Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

martes, 16 de agosto de 2016

El enigma de los cráneos alargados

Desde hace ya tiempo la arqueología nos ha revelado la existencia en el pasado de ciertos individuos con cráneos que –como poco– podríamos calificar de muy inusuales. No se trata exactamente de la típica dolicocefalia, rasgo común en muchas personas aun en la actualidad, sino de cráneos extraordinariamente alargados (o abombados hacia atrás) que se salen de los parámetros habituales. La arqueología y la antropología convencionales han explicado la existencia de tales cráneos en el marco de una antigua costumbre de diversos pueblos primitivos de alargar artificialmente el cráneo mediante la aplicación de un entablillado [1] en los niños pequeños, de tal modo que según va creciendo la criatura, el cráneo –sometido a fuerte presión– se ve forzado a tomar una forma marcadamente achatada o alargada. Esta práctica estuvo extendida en diversos puntos del globo hasta épocas muy recientes, desde el Congo (África) hasta la Melanesia, en el Pacífico.

Hasta aquí podríamos decir que “todo normal”, pero lo que ocurre es que varios autores alternativos han señalado que, aún reconociendo que este fenómeno cultural existe desde hace siglos y no admite discusión, en muchos casos de cráneos hallados en antiguas tumbas, el volumen craneal es espectacularmente más grande que el del Homo sapiens normal, hasta el punto de poder hablar de cabezas cónicas. Dicho de otro modo, el entablillado puede modificar la forma original del cráneo pero no aumentar su tamaño, esto es, no justifica que éste tenga un volumen bastante superior al habitual.

En efecto, la arqueología alternativa lleva décadas viendo cosas raras en estos extraños individuos, que también han sido considerados como posibles casos de patologías o malformaciones genéticas específicas. No obstante, tal singularidad o excepcionalidad se vendría abajo ante la cantidad y concentración de estos ejemplares en determinadas comunidades, como por ejemplo en la región de Paracas (Perú) o en la isla de Malta. Lo cierto es que estos cráneos aparecen en varios lugares del mundo (Norteamérica, Sudamérica, Rusia, Malta, Egipto...) y han producido cierta perplejidad en los investigadores, dado que muestran unas anormalidades similares que se repiten de forma constante y que suelen ir acompañadas de otros rasgos peculiares, lo que ha dado lugar a la especulación de que estamos ante una raza humana distinta, con algunas características genéticas bien diferentes de las del Homo sapiens.



Por de pronto sabemos que en la lejana prehistoria, los humanos tuvieron una gran capacidad craneal que fue decreciendo según avanzaba el Paleolítico (en sus etapas media y superior). Así, se sabe que el volumen craneal medio de los neandertales y de los sapiens arcaicos –entre ellos, los Cro-Magnon– oscilaba entre los 1.500 y los 1.700 cm.3 aproximadamente, frente a la media del sapiens moderno de unos 1.400 cm.3. Sin embargo, los individuos con cráneos alargados presentan volúmenes enormes que se sitúan bien por encima de los 2.000 cm.3, hasta alcanzar incluso los 2.500. Pero, aparte del volumen, estos cráneos presentan características tan inusitadas como las órbitas oculares más grandes, la ausencia de sutura sagital [2], el marcado desplazamiento hacia atrás del foramen mágnum [3] o el arco zigomático [4] muy pronunciado. Finalmente, cabe destacar que estos cráneos a veces presentan restos de pelo rojo o rubio y que forman parte de esqueletos de gran altura. De hecho, se tiene noticia de la presencia de estos cráneos en tumbas de túmulo de Norteamérica (la llamada cultura de los Mound Builders) excavadas desde el siglo XIX, que algunos autores alternativos atribuyen a antiguos gigantes, individuos bien por encima de los dos metros y en ocasiones por encima de tres [5]. Por cierto, también existen rumores (no contrastados) de que el famoso rey Pakal de Palenque –cuya tumba se excavó hace más de medio siglo– era un gigante de 2,70 metros con seis dedos en manos y pies y con un pronunciado cráneo cónico.

Hipótesis sobre el origen de estos cráneos

La arqueología convencional ha pasado de puntillas sobre estos cráneos, no dándoles excesiva importancia y atribuyendo las anormalidades a los argumentos ya expuestos, sobre todo haciendo hincapié en la consabida deformación artificial. Sin embargo, algunos investigadores independientes no comparten esta visión, y creen que los cráneos alargados forman parte de una página aún no escrita de nuestra historia más remota, si bien difieren al interpretar la naturaleza de este fenómeno.

