El progresivo endurecimiento del Código Penal augura malos tiempos para la movilización ciudadana.
Se está aplicando el derecho penal de autor. Aquí no se está criminalizando los hechos, sino las personas. No es tan importante lo que uno hace, sino lo que uno es. Si es pobre, inmigrante, vive en determinados lugares y viste con una ropa característica es objeto de sospecha e interviene el estado con su mecanismo policial-judicial. Es decir, hay una presunción de culpa. Además, se ha creado una legislación para criminalizar los comportamientos de personas con escasos recursos económicos. Lo que hacen las personas de las élites favorecidas nunca es delito, pueden desalojar a la gente de sus casas, pueden estafar....la posibilidad de que cometan un delito es difícil porque no está tipificado como tal. El Código Penal es el código represivo por excelencia. La clase política que defiende los intereses de las clases más privilegiadas es la que establece qué es y qué no es delito. Por eso, se enjuicia a la población más pobre y más disidente con la actual situación socioeconómica. El Gobierno teme a los movimientos sociales como agentes políticos con los que tratar de tú a tú y por eso los criminaliza con la excusa de la violencia.
Las reformas del Código Penal persiguen la disidencia política, por más pacífica que esta sea, a través de la superprotección de la autoridad. Se considera delito el atentado a la autoridad, la resistencia a la autoridad, la desobediencia a la autoridad, la desconsideración debida a la autoridad...
La cárcel está llena de pobres.
Sí, pero pobres de solemnidad. La cárcel es el máximo símbolo del desamparo, llena de personas pobres y solas. Una gran parte de los reclusos está enferma por la adicción a las drogas. ¿Delincuentes? Se trata de personas que cometen delitos con el fin de poder conseguir la sustancia que les ayuda a sobrevivir en un mundo que les quita la esperanza.
Es decir, que se criminaliza la pobreza.
El nuevo proyecto de ley prevé la penalización de conductas que deberían estar amparadas por los derechos fundamentales de manifestación, de reunión y de libertad de expresión. Todo ello forma parte del 'golpe de Estado' al llamado Estado de bienestar protagonizado por los mercados. Ya no hace falta que salgan los tanques a la calle para encontrarnos con una policía altamente militarizada, regida por valores típicos militares y en una situación en la que se criminaliza la legítima protesta política. Se está legitimando la represión policial como una herramienta para resolver los problemas.
Pero una parte de la sociedad ha aceptado esa situación.
El juego de los votos lo que ha conseguido es que bajo una apariencia formalmente democrática, bajo una teoría de que existen los tres poderes (ejecutivo, legislativo, judicial) que se contraponen unos a otros y un parlamento elegido por los ciudadanos, todo lo que emane de ahí tiene que ser democrático. Y esta premisa resulta ser falsa. La política económica no la hacen las personas a las que votamos, sino que viene de arriba. La conocida como troika que es la impone las condiciones: despedir y reprimir. Los políticos españoles son meros gestores, ya no tienen el poder. Gestionan las decisiones de unos entes que no se presentan a las elecciones. Estamos gobernados por psicópatas, no sienten el dolor que causan.
Algunos derechos sociales, como el acceso a la vivienda, se han vuelto inaccesibles.
Se ha quebrado el estado de bienestar porque unos señores han decidido que en este juego del monopoly que ellos han diseñado lo que tenían era poco y lo poco que creíamos que era de todos, como la educación, la sanidad, la vivienda y el trabajo, ya no lo es. Ya no son derechos sociales, son objeto de enriquecimiento de una minoría, como en el caso de la vivienda. Es inaccesible para amplias capas de la población, se privatiza lo social y derechos fundamentales. Por ejemplo, se habla de privatizar el acceso al turno de oficio; con la Ley de Tasas es más difícil que los ciudadanos hagan reclamaciones judiciales y así sucesivamente.
Podemos es la plasmación del 15-M en política. ¿Se puede encauzar en una democracia tan institucional como la de España sin que pierda su esencia?
Podemos tien un reto por delante muy importante. Es como si pretendes meter en un túnel de diez centímetros un coche, con una capacidad de gestionar por parte de las instituciones tan limitada. Lo cierto es que Podemos puede tener la habilidad de crear conciencia para que las cosas vayan cambiando. Estamos mal acostumbrados a recibir respuestas inmediatas y de lo que se trata es ir creando conciencia.
