El extraño mundo de los «filósofos»
Leo Strauss: un pensamiento inquietante
La revista «Time» en su edición del 17 de junio de 1996, nombra a Leo Strauss (1899–1973), alguién aparentemente desconocido, como una de las figuras «más influyentes y poderosas en Washington». En noviembre de 2002, cuando estaba clara la voluntad agresiva de la administración Bush contra Irak, Christopher Hitchens, defensor de la intervención, publicaba «Machiavelli in Mesopotamia», un artículo en el que escribía: «El arte del encanto de la explicación al cambio del régimen en Bagdad es que depende de premisas y objetivos que no se pueden explicar públicamente, al menos por parte de la administración. Dado que Paul Wolfowitz es de la escuela intelectual de Leo Strauss –y como tal aparece en su disfraz de ficción de la novela «Ravelstein» de Saul Bellow– se podría incluso suponer que disfruta de este aspecto arcano y oculto del debate». El artículo nos puso en la pista de un extraño filósofo cuyas ideas son compartidas por la élite de la administración Bush. De hecho, un chiste publicado en un conocido semanario político aludía a los «Leo–cons», en lugar de los «neoconservadores», pues, en efecto, el núcleo ideológico del conservadurismo norteamericano actual está inspirado por Leo Strauss.
Existen escuelas de pensamiento enfermizas y otras inquietantes. Las enfermizas son meramente especulativas, verdaderas masturbaciones mentales, que muestran ideas excéntricas en relación al pensamiento racional y razonable. En cuanto a las inquietantes son aquellas escuelas enfermizas cuyos partidarios y mentores han decidido llevarlas a la práctica a cualquier precio. Leo Strauss se sitúa como el artífice de una escuela de pensamiento inquietante, no sólo por que su pensamiento es enfermizo, sino porque buena parte de sus discípulos iniciados constituyen lo esencial de la administración de George W. Bush.