Lo que tienen en común estas opiniones heterodoxas es la convicción de que, por un lado, estamos ante unas pequeñas comunidades con rasgos genéticos propios, distintos a los de la población humana “normal” y, por otro, que las versiones oficiales del entablillado y las patologías no se sostienen. Ahora bien, a la hora de profundizar en los orígenes de estos cráneos anómalos, aquí ya hay valoraciones para todos los gustos. Mientras algunos autores apuestan por hablar de una antigua élite humana de origen desconocido, tal vez surgida de una hipotética serie de mutaciones, otros plantean abiertamente que tales individuos no eran humanos, o sea, que eran seres extraterrestres o –al menos– híbridos de humano y alienígena. Vayamos, pues, por partes y estudiemos ambas propuestas.


Como ejemplo de la primera corriente, tenemos al investigador italiano Marco Pizzuti, que abordó este tema en su libro Descubrimientos arqueológicos no autorizados [6].Pizzuti, al igual que otros autores anteriormente, presta atención a las imágenes de algunos faraones o miembros de la realeza egipcia con cabezas muy alargadas, como por ejemplo la famosa familia de Akenatón [7], representada según el típico canon estilístico de El-Amarna. Pero tales rasgos podrían ser mucho más antiguos, porque en las excavaciones realizadas por el egiptólogo inglés Walter Emery (sobre todo en Saqqara) ya habían aparecido tumbas de individuos con estos cráneos, datadas en la época predinástica. Pero hay más, según apunta Pizzuti. En Mesopotamia tenemos muchas antiguas estatuillas de ciertos individuos de carácter divino o semidivino, una especie de Diosas-Madre con cráneo muy alargado y rostro de serpiente. Además, Pizzuti se fija especialmente en los cráneos de Malta, en particular los del hipogeo de Hal Saflieni, un lugar de culto dedicado a la Diosa-Madre. Estas gentes de grandes cráneos estarían relacionadas con el espectacular periodo megalítico de la isla, que los expertos datan tradicionalmente en el Neolítico, pero que Pizzuti sitúa en una época bastante anterior, a partir de ciertos indicios arqueológicos y geológicos.



Para el autor italiano, todos estos individuos pertenecerían a una estirpe o casta dirigente de carácter político-religioso –a la que llama “sacerdotes-serpiente”– que mantenía su aspecto atípico mediante la celosa conservación de su genética, lo que se traducía en una estricta endogamia, algo bien distintivo de la antigua realeza egipcia pero en general de toda la realeza hasta prácticamente nuestros días. Dicha estirpe estaría extendida por diversos lugares del planeta y no tendría relación genética con la población súbdita. Así, Pizzuti –citando a Emery– concluye que la antigua estirpe pre-dinástica egipcia tenía rasgos nórdicos [8] y que por ello no sería oriunda de Egipto. En cuanto a su origen, podría estar relacionada con los míticos Shemsu Hor (“Seguidores de Horus”), gobernantes de Egipto durante miles de años antes de la llegada de la primera dinastía “histórica”. En todo caso, según Pizzuti, esta casta se habría conservado pura y aislada durante milenios hasta que empezó a mezclarse con la aristocracia local, tanto en Malta como en Egipto, hacia el 2.500 a. C.

En cuanto a los defensores de la intervención de seres no humanos, su versión de los cráneos alargados pasa por la irrupción de una raza alienígena en los asuntos terrestres en algún momento de nuestra prehistoria. Para estos autores, las cabezas cónicas serían propias de una raza extraterrestre y los casos históricos de elongación artificial de cráneos serían precisamente un intento de las élites gobernantes de parecerse a los antiguos reyes-dioses venidos del espacio. En este sentido sabemos que ya en varias culturas y civilizaciones antiguas (el valle del Indo, Sumer, Egipto, los olmecas, los mayas, los incas, etc.) se practicó este tipo de deformación.