¿Cómo se convence al votante medio de que más vale lo bueno desconocido que lo malo que ya se conoce?
Lo malo conocido no es permanente. Tal y como estamos ahora mismo no podemos seguir mucho más tiempo. El barco se hunde. Si el sistema socioeconómico no cambia, la siguiente generación ni lo va a ver. El acaparamiento de recursos económicos, la hiperproducción.....o cambiamos la forma de hacer cosas o no habrá cosas. No vale el dicho de más vale lo malo conocido. Solo se vive una vez y merece la pena dedicarla a luchar por un modelo más justo e igualitario, que no haya gente desamparada.
La clase media no tiene acceso a las ayudas sociales.
Los ricos cada vez son más ricos y los pobres más pobres. En España sucede a pasos agigantados. La gente más depauperada tiene acceso a unos recursos sociales y los más ricos siguen aumentando su patrimonio. En el medio, los que no pueden invertir, pero no están en la indigencia. Esto lo que hace es atemorizar a la población y meterle el miendo: a no tener trabajo, a perderlo....Lo único bueno es que se crean lazos de solidaridad que hasta hace muy poco eran impensables. Esas clases medias tienen la conciencia de que la cuestión debe cambiar.
Fuente.
Una polémica entrevista a Endika Zulueta, abogado, miembro de la Asociación Libre de Abogados, integrante de la comisión legal del 15M, entre otros, causó un enorme revuelo en las redes sociales. La entrevista, titulada “Estamos gobernados por psicópatas, no sienten el dolor que causan” publicada en eldiario.es constataba lo que ya muchos sabíamos acerca de nuestros dirigentes políticos.
El psicópata.
La psicopatía se define como un trastorno mental que inhabilita al sujeto a experimentar emociones cercanas a la empatía, el remordimiento, desinhibe su carácter de por sí ya marcado por un comportamiento antisocial.
Podemos observar ciertos rasgos característicos de la política, sobre todo si enfatizamos las ideas de falta de empatía o remordimiento. Los ejemplos son más que evidentes. España, caracterizada porque su élite extractiva nunca descansa y nunca dimite, es uno de los países que mejor ejemplifican el concepto de psicopatía en el gobierno o lo que se conoce comúnmente como patocracia. Sólo en este país podemos ver como la Casa Real utiliza asociaciones a favor de niños discapacitados para blanquear dinero, sólo en este país podemos ver como insensibles legisladores electos por el pueblo deciden no escuchar el testimonio de unos padres desesperados que tratan de explicar lo mal que lo están pasando sus hijos con cáncer.
Semejantes hechos de una crudeza deleznable no pueden ser atribuidos a una mente equilibrada, sana y sobretodo, dispuesta a gobernar. Si partimos de la premisa que el gobernador –quien gobierna- trabaja para generar una cohesión social, un bienestar común y una evolución prudente pero firme del pueblo o territorio que gobierna, observamos que gente con este calado moral y ético no pueden formar parte de una administración que teóricamente busca el bien común.
Es incompatible. Uno no puede restar impasible ante la injusticia ajena, darle la espalda o incluso fomentarla si se dedica a buscar el bienestar común. Ambas ideas parten de un esquema contradictorio, sólo necesitamos aislar la equis. Si nuestros gobernantes son totalmente incapaces de legislar a favor de la igualdad, o aún peor, fomentan la injusticia y el desequilibrio, entendemos pues que no sólo no están capacitados para el puesto –hecho que les convierte en ilegítimos así como todas sus decisiones- sino que, en pocas palabras, prostituyen el ideario de gobierno, algo que han hecho muy bien y les ha funcionado muy bien.
El parásito
Una polémica entrevista a Endika Zulueta, abogado, miembro de la Asociación Libre de Abogados, integrante de la comisión legal del 15M, entre otros, causó un enorme revuelo en las redes sociales. La entrevista, titulada “Estamos gobernados por psicópatas, no sienten el dolor que causan” publicada en eldiario.es constataba lo que ya muchos sabíamos acerca de nuestros dirigentes políticos.
El psicópata.
