En su libro The drug story: Una historia factual del cartel de la droga de EEUU valorado en $10.000.000.000, sus métodos, operaciones, propiedad oculta, beneficios y su impacto terrible en la salud del pueblo americano, publicado en 1949, Morris A. Bealle nos cuenta una «divertida» historia. La del Nujol (Capítulo I, «What Nujol Started»).
William Avery Rockefeller, descendiente de inmigrantes alemanes (Roggenfelder), que nació en 1810 y falleció en 1906, fue el patriarca de una dinastía tan célebre como discreta. Old Bill (su apodo), granjero en Nueva York hasta 1850, después viajó a Cleveland donde se hizo pasar fraudulentamente por médico: el doctor Levingston [1].
En su sorprendente libro Bealle relata que Old Bill fue un comerciante de productos «farmacéuticos» que nos recuerda a aquellos charlatanes, falsos doctores ambulantes que iban en diligencia vendiendo dudosos elixires, popularizados por los tebeos de Lucky Luke (el doctor Doxey), y prefigurando nuestros actuales visitadores médicos (representantes de farmacia).
En su sorprendente libro Bealle relata que Old Bill fue un comerciante de productos «farmacéuticos» que nos recuerda a aquellos charlatanes, falsos doctores ambulantes que iban en diligencia vendiendo dudosos elixires, popularizados por los tebeos de Lucky Luke (el doctor Doxey), y prefigurando nuestros actuales visitadores médicos (representantes de farmacia).
Una camarilla de ladrones y charlatanes vendía muchos remedios con base en el petróleo: «Seneca Oil», «Roch Oil» o «American Medicinal Oil» [2]. Old Bill vendía frascos de petróleo crudo a ingenuos enfermos haciéndoles creer que era un tratamiento contra el cáncer. Llamaba a su elixir en frasco «Nujol» (Nuevo aceite. Nótese como la famosa Wikipedia oculta el origen).
Mientras su hijo John D. Rockefeller I fundaba la Standard Oil Company en 1870 gracias a los préstamos de otra familia célebre y discreta, los Rothschild, William compraba un frasco de petróleo crudo de 30 gramos a la Standard Oil por 21 centavos y se lo vendía por dos dólares a todos aquéllos a quienes conseguía convencer de que estaban enfermos y se curarían con su «remedio». Apenas sin educación, poco escrupuloso, sin ningún conocimiento o formación en Medicina, con algunas nociones de contabilidad y una codicia feroz, Old Bill consiguió imponerse.
Finalmente el Nujol se bautizó como «cura para el estreñimiento» y se comercializó ampliamente con algunas mejoras procedentes de los químicos de la Standard Oil.
Sin embargo los médicos descubrieron que el Nujol era nocivo y provocaba graves enfermedades al eliminar las vitaminas liposolubles del cuerpo.
La Standard Oil luchó contra el desplome de las ventas añadiendo caroteno al petróleo crudo para prevenir cualquier carencia.
Royal Samuel Copeland, médico homeópata elegido senador por Nueva York en 1942, habría recibido 75.000 dólares anuales por promover el Nujol [3].
Muchos médicos siguieron describiendo, en vano, los efectos nocivos del Nujol de la Standard Oil.
El medicamento Nujol todavía existe en forma de aceite de parafina puro, clasificado como un laxante suave. Se recomienda para el estreñimiento crónico rebelde en las terapias higiénicas y dietéticas habituales.
En el libro del doctor Dirk Van Duppen La Guerre des Médicaments, descubrimos sin sorpresa que en el top 500 de las mayores empresas estadounidenses, la industria farmacéutica es la más rentable (Fortune 500) [4]. «Por cada dólar de volumen de ventas hay 17 centavos de beneficio neto, es decir, 5,5 veces más que la media del top 500 de Fortune. La tasa de beneficio sobre el capital llega al 14,5%, es decir, seis veces la media de Fortune 500. El beneficio sobre las acciones llega incluso al 27,6%, casi tres veces más que la media de Fortune 500.