Sobre estas teorías no hay mucho que explicar, pero en pocas palabras podemos decir que la mayoría de ellas se inspiran en el trabajo de Zecharia Sitchin y otros autores afines, que consideran que los dioses sumerios Anunnaki eran los mismos Nefilim de la Biblia, ángeles caídos a la Tierra, que posteriormente dieron lugar a la mítica raza de gigantes. Por ejemplo, en esta línea tenemos al autor americano L. A. Marzulli, que insiste en la tesis de que los individuos de Paracas eran los híbridos Nefilim (resultado de la unión de las hijas de los hombres con los hijos de los dioses), a partir de la combinación de los datos científicos con los relatos bíblicos. Asimismo, hay incontables webs de ufología y de ciencias ocultas que de vez en cuando sacan a la luz noticias sin ton ni son, como el supuesto hallazgo de tres cráneos alargados ¡en la Antártida!, que indefectiblemente han de ser de alienígenas [9].

En cualquier caso, las argumentaciones para intentar demostrar que los cráneos no son propios de este mundo reinciden en la gran extrañeza o excepcionalidad de los casos y en la improbabilidad de que sean deformaciones artificiales o mutaciones aleatorias. Pero, por supuesto, para tratar de sustentar estas hipótesis y despejar las incógnitas, los partidarios del origen extraterrestre de los cráneos debían recurrir a pruebas aportadas por una ciencia más dura o empírica, y esto es lo que ha sucedido –a su parecer– con unos recientes análisis de ADN, obtenidos a partir de muestras de los cráneos de Paracas, que pasamos a comentar en el siguiente apartado.

Los recientes (y polémicos) análisis de ADN

Cráneos alargados Museo de Paracas
El investigador norteamericano Brien Foerster se ha interesado especialmente por los cráneos de la península de Paracas (Perú), y su enfoque se sitúa en las hipótesis extraterrestres; de hecho, él es colaborador asiduo de la serie Ancient Aliens. Pues bien, estos cráneos –e individuos– fueron hallados en tumbas de una gran antigüedad excavadas a finales de los años 20 del pasado siglo por el arqueólogo peruano Julio Tello (1880-1947). Este reputado experto creía que dichos restos humanos pertenecían a la antigua cultura megalítica de Chavín de Huantar, a partir de ciertas semejanzas en los artefactos e iconografías, y que no había que atribuirles una antigüedad superior a los 3.000 años, pero Foerster señala que nunca se han identificado tales cráneos en la zona de Chavín y que se han hallado en Paracas útiles de piedra de hasta 8.000 años de antigüedad. Al parecer, los habitantes de Paracas eran básicamente pescadores, pero –a juicio de Foerster– podrían haber sido navegantes en épocas muy antiguas. En todo caso, los estudios sobre esta cultura apenas han avanzado desde la intervención de Tello, y gran parte de la zona arqueológica –el llamado Cerro Colorado, donde estaba enterrada la clase dirigente y sacerdotal– no es accesible al público para prevenir, según las autoridades, el saqueo sistemático de este lugar.

Así las cosas, en 2013 Foerster se planteó ir más lejos y para ello pidió al propietario del Museo de Paracas, don Juan Navarro, que le permitiera extraer unas muestras de los cráneos alargados [10]para ser analizadas con la más moderna tecnología bioquímica. Esta empresa fue impulsada gracias a la financiación conseguida por el ya mencionado Marzulli, e implementada por unos laboratorios de EE UU y Canadá, los mismos que habían realizado las pruebas sobre otro controvertido cráneo, el llamado Starchild [11]. Los resultados de los análisis se dieron a conocer en 2014 y levantaron –como era de esperar– una gran polémica. Según Foerster, las pruebas preliminares llevadas a cabo sobre la muestra 3A, de la cual se extrajo el ADN mitocondrial (sólo procedente de la madre), revelaron la presencia de mutaciones desconocidas hasta ahora en humanos, primates o cualquier otro animal. Esto sería prueba fehaciente de la existencia de unas criaturas diferentes de los conocidos sapiens, neandertales o los recientes Denisovanos, y que –dadas las fuertes disimilitudes– no podrían cruzarse con los humanos “normales”, lo que les habría llevado a una cerrada endogamia y posterior degeneración.