La psicopatía se define como un trastorno mental que inhabilita al sujeto a experimentar emociones cercanas a la empatía, el remordimiento, desinhibe su carácter de por sí ya marcado por un comportamiento antisocial.
Podemos observar ciertos rasgos característicos de la política, sobre todo si enfatizamos las ideas de falta de empatía o remordimiento. Los ejemplos son más que evidentes. España, caracterizada porque su élite extractiva nunca descansa y nunca dimite, es uno de los países que mejor ejemplifican el concepto de psicopatía en el gobierno o lo que se conoce comúnmente como patocracia. Sólo en este país podemos ver como la Casa Real utiliza asociaciones a favor de niños discapacitados para blanquear dinero, sólo en este país podemos ver como insensibles legisladores electos por el pueblo deciden no escuchar el testimonio de unos padres desesperados que tratan de explicar lo mal que lo están pasando sus hijos con cáncer.
Semejantes hechos de una crudeza deleznable no pueden ser atribuidos a una mente equilibrada, sana y sobretodo, dispuesta a gobernar. Si partimos de la premisa que el gobernador –quien gobierna- trabaja para generar una cohesión social, un bienestar común y una evolución prudente pero firme del pueblo o territorio que gobierna, observamos que gente con este calado moral y ético no pueden formar parte de una administración que teóricamente busca el bien común.
Es incompatible. Uno no puede restar impasible ante la injusticia ajena, darle la espalda o incluso fomentarla si se dedica a buscar el bienestar común. Ambas ideas parten de un esquema contradictorio, sólo necesitamos aislar la equis. Si nuestros gobernantes son totalmente incapaces de legislar a favor de la igualdad, o aún peor, fomentan la injusticia y el desequilibrio, entendemos pues que no sólo no están capacitados para el puesto –hecho que les convierte en ilegítimos así como todas sus decisiones- sino que, en pocas palabras, prostituyen el ideario de gobierno, algo que han hecho muy bien y les ha funcionado muy bien.
El parásito
Un parásito es un ser vivo que se aprovecha de otro para alimentarse sin permitir que su huésped o rehén llegue a morir. De esta forma el parásito consigue alimento de forma perpetua sin necesidad de buscar un nuevo huésped. ¿A qué les recuerda esta actitud?
La casta gobernante, la élite extractiva parasitaria basa su sistema de alimentación en el menosprecio y servidumbre de los ciudadanos de a pié. Algunos de ellos ajenos a esta situación consideran que la corrupción, los trapicheos, la falsedad documental y demás delitos propios de “los de arriba” no solo son cuotidianos sino que además es algo natural. Es normal que al alcanzar cotas de poder uno se deje sobornar por unos pocos miles de euros, pues la corrupción es innata en el ser humano y que es parte de la condición humana, como dice nuestra amiga Cospedal.
Ese peligroso mensaje no es más que otra pata del parásito tratando de justificar sus actuaciones. “Por sus obras los conoceréis” decía Mateo por allá el siglo II después de Cristo y bien cierto sigue siendo hoy en día. El lector no debe perder nunca el foco de visión en el bombardeo mediático eximido por la casta gobernante: siempre justificarán todos sus actos. Nunca condenarán abiertamente un hecho concreto más allá de pequeñas represalias de compañeros de partido normalmente con un cargo inferior.
El mentiroso
No tengo un doctorado en psicología así que no sabría decir si la psicopatía incluye rasgos de mentira compulsiva. En cualquier caso nuestros dirigentes políticos si comparten esta característica tan susceptible a crítica y, sobretodo, tan demostrable. Un mentiroso no deja de ser alguien que dice mentiras, es decir, alguien que premeditadamente oculta la verdad. Parece muy sencillo y así es.
No se preocupen, tenemos de todos los colores. La mentira va asociada directamente al político por la sencilla razón de que necesitan una base bienintencionada para acceder a cotas de poder. Los votantes, despavoridos y alimentados bajo el eslogan de que votar a partidos minoritarios no sirve de nada, vuelan en manada a las urnas cediendo su confianza al partido que más le puede satisfacer en sus mentiras.
