Fuente.
Con la ley española se consagra el principio de veracidad de la víctima en detrimento del principio de presunción de inocencia. Esto es, el acusado es quien ha de demostrar su inocencia pues a la denunciante se le concede total credibilidad por el simple hecho de ser mujer. A la mujer se la considera víctima por defecto con tan sólo poner una denuncia. Disparate éste que va en contra del más elemental sentido común y jurídico pero que las hembristas y sus políticos acólitos no tienen reparo en enunciar y convertir en texto legal con el silencio cómplice de quienes no tienen valor para oponerse a tamaña injusticia.
“El hombre, por el mero hecho de serlo, es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Y la mujer que denuncia tiene una presunción de veracidad que prevalece y nada tiene que acreditar.”Algunos jueces se han atrevido a manifestar en público su opinión en contra de la ley y por supuesto,las asociaciones profesionales de jueces también han dado su opinión contraria a la ley. “Jueces para la Democracia admite que el tratamiento penal diferenciado entre hombres y mujeres "podría llegar a ser considerado inconstitucional por vulneración del principio de igualdad del artículo 14", según afirmó su portavoz, Edmundo Rodríguez. La Asociación Profesional de la Magistratura es rotunda es su apreciación: "Esta ley es clarísimamente inconstitucional, sin duda de ningún tipo, porque genera una situación de desigualdad penal por el mero hecho de ser hombre", aseguró su portavoz, José Manuel Suárez”.
Por si quedaban dudas de la aplicación del “ delito penal de autor ”, el Fiscal general del Estado, siguiendo instrucciones de su amo, el gobierno que le ha nombrado, ordena una directriz para los fiscales por la que se excluye a los varones como víctimas de violencia doméstica. No olvidemos que si bien los jueces se supone que son independientes y toman sus decisiones, con la posibilidad de interpretar la ley, según su leal saber y entender, los fiscales han de seguir las instrucciones que les marca su superior al depender jerárquicamente.
La dictadura feminazi
El feminazismo se ha institucionalizado de tal manera en España, es tal su poder fáctico y de intimidación que nunca se detendrá a la hora de aplastar a aquel que ose denunciar el uso y abuso de una dictadura cada vez más visible y palpable.
La única esperanza es que tal vez con el tiempo, los que nos oponemos a este disparate demagogo y populista, - que tiene la necesidad de la permanente huida hacia adelante con una radicalización cada día mayor de sus planteamientos-, seamos capaces de frenar una deriva de consecuencias trágicas que una sociedad civilizada y moderna no puede asumir ni tolerar en modo alguno.
Lo acontecido tras las manifestaciones del titular del juzgado de familia número 7 de Sevilla, Francisco Serrano, en las que aseguraba que "miles de hombres han sido detenidos por el hecho de serlo, tras una denuncia falsa por maltrato.¿Cuántas mujeres ha sido detenidas por acusar en falso? Ninguna ", es prueba de que a niveles inquisitoriales ha llegado el feminazismo en España.
Como una horda implacable, una veintena de asociaciones de mujeres, entre ellas la Federación de Mujeres Progresistas, la Asociación de Mujeres Juristas Themis, la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas y el Departamento Confederal de la Mujer de UGT, han caído sobre el juez Serrano con todo tipo de descalificaciones e insultos, e incluso han solicitado al Consejo General del Poder Judicial que abra un expediente disciplinario sancionador contra el díscolo juez que osa desafiar a a la mafia feminista.
En el cenit de la locura y el desvarío la representante de la Federación de Mujeres Progresistas ha afirmado que el juez Serrano,"sigue haciendo daño a las mujeres puesto que se comporta como cualquier maltratador". El feminazismo no se detiene ante nada y si tiene que calumniar e injuriar a un juez por no doblegarse ante la dictadura, lo hacen sin medias tintas: destrucción por aplastamiento.
