zoólogo llamaría "ecología".
»Una cosa es la entropía aplicada a los imanes y a los monos, pero ¿qué sucede cuando esas reglas se aplican a la humanidad? ¿La economía humana está sujeta a las mismas reglas que la ecología de los monos? [29] Para Lewin, Maxwell, la gente de Tavistock y todos los hijos sodomizados de Bertrand Russell, la respuesta es "¡sí!". Y aquí es donde surge nuestro gran problema, donde estos ingenieros sociales se quitaron la máscara para dejar al descubierto su "fascismo de rostro democrático".» [30]
Para Norbert Wiener y sus secuaces, el centro del problema del proyecto del Grupo Cibernético era que la mente humana no tenía nada de sagrado, y que el cerebro humano era una máquina cuyo funcionamiento podía ser reproducido, y con el tiempo superado, por los ordenadores.


Continúa aquí.

NOTAS

1.El que entonces era presidente del MIT, James Killian, pasó a ser en 1955 el presidente de la Junta de Consejeros para Actividades de Inteligencia Exterior y el presidente del Panel Asesor Científico del ejército de Estados Unidos.
2. Matrix Reloaded, Warner Brothers, mayo de 2003, productor Joel Silver.
3. Véase David Christie, «INSNA: "Handmaidens of British Colonialism"», LaRouche, PAC.
4. Norbert Weiner, Cybernetics, Computing Machines and the Nervous System, The MIT Press, Massachusetts, 1965.
S. Lyndon H. LaRouche, Jr., «How Bertrand Russell Became an Evil Man», Fidelio, otoño de 1994.
6.David Christie, «INSNA: "Handmaidens of British Colonialism"», EIR, diciembre de 2007.
7.Creighton Codyjones, «Only Diseased Minds Believe in Entropy, How Weiner Attemped tu Kill Science», EIR, enero de 2008.
8. «El Laboratorio de Tecnología Persuasiva de Stanford hace que entendamos cómo diseñar productos de computación -desde páginas web hasta software de telefonía móvil- para cambiar lo que cree y lo que hace la gente. Por esa razón estamos estudiando Facebook, porque es sumamente persuasivo.» http://credibilityserver.stanford.edu/captology/f`acebook.
9. Andrea Gabor, The Capitalist Phiosophers: The Geniuses of Modern Business. Their Lives, Times, and Ideas, Times Business, Nueva York, 2000.
10.«Qn Forrester and system dynamics», véase David Noble, Forces of Production, Oxford University Press, Oxford, 1986.
11.Center for Modeis of Life, del Instituto Niels Bohr. http://cmol. nbi. dk/models/inforew/inforew . html.
12.David Christie, «INSNA: "Handmaidens of British Colonialism"», EIR, diciembre de 2007.
13.Matrix Reloaded, Warner Brothers, mayo de 2003, productor Joel Silver.
14.Michael Minnicino, «Drugs, Sex, Cybernetics, and the Josiah MacyJr. Foundation», EIR, julio de 1999.
15.Jeffrey Steinberg, «From Cybernetics to Littleton: Techniques of Mind Control», EIR, mayo de 2000.
16. http://www.asc-cybernetics.org/f `oundations/history2.htm.
17.Lyndon H. LaRouche, Jr., «Star Wars and Littleton», EIR, junio de 1999.
18.Jeffrey Steinb erg, «From Cybernetics to Littleton: Techniques of Mind Control», EIR, mayo de 2000.
19. Norbet Wiener, Cybernetics or Control and Communication in the Animal and the Machíne, John Wiley, Nueva York, 1948.
20.John B. Thurston, The Saturday Review of Literature.
21.David Christie, «INSNA: «Handmaidens of British Colonialism"», EIR, diciembre de 2007.
22.Michael J. Minnicino, «The New Dark Age: The Frankfurt School and Political Correctness», Fídelio, invierno de 1992.
23.David Christie, «INSNA: "Handmaidens of British Colonialism"», EIR, diciembre de 2007.
24.Ibid.
25.Michael J. Minnicino, «The New Dark Age: The Frankfurt School and Political Correctness», Fidelio, invierno de 1992.
26.David Christie, «INSNA: "Handmaidens of British Colonialism"», EIR, diciembre de 2007.
27. Ibid.
28. Michael J. Minnicino, «The New Dark Age: The Frankfurt School and Political Correctness», Fidelio, invierno de 1992.
29. David Christie, «INSNA: "Handmaidens of British Colonialism"», EIR, diciembre de 2007.
30. Véase, por ejemplo, el número de noviembre-diciembre de 1974 de la revista The Campaigner, «Rockefeller's "Fascism with a Democratic Face"», ICLC Strategíc Study.