Naturalmente, ante estas proclamas, los “escépticos oficiales” y los académicos saltaron a la yugular de Foerster, poniendo de manifiesto su falta de profesionalidad, su relación con Pye (otro creyente en intervenciones alienígenas) y el sospechoso anonimato del técnico genetista que realizó las pruebas. Además, le recordaron que la deformación artificial de los cráneos en varias culturas es un hecho antropológico harto conocido y que también se debía contemplar la enfermedad de la craneosinostosis, una anomalía bien estudiada por la comunidad científica. Y finalmente, los críticos aducían que la no explicación de determinados rasgos genéticos (y eso aceptando que las pruebas de ADN se hubiesen efectuado correctamente [12]) no implicaba de ningún modo la presencia de una raza alienígena en nuestro planeta.

¿Una pista sobre el origen de los cráneos?

Si aparcamos por un momento las tópicas menciones a extraterrestres, Nefilim o dioses de cualquier tipo, veremos que sin embargo los análisis de ADN arrojaron otros datos que sí podrían tener un notable significado arqueológico, bastante menos “etéreo” que el recurso a los alienígenas, y siempre dando –obviamente– un mínimo voto de confianza a la calidad científica de los análisis realizados.


Así, Foerster afirma que por otras pruebas (se supone que por C-14) se habían datado dos cráneos empleados en las muestras, uno en unos 2.000 años de antigüedad y otro en unos 800. Y lo mejor viene ahora, porque en las muestras de pelo se detectó la presencia de un haplogrupo (grupo de población genética) de tipo H2A, muy típico de Europa Oriental y algo menos de la Occidental.

Asimismo, otra muestra de polvo de hueso reveló la presencia del haplogrupo T2B, originario de Mesopotamia. Ello implica, lógicamente, que el origen de las gentes de Paracas podría vincularse a poblaciones de Oriente Medio y de Europa, echando por tierra la teoría académica sobre el poblamiento de América, que insiste en que la población nativa de América era de origen asiático y que entró por el estrecho de Bering hace unos 20.000 años, sin que hubiera ninguna nueva aportación hasta la llegada de los europeos a finales del siglo XV.

Por otro lado, Foerster insiste en que la presencia de pelo rojo o rubio en la población nativa americana es del todo inusual, porque se sabe que los indios son de pelo oscuro, en todo el continente. Esta característica identificada en los cráneos alargados sería prueba de la intrusión de gentes venidas de tierras lejanas; para ello solicitó los servicios de dos expertos en temas de cabello, que confirmaron que no había habido decoloración y que el pelo analizado era un 30% más fino que el de la población nativa americana, lo cual es propio del pelo rojo o rubio.

Se podría objetar aquí que los datos de Foerster son erróneos o sesgados, pero lo cierto es que tenemos otros datos que apuntan en una dirección parecida. Así, cabe reseñar que un estudio genético sobre el ADN de la comunidad india norteamericana realizado en 1997 reveló la existencia de un pequeño porcentaje de individuos que poseen un grupo muy extraño de ADN mitocondrial (“haplogrupo X”) que sólo existe en unas pocas zonas de Europa y Oriente Medio. ¿Coincidencia? Además, pruebas posteriores demostraron que este ADN atípico no provenía de la época de la conquista europea, sino de una población foránea que llegó a América hace 36.000-12.000 años [13]. En suma, estaríamos apuntalando la tesis de que determinadas gentes venidas de allende los mares se instalaron en América hace muchos miles de años, desmontando la clásica versión del “descubrimiento” a cargo de Colón, que aún persiste como teoría científica válida en el mundo académico.

Conclusiones

Al estudiar el tema de estos cráneos me he encontrado con muchas conexiones con otro asunto polémico, el de los gigantes, que ya traté extensamente en este mismo blog. Las pruebas e indicios apuntan en direcciones semejantes, si bien la falta de estudios sistemáticos y la reticencia del mundo académico a adentrarse en ciertas vías heterodoxas dificulta bastante cualquier investigación seria. Lo que parece que podemos afirmar con seguridad es que existe un cierto porcentaje de antiguos cráneos alargados que no es fruto de deformaciones artificiales, sino que constituye un rasgo genético propio, y por lo tanto estaríamos hablando de dos fenómenos diferentes, siendo la deformación una consecuencia del contacto con las gentes de los cráneos alargados “originales”. Por otro lado, la existencia de niños muy pequeños, incluso fetos [14], con cráneos alargados demostraría que estamos ante una característica natural en ciertos individuos.