No todo han sido reacciones en contra y las cuatro jueces de Familia de Sevilla, (mujeres, que no feminazis), han apoyado al juez Serrano señalando que que las críticas contra él son un intento de amedrentarle y "comprometen la libertad de expresión de cualquier ciudadano", empezando por el comunicado de la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica, absolutamente injurioso, y que fue colgado en la web oficial del Consejo General del Poder Judicial.
El feminazismo es una lacra, una ideología totalitaria y militante contra todos los valores y seres que se le enfrenten. Va contra la justicia y la equidad, y su único objetivo es abatir al "enemigo cromosómico", a ese hombre convertido en "presunto delincuente" por una Ley de Violencia de Género que apoyaron todos los grupos políticos, en un patético ejemplo de hasta donde llega el miedo, el pánico, por no significarse contra el "lobby feminazi".
No todo han sido reacciones en contra y las cuatro jueces de Familia de Sevilla, (mujeres, que no feminazis), han apoyado al juez Serrano señalando que que las críticas contra él son un intento de amedrentarle y "comprometen la libertad de expresión de cualquier ciudadano", empezando por el comunicado de la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica, absolutamente injurioso, y que fue colgado en la web oficial del Consejo General del Poder Judicial.
El feminazismo es una lacra, una ideología totalitaria y militante contra todos los valores y seres que se le enfrenten. Va contra la justicia y la equidad, y su único objetivo es abatir al "enemigo cromosómico", a ese hombre convertido en "presunto delincuente" por una Ley de Violencia de Género que apoyaron todos los grupos políticos, en un patético ejemplo de hasta donde llega el miedo, el pánico, por no significarse contra el "lobby feminazi".
El feminazismo de género es, por tanto, un "hembrismo totalitario" que no pretende la igualdad, sino un trato de favor que perjudique y anule al hombre.
"Una mujer que es maltratada por el marido es un drama terrible, y al marido hay que condenarlo con todas las de la ley; pero pasar de ahí a que una mujer que diga 'yo soy maltratada', ya todo el mundo de rodillas…, oiga, pues no". Lo más extraño de esta declaración -al margen de la sintaxis- es que las feministas no reaccionaran contra quien la pronunció. Fue Alfonso Guerra. Pues bien, un paisano suyo, el juez Francisco Serrano, titular del juzgado de familia número 7 de Sevilla, por defender algo similar a lo que dijo Guerra, lleva casi un lustro perseguido e insultado por colectivos feministas y miembros del Consejo General del Poder Judicial.
Francisco Serrano acaba de levantarse del banquillo, acusado de un presunto delito de prevaricación, por modificar los términos de una custodia compartida dejando a un niño con su padre un día y medio más de lo acordado para que pudiera salir de paje en la procesión del Silencio, en la Madrugá sevillana. A lo largo del juicio, el estigma de quien se opuso a la Ley de Violencia de Género ha merodeado por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, y la mujer que acusó al juez, la madre del pequeño penitente, sabía que podía manejar el sentimiento que animaron quienes, según Serrano, han convertido la violencia de género en “un negocio”. “¿Por qué? ¿Porque soy mujer, porque soy víctima de violencia de género?”, se preguntaba la madre en el juicio contra el juez, diciendo no comprender porque no se le había comunicado que su hijo estaría más tiempo con su padre.
“El negocio de la violencia de género”
Con más de 2.000 sentencias a sus espaldas y 20 años de servicio, Francisco Serrano lleva sobre sí la marca de enfrentarse al discurso políticamente correcto. Está “estigmatizado de por vida”, asegura su abogado, Miguel García Diéguez. El pecado del juez Serrano fue oponerse a la Ley de Violencia de Género por considerarla dirigida contra el hombre; hablar de las denuncias falsas que se presentan para influir sobre la custodia de los niños; rechazar una legislación que él incluye en el “derecho penal de autor”, recordar los suicidios de hombres acusados injustamente… Y poner sobre la mesa el “negocio de la violencia de género” que se apoya en el dinero público que se destina en función no ya de las sentencias sino de las denuncias que se ponen en los juzgados. “El único género que me interesa es el género humano”, dice el juez.
