Panamá: muere otro presidente
La muerte de Roldós fue un duro golpe para mí. Pero quizá no debería haberlo sido.Puesto que yo era cualquier cosa menos ingenuo y estaba al tanto de lo ocurrido con Arbenz, Mosaddeq, Allende. Y con otros muchos cuyos nombres nunca aparecerán en los periódicos ni en los libros de historia, pero cuyas vidas también fueron destruidas y en ocasiones abreviadas por haberse enemistado con la corporatocracia. Sin embargo, me sorprendió mucho. Era demasiado flagrante.
Yo creía, después de nuestro fenomenal éxito en Arabia Saudí, que la intervención descarada era cosa de otros tiempos y que los chacales habían quedado relegados a los zoológicos. Luego me di cuenta de que estaba equivocado. Sin duda la muerte de Roldós no había sido un accidente. Tenía todos los rasgos de un atentado orquestado por la CÍA. Si la ejecución fue tan flagrante, comprendía yo ahora, era porque se
deseaba enviar un mensaje. La nueva administración Reagan, con su imagen hollywoodiense de vaqueros de gatillo fácil, iba a ser el vehículo ideal para transmitir tal mensaje. Los chacales habían regresado y convenía que tomaran nota lo mismo Ornar Torrijos como cualquier otro que sintiese veleidades de unirse a una cruzada contra la corporatocracia.