Da igual que no se cumplan las promesas electorales, lo verdaderamente importante es que las promesas tengan una cierta cabida dentro de la falsa ideología del partido, pues solo conocen la ideología del dios dinero. El votante solo se tiene que preocupar de introducir su papeleta cada cuatro años y el resto de cuestiones las “trabajan” los dirigentes, y siempre nos quedará el recurso de la “herencia recibida” o la “imposibilidad económica / técnica / legal / introduzca su adjetivo” para incumplir la realización de una promesa u otra. A toro pasado nadie puede quejarse.
Si la élite detecta que la crispación social aumenta considerablemente optarán por la cortina de humo. Tapar todos los problemas con noticias de poco peso o calado real en la sociedad, para ello utilizarán sus medios afines –medios que con la crisis han pasado a depender del estado y de entidades financieras que deciden sus contenidos en la gran mayoría de los casos-. Todo ello nos lleva a una legislación débil, sin capacidad real de actuación, que modifica cuatro detalles insustanciales para dar una sensación de renovación en el código civil / penal, como la nueva ley de transparencia impulsada por el PP.
El trepas
Asumámoslo, la política española está plagada de estos entes pendientes de subir escalones lo más rápido posible preocupándose por el bienestar de su ombligo, capaces de ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Y como todo en la vida, no es casual.
El sistema organizativo de los partidos políticos basa su estructura en un formato piramidal en el que la cúpula de la organización toma todas las decisiones y dirige todos los actos, no en vano se atreven a responsabilizar a las bases de una toma de decisiones equivocada, ya sea en Cataluña o con temas tan delicados como la abdicación del Rey por mucho que los propios integrantes del partido pidan algo de libertad de decisión. Los ejemplos son del PSOE, aunque también encontramos claros casos en el PP.
Frecuentemente esta cúpula puede resultar visible para el ciudadano aunque otras veces se convierte en una cortina de humo bien diseñada, todo en pro de ocultar las deficiencias de los candidatos. Ésta cúpula determina todas las decisiones del partido, estén a favor o en contra sus militantes, es por ello que pueden traicionar sus ideales sin ningún tipo de reparo.
Para evitar un colapso político por parte de la ciudadanía se requiere una rotación natural de los puestos ejecutivos para tratar de ofrecer una imagen de renovación, alternativa, nuevos tiempos… Todas palabras vacías que acaban usando nuestros queridos dirigentes. Dicho de otro modo, la rotación de cargos solo pretende ocultar a las verdaderas clases dirigentes. Para ejemplo un botón.
Dice el chiste que un día cualquiera, Francisco Franco resucita, y se encuentra a un vigilante del Valle de los Caídos:
"Pero, ¿Cómo es posible?, pregunta estupefacto el vigilante."
"Deje de extrañarse y dígame, ¿quién manda en España?"
"Mandan los suyos. Mire, de presidente Aznar..."
"¡Buen periodista Manuel Aznar Zubigaray! Escribió Historia Militar de la Guerra en España."
"¡No!, el nieto del periodista."
"¿Quién es el portavoz del Gobierno?"
"Pío Cabanillas."
"¡Muy inteligente! ¡Si señor! ¡Cabanillas Gallas! Mi ministro de Información."
"No, el hijo."
"¿Quién está de embajador en Marruecos?"
"Arias Salgado."
"¡Bien! Mi otro ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado."
"¡No! El hijo."
"¿Cómo van las relaciones con los marroquíes?"
"Hay algunos problemas con la inmigración y el Perejil, pero el gobierno ha encargado a Fernández Miranda esos asuntos."
"¡Hombre! ¡Torcuato! ¡Muy acertado para el cargo!"
"¡No, no, no!. El hijo, Enrique."
"¿Y en Vascongadas y Cataluña? ¿Cómo van las cosas?"
"Ahora las regiones se llaman Autonomías, y el ministro que las coordina es Jesús Posada."
"¡Posada Cacho!, mi fiel Gobernador Civil en Soria."
"¡No!, el hijo. Y Oreja es el representante del partido del gobierno en Vascongadas."
"¡Hombre mi fiel Marcelino!"
"No, el sobrino."
"¿Y en justicia, quién está?"
"Hay uno nuevo, no me acuerdo como se llama, pero antes estaba Mariscal de Gante."
"¡Bien! Mi director general de Régimen Jurídico de la Prensa, Jaime Mariscal de Gante."
"¡No, tampoco! Su hija Margarita."