Demasiado para un escenario en el que el género se había convertido en un recurso político, referente intelectual de quienes rentabilizaban el maltrato a veces sin reparar en la víctima. Cuando Inmaculada Montalbán, vocal del Consejo General del Poder Judicial y presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, le asestó el primer golpe a Francisco Serrano por oponerse a la Ley de Violencia de Género, poniéndolo a merced de algunos colectivos, tal vez no sabía que este juez tenía una larga historia jalonada con distinciones de colectivos feministas, entre ellos el de las mujeres violadas.
Serrano rompía los esquemas del discurso políticamente correcto no ya sólo por enfrentarse a una ley “progresista” sino por estar lejos de lo que se considera un reaccionario en materia de derechos. Al juez no había por dónde cogerlo. Serrano seguía martilleando con sus argumentos -“hay muchos jueces y juezas que están de acuerdo con lo que digo, pero no hablan por precaución”- y las feministas que trataron de convertirlo en referente del machismo judicial se plegaron por temor a que la reacción en contra fuese mayor que el rédito que pudieran sacar con sus insultos.
El calvario de un juez camino del banquillo
El ambiente, sin embargo, quedó contaminado y la figura del juez, marcada en una sociedad como la andaluza en la que el poder político lo inunda todo. Por eso, cuando la madre del niño paje de la Hermandad del Silencio interpuso la querella contra Serrano acusándolo de prevaricación, la “pena de banquillo” a la que se refería el letrado García Diéguez llevaba implícita toda una batalla soterrada contra la figura del juez, que osó enfrentarse al discurso políticamente correcto.
Había quienes le tenían ganas a Francisco Serrano, de la misma forma que otros colectivos, como el de la custodia compartida, le aplaudieron a su llegada al Tribunal Superior de Justicia. El recorrido del juez hacia el banquillo fue lo más parecido al calvario de una Madrugá en la que el pueblo expresa sus emociones al paso del que lleva la cruz de la rebeldía, con un matiz que no es menor: Serrano nunca fue de la Hermandad del Silencio, si por ello se entiende estar callado.
Aún así, este titular del juzgado de Familia número 7 de Sevilla, para el que el fiscal terminó pidiendo la libre absolución después de haberle querido imponer diez años de inhabilitación, sigue recordando el caso de Casandra, no ya porque este nombre signifique “la que enreda a los hombres”, sino por haber sido la sacerdotisa a la que Apolo le dio el don de la profecía y castigó después con la maldición de que nadie la creyera. Casandra no pudo evitar que los griegos entraran en Troya escondidos en un caballo, y el juez Serrano teme que cuando los efectos de una ley que puede ser injusta empiecen a computarse, ya sea demasiado tarde para impedir males mayores de los que se quieren evitar.
El Tribunal Supremo (TS) ha elevado de dos a 10 años la condena de inhabilitación para el juez de Familia de Sevilla Francisco Serrano, por el modo en que cambió el régimen de visitas de un niño de 11 años para garantizar su salida en una procesión de Semana Santa en 2010. El condenado pierde así definitivamente el cargo que ostenta y la posibilidad de obtener durante esos 10 años cualquier empleo o cargo en la carrera judicial.
La Sala de lo Penal del TS agrava la condena que en 2011 dictó el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), que consideró al juez autor de un delito de prevaricación culposa. Tras los recursos presentados —por parte del juez y de la madre del menor—, el alto tribunal lo modifica, ya que no cree que fuera una actuación imprudente y lo califica de prevaricación dolosa. También se le impone una multa de 2.160 euros.
Los hechos que le suponen ahora la inhabilitación para una década ocurrieron en marzo de 2010, cuando cambió el régimen de visitas de un menor establecido por otro juzgado sin consultar a la madre, entre otros, que era a la que le correspondía estar con el niño. El deseo del menor de salir como paje en una procesión de la Madrugá sevillana y la supuesta reticencia de la madre desencadenaron la situación. Como el Juzgado de Violencia sobre la Mujer, que había tramitado el divorcio, descartó adoptar otras medidas y eso “no fue del agrado del padre”, este decidió iniciar “otra estrategia procesal” junto al abuelo y unos abogados a través del juez Serrano.