En cuanto al hipotético conjunto de mutaciones que pudo haber dado lugar a esta raza, es poco menos que vender humo, pues hoy por hoy no hay pruebas científicas que puedan sustentar esta tesis. A su vez, las malformaciones genéticas excepcionales –ya lo sabemos– pueden existir, pero cuando van todas en la misma dirección y en tantos individuos y en lugares tan distantes entre sí tenemos que reconocer que la hipótesis patológica tiene una base más bien endeble.

Sin embargo, la pregunta fundamental sigue siendo su origen y su relación con el resto de la población. La hipótesis de que fueran realmente una élite gobernante –y además relacionada con el fenómeno del megalitismo [15]– parece tener sentido vistos los ejemplos presentados, y el caso de Egipto es bastante significativo al respecto. Ahora bien, ¿de dónde salieron? ¿Por qué vía evolutiva (si es que creemos en la evolución humana)? ¿Cuál fue su origen geográfico? ¿Cómo llegaron a extenderse por varios continentes? No tenemos realmente respuestas a estas preguntas, a excepción de los indicios aportados por las pruebas genéticas, que señalan a la Europa Oriental y a Oriente Medio como una posible localización original de este pueblo [16].

Por último, cualquier mención a alienígenas o a Nefilim puede parecernos una fácil salida de tono, y por desgracia hay que reconocer que se ha hecho mucho espectáculo y negocio sobre esta cuestión, sobre todo a base de falacias y especulaciones. Pero, sea como fuere, lo que tenemos entre manos es una raza desconocida presente en nuestro mundo hace miles de años, que desapareció o degeneró, y que no sabemos cómo conectarla con los humanos modernos. Con todo, no podemos despachar la cuestión con el dogma y la negación; está claro que esta raza tuvo que venir de algún lugar; de este planeta, de otro, o de otra dimensión, y aquí no deberíamos cerrar ninguna puerta antes de tiempo. La buena arqueología alternativa requiere rigor y prudencia, pero también precisa de apertura de miras porque si no nos quedaremos estancados en las “tranquilas aguas” del paradigma imperante.

© Xavier Bartlett 2016

NOTAS

[1] Normalmente consiste en presionar el cráneo con dos tablas de madera y una pieza de tela bien apretada. La duración de esta práctica se sitúa entre los seis meses y los tres años de edad.

[2] Esta característica es considerada por la medicina como casi imposible y es compartida por los cráneos de Paracas, Malta y Egipto

[3] Punto de unión o articulación entre el cráneo y la columna vertebral.

[4] El hueso de la mejilla.

[5] La arqueología académica no reconoce la existencia de tales gigantes, pero la gran mayoría de restos humanos de estas tumbas ha desaparecido o no está disponible para su estudio o exposición, lo que ha levantado graves sospechas de ocultación entre los investigadores independientes.

[6] PIZZUTI, M. Descubrimientos arqueológicos no autorizados. Ed. Obelisco. Barcelona, 2013.

[7] Por otro lado, en bastantes casos, los restos de momias reales egipcias no son de cráneos enormes, pero sí muy marcadamente dolicocéfalos.

[8] Por ejemplo, una altura media muy superior a la de los nativos, constitución robusta y pelo claro.

[9] Véase: http://www.ufosightingsdaily.com/2016/07/alien-remains-in-antarctica-three-new.html

[10] Las muestras incluían fragmentos de hueso, dientes, pelo y piel.

[11] Cráneo anómalo hallado en el siglo XX en México e investigado a fondo por el autor alternativo Lloyd Pye. Para más detalles, véase: https://somniumdei.wordpress.com/2016/03/16/el-extrano-starchild-rareza-biologica-o-ser-hibrido/

[12] Muchos escépticos derriban directamente todas las afirmaciones heterodoxas al considerar que los análisis presentados por Foerster no tienen ninguna validez o credibilidad científica, dando por hecho que se cometieron errores o que las muestras estaban contaminadas.

[13] Fuente: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/9837837?dopt=Abstract&holding=npg

[14] Por ejemplo, recientemente se dio el hallazgo en Bolivia de dos esqueletos: una joven madre y un feto de entre 7 y 9 meses, ambos con marcado cráneo alargado.

[15] No debe ser casual que exista una más que notable casuística megalítica en Perú, Malta y Egipto, coincidiendo con la aparición de estos cráneos extraordinarios.

[16] Ello podría presuponer que su dispersión por diversos rincones del planeta desde épocas muy antiguas se debería a una difusión a partir de un hipotético centro, más que a núcleos autóctonos independientes.

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