Quieren desviar la luz y el calor del sol con técnicas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción. Esas tecnologías, de manera artificial y temporal, encubrirían el impacto que tienen las emisiones de gases con efecto de invernadero, el uso de combustibles fósiles en nuestra sociedad que es donde está el origen del problema de cambio climático. Y la administración Trump está inflando el globo de los geoingenieros.
Hace poco se ha desarrollado una conferencia en Washington en la que se propusieron peligrosos experimentos que violarían la prohibición de Naciones Unidas existente hoy sobre la geoingeniería, adoptada por consenso de 193 gobiernos en 2010 durante la reunión del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB).
Así lo cuentan los investigadores independientes del Grupo ETC:
El repudio de la administración Trump al acuerdo de la ONU logrado en París en 2015 sobre cambio climático y las limitaciones que impuso a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y a otros organismos que monitorizan el calentamiento global, abrió una oportunidad inesperada para un grupo auto-nombrado de investigadores del clima que buscan promover sus particulares estrategias para enfrentar el cambio climático”.Más de 100 científicos, escritores de ciencia y políticos se reunieron en Washington el 24 de marzo pasado para discutir el entusiasmo creciente en torno a la tecnología de geoingeniería conocida como “gestión de la radiación solar” (SRM, por las siglas en inglés de Solar Radiation Management), que promueve la posibilidad de bajar la temperatura global desviando la luz solar.
Esta tecnología se ha discutido durante años de manera teórica pero el interés en investigarla y desarrollarla ha crecido significativamente en el último decenio.
Sus impulsores recibieron un aliento inesperado en París al final de 2015, cuando los gobiernos se comprometieron a mantener el aumento de la temperatura por debajo de los dos grados centígrados antes del año 2100.
Limitar el calentamiento global a máximo 1,5 grados debajo de los niveles preindustriales, es un objetivo que el mundo entero (y particularmente los países más vulnerables) necesitan lograr desesperadamente. El problema es que el acuerdo de París no incluyó la obligatoriedad de cortar las emisiones de gases en las medidas necesarias para alcanzar tal objetivo.
Los científicos y políticos reunidos en París sabían que los gobiernos rebasarían el límite de los dos grados antes del 2050, si no es que en el 2030, a menos que se adoptaran reducciones obligatorias de gases de efecto invernadero”, explica Silvia Ribeiro, Directora del Grupo ETC para América Latina, que estuvo en la conferencia de Washington. Según algunos científicos, la única manera de bajar la temperatura planetaria sin modificar la producción y consumo de combustibles fósiles, son las técnicas de geoingeniería”.A la cabeza de estas propuestas tecnológicas no probadas se encuentra el manejo de la radiación solar. La más común de las SRM predica distribuir sulfatos en la atmósfera, que teóricamente actúan como cenizas de erupción volcánica, ocultan la luz del sol y hacen que baje la temperatura.
Los promotores de SRM, principalmente los científicos de Harvard y de la Universidad de Los Ángeles (UCLA) que organizaron la conferencia en Washington, reconocen que tal enfoque no está probado y que incluso podría ser contraproducente.
También son conscientes de que la SRM no es una solución de largo plazo para el calentamiento global porque los gases de efecto invernadero continuarían emitiéndose aunque se bloqueara la luz del sol y detener ese bloqueo de forma repentina resultaría en un aumento veloz de la temperatura, que podría ser desastroso.
Los participantes de la conferencia de Washington, según Ribeiro, piensan que la administración Trump podría apoyar experimentos sobre la manipulación del termostato global como “Plan B” si los daños ambientales del cambio climático se vuelven inaceptables para los ciudadanos de Estados Unidos.
Y están en ello. David Keith, físico de Harvard, le dijo a su público en el citado evento que su instituto conducirá un experimento de manejo estratosférico de la radiación solar en la segunda mitad de 2018 en colaboración con una compañía privada aeroespacial llamada World View, que cuenta con un puerto espacial cerca de Tucson, Arizona.
World View se especializa en el comercio de globos gigantes que pueden acarrear a la estratósfera hasta 100 kilos de materiales diversos y permanecen en lo alto e inmóviles por periodos largos. Keith y World View planean utilizar drones equipados con sensores para estudiar la liberación de micro o nanopartículas de varias sustancias, incluyendo sulfatos, calcio y polvo de diamantes.
¿Ciencia ficción? No, Keith cuenta con financiación de la Fundación Gates (del Fondo para la Investigación Innovadora en Clima y Energía), de la Fundación Hewlett, la Fundación Alfred P. Sloan y otras.
El de Keith es uno de dos experimentos a cielo abierto de manejo de la radiación solar que podrían ocurrir en los próximos años en Estados Unidos.
En el Grupo ETC tienen conocimiento de un segundo experimento para blanquear nubes en el área de Moss Landing cerca de Monterrey Bay, California. Éste lo planea Thomas Ackerman, un científico del clima del estado de Washington, en colaboración con un grupo de ingenieros de Silicon Valley.
Un tercer experimento para alterar nubes cirrus a grandes altitudes también podría estar en preparación. Además de los experimentos de Estados Unidos, otras pruebas podrían estar planeándose con apoyo de los gobiernos de China y Rusia.
El científico ruso Yuri Izrael ya realizó pruebas “limitadas” de SRM con herramientas militares. Corea del Sur también podría realizar experimentos de geoingeniería océanica en 2018 o después.
No es la primera vez que personajes como Bill Gates financian proyectos para combatir el cambio climático por medios tecnológicos.
La Administración Trump, ahora en el poder, tiene un historial de conexiones con varios geoingenieros que incluyen al anterior director de la petrolera Exxon, Rex Tillerson (hoy Secretario de Estado) cuya empresa ha promovido durante décadas el debate en pro de la geoingeniería; Newt Gingrich, anterior vocero y actual confidente del propio Trump, quien ha hecho lobby a favor de las técnicas de SRM y tiene un proyecto de geoingeniería en el American Entreprise Institute con financiación de la industria de los combustibles fósiles; y el geoingeniero David Schnare, quien ha expuesto planes muy detallados en audiencias del Congreso estadounidense sobre cómo iniciar las pruebas de SRM.
Schnare y otros negadores del cambio climático ven en la geoeingeniería una manera de enfrentar los impactos del cambio climático al tiempo que niegan el papel que juegan para éste los combustibles fósiles. Hasta hace pocos días, Schnare era parte del equipo de transición de Trump en la Agencia de Protección Ambiental.
Son tiempos peligrosos”, concluye Silvia Ribeiro.
“Tenemos de un lado la negación de gobiernos que afirman que podrán mantener la temperatura por debajo de los dos grados centígrados para el 2100 sin promover la drástica reducción de emisiones y las alternativas reales para lograrlo y tenemos al menos tres gobiernos poderosos que quieren experimentar con el clima: Estados Unidos, Rusia y China, que si pudieran, controlarían el termostato del planeta de manera unilateral.Fuente.
Es un momento muy peligroso como para que científicos ingenuos les den las herramientas y la excusa para evitar sus compromisos internacionales y pongan en marcha remiendos técnicos unilaterales, de alto riesgo y que amenazan el clima de todos”.
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