Para el Supremo, que no modifica los hechos probados, queda claro que el magistrado conocía el caso, conocía también la competencia de otro juzgado (el de Violencia sobre la Mujer) y las medidas adoptadas por el mismo. En concreto, este había establecido los turnos en vacaciones y detallaba que “ambos progenitores respetarán el deseo de los hijos de tomar parte en las estaciones de penitencia de las hermandades a las que pertenecen”.
Pues bien, el condenado actuó y aunque conocía la competencia del otro órgano, modificó el permiso sin que hubiera razones de urgencia y necesidad que justificaran su actuación, según los magistrados. La resolución, favorable al padre, no fue notificada a la madre, al menos no consta, y tuvo noticias de lo sucedido a través de los medios de comunicación, donde abogados del padre e incluso el juez hicieron manifestaciones en las que calificaban de “incomprensible” la actitud de la mujer.
La sentencia, que cuenta con un voto particular discrepante, no cree imprudente la actuación del juez, puesto que “el hecho de dictar una resolución injusta por un funcionario tan cualificado como es el juez, deja poco espacio a un actuar negligente”. Y así, según consta en la resolución, su actuar fue doloso, ya que “conoce las circunstancias concurrentes y los deberes que le incumben” en orden a la aplicación de la ley, aunque no actuó conforme a ese conocimiento. De hecho, el Tribunal Supremo sostiene que Serrano dictó una resolución injusta con “incumplimiento consciente de su deber jurisdiccional”.
En el voto particular discrepante de dos de los magistrados, se hace constar que Serrano podría haber razonado más la modificación del turno de custodia pero no creen que sea una decisión injusta. Aluden también al hecho de que el abogado del padre del menor y el propio juez aparecieran en los medios de comunicación tras dictar la resolución y ahí sí creen “incompatible” con los deberes que impone la deontología su actuación, que, en su opinión, “merecería ser depurada conforme a las normas disciplinarias aplicables a cada profesional”.
Vaya por delante que soy defensor de la igualdad de sexos en derechos, obligaciones y oportunidades. Estoy muy a favor de que la mujer estudie y trabaje.
En mi empleo casi siempre he tenido jefas y jamás tuve problema alguno con ellas. No me importaría que una señora fuera presidenta de mi nación. Me quito el sombrero ante aquellas damas que han demostrado ser no igual sino incluso más valiosas que sus colegas masculinos, como Marie Curie o María Moliner. Me horripila que en Arabia Saudita una mujer no pueda conducir, que en Nigeria se le practique la ablación de clítoris o en Bangladesh se le pueda arrojar ácido sulfúrico a la cara con impunidad. Pero nada de esto me impedirá ser acusado de machista por pensar que el feminismo ha pasado de reivindicar la justicia social a convertirse en una ideología totalitaria que destila revanchismo y odio para con el varón.
1) El feminazismo pretende crear una sociedad artificial mediante un ejercicio de ingeniería social. Por ejemplo reivindicando que un hijo lleve el apellido de la madre antes que el del padre (no me parece mal, dicho sea de paso, pero en los países anglosajones las mujeres toman el apellido del marido al casarse y se enorgullecen de ello). Y anhelan crear un lenguaje de laboratorio. Se quejan de que “hombre” pueda designar a toda la humanidad, cuando “hombre” es la traducción latina de “homo” (sapiens sapiens) y fomentan absurdos dobletes como “vascos y vascas”, “españoles y españolas”, “arquitectos y arquitectas”, etc, que es tan grotesco como decir “periodistos y periodistas”, “socialistos y socialistas”, “gilipollos y gilipollas”. Sorprende, en una incoherencia feminazi, que a los hombres nos acusen de “machistas” en lugar de “machistos” como debiera ser.