"¿Y en la Puerta del Sol, en la sede de Gobernación, quién está?"
"Un buen amigo de los socialistas, Ruíz."
"¿Pero cómo mi portavoz, Víctor Ruíz Albéniz, va a ser amigo de los socialistas?"
"¡No!, el nieto, Alberto Ruíz Gallardón."
"Y en Galicia, dime ¿Quién está en mi Galicia natal?"
"Fraga."
"¿El nieto supongo?"
"No... ¡El de siempre!"
Más allá de las “risas” que pueda producir el chiste (que también lo tenemos en la época de Zapatero) supone un enorme descrédito para España. Aun así, y sin tratar de ningunear la inteligencia o el conocimiento del lector, me atrevería a indicar que muchos de ustedes no conocían los datos expuestos en ambos chistes, yo mismo me sorprendí al realizar la primera lectura y más aún cuando constaté que era cierto lo que expresaba el “humorístico” dialogo.
Entonces, ¿Quiénes son los nuevos personajes de la política y que traen con ellos? Nada, absolutamente nada. Partamos de la base de que los partidos políticos son centros del crimen organizado –y no se asuste usted al leer estas palabras, pues actúan de forma muy similar a las mayores organizaciones criminales: se financian a costa de la extorsión, el robo, el tráfico de materia e influencias y, como no, de la evasión fiscal-. Una organización criminal nunca va a poder ser liderada por un justiciero que pretende erradicar la corrupción, el robo, el fraude fiscal o el tráfico de influencias. Sería el suicidio de la organización.
Su única función es la traer consigo un ideario de renovación y cambio. Veamos por ejemplo el nuevo chico PSOE, Pedro Sánchez. Un chico joven, guapo y bien hablado. También consejero de Caja Madrid junto a Blesa, un pequeño detalle que puede pasar desapercibido pero crucial para demostrar mi tesis. Claramente, para ascender en un partido político, uno tiene que estar manchado, y cuanto más manchado mejor. Resulta necesario para que los poderes fácticos puedan chantajear al susodicho sin miedo a represalias, pues le tienen cogido y bien cogido. Si el individuo funciona y, sobretodo, es funcional para esos poderes fácticos se le recompensa por sus servicios en alguna empresa afín al partido.
Veremos nuevos trepas en la política cuando, misteriosa y mágicamente, empiecen a llover elogios, alabanzas, buenas críticas dentro del partido a representantes desconocidos para la masa general del pueblo. Basarán su discurso en la regeneración interna y la necesidad imperiosa de volver a unos valores perdidos. Aunque como he dicho anteriormente “Por sus obras los conoceréis”.
Entonces, ¿Quiénes son los nuevos personajes de la política y que traen con ellos? Nada, absolutamente nada. Partamos de la base de que los partidos políticos son centros del crimen organizado –y no se asuste usted al leer estas palabras, pues actúan de forma muy similar a las mayores organizaciones criminales: se financian a costa de la extorsión, el robo, el tráfico de materia e influencias y, como no, de la evasión fiscal-. Una organización criminal nunca va a poder ser liderada por un justiciero que pretende erradicar la corrupción, el robo, el fraude fiscal o el tráfico de influencias. Sería el suicidio de la organización.
Su única función es la traer consigo un ideario de renovación y cambio. Veamos por ejemplo el nuevo chico PSOE, Pedro Sánchez. Un chico joven, guapo y bien hablado. También consejero de Caja Madrid junto a Blesa, un pequeño detalle que puede pasar desapercibido pero crucial para demostrar mi tesis. Claramente, para ascender en un partido político, uno tiene que estar manchado, y cuanto más manchado mejor. Resulta necesario para que los poderes fácticos puedan chantajear al susodicho sin miedo a represalias, pues le tienen cogido y bien cogido. Si el individuo funciona y, sobretodo, es funcional para esos poderes fácticos se le recompensa por sus servicios en alguna empresa afín al partido.
Veremos nuevos trepas en la política cuando, misteriosa y mágicamente, empiecen a llover elogios, alabanzas, buenas críticas dentro del partido a representantes desconocidos para la masa general del pueblo. Basarán su discurso en la regeneración interna y la necesidad imperiosa de volver a unos valores perdidos. Aunque como he dicho anteriormente “Por sus obras los conoceréis”.
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