2) El feminazismo es hipócrita. Clama por una mujer “independiente” pero que sea el hombre el que pague cuando salgan a cenar. Quiere que el marido pase la fregona en casa pero no que la mujer cumpla el servicio militar obligatorio en los muchos estados que aún lo mantienen. Que el marido sea un calzonazos que diga “sí cariño” a todo, so pena de acusarlo de opresor. Se burla cruelmente si a un varón le amputa el pene su esposa pero no tolera el más mínimo chiste sobre mujeres. Reclama una pensión de paternidad a un varón pero deja sin voz ni voto a un padre al grito abortista de “¡nosotras parimos, nosotras decidimos!”. Ellas se exhiben como pedazos de carne y luego se quejan de que los tíos sólo piensan en sexo. Culpan a los varones actuales por las injusticias machistas que padecieron nuestras tatarabuelas cuando en aquel tiempo nosotros ni siquiera habíamos nacido.
3) El feminazismo no busca la igualdad de sexos sino la discriminación del hombre a modo de venganza. Puede que en Irán la mujer esté discriminada, pero en España sin duda el discriminado es el varón. En este país hay un código penal diferente para cada sexo. El maltrato es considerado delito si eres hombre y falta si eres fémina. Hay denuncias falsas que salen adelante amparadas por la palabra de la mujer. En caso de divorcio, la esposa se queda con todo y el marido de patitas en la calle. El 75% de denuncias por malos tratos son falsas. A muchos padres divorciados les es negado ver a sus hijos. Dicen que están discriminadas salarialmente pero jamás he conocido que en una empresa a una mujer le paguen menos dinero que a un hombre a igual trabajo en iguales condiciones. Niegan ser el “sexo débil” pero luego van y reclaman paridades, que es el recurso de los mediocres.
4) El feminazismo culpa al hombre de los fracasos y limitaciones de la mujer. Yahoo, Google, Facebook o Twitter son ejemplos de empresas muy recientes fundadas por hombres en un país y una época en que las mujeres tienen igualdad de oportunidades. ¿Dónde está la mujer que como Joan Roig herede de sus padres unas carnicerías familiares y cree un imperio como Mercadona? ¿Dónde está la mujer que, como Bill Gates, empiece trabajando en el garaje de sus padres y acabe inventando Windows? Frente a estas preguntas incómodas, es más fácil contar historietas lacrimógenas de hace centenares de años o rebuznar mantras tales como “machismo” o “patriarcado” incluso en una época en que una mujer tiene ventajas fiscales para montar su propio negocio. Señoras feminazis; no le echen la culpa a la extinta sociedad del siglo XIX de sus fracasos en el siglo XXI.
El feminismo actual -que en Occidente al menos casi en su totalidad es sinónimo de feminazismo- es la otra cara de la moneda de ese machismo cavernícola que busca oprimir a la mujer. Es resentimiento, amargura, frustración, odio puro. Y la discriminación del varón es apoyada, fomentada y aplaudida en Europa por algunos calzonazos descerebrados con el mismo entusiasmo con el que algunas tipas descerebradas defienden la ablación de clítoris en África. Hombres defendiendo la androfobia… debe ser algún tipo de nuevo síndrome de Estocolmo, una especie de abducción. Mi total respeto para aquellas personas igualitaristas que luchan día a día por la igualdad de sexos en derechos, obligaciones y oportunidades. Mi desprecio más absoluto para machistas, feminazis, carcas y pseudoprogres que fomentan la discriminación de una persona por razón de su sexo.
1) El feminazismo pretende crear una sociedad artificial mediante un ejercicio de ingeniería social. Por ejemplo reivindicando que un hijo lleve el apellido de la madre antes que el del padre (no me parece mal, dicho sea de paso, pero en los países anglosajones las mujeres toman el apellido del marido al casarse y se enorgullecen de ello). Y anhelan crear un lenguaje de laboratorio. Se quejan de que “hombre” pueda designar a toda la humanidad, cuando “hombre” es la traducción latina de “homo” (sapiens sapiens) y fomentan absurdos dobletes como “vascos y vascas”, “españoles y españolas”, “arquitectos y arquitectas”, etc, que es tan grotesco como decir “periodistos y periodistas”, “socialistos y socialistas”, “gilipollos y gilipollas”. Sorprende, en una incoherencia feminazi, que a los hombres nos acusen de “machistas” en lugar de “machistos” como debiera ser.
2) El feminazismo es hipócrita. Clama por una mujer “independiente” pero que sea el hombre el que pague cuando salgan a cenar. Quiere que el marido pase la fregona en casa pero no que la mujer cumpla el servicio militar obligatorio en los muchos estados que aún lo mantienen. Que el marido sea un calzonazos que diga “sí cariño” a todo, so pena de acusarlo de opresor. Se burla cruelmente si a un varón le amputa el pene su esposa pero no tolera el más mínimo chiste sobre mujeres. Reclama una pensión de paternidad a un varón pero deja sin voz ni voto a un padre al grito abortista de “¡nosotras parimos, nosotras decidimos!”. Ellas se exhiben como pedazos de carne y luego se quejan de que los tíos sólo piensan en sexo. Culpan a los varones actuales por las injusticias machistas que padecieron nuestras tatarabuelas cuando en aquel tiempo nosotros ni siquiera habíamos nacido.
3) El feminazismo no busca la igualdad de sexos sino la discriminación del hombre a modo de venganza. Puede que en Irán la mujer esté discriminada, pero en España sin duda el discriminado es el varón. En este país hay un código penal diferente para cada sexo. El maltrato es considerado delito si eres hombre y falta si eres fémina. Hay denuncias falsas que salen adelante amparadas por la palabra de la mujer. En caso de divorcio, la esposa se queda con todo y el marido de patitas en la calle. El 75% de denuncias por malos tratos son falsas. A muchos padres divorciados les es negado ver a sus hijos. Dicen que están discriminadas salarialmente pero jamás he conocido que en una empresa a una mujer le paguen menos dinero que a un hombre a igual trabajo en iguales condiciones. Niegan ser el “sexo débil” pero luego van y reclaman paridades, que es el recurso de los mediocres.
4) El feminazismo culpa al hombre de los fracasos y limitaciones de la mujer. Yahoo, Google, Facebook o Twitter son ejemplos de empresas muy recientes fundadas por hombres en un país y una época en que las mujeres tienen igualdad de oportunidades. ¿Dónde está la mujer que como Joan Roig herede de sus padres unas carnicerías familiares y cree un imperio como Mercadona? ¿Dónde está la mujer que, como Bill Gates, empiece trabajando en el garaje de sus padres y acabe inventando Windows? Frente a estas preguntas incómodas, es más fácil contar historietas lacrimógenas de hace centenares de años o rebuznar mantras tales como “machismo” o “patriarcado” incluso en una época en que una mujer tiene ventajas fiscales para montar su propio negocio. Señoras feminazis; no le echen la culpa a la extinta sociedad del siglo XIX de sus fracasos en el siglo XXI.
El feminismo actual -que en Occidente al menos casi en su totalidad es sinónimo de feminazismo- es la otra cara de la moneda de ese machismo cavernícola que busca oprimir a la mujer. Es resentimiento, amargura, frustración, odio puro. Y la discriminación del varón es apoyada, fomentada y aplaudida en Europa por algunos calzonazos descerebrados con el mismo entusiasmo con el que algunas tipas descerebradas defienden la ablación de clítoris en África. Hombres defendiendo la androfobia… debe ser algún tipo de nuevo síndrome de Estocolmo, una especie de abducción. Mi total respeto para aquellas personas igualitaristas que luchan día a día por la igualdad de sexos en derechos, obligaciones y oportunidades. Mi desprecio más absoluto para machistas, feminazis, carcas y pseudoprogres que fomentan la discriminación de una persona por razón de su sexo.
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